sábado, 23 de julio de 2016

Shangri-La (8): Heidegger en Todtnauberg


Lentamente, nos vamos aproximando al final de nuestro recorrido por los Shangri-La de ciertos personajes profundamente inspiradores para el espíritu de este blog.

Hoy nos vamos a asomar al espacio sagrado de una figura  tan compleja y polémica como de alto vuelo, sin adentrarnos demasiado en sus zonas grises, sino centrándonos en aquello que es el eje rector en el cual se viene desenvolviendo esta serie de breves escritos.

Todtnauberg es el nombre tanto de una población cercana a Friburgo de Brisgovia, en Alemania, así como de una elevación próxima (de ahí su nombre) situadas en la Selva Negra del sur de aquel país.

Es conocida porque en dicha población tenía una cabaña el para algunos extraordinario, y para otros algo oscuro, filósofo alemán Martin Heidegger, pope del existencialismo, y autor de uno de los libros clave de la filosofía del siglo XX: "El Ser y Tiempo", que concibió en este mítico lugar.

Heidegger se mudó a esta cabaña construida para él en el verano de 1922. Fue él mismo quien  llamó a este edificio, de aproximadamente 6 x 7 m en planta, die Hütte (la cabaña), forjando una relación sumamente intensa con el lugar.  

Arriba: alrededores de la cabaña. Abajo: die Hütte, el Shangri-La de Heidegger

Heidegger pensó y escribió en la cabaña a lo largo de cinco décadas, muchas veces solo, reclamando una intimidad emocional e intelectual con el lugar, sus alrededores y con el paso de las estaciones. Para Heidegger, Todtnauberg fue mucho más que un lugar físico. En 1934 hablaba de entender su obra filosófica como parte de las montañas y de que el trabajo le encontraba a él junto con el paisaje. Se concebía a sí mismo como un escritor sensible, defensor de la vida rural, sugiriendo que la filosofía transmutaba el paisaje en palabras a través de él, casi sin intermediarios. El filósofo aseguraba que había un sustento conmovedor en el clima cambiante de la localidad, el sentido de interioridad del edificio, la lejana vista de los Alpes y la primavera. Atribuía una 'ley oculta' a la filosofía de las montañas. Mientras que algunos han encontrado un valor en el provincialismo de Heidegger, otros encuentran penosa su abdicación de la acción y su tendencia al romanticismo, determinante en sus simpatías políticas. 


La cabaña cobró cierta repercusión durante la estadía del poeta Paul Celan. Repercusión que estuvo dada, hay que decirlo, por  la vinculación de Heidegger con el partido Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (al cual se había afiliado en mayo de 1932) y el hecho de que los padres de Celan hubieran muerto en un campo de concentración nazi. Luego de su visita, Celan escribiría su célebre poema "Todtnauberg" en el que contaría su desilusión por no escuchar una sola palabra de autocrítica por parte de Heidegger respecto a su pasado nazi. Sobre dicho encuentro, la periodista argentina Tamara Kamenszain escribiría: "La génesis de este poema es una anotación en un libro de visitas. «En el libro de la cabaña, los ojos hacia la estrella del pozo con, en el corazón, la esperanza de una palabra que llegaría», había escrito Paul Celan el 25 julio de 1967 cuando visitó a Martin Heidegger en su cabaña de Todtnauberg, en plena Selva Negra. La correspondencia del poeta con su mujer aporta otros datos: ese día hubo un paseo en auto donde Celan hizo alusión al peligro de un rebrote nazi y a la conveniencia de que Heidegger se expidiera públicamente al respecto. Como única respuesta recibió un largo silencio. En ese silencio pantanoso floreció «Todtnauberg» que, como todos los poemas de Celan, está más cerca del mutismo que de las palabras. Entrecortando adrede los encabalgamientos, suspendiéndolos en los intersticios de un relato, el poeta logra que el sentido siempre quede a la espera de ser completado por la palabra de otro. Según el filósofo francés Lacoue-Labarthe, en «Todtnauberg» la palabra esperada es `perdón'. Un perdón que Heidegger le debía, ante tanta sospecha de colaboracionismo, al poeta judío. Pero para otro pensador francés, Alain Badiou, el silencio de Heidegger es coherente con su «fetichización filosófica del poema». Esto quiere decir que en la filosofía heideggeriana la poesía aparece como una instancia privilegiada capaz de dar respuesta a todo. De esta manera, y ante la pregunta de un poeta, el filósofo no podría hacer otra cosa que reenviarlo a la soledad del poema, o lo que es lo mismo, condenarlo al solipsismo. Sin embargo, la poesía de Celan se resiste. No es el hombre cuyos padres murieron en un campo de concentración el que pide una palabra esperanzadora que lo repare. Es esa obra monumental que renovó hasta las raíces el maltratado idioma alemán la que exige ser aclarada en el marco de una interlocución. Claridad que no supone una explicación sino una responsabilidad compartida. El peso de ese sujeto poético clausurado que, en espejo, estaba obligado a dar cuenta de todo, queda, en la poesía de Celan, alivianado. Sólo una subjetividad abierta, deshilachada, incompleta, puede encontrarse en un libro de visitas ese tipo de libro que está siempre abierto a la palabra de los demás con la posibilidad del poema. «¿El nombre de quién estaba anotado/ antes del mío?» es una pregunta que incluye a los demás. Esta vez la filosofía no iba a recibir de la poesía una revelación tranquilizadora sino una exigencia: mantenerse «a la escucha». Exigencia que, como hijo del silencio, el poema «Todtnauberg» parece estar demandándonos a todos.

Hermann Heidegger, hijo de Martin, habla sobre la relación de su padre con la cabaña

En un letrero turístico que hoy puede descubrirse cerca del lugar se ha incluido el siguiente texto: '¿Por qué la cabaña no es un museo? Martin Heidegger tiene dos hijos, 14 nietos y, desde el 2002, 21 biznietos. La cabaña sigue siendo una propiedad de la familia Heidegger, que la utiliza a título privado. No se permiten visitas. Respeten, por favor, la privacidad de la familia.'


Con sus luces y sus sombras, Heidegger es un pensador imposible de ignorar si se pretende volver a centrar a la filosofía en la pregunta por el ser. La meta hacia la que dirigió su preguntar fue la de mostrar que el tiempo es el horizonte trascendental de la pregunta por el ser: mostrar que el tiempo pertenece al sentido del ser. En la analítica existencial que creyó necesario realizar para llevar a cabo su propósito, conceptualizó el Dasein (el "ser-ahí"), llevando hasta sus últimas consecuencias el principio fenomenológico de "volver a las cosas mismas". Die Hütte fue una compañera inseparable en el desarrollo de sus cavilaciones. Lugar de meditación y remanso, continente sentimental de sus teorías y de su individual retorno a las esencias, de su viaje personal al corazón del Dasein propio.



Bibliografía consultada: 

-La cabaña de Heidegger, de Adam Sharr
-Ser y Tiempo, de Martin Heidegger
- Paul Celan and Martin Heidegger: An Unresolved Conversation, de James Lyon

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