lunes, 29 de abril de 2019

Segundo encuentro: "Mesa Redonda Mitológica" (JCF). Ciclo 2019


13 de Abril
Segundo encuentro de la "Mesa Redonda Mitológica" de Buenos Aires.


Compartimos un riquísimo encuentro en el cual exploramos el mito de los orígenes y la figura arquetípica del Héroe, conmemorando el cumpleaños número 70 de la publicación del libro "El héroe de las mil caras", de Joseph Campbell. Además, recibimos la generosa visita de la Dra. Raquel Bianchi, quien disertó sobre los principios fundamentales de la Psicoterapia Ontológica.  


Próxima reunión: Sábado 22 de Junio. 16 a 19hs.
Recibiremos la visita del Lic. Juan Manuel Corbetta, psicoanalista e Investigador del Programa “Patrimonio y Creencias” del Museo Roca-Instituto de Investigaciones Históricas, quien disertará sobre el tema: "Espiritismo: mitos y realidades".

Si te interesa participar, escribíme a: jmobarrigon@gmail.com





Espiritualidad Ignaciana para el mundo de hoy (John R. Sachs, S.J)

(activar subtítulos en idioma inglés)

Profunda y didáctica introducción a la espiritualidad ignaciana, de la mano del jesuita John Sachs.

Y algunos principios extra para seguir pensando (http://www.donostiajesuitak.org): 

1. La espiritualidad ignaciana propone un camino para mirar la vida de una manera nueva, agradecida, con ojos compasivos y comprometidos, con dosis de humor, de sentido común, de apoyo en los demás, de una lectura sabia de nuestro pasado para no tomarnos trágicamente el presente y vivir inspirando futuros.


2. Es una apuesta por vivir respetando la realidad y las personas. Ser “contemplativos en la acción” implica aprender a mirar el fondo de las cosas, sin quedarnos en las apariencias o en la superficie. Es hacer frente a la vida tal y como es, con sus éxitos y derrotas. Para vivir así, la clave está en buscar y hallar algo significativo que te ayude a trascender, a ir más allá de lo inmediato. Es tener algo que te dé fuerza al comenzar cada jornada y motivación cuando el camino se hace cuesta arriba ya sea un proyecto, un sueño o algún nombre de tu vida.



3. Vivimos en la sociedad del “yo”, a veces dramáticamente individualista, en la que no resulta fácil hablar, pensar y sentir en plural. Pero nuestra apuesta es una alternativa a esa visión: compartir vida y misión entre todas las personas que trabajan en las distintas instituciones de la Compañía de Jesús y de la Iglesia.

4. En la sociedad de hoy en día no hace falta viajar lejos para ver cosas exóticas, el “otro” está más cerca que nunca. ¿Pero cómo relacionarse con él? El encuentro con una persona diferente supone riesgo pero sobre todo es fuente de posibilidades. Es un proceso que implica actitudes, valores, modos, comportamientos y formas de acercamiento teñidos de apertura, diálogo y confianza de todas las partes. El camino no es fácil y no sería honesto ocultar lo que todo esto tiene de desconfianza y sentimiento de pérdida. Pero el esfuerzo merece la pena. Ese encuentro enriquecerá nuestra propia identidad y fortalecerá lo que nos une.

5. La reconciliación refleja, entre otras cosas, que somos seres rotos. Cada uno de nosotros llevará siempre las heridas de su sufrimiento. Ni pueden ni tienen por qué ocultarse. Sin embargo, esas heridas pueden reconciliar y dar vida. Las heridas nos comprometen, nos empujan a no permanecer indiferentes. Las heridas nos invitan a ponernos en lugar de la otra persona, a hacer un poco nuestro su dolor. Las heridas son una invitación a vivir desde la vulnerabilidad, a ser conscientes de nuestra fragilidad personal y comunitaria. Y son también señal de esperanza, de que la reconciliación es posible.

viernes, 5 de abril de 2019

Apuntes sobre "espiritualidad transreligiosa"


por Juan Manuel Otero Barrigón
(Prof. Adjunto Cátedra "Psicología de la Religión" - Universidad del Salvador, Buenos Aires)


Se habla mucho en estos tiempos de espiritualidad transreligiosa. Es decir, de una espiritualidad que no se identifica de manera exclusiva con una religión, y que aspira a recrear la vivencia y el sentir religiosos de manera libre, sin identificaciones confesionales rígidas. En tal sentido, el prefijo “trans” comúnmente se traduce como “a través de”, o a “más allá de”. Es decir, lo “transreligioso” como forma de trascender el estrecho marco impuesto, a menudo, por los dogmas y las instituciones. De este modo, es propio de la transreligiosidad la búsqueda del corazón mismo de la experiencia religiosa, rescatando lo sentido como más genuinamente auténtico, y prescindiendo de un envoltorio muchas veces considerado superficial y limitante. 

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No obstante, la idea de una espiritualidad transreligiosa no debiera llevarnos a concluir rápidamente la caducidad de las tradiciones religiosas históricas, toda vez que estas, en tanto sistemas simbólicos orientados a tramitar la experiencia de lo Sagrado, son el resultado de larguísimos procesos socioculturales y espirituales de búsqueda, cuyos frutos reflejan la misma evolución de la Persona y de los grupos humanos, con todos sus avatares y claroscuros. Por otro lado, la misma noción implícita en la palabra religión, a la cual se pretende trascender, torna para algunos, algo conflictiva la idea de la transreligiosidad. Y esto por que religioso es, por definición, aquello que religa, que revincula al ser humano con el fundamento último de su propio origen. Es decir, la esencial y decisiva frontera de encuentro. No hay en este sentido , un “más allá” de lo religioso. Lo religioso es la dimensión misma del más allá, en el más acá. En realidad, al hablar de transreligiosidad, sus exponentes suelen apuntar a lo que la religión se entiende en su dimensión más exotérica e institucionalmente conocida. Lo cual es sólo una parte en la idea misma de religión. 

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Toda tradición religiosa presenta dos grandes dimensiones, de las cuales una es muy perceptible, y comúnmente asociada, con nuestra idea habitual de “religión”; mientras la otra circula subterráneamente, exigiendo para su conocimiento, cierto ejercicio de buceo profundizador. Esta última dimensión, a la que llamaremos esotérica (como contracara de la dimensión exotérica por todos conocida) contiene realmente la savia que anima la existencia de las distintas tradiciones. Por esotérico, no entendemos aquí nada mágico ni oculto, sino aquello que “permanece preservado frente al riesgo de su vulgarización”. Es decir, un tesoro sumamente valioso, para cuyo acceso es necesario cierto esfuerzo de comprensión por parte del buscador, así como una disposición particular y especial en su actitud. Podemos aproximarnos a esta dimensión esotérica por distintos caminos, uno de los cuales, está representado en la llamada philosophia perennis de la cual supo hablarnos Gottfried Leibniz en el siglo XVI; y también más cercano en nuestro tiempo, el visionario filósofo Aldous Huxley, en una de sus óbras más ricas. Filosofía perenne que los hindúes ya conocían como Sanatana Dharma, y que estudiosos de las religiones comparadas contemporáneos, como Huston Smith, refirieron en términos de “Verdad Olvidada”. La tesis es que existe un cúmulo de principios, verdades y conocimientos comunes compartidos por todas las culturas, cristalizados en los distintos sistemas religiosos y espirituales que concibió la humanidad, y que condensan el factor inherente a todos los credos, más allá del tiempo y la geografía. Frente a este aspecto esotérico, la dimensión exotérica de la religión es una vestimenta histórico-cultural, capaz de exaltar las singularidades y diferencias entre las distintas tradiciones. Lo transreligioso es así, el punto de comunión donde lo exotérico pierde relevancia, y lo esotérico brilla como fuego vivificador. Un fuego que enciende nuevas búsquedas, e impulsa caminos donde los límites institucionales finalmente ceden. Un fuego donde la verdad sale al encuentro creando puentes, bajo la forma de un enorme abrazo.