viernes, 17 de mayo de 2019

Reflexiones Junguianas (II), por Néstor E. Costa

C.G.Jung & Emma Jung

Uno de los arquetipos más importantes en la psicología de Jung es evidentemente el del "ánima", palabra que nos remite a variadas cosas. En primer término, tiene que ver con el "alma" ; en griego antiguo con el aleteo de la mariposa. Es un concepto riquísimo que se encarna de variadas formas, tanto por su profusa simbología como por su accionar en la vida., por lo que podemos encontrarla desde el concepto que asume Sofía (sabiduría), como en la representación en la María de la compasión; es también Isis en sus variadas personificaciones, así como Helena de Troya; la Perséfone que se sumerge en el Hades, como la terrible Hera griega o también las musas, las ninfas, la necesidad y el destino, son otros tantos atributos de este arquetipo. 
James Hillman señala que la realidad cuando se personifica a través del "anima" sugiere un mundo covocado y gobernado por ella. "Vico y Cassirer la relacionaron con el pensamiento mítico, Dilthey y Unamuno con la comprensión y el amor; Lou Andreas Salomé personificó estas ideas para Freud y Jung describió al "ánima" como la personificación de lo inconsciente".

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Siguiendo con el "arquetipo del ánima", vamos a dar algunos ejemplos que nos proporciona el propio Jung en lo que hace a su fenomenología erótica. Así vemos que la Antigüedad tardía conocía esa escala en relación a cuatro tipos de mujeres simbolizadas por: Eva; Helena de Troya, María y Sofía.
Como se desprende de sus propios nombres, son cuatro grados del eros heterosexual, correspondientes a la imagen del ánima. 
Eva representa a la tierra, a lo meramente biológico con un fuerte componente sexual e impulsivo; el segundo grado Helena, también es un representante de la sexualidad, pero con una mayor carga estética y romántica; el tercer grado, María, eleva el eros a la máxima valoración y devoción religiosa, con lo cual lo espiritualiza; el cuarto grado, simboliza a la "sapientia", es decir, la sabiduría, el eros en la búsqueda de su máximo conocimiento, la verdad. Nos señala el investigador suizo que, según el grado de predominio, dado que son componentes dinámicos, los mismos pueden ser propios o impropios, decisivos para la vida o simplemente sindrómicos.

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Como hemos ya señalado, el arquetipo del ánima en su forma espiritualizada se convierte en el arquetipo de una diosa. Para el escritor Apuleyo, que vivió en el siglo II de nuestra era en su obra "El asno de oro o Metamorfosis" nos enseña como se le presenta una de las diosas más importantes de la antigüedad al protagonista de la historia, quien la había convocado para que lo cure: 
"Aquí me tienes Lucio, tus ruegos me han conmovido. Soy la madre de la inmensa naturaleza, la dueña de todos los elementos...soy la divinidad única a quien venera el mundo entero bajo múltiples formas, variados ritos y los más diversos nombres. Los frigios me llaman diosa de Pessinonte y madre de los dioses; soy Minerva para los atenienses; Venus para los chipriotas; Diana para los cretenses; Proserpina para los sicilianos; Ceres para la antigua Eleusis; para unos soy Juno, para otros Bellini, para los de más allá Rhamnusia; los egipcios poderosos por su antigua sabiduría me honran con un culto propio y me conocen por mi verdadero nombre: soy la reina Isis."

Foto gentileza: Espacio Integral Palermo
Néstor E. Costa es el Presidente de la Asociación de Formación e Investigación en Psicología Analítica -AFIPA- Grupo de Desarrollo reconocido por la IAAP (International Association for Analytical Psychology), con sede en Buenos Aires, Argentina. Doctor en Psicología. Ex Vice Decano del Departamento de Psicología de la Universidad John F. Kennedy, fue uno de los fundadores de AFIPA en los primeros meses de 1996.

viernes, 3 de mayo de 2019

Sobre la Crisis en el Espíritu humano


La crisis mundial actual no es simplemente un conflicto político y económico. Va más allá de las ideologías. Es una crisis del espíritu del hombre. Es un gran trastorno religioso y moral de la raza humana, y realmente no conocemos la mitad de las causas de este trastorno. No podemos pretender tener una comprensión completa de lo que está sucediendo en nosotros mismos y en nuestra sociedad. Es por eso que nuestro hambre desesperada por soluciones claras y definidas a veces nos lleva a la tentación. Nosotros simplificamos demasiado Buscamos la causa del mal y la encontramos aquí o allá en una nación, clase, raza, ideología, sistema en particular. Y aplicamos a este chivo expiatorio toda la fuerza virulenta de nuestro odio, agravada por el miedo y la angustia, esforzándonos por librarnos de nuestro miedo al destruir el objeto que hemos señalado arbitrariamente como la encarnación de todo mal. Lejos de curarnos, esto es solo otro paroxismo que agrava nuestra enfermedad.

El mal moral en el mundo se debe a la alienación del hombre de la verdad más profunda, de los resortes de la vida espiritual dentro de sí mismo, a su alejamiento de Dios. Quienes se dan cuenta de esto, tratan desesperadamente de persuadir e iluminar a sus hermanos. Pero estamos en una posición radicalmente diferente de los primeros cristianos, que revolucionaron un mundo esencialmente religioso del paganismo con el mensaje de una nueva religión de la que nunca se había oído hablar.

Thomas Merton

De la colección "The Social Essays" (editor William Shannon, New York: Crossroad, 1995), p 83.