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sábado, 10 de mayo de 2025

Serie Meditaciones #20. La psicología junguiana y ¿qué llamamos “empírico”?. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACIÓN #20

La expresión “evidencia empírica”, que es parte del vocabulario habitual de los científicos positivistas y de algunas corrientes cognitivo-conductuales, suena precisa, pero en realidad traiciona su propio sentido cuando se la reduce al dato medido, cuantificado o replicado en laboratorio.
Empírico viene del griego empeiría (ἐμπειρία), que se forma a partir de en- (“dentro”) y peira (“prueba”, “intento”). Literalmente, significa “haber probado por uno mismo”.
Y eso, para quienes trabajamos desde una psicología de la profundidad, supone esencialmente experiencia vivida: lo sentido, lo soñado, lo intuido, lo que conmueve desde dentro.
Llamar “empírica” a lo que, en todo caso, es evidencia experimental, es un ardid orientado a colonizar el lenguaje de la experiencia con los criterios del control externo.
Es olvidar que lo empírico es también lo simbólico, lo que ocurre en el mundo interior, donde lo sensible y lo imaginado se entrelazan con lo real, en la intimidad del sufrimiento y el misterio.
Lo que necesita ser escuchado, más que medido.
Y es reducir la psique a protocolo.
Hay cosas que no se pueden medir, pero sí comprender.
Y hay verdades que no se prueban: se viven.
Y su prueba es la transformación interior que suscitan.

JMOB.

martes, 24 de diciembre de 2024

Serie Meditaciones #19.Sobre el uso de la palabra ALMA en mis aforismos y meditaciones. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #19

En psicología profunda, cuando hablamos de alma no nos referimos a algo que se pueda definir con exactitud o poseer como un objeto. El alma es más bien una forma de acercarnos a la vida, una manera de mirar con profundidad, de notar los detalles que a veces pasan desapercibidos en lo cotidiano, en las contradicciones, en lo pequeño y lo grande.

Siguiendo ideas como las de James Hillman y Thomas Moore, el alma no está interesada en respuestas rápidas o definitivas. Más bien, se mueve en el terreno de las preguntas: esas preguntas que no siempre tienen solución inmediata, pero que abren caminos para explorar y entender nuestra experiencia. Es en los mitos, en las historias que contamos y escuchamos, en los momentos de asombro, y especialmente en el dolor, donde el alma se manifiesta.

En el ámbito clínico, cuidar el alma no significa resolver problemas como si fueran ecuaciones. Sino acompañar a la persona a encontrar sentido en lo que vive, a escuchar lo que sus emociones, incluso las más difíciles, están tratando de expresar. A veces, eso que duele o parece caótico contiene claves importantes sobre quiénes somos. Cuidar el alma es un trabajo de atención y presencia, más que de soluciones. Es aprender a vivir con lo que nos revela: nuestras alturas, nuestras profundidades, y todo lo que hay entre medio.


JMOB.

domingo, 8 de septiembre de 2024

Serie Meditaciones #17. A lo que pide el alma. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #17

Ser freudiano, junguiano o adleriano no es solo un juego de etiquetas, sino un acto de sintonía con el alma que se presenta. Jung lo sabía: hay quienes necesitan la precisión del bisturí freudiano, que ayude a cortar con claridad los nudos del pasado. Otros requieren la brújula de Adler, que les señale el norte de su poder y propósito. Y están aquellos que pueden danzar en el misterio, a quienes Jung ofrece el espejo profundo del símbolo, el mapa de lo desconocido. Al final, ser terapeuta, como ser humano, es un arte de afinación sutil: escuchar más allá de las palabras y responder a lo que el alma necesita para encontrar su camino.

JMOB.

sábado, 24 de agosto de 2024

Serie Meditaciones #16. El "Infierno" de Dante en clave analítica: apuntes iniciales. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACIÓN #16

El "Infierno" de Dante en clave analítica: apuntes iniciales
(anticipo de nuestra próxima Mesa Redonda Mitológica del mes de Septiembre).

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El "Infierno" de Dante Alighieri, con su estructura precisa y sus círculos concéntricos, no es solamente una cartografía clásica del castigo eterno, sino también una metáfora profunda del viaje interior del alma. Un descenso a los reinos de la oscuridad que puede interpretarse como un encuentro inevitable con la Sombra, esa parte de nosotros mismos que contiene todo lo que rechazamos y negamos.

En Dante, como señala acertadamente el analista posjunguiano Wolfgang Giegerich¿Cuáles son los factores que curan?», 2020), el Infierno representa un reino especial en el otro mundo. Pero para la psicología analítica, revela la esencia más profunda de la realidad terrenal, empírica. 

Guiado por Virgilio, su psicopompo, Dante inicia un viaje para comprender y tratar con la Sombra, tanto en sí mismo como en su mundo. Cada círculo del infierno representa una capa del inconsciente donde residen las partes fragmentadas y reprimidas de la psique. Los pecadores que Dante se encuentra no son solamente personajes históricos o alegóricos, sino reflejos de sus propios temores y deseos que necesitan ser reconocidos y confrontados.

Hay que recordar que, en sentido junguiano, la Sombra no es inherentemente maligna; es una parte esencial de nuestra vida interior. Dante, al descender a las profundidades del Infierno, se embarca en un proceso en el cual cada situación y cada desafío le acercan un paso más a la integración de su ser completo. Enfrentar y comprender su sombra le permite emerger del Infierno transformado, listo para ascender a los reinos superiores del purgatorio y el paraíso.

Las emociones que predominan en el Infierno son la desesperanza, la ansiedad, el sufrimiento. Un espacio psíquico caótico, lleno de confusión, un encuentro con fuerzas primitivas. En este descenso, y al igual que sucede con Inanna en la mitología sumeria, Dante baja desnudo, sin "mascara" que lo proteja, para enfrentarse con la Sombra de manera descarnada.

El primer círculo, el Limbo, con sus almas nobles que viven en anhelo perpetuo, puede verse como la parte de la psique que se halla atrapada en el pasado, incapaz de avanzar por la falta de un sentido trascendente. En contraste, los círculos más bajos, donde los castigos se vuelven cada vez más brutales, sugieren la colisión con los aspectos más oscuros y destructivos del ser. Aquí, el alma se ve obligada a lidiar con sus propios demonios, los impulsos y deseos que, si se dejan sin reconocer, pueden llevar a la autodestrucción.

En la narrativa de Dante, la poesía es un medio a través del cual se expresa la lucha interior para llegar al paraíso, es decir, alcanzar la función trascendente, donde se integren los contenidos inconscientes y así poder lograr una nueva síntesis a nivel de la consciencia, corrigiendo su unilateralidad. Las imágenes vívidas y los tormentos del infierno reflejan el sufrimiento psicológico que acompaña a la confrontación con la Sombra. Sin embargo, a través de esta oscuridad y dolor, se refleja la posibilidad de redención y transformación. Así como Dante encuentra la salida del Infierno al confrontar sus miedos, nosotros también podemos encontrar luz en nuestras propias tinieblas.

En el corazón del Infierno, cuando Dante y Virgilio cruzan el río Estigia, se encuentran con Filippo Argenti, un noble florentino cuya furia descontrolada lo condena a una eterna lucha en el barro (V círculo, el de los iracundos). Esta escena, más allá de su literalidad, nos sumerge en el lodazal de nuestras propias emociones reprimidas, esas que, al no ser integradas, se convierten en una corriente caótica que nos arrastra hacia la autodestrucción. Argenti, devorado por su propia ira, es un reflejo de cómo nuestras pasiones más oscuras pueden consumirnos si no las confrontamos. En este pasaje, Dante nos muestra que el verdadero Infierno es el de una psique atrapada en su propio ciclo de negación y violencia, incapaz de encontrar la paz hasta que se enfrente a la luz de la consciencia.

Dante nos carea con la realidad de que el Infierno no es un lugar lejano, sino un estado del ser, una geografía interior donde las culpas no resueltas y las pasiones desmedidas construyen laberintos sin salida. Cada círculo del Infierno es una imagen arquetípica de las fuerzas que nos arrastran hacia abajo, hacia lo primitivo y lo destructivo. En este paisaje devastado, los personajes que Dante encuentra no son sólo almas condenadas, sino fragmentos de su propia psique, aspectos de la humanidad colectiva que perdieron su camino. En la travesía infernal, Dante nos enseña que el verdadero peligro no es el castigo eterno, sino el olvido de nuestro propósito original, y más profundo.

Un texto interesantísimo del estudioso de la obra dantesca Franco Nembrini, cuyo título en tres volúmenes es «Dante, poeta del deseo» (Ediciones Encuentro, 2015), nos propone leer este poema como una confidencia en la que Dante "no tiene una teoría que explicarnos; tiene un camino que proponernos, un drama, el mismo que él ha vivido en primera persona" (...) "El motivo para ponerse en camino es el deseo, el deseo profundo que empuja desde el fondo de su naturaleza. Así lo expone el propio Dante en su obra El Convite: «El sumo deseo de toda cosa, dado en primer lugar por la misma naturaleza, es el retorno a su principio»; y el principio de lo humano es el propio Dios que plasmó su imagen y lo creó a su semejanza".

Y concluímos con otra cita del mismo Nembrini, que es toda una invitación: "Dante narra el más allá porque le permite una comprensión mejor del más acá. Por tanto, relata una vida que es posible, una experiencia. Dante tiene la presunción, en el buen sentido del término, de mirar las cosas como las mira Dios, como las ve Aquel que las hace en cada instante. De allí viene la posibilidad de vivir el drama de la vida según la verdad, según la justicia, tratando las cosas por lo que realmente son".

JMOB.


viernes, 9 de agosto de 2024

Serie Meditaciones #15. La época del "neurotodo". Por Juan Manuel Otero Barrigón

  MEDITACION #15

Vivimos la era del "neurotodo", donde la psicología pareciera sucumbir al reduccionismo científico, y donde algunos encuentran en el cerebro la única explicación válida para la naturaleza humana. Este paradigma neurocentrista despoja a la psique de su profundidad, devaluando las dimensiones simbólicas y espirituales que definen la experiencia humana; las cuales abarcan, pero a su vez trascienden, lo puramente biológico. Al reducir la psique a un conjunto de procesos neuronales, se pierde la riqueza del alma, transformando la psicología en una rama más de la biología.

Las neurociencias aportan avances interesantísimos en la comprensión de nuestra base material, por ende su contribución es innegable. Sin embargo, cuando caemos en la tentación de querer explicar todo a través de la actividad cerebral, terminamos ignorando el significado personal y la búsqueda de propósito que trascienden lo puramente físico. La exaltación de lo neurobiológico refleja una tendencia cultural hacia la cuantificación y objetivación de la realidad, donde sólo lo que es medible pareciera tener valor. La psicología necesita honrar sus orígenes, y recuperar su capacidad para explorar el misterio y el simbolismo, elementos que no pueden ser abordados desde una perspectiva meramente neurocientífica.

En tiempos en los que la obsesión por lo neuro convierte a la ciencia en un nuevo dogma, la complejidad humana es distorsionada en favor de explicaciones simplistas y reduccionistas. Este cientificismo extremo termina siendo, al final del camino, deshumanizante, ya que nos priva de la posibilidad de ver más allá de las sinapsis y los neurotransmisores. En su afán por materializarlo todo, la época del "neurotodo" corre el riesgo de aplastar la dimensión trascendente de la vida, dejando un vacío donde antes habitaba el alma.

Devenido el cerebro en un nuevo ídolo moderno, cada pensamiento, emoción y sueño es despojado de su misterio, reducido a chispas eléctricas que recorren circuitos de carne. Pero en esta idolatría del cerebro, olvidamos que la psique no es apenas un engranaje biológico, sino un vasto océano de significados, mitos y arquetipos. Al rendir culto a lo neuro, exiliamos a los dioses y desterramos el alma, convirtiendo el rico teatro de la psique en un laboratorio desolado sin poesía.

JMOB.

sábado, 6 de julio de 2024

Serie Meditaciones #14. Jung, Emma y Toni: "La Base" y "La Fragancia". Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #14

La vida de Jung estuvo marcada por la presencia de dos mujeres fundamentales: Emma Rauschenbach, su esposa, y Toni Wolff, su colaboradora y amante. Yo las llamo aquí "La base" y "La fragancia". Me gustaría hacer un breve comentario sobre el  motivo de estas expresiones. Con ellas me interesa no solo capturar la dinámica entre estas dos relaciones, sino también la manera en que influyeron en la vida y obra de Jung desde perspectivas complementarias.

Emma, como "La base", representó para Jung la estabilidad, la seguridad y el ancla emocional en su vida. No sólo fue su esposa, sino también una compañera intelectual que le proporcionó un hogar y una familia, además de un apoyo confiable y constante. Su solidez y compromiso permitieron a Jung sumergirse profundamente en su trabajo y en la exploración de la psique sin perder el sentido de pertenencia y arraigo. Emma es la tierra firme, el punto de partida y retorno, la raíz que nutre y sustenta.

Su papel en la vida de Jung no fue solo doméstico; Emma también contribuyó intelectualmente a su trabajo, ofreciéndole una perspectiva crítica y equilibrada. Con su fortaleza y devoción, Emma encarnó la estabilidad necesaria para que Jung pudiera construir su obra monumental.

Pero además de esposa y madre de cinco hijos, fue también una estudiosa aguda por mérito propio; se destacan sus trabajos sobre las dinámicas arquetipales entre Ánima y Animus, y su obra (escrita en colaboración con M. L. Von Franz) sobre el mito del Grial.

Por otro lado, Toni, a la que yo llamo "La fragancia", representa lo etéreo, lo inspirador y lo transformador en la vida de Jung. Aportó una energía dinámica y una perspectiva novedosa que catalizó muchas de las ideas más revolucionarias del maestro suizo. Su presencia fue como un perfume sutil pero potente, que impregnó su trabajo y su vida con nuevas dimensiones de comprensión y creatividad.

Toni fue la musa, el viento soplando a través de la psique para despertar posibilidades nuevas. Su relación con Jung fue menos convencional y más compleja que la que él tenía con Emma, pero fue precisamente esta naturaleza volátil y apasionada lo que le proporcionó a Jung la inspiración para profundizar en aspectos más oscuros y misteriosos del alma humana. Toni, con su intuición y sensibilidad, complementó la base sólida proporcionada por Emma, ofreciendo el impulso y la chispa que llevaron a Jung a nuevas alturas emocionales e intelectuales.

Su trabajo sobre los tipos psicológicos femeninos, especialmente su teoría de los cuatro tipos de mujeres: la madre, la hetaira, la amazona y la médium, ofreció una estructura para comprender las diversas manifestaciones del ánima y la psique femenina en general. 

"La Base" y "La Fragancia" reflejan una integración de lo tangible y lo intangible, de lo estable y lo dinámico. Emma y Toni representaron dos aspectos cruciales de la existencia humana: la necesidad de arraigo y seguridad, y la necesidad de inspiración y transformación. Sin la estabilidad que Emma proporcionó, Jung quizás no habría tenido la seguridad emocional necesaria para explorar los aspectos más profundos de la psique. Sin la inspiración que Toni ofreció, sus exploraciones podrían haber carecido de la originalidad y dinamismo que caracterizan su obra.

Más allá de cualquier valoración moral o de relaciones de género que otros hicieran sobre este triángulo amoroso, me parece interesante apuntar como esta combinación de estabilidad e inspiración es fundamental para cualquier proceso creativo y de crecimiento personal. En el caso que nos ocupa, Emma y Toni, en sus respectivos roles, permitieron a Jung no solo realizar su trabajo, sino también vivir una vida plena y compleja, rica en exploraciones y descubrimientos. Ambas mujeres fueron esenciales para la realización de la obra de Jung, reflejando también la integración de opuestos que es un tema central en su psicología.

JMOB.

viernes, 16 de febrero de 2024

Serie Meditaciones #12. Figuras del tiempo. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #12

Quisiera detenerme en dos expresiones relacionadas con el tiempo. La primera es francesa, l'air du temps (EL AIRE DE LOS TIEMPOS), y la segunda alemana, zeitgeist (EL ESPÍRITU DEL TIEMPO). Ambas tienen connotaciones distintas.

"EL AIRE DE LOS TIEMPOS", sugiere una sensibilidad más ligera y efímera, capturando la esencia momentánea de la sociedad, típica de la posmodernidad. Es el aire que respiramos, lleno de matices y tendencias que dan forma a la atmósfera cultural y social de un momento específico. "EL AIRE DE LOS TIEMPOS" refleja la fluidez de la vida contemporánea, la sucesión rápida de modas, opiniones y eventos que vemos pasar. Es como capturar la fragancia de un instante, apenas un destello

Por otro lado, zeitgeist, EL ESPÍRITU DEL TIEMPO, nos sumerge en una contemplación más profunda y duradera. Esta expresión alemana sugiere una fuerza arraigada, una esencia que impregna la totalidad de una época. Es el alma colectiva que da forma a la filosofía, el arte, la política y las creencias de una determinada etapa. Acá se trascienden las modas pasajeras para revelar patrones más amplios y perdurables. No es solo el aire que sentimos en un momento dado, sino la huella indeleble que deja cada época en la historia, una marca que define su carácter y legado.

Para algunos, EL AIRE DE LOS TIEMPOS y EL ESPÍRITU DEL TIEMPO se entrelazan de manera complementaria. La ligereza del aire refleja y, a su vez, resalta la profundidad del espíritu. Mientras respiramos EL AIRE DE LOS TIEMPOS, capturamos no solo los matices efímeros, sino también la esencia duradera que se ha filtrado a través de los años.  Sin embargo, otros consideran que estas dos expresiones nos indican dos maneras muy distintas de percibir y relacionarnos con la realidad. La fragilidad y la solidez, el aire y la tierra, el cambio y la permanencia. 

Pero en este recorrido por figuras que encapsulan ciertas lecturas sobre el tiempo, asoma una tercera expresión, de origen bíblico: los "SIGNOS DE LOS TIEMPOS" (Mateo 24), la cual nos invita a reconocer los mensajes y lecciones que la historia, a cada paso, nos presenta. En estos signos, encontramos no solo la fugacidad y la profundidad, sino especialmente la revelación de un propósito mayor que conduce los destinos individuales y colectivos. Los "SIGNOS DE LOS TIEMPOS" son guías que nos impulsan a interpretar y comprender más allá de las apariencias, sumergiéndonos en un entendimiento más profundo de la realidad. Mientras que "EL AIRE DE LOS TIEMPOS" captura la inmediatez y la diversidad de los eventos cotidianos, y "EL ESPÍRITU DEL TIEMPO" busca el basamento más profundo de una etapa, los "SIGNOS DE LOS TIEMPOS" representan señales que son significativas en el marco de una historia más amplia, sagrada, marcando retos, interrogantes o llamados a la acción.

Estos signos se interpretan de manera diversa según las perspectivas culturales, filosóficas o religiosas que tengamos. De allí que puedan reconocerse indicadores tanto de transformaciones sociales, políticas o espirituales. Lo que resulta indudable es que la capacidad de reconocer los "SIGNOS DE LOS TIEMPOS" supone un discernimiento que va más allá de la superficialidad del AIRE DE LOS TIEMPOS y, que al mismo tiempo, apunta a una trascendencia no implícita necesariamente en el zeitgeist. En conjunto, estas expresiones reflejan la complejidad y la diversidad de cómo entendemos y nos relacionamos con el tiempo y con la historia.

En esta trinidad de perspectivas vemos la posibilidad de apreciar las capas multifacéticas del tiempo y de extraer sabiduría tanto de sus susurros fugaces como de sus ecos eternos. Así como también de sus desafíos presentes. 

JMOB.


jueves, 28 de diciembre de 2023

Serie Meditaciones #11. Sobre el arquetipo de Muerte y Resurrección. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #11

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"Ahora que está próximo el fin del mundo, conviene abrir el corazon al Sol Naciente". Philip Otto Runge

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El arquetipo de la Muerte y Resurrección es un factor psíquico especialmente resonante en estas fechas que vivimos, donde celebramos el fin del año que se va y recibimos el año nuevo que llega. Yace no sólo en los confines de lo físico, sino que se erige como una puerta entre lo conocido y lo desconocido, entre el ocaso y el amanecer.

Las mitologías antiguas tejen relatos de héroes y dioses que, en su encuentro con la muerte, descubren la semilla de la resurrección. En la mitología egipcia, Osiris muere para renacer como el dios de la vida después de su paso por el inframundo. Prometeo, atado y sufriendo, encuentra su redención y renace a través del mito griego.

Desde las mitologías hindúes hasta las leyendas nórdicas, el arquetipo de Muerte y Resurrección revela sus misterios en múltiples relatos. Shiva, el dios hindú, danza el Tandava Nataraja, la danza cósmica que simboliza la creación, la preservación y la destrucción. En esta danza, la destrucción no es un fin, sino el preludio de una nueva creación, un ciclo eterno de renacimiento.

En las tradiciones budistas, la muerte es vista como un paso natural en el ciclo de renacimientos, el Samsara. Buda, a través de sus enseñanzas, destila la sabiduría de dejar ir lo efímero para encontrar la verdadera paz. Esta muerte simbólica conduce a una nueva vida interior, a la iluminación.

El cristianismo, con su narrativa central de la crucifixión y resurrección de Jesús, lleva consigo la promesa de redención a través de la muerte. La tumba vacía simboliza no solo la resurrección física sino también la posibilidad de renacimiento espiritual para aquellos que viven comprometidamente la fe.

Culturalmente, la celebración del Día de los Muertos en México es un ejemplo conmovedor de cómo la muerte y la resurrección pueden entrelazarse. Este festival colorido y lleno de vida no solo honra a los muertos sino que celebra la continuidad de la existencia a través de la memoria y la conexión emocional.

Y es que este arquetipo reverbera en festivales y rituales que celebran la cosecha tras la muerte aparente del invierno. La primavera emerge como una resurrección después de la quietud invernal, un ciclo perpetuo de muerte y renacimiento que encuentra eco en nuestras almas.

A nivel personal, cada pérdida, cada desafío, puede ser un encuentro con la muerte simbólica. El fin de una relación, el cambio de carrera, el cierre de una etapa, son pequeñas muertes que dan paso a oportunidades de renacimiento. En la resiliencia humana, encontramos la capacidad de renacer de las cenizas de nuestras propias experiencias difíciles.

El arquetipo de la Muerte y Resurrección, en su sutileza poética, nos sugiere que cada despedida es una bienvenida a lo nuevo. Como el fénix que surge de las llamas, como la primavera que sigue al invierno, nuestras vidas están entrelazadas con el eterno ciclo de morir y renacer. En este constante flujo, encontramos la promesa de renovación, la posibilidad de transformación, y la certeza de que en cada puesta de sol, aguarda una aurora.

JMOB.

domingo, 3 de diciembre de 2023

Serie Meditaciones #10. Sobre una frase del analista junguiano James Arraj: "La psique no puede saltar afuera de la psique". Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #10

La psique es un misterio. Es un campo de energía que abarca nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra alma. Es la corriente dinámica de la que brotan nuestros pensamientos, sentimientos, recuerdos y sueños. Es la fuerza que nos impulsa a vivir.

La psique es como un río. Es un flujo constante de energía que nos atraviesa. Está llena de aguas claras y turbias, de aguas profundas y superficiales. Y aunque no podemos controlar el río, podemos aprender a navegar por él.

La psique es también un lugar de sombras. Está llena de los aspectos de nosotros mismos que no queremos ver: nuestros miedos, nuestros deseos, nuestras heridas. Sombras que son una parte de nosotros, y de las cuales no podemos escapar. Sombras que, no obstante, podemos integrar, y de esa manera crecer y sanar.

Jung creía que la psique es un sistema autorregulador. Siempre está tratando de encontrar un equilibrio entre los opuestos. Cuando la psique está en armonía, nos sentimos serenos y saludables. Pero cuando sucede lo contrario, podemos sentirnos ansiosos, deprimidos, enfermos.

La psique es también un lugar de creación. Es el origen de nuestra creatividad, nuestra intuición y nuestra imaginación. Es la fuerza que nos impulsa a crear arte, música, literatura y ciencia.

La psique es un misterio, pero también es un tesoro. Es el semillero que nos impulsa a vivir una vida plena y significativa.

James Arraj fue un analista estadounidense, que hasta su muerte en 2009, trabajó promoviendo como pocos el diálogo entre la psicología analítica y la espiritualidad cristiana, intentando reencauzar la senda trunca que en su tiempo iniciaran C.G.Jung y el padre Victor White. En la página 24 de su libro "Junguian and Catholic?", se lee la cita que titula esta meditación, "La psique no puede saltar afuera de la psique". Con ella, Arraj sugiere que no podemos escapar de nosotros mismos, ni podemos huir de nuestra naturaleza profunda. El objeto del psicólogo/a son las imágenes psíquicas y no las cosas en sí mismas, como ocurre en disciplinas como la filosofía y la teología. Esto significa que nuestra experiencia del mundo siempre está influida por nuestra psique y sus contenidos, por lo que no podemos separar completamente nuestra experiencia externa de nuestra realidad interior. 

Cuando integramos nuestras sombras, nos hacemos más completos. Nos liberamos de la carga del pasado y nos abrimos a nuevas posibilidades. Nos volvemos más creativos, más intuitivos y más compasivos.

La psique es un viaje. Es un viaje de autodescubrimiento y crecimiento. Es un viaje que nunca termina. Pero es un viaje que siempre vale la pena.

JMOB.


lunes, 6 de noviembre de 2023

Serie Meditaciones #9. Acerca de la pneumafobia, enfermedad de la psicología académica. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #9

El espíritu, con su misterio y su elusividad, con frecuencia es marginado en entornos académicos que valoran la empiria y la objetividad. En la búsqueda de una comprensión objetiva y científica del mundo, herimos nuestra relación con el espíritu, con esa dimensión que es inherente a la condición humana. Este rechazo del espíritu no solo nos separa de aspectos profundos de nosotros mismos, sino que también nos lleva a una sensación de vacío y desorientación con la cultura en su conjunto. Como individuos y como sociedad, dejamos de lado una parte esencial de nuestra experiencia humana, y esta herida en el pneuma resuena a través de las generaciones.

Esta situación se traduce de distintas maneras. Una de ellas la observamos frecuentemente quienes accionamos en el campo de la psicología profunda. Las ideas de Jung sobre la psique y la espiritualidad son todavía  recibidas muchas veces con escepticismo, consideradas más como cuestiones filosóficas o incluso pseudocientíficas, que como temas legítimos de investigación.

El positivismo promovió un enfoque puramente objetivo y cuantitativo en la investigación psicológica, excluyendo o minimizando los aspectos subjetivos, emocionales, y sobre todo espirituales de la realidad humana. Esta perspectiva, aunque valiosa para el avance de cierta ciencia, a menudo dejaba de lado cuestiones relacionadas con la espiritualidad, la conciencia, la subjetividad y la profundidad psicológica, que son centrales en las ideas de pensadores como C. G. Jung.

Pneuma significa espíritu en griego, y a veces nos volvemos contra el espíritu y despreciamos a quienes lo representan, no sólo porque nos parecen "poco científicos", sino porque resistimos al espíritu y también lo tememos. El psicólogo John Carroll le puso un nombre a esta situación: pneumafobia. La respuesta de rechazo es evidente en las etiquetas despectivas todavía usadas contra autores como Jung en ámbitos académicos, al que se lo ha tildado, alternativamente, ya como "místico" o como "religioso", de manera, por supuesto, siempre despectiva o condenatoria.

La "pneumafobia" en la academia tiene raíces que se entrelazan con la evolución histórica de la educación y la ciencia. A medida que la Ilustración y el positivismo ganaban terreno, la ciencia se convirtió en el faro que guiaba la investigación académica. Este enfoque rigurosamente empírico excluía a menudo las dimensiones más espirituales o subjetivas de la experiencia humana. Las ideas de Jung, con su énfasis en la exploración de lo inconsciente y lo espiritual, chocaban con este paradigma predominante, que iba conformando una "psicología sin alma".

"La conciencia secular arrastra una herida sobre el pneuma, en el sentido de que nos damos cuenta de que hemos fracasado, como individuos y como cultura, a la hora de relacionarnos con él", afirma David Tacey en su recomendado libro "The darkening spirit: Jung, Spirituality, Religion" (Routledge, 2013). Sentimos que el pneuma está presente, pero nos volvemos contra él, lo negamos y lo denigramos.

La consecuencia de esta "pneumafobia" es que, por un lado, se deja de lado un aspecto fundamental de la psicología humana. Las experiencias espirituales y la búsqueda de significado son una parte vital de la vida de muchas personas y, por lo tanto, merecen una atención seria en la investigación académica.

Por otro lado, la "pneumafobia" también tiene un impacto en la formación de los profesionales, terapeutas y psicólogos. Cuando omitimos considerar la dimensión espiritual en la comprensión del ser humano, se menosprecian las complejidades y riquezas de nuestra condición, para terminar abrazando una visión reduccionista y fragmentada de la psicología y de la humanidad. Al menospreciar la importancia de la dimensión espiritual en nuestra formación, nos arriesgamos a limitar peligrosamente la capacidad de los futuros profesionales de abordar de manera integral las necesidades y deseos de las personas que buscan ayuda y comprensión. Abrazar una visión más inclusiva e integral, que reconozca la espiritualidad como una parte legítima de la experiencia humana no solo enriquece la formación de profesionales de la salud mental, sino que también promueve una curación más profunda y un entendimiento más completo de la complejidad de lo humano.

No obstante también, la herida de la pneumafobia puede ser una fuente de inspiración. La conciencia secular, al reconocer su desconexión con lo espiritual, tiene la oportunidad de sanar y reconciliarse con el espíritu. En lugar de negarlo, podemos aprender a abrazar la riqueza de la experiencia espiritual en todas sus formas. Esta no es una llamada necesariamente a la religión en el sentido tradicional, sino a una comprensión más profunda y abierta de lo espiritual como dimensión esencial de la existencia humana. Al hacerlo, podemos comenzar a sanar la herida en el pneuma y recuperar un sentido más completo de nuestra propia humanidad.

Y es que como decía el poeta Hölderlin, "Allí donde está el peligro, también crece lo que salva”.

JMOB. 



viernes, 6 de octubre de 2023

Serie Meditaciones #8. Sobre la pérdida del sentido de lo sagrado. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #8

En el tumulto de la vida contemporánea, con frecuencia nos encontramos vagando por un mundo que parece haber perdido su conexión con lo sagrado. En un tiempo en el que la prisa y la distracción son nuestros compañeros constantes, dejamos atrás el arte de detenernos y contemplar lo que yace más allá de la superficie.

En esta era de avances tecnológicos, la rutina diaria nos envuelve, y nos convertimos en maestros en la manipulación del mundo material. Consecuentemente, olvidamos el lenguaje de las estaciones, las fases de la luna y los ritmos naturales que una vez nos conectaron con lo divino. La vorágine del progreso nos ha separado de la tierra, de las raíces profundas que nos recordaban nuestra dependencia mutua con todas las formas de vida.

La pérdida del sentido de lo sagrado es como un suspiro apagado en la noche, el eco de una canción ancestral que se desliza en las grietas de nuestra existencia apresurada. 

En su libro "Sendas perdidas" (Ed. Losada, 1960, p. 222), Martin Heidegger escribía: "La indigencia ha llegado ya a tal extremo que esta época ni siquiera es capaz de sentir que la falta de Dios es una falta". El desencanto con lo sagrado, según el maestro de la Selva Negra, nos arrastra hacia una existencia superficial, donde las cosas se vuelven meros objetos de consumo y donde el significado se desdibuja en una neblina de trivialidades. La pérdida de la conciencia del Ser ha llevado a una existencia inauténtica y alienante, donde las preocupaciones técnicas y utilitarias dominan la vida cotidiana, y la búsqueda de sentido se desvanece. La pérdida del sentido de lo sagrado no es simplemente una cuestión de religión formal, sino una desconexión de lo profundo, una indiferencia hacia el misterio de la existencia.

La indigencia espiritual de la que hablaba Heidegger no implica necesariamente la ausencia de valores o creencias religiosas o espirituales, sino más bien un distanciamiento o indiferencia hacia  esos valores o creencias. Algunas personas pueden describirlo como una sensación crónica de "estar perdidas" en lo que respecta a su vida espiritual, independientemente de si tienen una afiliación religiosa o no.

Así y todo, esta pérdida del sentido de lo sagrado no tiene que interpretarse inevitablemente como una situación definitiva, condenándonos al pesimismo. Más bien, puede ser vista como una oportunidad para redescubrir y reinterpretar la sacralidad en un contexto contemporáneo. Tanto desde la filosofía como desde la psicología profunda, así como en las distintas tradiciones espirituales, se explora en estos tiempos la posibilidad de nuevos lenguajes, como lo trascendental en la inmanencia del mundo natural o la espiritualidad transreligiosa, en tanto formas de reconciliar lo sagrado con la experiencia actual.

En última instancia, la pérdida del sentido de lo sagrado en la vida contemporánea plantea preguntas profundas sobre la naturaleza de la existencia humana y nuestra relación con el mundo y el universo en constante evolución. Es un llamado a la reflexión sobre cómo encontrar un significado y una conexión trascendente en un mundo cada vez más secular y diverso. Puede ser un aviso de que, a pesar de los cambios culturales y científicos, la búsqueda de lo sagrado es un aspecto arraigado en lo más profundo de la condición humana, una búsqueda que puede tomar muchas formas y llevarnos por caminos sorprendentes en nuestro viaje hacia la comprensión y la plenitud.

JMOB.

sábado, 16 de septiembre de 2023

Serie Meditaciones #7. Sobre la conspiritualidad, un fenómeno contemporáneo . Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #7

La palabra "conspiritualidad" fue usada por primera vez para el estudio "The Emergence of Conspirituality" (2011) por los sociólogos Charlotte Ward y David Voas, publicado en el Journal of Contemporary Religion. En este escrito, caracterizan al movimiento de la siguiente forma:

"La conspiritualidad ofrece una amplia filosofía político-espiritual basada en dos convicciones centrales, la primera tradicional de la teoría de la conspiración, la segunda arraigada en la Nueva Era: 1) un grupo secreto controla encubiertamente, o está tratando de controlar, el orden político y social, y 2) la humanidad está experimentando un 'cambio de paradigma' en la conciencia. Sus defensores creen que la mejor estrategia para hacer frente a la amenaza de un "nuevo orden mundial" totalitario es actuar de acuerdo con una visión del mundo despierta del "nuevo paradigma".

El fenómeno creció desde la pandemia de 2020, articulando movimientos antivacunas, terraplanistas, influencers del bienestar, grupos alt-right, partidarios de la teoría del Nuevo Orden Mundial, etc. 

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Como un laberinto de ideas entrelazadas, el fenómeno de la conspiritualidad desafía nuestras nociones convencionales de verdad, realidad y espiritualidad. En su núcleo, la conspiritualidad nos insta a explorar las profundidades de la psique humana, donde las semillas de la fe y la desconfianza se entrelazan en una danza ambivalente.

En este terreno ambiguo, la conspiritualidad se nutre de la necesidad de encontrar significado y trascendencia. Es una respuesta a la inquietud existencial que anida en lo más profundo de nosotros, un anhelo por ir más allá de los confines de lo mundano y descubrir una realidad más amplia y misteriosa. Sin embargo, esta búsqueda, tan genuina en su esencia, se mezcla con la oscuridad de las teorías de la conspiración, desviando el rumbo y envolviendo la espiritualidad en un velo de incertidumbre.

En el umbral de esta convergencia entre lo oculto y lo revelado, surge una paradoja que resuena en la esencia de la experiencia humana. En un mundo saturado de información y perspectivas, la conspiritualidad se manifiesta como una amalgama de búsqueda espiritual y desconfianza vigilante. Es como si, en nuestra anhelo de trascendencia, nos encontráramos atrapados entre la tentación de creer en narrativas que prometen revelaciones ocultas y la prudencia de sopesar cada afirmación en la balanza de la razón.

La conspiritualidad nos lleva por senderos sinuosos, donde la desconfianza en las instituciones y la información establecida se entrelazan con narrativas enigmáticas y creencias infundadas. Se convierte en un refugio para aquellos que se sienten desconectados de la corriente principal de la sociedad, ofreciendo una comunidad donde sus preocupaciones y creencias encuentran eco. Pero, en este encuentro entre la razón y la intuición, entre la luz y la sombra, es vital mantener una mirada crítica y discernimiento, para no caer presas de la propagación de información falsa.

A medida que exploramos este territorio ambiguo, se despliega un interrogante fundamental: ¿cómo discernir la frontera entre la sabiduría tradicional y las teorías de conspiración que caminan por la cornisa del engaño? Esta cuestión nos invita a cultivar la virtud del discernimiento, a cuestionar sin caer en la negación sistemática y a abrazar la diversidad de pensamientos sin dejarnos arrastrar por el vórtice de la desinformación.

En última instancia, esta confluencia entre lo académico y lo artístico, entre la reflexión crítica y la intuición creativa, nos sugiere  explorar los matices y los claroscuros de la conspiritualidad con una mente abierta y un corazón prudente. Nos desafía a sondear los límites de nuestra comprensión y a confrontar nuestras propias necesidades y vulnerabilidades. Nos propone buscar la verdad sobre el mundo en el que vivimos sin perder de vista la necesidad de evidencia sólida y rigurosidad intelectual. Es un recordatorio de que nuestra búsqueda de significado y verdad es un viaje incesante, y que en este cruce de caminos, podemos descubrir una danza apasionante entre el conocimiento y la intuición, entre la luz de la comprensión y la sombra de las manipulaciones.


JMOB.

martes, 29 de agosto de 2023

Serie Meditaciones #6. Sobre el principio ignaciano "Salvar la proposición del prójimo", presente en Ejercicios Espirituales . Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #6

En su introducción a los Ejercicios Espirituales (1548), Ignacio de Loyola sugiere la siguiente fórmula: "Siempre se ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla" (EE22).

En la brisa suave de la comprensión, esta frase ignaciana resplandece como una joya escondida entre las páginas de la vida. En un mundo en el que los juicios se levantan como murallas, esta enseñanza nos invita a caminar por senderos menos transitados, a construir puentes en lugar de levantar muros, y a explorar la vastedad de la humanidad en su diversidad de pensamientos y creencias. Nos invita a buscar el bien en los demás, incluso cuando no estamos de acuerdo con ellos.

El "presupuesto" ignaciano es resonante especialmente en un tiempo como el nuestro, marcado positivamente por el pluralismo, el ecumenismo, la diversidad, y el diálogo interreligioso; y negativamente por la fragmentación cultural, los fundamentalismos, la tiranía de los algoritmos, y la desconfianza en las instituciones.

En la danza de las palabras y las ideas, la sugerencia ignaciana resuena como una melodía de empatía. Nos recuerda que cada proposición que cruza nuestro camino es como una hoja en el viento, llevando consigo las experiencias y perspectivas de otro ser humano. Cuando salvamos la proposición del prójimo, no estamos diciendo que estamos de acuerdo con ellos. Simplemente estamos diciendo que estamos dispuestos a escucharlos. Estamos diciendo que estamos abiertos a entender su perspectiva. En lugar de condenar rápidamente, nos propone detenernos y atender al eco de su corazón, a buscar el resabio de verdad que se puede ocultar en cada rincón del diálogo.

La inclinación a salvar la proposición del prójimo es como un acto de generosidad intelectual, un regalo de apertura y aceptación. El diálogo y la comprensión son esenciales para la paz. Es un abrazo de la mente, un encuentro con la verdad más allá de nuestras propias limitaciones y certezas. En ese acto de inclinación, podemos encontrarnos en un terreno común, donde nuestras diferencias se atenúen y sólo quede la búsqueda compartida de conocimiento.

En una sociedad en conflicto permanente como en la que vivimos, donde estamos bombardeados con información que sesgadamente nos confirma que los demás están equivocados, que tenemos razones para odiarlos, despreciarlos y temerlos, este principio nos guía hacia un horizonte de entendimiento. Nos recuerda que, en lugar de juzgar y cancelar, podemos abrazar y aprender. En la inclinación a salvar las proposiciones de los demás, encontramos una invitación a cultivar un jardín de intercambio fructífero, donde las semillas de la comprensión tengan la chance de prosperar, más allá de nuestras convicciones firmes y nuestras miradas siempre parciales.

JMOB.

martes, 15 de agosto de 2023

Serie Meditaciones #5. Sobre una frase atribuida a Gustav Mahler, "La tradición no es la adoración de las cenizas, sino la transmisión del fuego". Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #5

La tradición, ese vínculo sagrado con las raíces del pasado, trasciende la mera reverencia a las cenizas inertes de lo que fue. No es el culto al polvo inmóvil, sino un acto de conservación del fuego que nos guía y nos conecta con las llamas que ardieron en otros tiempos.

En cada generación, somos llamados a mantener viva esa llama, a avivarla con nuestro propio aliento. La tradición no es un fósil congelado en el tiempo, sino una danza eterna de renovación. Un legado dinámico que nos llega en forma de antorchas encendidas, listas para ser llevadas hacia el futuro.

Al conservar su fuego, no nos limitamos a repetir mecánicamente lo que ya sucedió. Por el contrario, dejamos que su calor y luz nos inspiren. Mediante la tradición, accedemos a un caudal de sabiduría y experiencia acumulada a lo largo de los siglos.

La tradición nos convoca a ser custodios y portadores del fuego, a transmitirlo a las generaciones siguientes con respeto y cuidado. Como guardianes de esta herencia, tenemos la responsabilidad de nutrirlo, adaptarlo y hacerlo nuestro, sin olvidar su esencia y espiritualidad.

Dos actitudes problematizan a la tradición: por un lado, el tradicionalismo, que venerando un pasado idealizado, vive en conflicto permanente con el cambio, con lo que se mueve dentro de la realidad; por el otro, el progresismo vacuo, que en su búsqueda por eliminar toda rigidez, se desentiende de la cadena de la historia y decide quemar las raíces que alimentan el árbol de la vida. 

En cada acto de conservación del fuego, honramos a aquellos que vinieron antes que nosotros, a los visionarios y soñadores que encendieron las primeras chispas. La tradición, es así un puente que une pasado, presente y futuro, y nuestro desafío y tarea es asegurar que ese puente se mantenga vivo, firme, vibrante.

JMOB.

lunes, 10 de julio de 2023

Serie Meditaciones #4. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACIÓN #4

Toda tradición espiritual lleva incorporada una ascesis, un conjunto de prácticas y disciplinas que impulsan al caminante hacia su desarrollo integral como persona. Por otro lado, y en tanto somos seres sociales, esto significa que los progresos reales en el sendero interior, se cristalizan en las relaciones que establecemos con los demás, y con el mundo. Las relaciones son el espejo: permiten que nos observemos en ellas. A medida que la ascesis se va profundizando nuestras relaciones cambian a la par: la alegría, la paz, la serenidad y la generosidad van siendo así la nota básica; ya no el desprecio ni la violencia, en todas sus variadas formas. Por eso es que el riesgo de una ascesis desvinculada de las relaciones con los demás, sea el de conducir al practicante hacia un ombliguismo estéril. En estos casos, las disciplinas pueden perder su potencial transformador y reducirse al nivel de "juguetes espirituales".

JMOB.

lunes, 5 de junio de 2023

Serie Meditaciones #3: Sobre la frase de Heidegger, "Solo un Dios puede salvarnos". Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACIÓN #3

En una entrevista que Martin Heidegger ofreció el 23 de Septiembre de 1966 al diario alemán Der Spiegel, el filósofo pronunció su famosa frase "Nur noch ein Gott kann uns retten" ("Sólo un dios puede salvarnos"). 

En el contexto de la entrevista, Heidegger señalaba la crisis de la humanidad y la necesidad de un cambio radical en la forma en que entendemos nuestra relación con el mundo. En su opinión, esta crisis ya era por entonces tan profunda que ningún ser humano ni institución eran capaces de ofrecer una solución. En cambio, la única esperanza de salvación parecía radicar en una transformación profunda de la humanidad que solo podría ser realizada por un dios.

La sentencia de Heidegger, sin embargo, al igual que tantos pasajes de su pensamiento, tuvo distintas interpretaciones. Algunos consideraron su frase como una afirmación de que la única forma de escapar del nihilismo y la decadencia de la sociedad moderna sería a través de una "nueva divinidad" o una "divinidad futura", que redima al ser humano. Quienes sostienen esta lectura suelen apuntar que la filosofía de Heidegger buscó una alternativa a la tradición metafísica occidental que llevó a la dominación de la técnica y el olvido del ser.

Otros, en cambio, interpretaron la frase en un sentido más religioso, como una afirmación de que la salvación solo puede provenir de Dios (con mayúscula). La pregunta filosófica por el destino de nuestra cultura sería reconvertida por Heidegger en una cuestión teológica. Según esta hermenéutica, Heidegger estaba reconociendo las limitaciones de la filosofía como vía de solución.

Lo cierto es que al fin de cuentas la frase quizás cobre cada vez más relevancia si se considera la actual hipertecnologización de la vida , acentuada de la mano de los últimos desarrollos en IA, y sus consecuencias posibles (e imprevisibles). 

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<SPIEGEL : Ud. ve con toda claridad, y así lo ha expresado en su obra, un movimiento universal que conduce o ha conducido ya al Estado tecnológico absoluto.

HEIDEGGER : ¡Sí! Pero justamente el Estado técnico corresponde poquísimo al mundo y la sociedad determinados por la esencia de la técnica. Frente al poder de la técnica, el Estado técnico sería su más servil y ciego esbirro.

SPIEGEL : Bien. Pero ahora se plantea la cuestión: ¿puede el individuo influir aún en esa maraña de necesidades inevitables, o puede influir la filosofía, o ambos a la vez, en la medida en que la filosofía lleva a una determinada acción a uno o a muchos individuos?

HEIDEGGER : Con esta pregunta volvemos al comienzo de nuestra conversación. Si se me permite contestar de manera breve y tal vez un poco tosca, pero tras una larga reflexión: la filosofía no podrá operar ningún cambio inmediato en el actual estado de cosas del mundo. Esto vale no sólo para la filosofía, sino especialmente para todos los esfuerzos y afanes meramente humanos. Sólo un dios puede aún salvarnos. La única posibilidad de salvación la veo en que preparemos, con el pensamiento y la poesía, una disposición para la aparición del dios o para su ausencia en el ocaso; dicho toscamente, que no «estiremos la pata», sino que, si desaparecemos, que desaparezcamos ante el rostro del dios ausente.

SPIEGEL : ¿Hay una relación entre su pensamiento y la venida de ese dios? ¿Hay entre ellos, a su juicio, una relación causal? ¿Cree ud. que podemos traer al dios con el pensamiento?

HEIDEGGER : No podemos traerlo con el pensamiento, lo más que podemos es preparar la disposición para esperarlo>.

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Hasta acá las palabras de Heidegger

Para terminar, una pequeña reflexión que el brasileño Leonardo Boff ensayó a partir de esta misma frase, con la que muchos podemos adherir: "Como teólogo cristiano diré con San Pablo: "la esperanza no defrauda" (Rm 5,5), porque "Dios es el soberano amante de la vida" (Sb 11,26). No sé cómo. Sólo espero".

JMOB.

miércoles, 28 de agosto de 2019

El arte de alinear cuerpo y alma, por Marianne Williamson



Interesantísima exposición en la que Marianne Williamson, referente mundial de "Un Curso de Milagros", nos propone explorar nuestra relación espiritual con el yoga y la meditación, compartiendo clarísimas intuiciones sobre  cómo pueden crear una comprensión colectiva, convirtiéndonos en ciudadanos globales más compasivos.