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jueves, 2 de julio de 2020

Sobre la Peste


"La vida no es más que una lucha contra la muerte, lucha perdida de antemano. Hay dos únicas herramientas para esa lucha. Lo sagrado y el arte.
Si esta peste, o como se la quiera llamar (prefiero "peste"), sirve o puede servir para algo, es para afinar una o, mejor, ambas herramientas".

Angel Faretta, autor de "La cosa en cine. Motivos y figuras" (2013), "La pasión manda. De la condición y representación melodramáticas" (2010),y "Espíritu de simetría" (2008), entre otros. Reflexión extraída de su Diario personal.

jueves, 25 de junio de 2020

Sobre la desaparición de los rituales (I)


"Uno de los problemas más serios de nuestro tiempo es la mengua de esa compenetración que crean los símbolos comunes. (...) Si solo se tratara de que la sociedad se fragmenta en pequeños grupos, cada uno de los cuales desarrolla sus propias formas de compenetración simbólica, eso no sería un proceso especialmente difícil de comprender. Muchísimo menos comprensibles son la aversión y la repugnancia generalizada hacia el ritual en general. <Ritual> se ha convertido en una palabra escandalosa, en expresión de un conformismo vacío. Somos testigos de una revolución general contra todo tipo de formalismo, es más, contra la <forma> en general".

Mary Douglas
"Ritual, Tabu Und Körpersymbolik", Frankfurt del Meno, Fischer, 1974, p. 11.

viernes, 1 de mayo de 2020

Pioneros en "Psicología de la Religión": (3) Théodule-Armand Ribot


Théodule Armand Ribot, nacido en 1839, fue quizás el más relevante psicólogo de la historia de la psicología científica francesa. Desde 1885 ejerció como profesor de la Universidad de la Sorbone y posteriormente en 1888 se hizo cargo de la cátedra de psicología experimental del Colegio de Francia. 
Para algunos historiadores franceses, la figura de Ribot centraliza los comienzos de la psicología científica de su país, ya que intentó independizar la psicología tanto de la filosofía metafísica como de la fisiología, además de representar un proyecto institucionalizador a través de su cátedra, su laboratorio y su revista.
La obra de Ribot se desarrolló abordando diversos aspectos relacionados con la patología, en varios textos clave de su corpus. Entre ellos, podríamos mencionar "La herencia psicológica" (1873), "La Psicología de la atención" (1888), "La imaginación creadora" (1900), "Ensayo de las pasiones" (1906) y "La evolución de las ideas generales" (1897). A modo de comparación, y por todo lo comentado, la actividad de Ribot sería el espejo francés de la acción desarrollada por su par Wilhelm Wundt en Alemania.


El psiquiatra galo era un firme adherente a la visión científica de la psicología, lo que expresó de manera clara cuando afirmó que: “Hasta aquí la psicología ha tenido la desgracia de caer en manos de los metafísicos. Se ha formado así una tradición difícil de romper”. Como resulta lógico para la época, la evolución de Ribot, canalizó de este modo las vicisitudes de la nueva psicología, aspirando a un status legal en el mundo científico, particularmente en relación con sus dos incómodas vecinas: la filosofía y la fisiología.
El método desarrollado por Ribot como método científico principal, fue especialmente válido para la explicar la etiología de las enfermedades mentales, siendo usado además por la escuela psicopatológica derivada de él, especialmente por Pierre Janet. Probablemente, gracias al trabajo de ambos, la psicología francesa llegó a consolidarse en el estudio de la por entonces llamada "psicología anormal".

Respecto a la religiosidad, sostenía que la emoción religiosa intensa, la cual puede manifestarse en forma depresiva o melancólica, en individuos obsesivos con sentimientos de culpa o miedo, o bien en forma exaltada, con estados transitorios de sentimiento amoroso potente, debía ser considerada patológica. Según narra Eugen Weber en su obra "Apocalypses: Prophecies, Cults, and Millennial Beliefs Through the Ages", para Ribot las religiones estaban en proceso de evaporación, su destino inexorable era el de ser sustituidas por la racionalidad científica.
Pese a lo limitado que pueden revelarse hoy sus planteos, no podríamos terminar esta breve reseña recordando que como fruto de sus empeños, en 1900, y bajo su dirección y la de su colega Pierre Janet, se desarrolló el IV Congreso Internacional de Psicología  en París. Fue un evento curioso, marcado por la presencia de un gran número de ocultistas, espiritistas y teósofos. Sin embargo, y más allá de esa nota de color, la importancia de aquel evento se nos revela hoy superlativa; según algunos historiadores, en esa jornada nacieron por igual la psicología animal y la psicología de la religión.

Reseña de Juan Manuel Otero Barrigón.

Fuentes consultadas:
* James, William. Las variedades de la experiencia religiosa. Editorial Trotta, Madrid, 2017. 
* Stewart, William. A Biographical Dictionary of Psychologists, Psychiatrists and Psychotherapists. McFarland, California, 2008. 
* Weber, Eugene. Apocalypses: Prophecies, Cults, and Millennial Beliefs Through the Ages. Harvard University Press, Massachusetts, 2000.

sábado, 21 de marzo de 2020

¿Un Dios anti-pandemia?

"The hand of God", de Roy Haddad

De lo que no se puede hablar es mejor callar”, decía el filósofo austríaco L. Wittgenstein, y se refería a “temas” como los que quiero reflexionar breve y apuradamente ahora: Dios, el mundo, la libertad, etc. “De lo que no se puede hablar…” es mejor intentar decir algo, creo yo: con respeto, pero con claridad y firmeza (al menos, con la claridad y firmeza que nos permiten las cosas de la fe). Porque lo que se pone en juego en estas situaciones es -nada más y nada menos- que nuestra imagen de Dios: ¿quién es el dios en el que se basa mi fe y cómo se relaciona con la(s) historia(s)? Humanamente es entendible que, en situaciones de grandes calamidades, el hombre -de ayer y de hoy- acuda a dios o a las divinidades -tengan el nombre que tengan- para que solucionen aquello que ya nosotros -las ciencias- no podemos solucionar porque que escapa de nuestras manos; y esto, sobre todo, cuando se ve amenazado el don más grande que tenemos: la vida.
Concretamente, en estos días en que nos vemos seriamente azotados por una pandemia, desde distintos sectores de la Iglesia -y me refiero específicamente a la Iglesia católica, a la cual pertenezco- se acude a cadenas de oración, pedidos de intercesión a santos, rezos ante imágenes (supuestamente) milagrosas, etc. para que, por su mediación, Dios intervenga y frene el flagelo, o, al menos, consuele a los desconsolados. Esta actitud presupone -generalmente a nivel pre-consciente- que Dios puede hacerlo y que, quizá lo haga, si nosotros insistimos “con mucha fe” (¿?). Inevitablemente, si pensamos un momento esa postura, desembocamos en aporías que no hacen más que infantilizar o debilitar la fe: ¿si Dios puede evitar esta desgracia, porque no lo hizo antes? (damos por sentado que ya hemos superado, al menos, esa imagen de un dios que mandaba desgracias como castigos o como pruebas), ¿es que Dios necesita que nosotros lo convenzamos para que haga algo? En este caso, pareceríamos ser mucho más misericordiosos y atentos al sufrimiento del mundo que Dios mismo. Sobre estos tópicos se ha cansado de escribir el teólogo español A. Torres Queiruga quien “define” a Dios, precisamente, como el “Anti-mal”. Pero que lo sea no implica que deba ser un Gran Mago que, desde “el cielo” y de vez en cuando -muy de vez en cuando, por cierto- intervenga con golpes de varita mágica para interrumpir el curso de las leyes y de las libertades, y así evitar el sufrimiento de los hombres.
El COVID 19 existe porque también los virus forman parte de un mundo finito y en evolución: de la única manera que podría haberlo hecho un Creador. El freno a este flagelo depende del descubrimiento de la vacuna necesaria, y esto es obra y responsabilidad del hombre, no de Dios. Porque la historia está en nuestras manos… y nuestras manos, sostenidas por las de Dios (si se me permite tan antropomórfica metáfora). Dios-hace-haciendo-que los hombres hagamos.
Argüir que no podemos quitarle al creyente su última esperanza en que “Dios puede hacer algo” -si somos muchos los que insistimos- es como ofrecerle un antídoto que sabemos falso, porque no lo curará. No me parece honesto. Otra postura -muy distinta- es la del creyente que se sabe habitado, sostenido y acompañado por el Espíritu y lo tematiza en su oración; que sabe que su vida está inmersa en otro Vida de la que ha nacido y a la que retornará (perdón por las metáforas, ahora, espacio-temporales) y que cree esperanzadamente que ninguna muerte tiene la última palabra. Aunque sí penúltimas… y muy dolorosas.
Sé que estas breves líneas necesitarían más explicaciones (p.ej. para superar el literalismo bíblico), porque es mucho lo que se pone en juego y porque arrastramos años de una catequesis que ha condenado a muchos creyentes al infantilismo; y, a otros tantos, a alejarse de Dios. Necesitamos caminar hacia una fe adulta que permita decir una palabra, desde la fe y que esté a la altura de las circunstancias. Para nosotros y para los demás: “estén siempre dispuestos a dar razón de su esperanza a todo aquel que se los pida, pero háganlo con humildad y respeto” (1 Pe 3,15). Y con claridad.

(Orden de los Frailes Menores, desde la provincia argentina de Salta)


viernes, 20 de marzo de 2020

Sobre lo estético EN lo religioso


"(...) Cuando un estado religioso se expresa en un poema, en una música, en una danza, en un rito formal, la conciencia religiosa se sirve del instrumento estético para expresarse, es decir, para objetivar y comunicarse con otras almas. Lo estético aparece aquí al servicio de lo religioso. Mitologías enteras, como la griega, tienen su origen en la fuerza formal estética. Si pretendieran reunirse las creaciones artísticas que han dado expresión a una vivencia, religiosa en su entraña, habría que incluir las grandes creaciones de todos los tiempos. Pues en el sumo artista palpita también la suma vivencia: diríase que en él alienta lo divino".

Eduard Spranger
"Formas de vida: psicología y ética de la personalidad", Revista de Occidente, 1972 (página 310).