domingo, 26 de agosto de 2018

"Lo religioso" en The Beatles


"Lo religioso" en The Beatles, por Rubentzio*

“Señor Lennon” – preguntó un periodista en una rueda de prensa en Chicago – “¿son todos los Beatles cristianos? Tras una breve pausa, John comenzó a hablar: “Todos hemos crecido…”. Cuando de repente cambió la frase, para referirse sólo a sí mismo: “No soy un cristiano practicante, como crecí, pero no tengo ideas que no sean cristianas”. Lo que Lennon estaba a punto de decir es que “crecieron como cristianos” o “en la iglesia”. Algo sin lo cual no podemos entender el “evangelio según los Beatles”

Lennon nunca tuvo miedo de hablar de su educación religiosa. Días después de esas declaraciones, John le dijo a Leroy Aarons del Washington Post que su educación fue “normal en la Iglesia de Inglaterra, yendo a la escuela dominical y a la iglesia”. La posible razón de su vacilación fue que aunque los cuatro Beatles habían sido bautizados de niños –él y Ringo como anglicanos (Iglesia de Inglaterra), Paul y George como católicos–, sólo él podía decir que había “crecido” en la iglesia. El resto de ellos tuvieron periodos de contacto con la religión organizada, pero no tuvieron coacción familiar alguna, para seguir el camino cristiano.

Paul y George eran hijos de católicos, casados con agnósticos de origen protestante. Se criaron en casas, donde la religión no tenía ninguna importancia. Sus padres eran trabajadores del norte de Inglaterra, que veían la Iglesia como un instrumento de poder de los ricos.

La madre de Ringo perteneció sin embargo un tiempo a la Orden de Orange, una organización protestante con mucha influencia en Irlanda del norte. La iglesia anglicana, donde iba a la escuela dominical (St. Silas en la calle High Park de Toxteth Park), era de orientación evangélica (el edificio se demolió, cuando cerró en 1952). Aunque “iba allí, porque era un sitio donde podía jugar con bloques y pintar” – dice Ringo, que se unió luego al coro de la iglesia, porque “pagaban bien” –.

Aunque varió su educación religiosa, todos perdieron el interés en la iglesia al llegar a la adolescencia. Ninguno de sus padres era particularmente religioso. Creían que la iglesia era para la gente mayor (que necesitaba consuelo), mujeres (que buscan ayuda emocional) y niños (que necesitan dirección). John se muestra sin embargo particularmente irritado, cuando habla de religión. Ya que él pasó más tiempo en la iglesia que ningún otro Beatle


LA TEOLOGÍA DEL ESPAÑOLITO DE LENNON

En su libro de 1965, Un españolito en obras (que acaba de ser editado en castellano por Global Rythm), Lennon parodia el programa Epílogo, un espacio religioso que había en la radio por la noche. En su sketch, un clérigo comienza diciendo que alguien le preguntó recientemente qué era el pecado. “Y sabes, ¡no pude contestarle!”, dice. Su reticencia es característica de una época en que los religiosos ya no saben lo que creen, o tienen miedo de no parecer modernos.

“Deshazte de las posesiones de tu mente, dijo Buda” citó John cuando un periodista lo cuestiono acerca de su canción “Imagine” o “Imagina” en español

El clérigo de Lennon entrevista entonces a un africano, que pregunta por qué –si Dios es un Dios de amor–, hay tanta pobreza, enfermedad y hambre en el mundo. Incapaz de responder, o no queriendo hacerlo directamente, el vicario ofrece parábolas de hombres que viajan en tren, o absurdas metáforas de gentes que son como plátanos movidos por el viento, “esperando como si fuera, ser pelados por el gran y comprensivo amor”… La parodia de John captura perfectamente la teología evasiva, que prevalece a partir de los años sesenta.

La crítica de George sin embargo de la Iglesia católica, no se basa en su vacuidad, sino en su manipulación. El creía que la gente iba a misa por miedo a la condenación, más que por amor a Dios. Pensaba que ese temor, una vez que es instalado en un niño, es difícil de librarse de él. “Esa es la trampa católica”, dice George – pensando en la máxima jesuita, por la que si la Compañía de Jesús tiene un niño hasta los siete años, será suyo para siempre –. “Te agarran cuando eres joven y te lavan el cerebro, para tenerte el resto de tu vida”.

La hermana de George, Louise, se fue a América en 1965, para ser educada en un convento, pero reaccionó contra su iglesia de un modo similar. “Es cuestión de miedo”, dice. “Cuando éramos lo suficientemente pequeños, para ser gobernados por el temor, hicimos lo que pensamos que sería mejor hacer, si no queríamos freírnos en algún sitio; pero cuando nos hicimos lo suficiente mayores para pensar por nosotros mismos, decidimos que ese no era nuestro dios”. Por eso cuenta que “los dos se alejaron de ello”.


EL AGNOSTICISMO DE PAUL Y RINGO

Llama la atención que McCartney rara vez critica la religión. No, porque fuera más creyente que los demás –“todos somos agnósticos”, dice en 1965–, sino porque no tenía mucha experiencia en el tema. A diferencia de John y George, Paul sentía que no necesitaba la religión, no porque le hubiera decepcionado o se la hubieran impuesto, sino porque no le hacía falta en ese momento. “Puede que la necesite cuando sea mayor, para consolarme cuando muera, pero no ahora”, dice a Maureen Clave en 1963.

Su caracterización negativa de la Iglesia en Eleanor Rigby, no se basa por lo tanto en una experiencia personal. Cuando empezó a escribir esa canción sobre la soledad, pensó en esa historia sobre un cura y una mujer soltera, pero no es un ataque a la religión –le dice a un periodista en la famosa conferencia de prensa sobre Jesús en 1966–. Lo que ocurre es que inconscientemente, es un claro reflejo de su idea de la iglesia como un lugar de solteronas, curas inútiles, bancos vacíos y sermones que ya nadie escucha. Todo muestra una decadencia y un vacío, que concluye con la terrible frase de que “nadie se salvó”.

La precaución de Paul sobre la religión, viene del agnosticismo liberal de su padre, Jim McCartney. Los valores importantes de la vida para él, eran “la tolerancia y moderación en todas las cosas”. Era por eso que ni Paul, ni su hermano Mike, fueron a colegios religiosos, como era costumbre en Liverpool en aquella época. Y a los 14 años, en 1956 deja de asistir a las clases de religión en la escuela secundaria. Aunque como John y Ringo, iba al coro de una iglesia protestante (St. Barnabus, al lado de la glorieta de Penny Lane).

Ringo tampoco era hostil a la iglesia, pero no se muestra tan desinteresado como Paul, simplemente inseguro. Creía que había un poder espiritual que no podía explicar, pero no tenía seguridad que fuera el Dios que le habían enseñado en la Iglesia de Inglaterra. Hasta su agnosticismo en este sentido, parece resultado de un condicionamiento social. “Yo soy agnóstico porque honestamente no sé si hay algo allí arriba, o aquí abajo”, dice en 1965.

LA BÚSQUEDA DE DIOS DE JOHN Y GEORGE

Una de las primeras cosas que Lennon hizo cuando estaba “aclarándose sobre Dios” – como lo describió después –, fue investigar el cristianismo en que había sido educado. Habla de meditar como “adorar en tu propio templo interior” y leyó la Biblia toda su vida. “Crecí como cristiano” – dice poco antes de su muerte, en 1980 –, “pero sólo ahora entiendo algunas de las cosas que Cristo decía en las parábolas”.

La figura de Jesús aparece una y otra vez en el pensamiento de Lennon. “Veía la Biblia como un drama simbólico universal, que se representa cada día delante de nuestros ojos” –dice Frederic Seaman, su asistente personal a finales de los años setenta–. “En particular a John le fascinaba la vida de Jesucristo”. Es como si no pudiera librarse de su influencia, a pesar de ser agnóstico. Volvía a él, una y otra vez…

George –a quien también le gustaba citar a Jesús–, era tan anticatólico, que veía su conversión a la religión oriental como una completa ruptura con el cristianismo. Aunque es curioso que repita continuamente las debilidades del catolicismo, para resaltar lo atractivo del hinduismo. Su principal problema sin embargo con la iglesia –donde había sido bautizado–, es que no era suficientemente espiritual. Una vez tomado el sacramento, vivían como si aquello no fuera verdad…

“Lo que pasa con la religión, es que es algo que te obligan a hacer el domingo por la mañana” –reflexiona Harrison a los 22 años–. “Significa muy poco para la gente, incluso si van a la iglesia, no sienten gran cosa por ello”. Ve la diferencia entre lo que dicen y lo que hacen. “Piensan que después del domingo, pueden seguir haciendo lo que hacían, ¡no cambia la manera en que actúan!”.
En contraste –en su primera visita ala India en 1966–, le impresionó cómo los devotos hindúes incorporaban sus creencias a cada aspecto de su vida. También le llamó la atención la ausencia de culpa por un sentido de pecado. Hay dos cosas sin embargo en el hinduismo, que no pueden sorprender a ningún católico: el poder de las imágenes y la letanía de los rezos. ¿Qué te ayuda a concentrarte en Dios?, le preguntan en 1982. Contesta: “Tener tantas cosas alrededor mío, que me recuerden a él, como incienso e imágenes”.

Aunque no había muchos musulmanes e hindúes en Liverpool en aquella época, el dueño del Casbah Club, donde empezaron a tocar John, Paul y George como los Quarrymen, había nacido en la India. MoBest solía contar historias de Bombay a los chicos, en un local que tenía a la entrada una gran estatua de Buda y un dragón chino en una de las paredes.



UNA RELIGIÓN RESPETABLE

Lennon es sin duda quien más influencia tiene de la religión. Su abuelo era un católico irlandés (no se sabe a ciencia cierta si era 100% catolico o de la denominada Iglesia de Irlanda, que sería la equivalente a la de Inlgaterra; en pocas palabras, anglicana) que se casó con una chica de Liverpool. Tenía incluso un hermano cura, aunque el padre de John es bautizado en la Iglesia anglicana, pero ninguno de su familia iba a la iglesia.

La familia de la madre era sin embargo muy protestante. Su abuelo era de la tradición metodista calvinista de Gales. Al casarse sin embargo su hija con alguien que no iba a la iglesia, la moral de la madre ya no estaba determinada por la religión. Vive con varios hombres, hasta que su hermana Mimi le ofrece cuidar de John, ya que considera que no es una buena educación para él vivir con una pareja que no está casada.

Si la madre de Lennon era moderna y liberal, la tía con la que vive, es todo lo contrario. Mimi era anticuada y estricta. Su religión no estaba sin embargo basada en la prohibición del alcohol o las diversiones –bebía ginebra y jugaba al bridge–, sino en las aspiraciones sociales de alguien que quería pertenecer a una clase media, donde la cultura y la religión jugaban un papel importante. La iglesia anglicana de St. Peter en Woolton –donde Mimi lleva a John–, representa la decencia y corrección, que Lennon va a rechazar finalmente.

La respetabilidad que el cristianismo significa para John, fue unida siempre a la experiencia de haber estado yendo cuatro días a la semana a la iglesia, que era el centro de su vida adolescente. Allí conoce a su primera novia, los futuros miembros de Quarrymen, su primer manager y el amigo de Paul McCartney, Ivan Vaughan. Era la congregación donde iba el obispo de Liverpool. No era particularmente evangélica, pero tampoco anglo-católica. Era la típica iglesia anglicana de aquella época.

En un campo delante de la iglesia de Lennon, actuaron los Quarrymen el verano de 1957. Allí estaba la tumba de Eleanor Rigby, que inspiró la famosa canción de los Beatles. Y en el salón de la iglesia se encontraron John y Paul por primera vez, después de la actuación de los Quarrymen. El pastor era un galés soltero, Pryce Jones, que estudió teología en Londres y era más valorado por su capacidad para levantar fondos, que por su dones de predicación. Era un gran organizador, cuya motivación había convertido la iglesia en el centro de la vida de Woolton.

LA IGLESIA DE LENNON

El grupo de jóvenes de la iglesia de Lennon, tenía como 170 miembros, cuando John se incorporó a los 15 años. Para la escuela dominical se reunían en varias salas de la iglesia. Seguían las Notas Diarias dela Unión Bíblica.“Nos sentábamos y comentábamos el texto del día” –dice David Ashton, que se solía poner al lado de John en el coro. “Hablábamos de lo que significaban las Escrituras”.

El problema es que la mayoría de aquellos chicos asistían, porque eso es lo que querían los padres. Las doctrinas cristianas eran algo abstracto para ellos. Lo que les gustaba es estar con sus amigos. “Ninguno de nosotros era profundamente religioso”, dice otro de aquellos jóvenes, Rod Davis. El director musical de la iglesia, Eric Humpriss, era de hecho ateo. Le encantaba la música religiosa, pero cuestionaba doctrinas cristianas fundamentales. “Pienso que John puede haber sido influenciado por algunas de sus ideas”, dice Ashton.

Para tener una idea de lo vacío y aburrido de los sermones de Pryce Jones, basta leer sus meditaciones en el boletín mensual de la iglesia. En octubre de 1950, el pastor escribe sobre “el deterioro del carácter, la conducta y las normas de las que tantos se quejan”. Se lamenta que “hay una grave falta de sentimiento acerca de por qué no se deber tomar una determinada acción, si nos da placer, aunque no sea moralmente, particularmente respetable”.

Es a esa fe moralista, que John es confirmado “voluntariamente” a los 15 años, dijo Mimi al primer biógrafo de los Beatles, Hunter Davies. Para eso siguió unas clases con el pastor, que seguía el catecismo bastante libremente. Su frase favorita, recuerda David Ashton, era que “el mundo era como un libro ilustrado que nos enseña el amor de Dios”. Le preocupaba más enseñar a los chicos cómo juntar las manos al recibir el pan en la comunión, que entender la doctrina cristiana.

Al llegar así a formar parte de la iglesia, iba a unas clases bíblicas que se daban en una capilla lateral del edificio. Las daba un hombre llamado Jack, “que realmente creía en Dios”, dice Ashton. John había tenido algunas experiencias místicas de niño. Esas alucinaciones le llevaron a pensar que tenía un don especial. Ese es el trasfondo de Strawberry Fields Forever, aunque escoge el hogar infantil del Ejército de Salvación en Woolton, como si fuera el lugar donde tuvo la experiencia.

En un ensayo que hace a principios de los años cincuenta sobre Feuerbach, John dice ya que la religión es una proyección de la naturaleza humana. Paul llegó a una conclusión similar escuchando las discusiones entre católicos y protestantes en Speakers´ Corner, la esquina de Hyde Park en Londres, donde todo tipo de predicadores pueden presentar su religión o filosofía particular.



EL ROCK COMO RELIGIÓN

Las dudas de Lennon sobre la religión que conoció, se unen así a su particular misticismo en una combinación típica del “evangelio según los Beatles”. “La gente tiene la imagen de que yo soy anticristiano o antirreligioso, pero no es así en absoluto” – dice John en 1980 –. “Soy una persona muy religiosa, desde luego que no soy ateo”.

Igual que muchos de su generación, John y sus amigos no tuvieron una crisis de fe, que les hizo abandonarla Iglesia. Simplemente se alejaron de ella, llenando su vida de otras actividades. En ese sentido, la aparición de la televisión en los años cincuenta, vacía más iglesias en Inglaterra que las obras completas de Darwin, Nietzsche, Freud y Bertrand Russell.

Para David Ashton, fue al comenzar a trabajar, cuando rompe con la iglesia. Para Rod Davis, el día que su padre le compró un coche. Para otros amigos de Lennon, fueron las chicas, las que se volvieron más interesantes que las historias dela Biblia. Y para John, fue sin duda el rock´n´roll lo que llegó a su corazón. “Cuando lo oí y me metí en ello, descubrí que eso era la vida” – dice Lennon –. “No hay otra cosa”, recuerda en 1975.

El rock les lleva de Liverpool a Hamburgo. Allí “fuimos bautizados”, dice McCartney en 1997. Su música produce una verdadera conversión. Ocurrió en 1956, cuando John escucha a Elvis en Radio Luxemburgo, cantando Heartbreak Hotel. No había visto nunca su foto, ni sabía de dónde venía esa música. Su tío George acaba de morir de una hemorragia, tras caerse de una escalera. Tenía sólo 52 años. John estaba de vacaciones en Escocia. Y al volver a casa, su tía le dio la noticia. La soledad de la que cantaba Elvis, por ese amor perdido, conmovió a Lennon.

“Nada ocurría en la iglesia”, dice John. Elvis, “es lo que estaba pasando”. En la iglesia, “nada realmente nos tocaba”. El rock´n´roll era “lo único que me llegaba”, recuerda. Si en la iglesia se hablaba de cosas abstractas, “el rock´n´roll era real”. Si en la iglesia se insistía en la necesidad de controlar nuestra mente, para dominar el cuerpo, “el rock´n´roll unía mente y cuerpo por la música”.

Elvis transformó la vida de John de una forma que la religión no pudo hacerlo. “Era mayor que la religión en mi vida”, dice. “Yo adoraba a Elvis, como la gente adoró a los Beatles”. Y cuando su cabeza se llenó de música, dejó de ir a las clases bíblicas de Gibbons. Se acabó su relación con la iglesia de St. Peter. Otro afecto llenó el vacío de una religión moralista, que nada tenía que ofrecer para un espíritu inquieto como el de John. Se convierte así a otro evangelio que el verdadero cristianismo, el “evangelio según los Beatles”.

domingo, 12 de agosto de 2018

Exposición homenaje: Marcelo Mayorga (Invitación)



El 14 de Agosto a las 18,45hs se inaugura una exposición colectiva de Dibujantes Argentinos en Homenaje a Marcelo Mayorga.
Su compañera, la querida artista Marta Temperley, invita a compartir un brindis en su honor.
Curadora del evento Olga Orlando.


viernes, 10 de agosto de 2018

Creonte, Antígona y la soberbia del déspota

"Antígona y Polinices", de Nikiforos Lytras


El diálogo entre Creonte y Antígona es una magnífica pieza de humanidad de Sófocles.
Dos hermanos de Antígona, Eteocles y Polinices luchan por el control de Tebas. En en transcurso de la guerra, mueren los dos debido a lo cual asume la corona de la ciudad el tío de ambos, Creonte. Este decreta que el hermano que defendía la ciudad — Eteocles — sea enterrado con todos los honores, mientras que el atacante — Polinices — sea dejado donde está para ser pasto de las alimañas.
En la cultura griega, el tío estaba condenando al sobrino, su adversario político, a vagar eternamente por la tierra. Antígona decide desobedecer las órdenes de su tío y cubre el cuerpo de su hermano con una capa de tierra. Creonte ordena apresarla. Antígona dice a su tío que ella sabía que el había prohibido esa sepultura.
"No era Zeus quien me la había decretado, ni Dike, compañera de los dioses subterráneos, perfiló nunca entre los hombres leyes de este tipo. Y no creía yo que tus decretos tuvieran tanta fuerza como para permitir que solo un hombre pueda saltar por encima de las leyes no escritas, inmutables, de los dioses: su vigencia no es de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe cuándo fue que aparecieron. No iba yo a atraerme el castigo de los dioses por temor a lo que pudiera pensar alguien".
Antígona enfrenta al déspota... "¿cómo podía alcanzar más gloriosa gloria que enterrando a mi hermano? Todos éstos, te dirían que mi acción les agrada, si el miedo no les tuviera cerrada la boca; pero la tiranía tiene, entre otras muchas ventajas, la de poder hacer y decir lo que le venga en gana".
"De entre todos los cadmeos, este punto de vista es solo tuyo
", dice Creonte.
"Que no, que es el de todos: pero ante ti cierran la boca", responde la sobrina, que enfrenta a la muerte.
"... un enemigo.. ni muerto, será jamás mi amigo", grita Creonte.
"No nací para compartir el odio sino el amor", responde Antígona.

Déspotas y heroínas, ayer y hoy

El diálogo que creó tan magníficamente Sófocles refleja una época.
También se reproduce en estos tiempos y nos permite reflexionar sobre lo que pasa en nuestra tierra y en muchos países.
Hay quienes despóticamente dictan leyes que van contra todos.
Son los poderosos sin límites, que no escuchan a nadie; las leyes que imponen solo sirven para fortalecer su poder y garantizar su impunidad.
Son los que se creen dioses, porque hay quienes temerosamente los aplauden; los adulan quienes temen perder beneficios, dádivas y favores.
El déspota dice defender a todos. Creonte, hoy, diría que defiende a la Nación. Creonte justifica su voluntad de violar el mandato de los dioses en que Polinices había atacado Tebas, la Patria.
El déspota se defiende a si mismo.
¿Hay muchas Antígonas dispuestas a enfrentar al poder, desafiar al poderoso, dar las razones humanitarias que la apoyan?. ¿Hermanas dispuestas a ser castigadas con la máxima pena, que en la literatura era perder la vida?. Ahora será, tal vez, perder el trabajo, perder la vivienda, perder la tranquilidad, y a veces perder la vida.
Estas Antígonas, que sí las hay, no siempre son mujeres; también son hombres dispuestos a defender su verdad, aunque muchos la compartan y callen "hasta que vengan tiempos mejores" y luego aparecen recién invernados a recoger los frutos.

Aplaudidores y aplaudidoras

Mientras Creonte todavía detenta el poder, son héroes aislados, despedidos, insultados, destratados.
Creonte vive, entonces lo aplauden, pero, ¿qué pasará cuando Creonte ya no esté? ¿Qué pasará con sus aplaudidores?
¿Nacerá otro Creonte? ¿O los pueblos aprenderán?
¿Habrá muchas Antígonas? ¿O serán siempre las menos, las que luchan en beneficio de todos, estos todos que luego empujan para quedar en las primeras líneas de los beneficios?.
Antígona sabe que muchos piensan como ella, pero no se anima a hablar. Sabe que hay quienes la apoyan, pero no se animan a decirlo, tienen miedo. Mucho miedo
Y ¿que pasará si se cumple la condena y se mata a Antígona, a las Antígonas a los Antígonas ?. Se les harán hermosos funerales. Habrá hermosos recordatorios. Todos irán a los velorios, o enviarán hermosas flores, y hermosas notas.
¿O les dará vergüenza asistir? A todos les dará vergüenza pero a lo mejor van o envían a alguien para estar seguros que Antígona está bien muerta. ¿Respirarán aliviados aunque muestren caras tristes?.
¿Creo que los pueblos maduran, crecen, aprenden, y que las figuras que nos muestra la literatura antigua no tienen forzosamente que reflejar la realidad actual.
Hemos aprendido, creo, pero algunos Creontes de estos tiempos me hacen volver a la realidad áspera y dura.

Fuente original del texto: https://www.eltribuno.com/salta/nota/2014-11-27-18-57-0-creonte-antigona-y-la-soberbia-del-despota

miércoles, 1 de agosto de 2018

Poesía, lenguaje y sacralidad


"El Exorcista": una película sobre la fe


"El Exorcista", una película sobre la fe. 

Por Juan Manuel Otero Barrigón

La fama mundial del opus magnum de William Friedkin se debe, probablemente, a haber sido bautizada como la “la película más terrorífica de todos los tiempos”; honor este que la ubica como referente obligada en el vasto universo del cine de terror. Sin embargo, quizás su mejor caracterización estaría dentro del género de drama psicológico, debido a que, y junto a otro clásico de la época como “El bebe de Rosemary”, del director de culto Roman Polanski, El Exorcista no persigue tanto el susto fácil, como la invitación a una experiencia profunda de los protagonistas, y junto a ellos, a una reflexión sobre el carácter del mal.

Pero otra lectura que aquí me interesa, es la de “El Exorcista” como una película que, ante todo, nos sumerge en la gracia y el misterio de la fe. Este último aspecto quizás quedó relegado dado el carácter agnóstico de su director, pese a que el autor de la novela en la cual está basada la obra fílmica, fuese un hombre de fuertes convicciones católicas, formado por jesuitas.

William Peter Blatty basó su novela en los registros obtenidos de un caso de exorcismo real practicado en los años 40´. El sello personal de su obra es aún más evidente en la nueva y última versión de la película editada en el año 2000, que incluyó pequeñas escenas eliminadas en la versión original de 1973, y que acentúan su impronta existencial y religiosa.

Si el Exorcista, por antonomasia, es el anciano experimentado padre Merrin, el personaje sobre el cual brillan las luces, y se acentúan las sombras, es el joven sacerdote y psiquiatra Damien Karras.
Siguiendo sus pasos, la película se nos presenta como una reflexión sobre el sentido último de la fe, y su puesta en crisis, atravesando toda la experiencia del personaje hasta su redención final.

En este sentido, es difícil no identificarse, al menos momentáneamente, con el padre Karras, personaje riquísimo en cuyo interior se debaten el sentimiento de culpa, la melancolía, los cuestionamientos vocacionales y la búsqueda de sentido.

La paradójica situación del rostro limpio del Mal descubriendo la existencia del Creador se ve reflejada en esa pequeñísima escena en la cual Merrin y Karras dialogan sobre el significado teológico que la posesión demoníaca de una niña de doce años podría tener. “¿Por qué esta niña? No tiene sentido”, interroga un atribulado Karras, dando cuenta de su definitivo salto de fe kierkegaardiano, preludio inmediato a su sacrificio personal.

Si el mal, como sentenciaba San Agustín, no es sino mera privación del bien, en “El Exorcista”, su función se torna aquí denotativa, al punto tal de posibilitar la recuperación de ese don que se había perdido.

Sobre el final, cuando Chris MacNeil y la pequeña Regan abandonan su hogar, esta llega a vislumbrar, en el cuello romano del padre Dyer, la figura cercana de aquellos dos sacerdotes a los cuales no conoció, pero que su inconsciente, sabe, le salvaron la vida. Hermoso instante que condensa toda una reivindicación de la misión sacerdotal, donde lo humano demasiado humano, y lo divino, se encuentran.

Si la fe es un acto personal de respuesta libre a la iniciativa de Dios, en “El Exorcista”, pocas veces tan gráficamente, se nos representa como Dios opera, en circunstancias, de manera tan críptica y misteriosa. El saldo de dos sacerdotes muertos combatiendo al Maligno podría llevarnos a pensar, equivocadamente, que el objetivo de este fue cumplido. Sin embargo, la misión realizada de un inquebrantable Merrin, junto al sacrificio cúlmine del hijo pródigo regresando a la casa del Padre, nos permiten desmentir, de plano, esa lectura pesimista. El abrazo final de Regan a Dyer lo sintetiza cabalmente. La fe, verdadera protagonista de esta obra de arte, llega a brillar más viva que nunca. Tanto es así que, en su oscuridad óntica, hasta el Maligno la revela.