Mostrando entradas con la etiqueta Friedrich Nietzsche. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Friedrich Nietzsche. Mostrar todas las entradas

viernes, 22 de mayo de 2020

Poshumanismo y "muerte del prójimo"


"Dando al prójimo, amando al prójimo, damos también a Dios lo que es debido. El hombre justo hace todos los días ofrendas a Dios y al prójimo. Durante milenios, el mundo judeocristiano se ha sostenido sobre estos dos pilares. (...) Pero hoy la sociedad es laica. A finales del siglo XIX, el grito sobrecogedor de Nietzsche se extendió sobre la Tierra: "Dios ha muerto". Incluso quien no sigue a Nietzsche ha tenido que reconocerle como profeta: durante el siglo xx, en el mundo judeocristiano las personas religiosas, que eran mayoría, pasaron a ser minoría. E incluso para esta minoría la fe se convirtió sobre todo en un hecho privado, como la elección de una filosofía, de una convicción política y hasta de un amor. La sociedad, sostenida por dos pilares, perdió el equilibrio cuando uno de ellos se derrumbó. La muerte de Dios vació el cielo. Pero nada resiste al torbellino del vacío. El espacio celeste se llenó con la aceptación de los milagros de la ciencia y de la economía entre las divinidades, con la elevación a las estrellas del deseo personal. (...) Con el paso del siglo XX cede también de forma irremediable el segundo pilar del mandamiento: el hombre de la ciudad se siente cada vez más rodeado de extraños. Es tiempo, pues, de pensar en el sequel de Nietzsche, y decirnos claramente que también ha desaparecido el prójimo. Los tiempos que siguieron a la "muerte de Dios" fueron llamados en ocasiones posteológicos o posreligiosos. Para los actuales todavía no se ha encontrado un nombre. Una posibilidad no deseada sería "poshumanos".

Luigi Zoja, "La muerte del prójimo", Turín, Einaudi, 2009, pp 4-6.

viernes, 10 de abril de 2020

Sobre la ¿muerte de Dios?

Pintura: Edvard Munch

Si algo distinguió al siglo XX, con su carga de violencia y locura, fue la reactualización de una figura bíblica antiquísima, la del “ocultamiento del rostro de Dios”. Ya Nietzsche había advertido, aunque se lo interpretara erróneamente, que la muerte de Dios no es sinónimo de ateísmo. De hecho, el ateísmo es una de los tantos disfraces que a veces adopta la religión. Así, en el parágrafo 108 de “La Gaya Ciencia”, el filósofo del martillo apuntaba a que “despúes de muerto, su sombra –enorme y espantosa- siguió proyectándose durante siglos en una cueva. Dios ha muerto, pero los hombres son de tal naturaleza que, tal vez durante milenios, habrá cuevas donde siga proyectándose su sombra”. El Dios muerto no es, en absoluto, un Dios desaparecido del horizonte. Al contrario, es un Dios que impera como muerto. La muerte de Dios no implica ni la desaparición de la idea de Dios ni de las consecuencias de su creencia en él.

viernes, 10 de noviembre de 2017

La frontera del psicoanálisis

"Ken Wilber", por Alex Grey (1998)


"LA FRONTERA DEL PSICOANALISIS", por Santiago Bello y Florencia Dollera

Introducción.

            La problemática propuesta para este trabajo aborda la yuxtaposición entre Religión y Psicoanálisis, es decir, qué está en el medio de ambos. Y no se debe confundir, porque generalmente, cuando uno usa tal relación sintáctica, la “y” reduce el significado, es decir, generalmente la interpretación es partir ambos campos, “se tienen uno y lo otro”, y no las dos cosas al mismo tiempo. Entonces, la pregunta inicial correcta sería ¿Hay una frontera para el psicoanálisis y la religión? O, ¿Cuál será la frontera del psicoanálisis? Hay una conexión marcada en el tema propuesto, y Ken Wilber es un autor que contribuyó ampliamente a la temática. En seguida la intuición señala que la filosofía caminará junto a nosotros para dar luz, y se corre el peligro de esquivar el centro del debate inmiscuyéndonos en una exploración sobre epistemología.
Desde el Discurso del método de Descartes, se puede afirmar que una metodología adecuada salva tales peligros, así sea la duda o la razón, aclarar qué herramienta se utilizará en todo trabajo arroja una coherencia necesaria para alcanzar una primera certeza sobre la cual construir, o toparse, con algunas sentencias afortunadas. Entonces, la propuesta es pensar desde la hermenéutica algunos lineamientos de la obra de Ken WilberLa conciencia sin fronteras[1] donde la problemática de la religión y el psicoanálisis tiene gran pertinencia.
Aclarado el tema y el método, falta encontrar nuestra primera certeza que contextualice el debate en una honestidad de nuestro enfoque, tal auxilio es de Edgar Morin:

“(…) existen algunos núcleos de certeza, pero son muy reducidos. Navegamos en un océano de incertidumbres en el que hay algunos archipiélagos de certezas, no viceversa.”[2]

Sin dudas hay gran variedad de clasificaciones. Aquella sentencia es un Perogrullo, pero si de algún punto de partida se puede plantear la propuesta de este trabajo, es a partir de señalar la existencia de infinidad de categorías que el humano conquistó. Y esa condición, aseverar que “clasificar es conquistar” sí ya ofrece cierto éxito; una atribución un poco más ambiciosa que la obviedad inicial. Así es necesario un repaso: que un atributo determine la condición de cierto objeto y lo separe del entorno,  para excluirlo del conjunto de otros objetos, a eso llamamos definir la pertenencia a una categoría. Y si son más amplias podrán ser campos de estudio científicos, podrán ser  matemáticas, sociales, naturales, jurídicas; podrán ser menos y hablar de civilizaciones antiguas, Etnias, estados independientes contemporáneos;  colores, notas, olores; o la infinidad de sensaciones que nutren a los ojos cuando una hoja cae de un árbol que son distintas a las sensaciones que abrigan cuando el árbol luce firme.
            Entonces, ¿qué impulso, qué deseo o característica tienen en común la infinidad de categorías que el ser humano conquistó? Acá ya empieza a delinearse el sentido de este trabajo, porque al hablar de Religión y Psicoanálisis también, o mejor dicho, siempre se habla de explorar sobre la relación del ser con la realidad: porque si de algo hablamos cuando adjudicamos un nombre a cualquier objeto, es de que aquello tiene una existencia, o mejor dicho, una coexistencia con la realidad, y está inmerso en ella. La intención no es iniciar un debate filosófico, pero se debe admitir que, como se advirtió, constantemente merodearemos junto a tal dilema. Para salvaguardar el resto de este escrito, y ayudar a la claridad, en el desarrollo nos abocaremos a citar fragmentos de la obra propuesta y analizarla desde nuestro enfoque carácter hermenéutico. Pero siempre notando que la intención del siguiente trabajo es meramente una exploración de distintos enfoques que puedan ayudar a interpretar la problemática que trabaja Wilber. Y en tal espíritu será la conclusión al respecto.



Desarrollo.

Durante su obra hay una marcada intención en Wilber: reintegrar dualidades.  Su afán se basa en la cosmovisión holista, una noción de totalidad, en la que se evidencia la relación de la parte y el entorno como una coexistencia más sublime, o suprema, un todo integrado y complejo, símil a las olas del mar, que  tras romper no hacen más que develar su naturaleza universal con el agua. La primera labor entonces, es develar cuándo comienzan las fronteras, las demarcaciones de la conciencia, así esquematiza:

“Cuando uno responde a la pregunta ¿quién soy?, sucede algo muy simple. (…) lo que en realidad está haciendo, a sabiendas o no, es trazar una línea o límite mental que atraviesa en su totalidad el campo de la experiencia, y a todo lo que queda dentro de ese límite lo percibe como “yo mismo” o lo llama así, mientras que siente que todo lo que está por fuera del límite queda excluido”

            Hay un trabajo transversal de diversas disciplinas, la primera pregunta existencial en seguida vira a una situación fenomenológica, inmiscuyendo a la psicología en un área de consciencia sobre la realidad física. Es decir, hay un notable éxito en el párrafo, se aborda la pregunta ¿cuándo se origina el dilema del límite? pero desde un lado en el que la incumbencia es tanto religiosa como psicológica; hablar de origen es hablar del mito, pero antes de continuar con esta cuestión, todavía se debe desarrollar a qué denomina conciencia Wilber y qué implican estas fronteras:

“lo más llamativo de esta línea de la conciencia es que puede desplazarse, y con frecuencia se desplaza (…) La escisión mente-cuerpo y el consiguiente dualismo es un punto de vista fundamental de la civilización occidental.”

También aborda su discurso desde la psicología, pero ahora el autor confunde la funcionalidad sintética del idioma con la cosmovisión occidental, es que, en parte tiene razón, hay esferas de propensión y dominio basadas en esta dicotomía, el debate mente-cuerpo se encuentra en el centro de la escena de la psicología hace varias décadas, pero la generalización es reduccionista. Nietzsche (1886), como filólogo clásico, ya nos había advertido del dualismo sobre el que se construye el edificio del idealismo alemán y la justificación del orden burgués, en su libro Más allá del bien y del mal, también dice sobre el fanatismo moral y su adoctrinamiento que mina el libre pensamiento humano durante la sucesión de épocas y épocas, sentenciando la proximidad entre religión y psicología:

 “Esto nos proporciona asimismo una indicación para explicar la paradoja de por qué precisamente en el período más cristiano de Europa, y, en general, sólo bajo la presión de juicios de valor cristianos, el instinto sexual sea sublimado hasta convertirse en amor-pasión.”

Entonces, se acepta la denuncia, pero ¿ayuda al constructo? Como se mencionó desde su enfoque holista, Wilber insertará partes cada vez más amplias del sistema hasta aproximarse, del modo más efectivo, a la totalidad: en toda parte del entorno, hay totalidad y puede referírsele. Y continúa su desarrollo:

“Todas las corrientes intentan efectuar cambios en la conciencia de una persona. Pero ahí se acaba la similitud (…) El problema es muy real, tanto para el profano interesado como para el terapeuta profesional. Tantísimas escuelas diferentes, todas en conflicto y todas procurando entender a la misma persona. No representan maneras contradictorias sino modos de enfoques complementarios sobre el individuo. (…) Si ampliamos un poco más el psicoanálisis y la mayoría de las formas de terapia convencional buscan remediar la radical escisión de la psique, intenta ayudar al individuo que está viviendo como persona para que vuelva a cartografiar su alma como ego. Luego están las terapias humanísticas (así sea la Jungeana, las Existencialista e incluso las transpersonales) que intentan reunir el psique y el soma, para revelar el organismo total. Finalmente se encuentran las disciplinas como el budismo zen o el hinduismo vedante, es cursar la escisión total entre organismo y medio, son procesos supra individuales.”

Este lineamiento, si se permite la analogía metapsicológica, equivale a plantear la existencia de un aparato psíquico global, universal, en el que la totalidad implica una instancia supra-conciente, es decir, si la punta del iceberg es la conciencia, y el resto del cuerpo del témpano el inconciente, pues la totalidad del agua más el bloque de hielo, juntos conforman el supra-conciente.  Dicho de un modo más sintético, el yo equivaldría a la noción plena de la realidad, y sería uno con la realidad. Ahora bien, Horstein (2003) en pleno dilema da luz sobre esto:

“la problemática reside en confundir objeto real con objeto fantaseado. Vivir hablando de uno mismo sin aceptar lo distinto. No está en juego la propia estructura yoica sino la alteridad. Por esto la problemática del narcisismo pide una pregunta: ¿Qué pasa si salimos de una concepción solipsista y pensamos que el sujeto del psicoanálisis no es el sujeto del inconsciente? Es un sujeto con varias instancias: ello, superyó, yo y realidad. Un sujeto complejo. Se suele repetir hasta el hartazgo que el objeto del psicoanálisis es el inconciente reprimido, ¿y qué dice Freud? “nuestra ciencia tiene por objeto el aparato mismo” [3]

Y este aparato contiene las cuatro instancias mencionadas. Y así, insto a resaltar la cuarta: la realidad. Recordar esta cuestión involucra que todo analista, o mejor dicho, todo psicólogo debe siempre aunar al ser, al consultante, o paciente, con su cotidianidad, y en aquello siempre refiere a no aislar al aparato de su entorno, de la intersubjetividad, y la preponderancia del otro colabora como figura también fundante de la estructura psíquica de cada individuo, por eso la loable frase “Toda psicología es a la vez psicología social” que Sigmund Freud utiliza para iniciar su discurso en  Psicología de las masas y análisis del yo.
La analogía planteada, debe aceptarse, es un poco ridícula, y escapa de la intención de Wilber, quien su objetivo es otro. Pero colabora con un principio: revindicar las atribuciones que el psicoanálisis se arroja sobre la realidad. No hay hechos, sólo interpretaciones. Desde la coherencia y elaboración conceptual bien delimitada, desde su experiencia y ejercicio clínico, sí puede el psicoanálisis exceder la frontera que Wilber le adjudica. Pero, ¿cómo puede hacerlo? El poder del símbolo es la respuesta inmediata. El motor con el que bien aconseja Lacan conducirse sobre los órdenes de lo simbólico, lo imaginario y lo real.
            El símbolo se distingue esencialmente del signo en que este es una convención arbitraria que deja el significante y el significado (objeto o sujeto) ajenos uno a otro, es decir, que el símbolo presupone homogeneidad del significante y del significado en el sentido de un dinamismo organizador.

Es entonces bastante más que un simple signo: lleva más allá de la significación, necesita de la interpretación y ésta de una cierta predisposición. Está cargado de afectividad y dinamismo. (…) Juega con estructuras mentales. (…) moviliza la totalidad del psiquismo.” (…) Para marcar asu doble aspecto representativo y eficaz, lo calificaríamos de buena gana de “eidolon-motor[4]

Con el signo permanecemos sobre un camino continuo y firme: El símbolo supone una ruptura del plano, una discontinuidad, un pasaje a otro orden.
Volviendo a Wilber, debe aclararse cuál es la frontera real que le adjudica al psicoanálisis el autor:

            “según parece, nuestro problema, es que trazamos un mapa convencional, completo y con fronteras, del territorio real de la naturaleza, que no tiene fronteras, y después confundimos totalmente ambas cosas. Como han señalado Krzybski y lo semánticos, nuestras palabras, símbolos, signos, pensamientos e ideas son meros mapas de la realidad, no la realidad misma, porque “el mapa no es el territorio”.

Similar es, según García Morente, la crítica que hace Aristóteles sobre el sistema Platónico “Este error que Platón revela (…) Consiste en confundir las condiciones formales del pensamiento con las condiciones reales del ser” En su afán por la multiplicidad de ideas condena el posible ordenamiento de la realidad en un infinito absurdo, olvidando, al final de todo, la esencia del ser.

Y desarrolla:

“Cuenta el génesis que una de las primeras tareas confiadas por Dios a Adán fue dar nombres a las plantas y los animales que existían en la naturaleza. (…) Dicho de otra manera, a Adán le encargaron que separase la complejidad de las formas y procesos de la naturaleza, y que les asignara nombres. Pero la verdadera tarea de Adán no consistió tanto en inventar nombres para los animales y las plantas, por más trabajoso que esto fuera. La parte más importante de su tarea era más bien el proceso de selección como tal, pues tenía que aprender a trazar mentalmente una demarcación entre los diversos animales. Fue el primer gran cartógrafo, dibujaba fronteras.”

“Si poner nombres había parecido magia, contar pareció divino porque así como los nombres podían representar mágicamente cosas, los números podían trascenderlas. “Por la vía del número abstracto, el hombre consiguió liberar su mente de las cosas concretas (…) de esta manera con los números el hombre construyó un nuevo tipo  de demarcación, más abstracta y generalizada: una metademarcación.” Pero la carrera por la apropiación de mayor potencial tecnológico, y así de poder tanto político como económico, no culmina ahí, sino que las grandes mentes del acontecer humano fraguaron una nueva metademarcación, “una meta-metademarcación” e inventaron el álgebra “x”, “y” y “z”: una variable puede representar cualquier número.”
           
Cada avance, cada conquista del pensamiento parece alejarnos de la unción con la naturaleza, parece, como asevera Wilber, trazar nuevas fronteras. Con este razonamiento encontramos la nueva doctrina, la ecuación: “Todo pensamiento es reducción” Y acá empieza el embrollo, pues Wilber no será el único en desenmascarar tal paradoja, también lo hace Kafka de quien Barthes dice

“Si Freud nos reveló los mapas de la mente, Kafka nos enseñó que no sirven para nada” 

E incluso, lo hace Camus en el Mito de Sísifo, donde clama la importancia del absurdo y la obsolescencia de la esperanza.  Ahora, cómo salir del embrollo, de nuevo, con el poder del símbolo. Con el vínculo y el amor.
Entonces, ¿Cómo salir del laberinto?
No importa el símbolo sino su acción como llave para la mente: el mito de Teseo y el minotauro nos regala una imagen poética trascendente.


"Green Tea", por Leonor Carrington

Conclusión.

Recopilando lo dicho sobre la experiencia necesaria para una buena clínica, y esbozar constructos coherentes, es que planteamos que de existir un límite, una frontera del psicoanálisis, la misma procederá de la ética, y en tal, preferimos dejar para la conclusión las palabras de Erich Fromm sobre este asunto en su libro “Etica y psicoanálisis

“El inconsciente y el mito llegaron a ser nuevas fuentes de revelación supuestamente superiores al pensamiento racional, precisamente debido a su origen irracional.  La fuerza de las religiones monoteístas de occidente, tanto como la de las grandes religiones de la India y China, radica en su preocupación por la verdad y en su pretensión de que su fe era la verdadera fe.   El fracaso del racionalismo del siglo XVIII y XIX no se debió a su creencia en la razón sino a la estrechez de sus conceptos. La psicología no puede divorciarse de la filosofía y de la ética, ni de la sociología y la economía(…)

“Los juicios de valor que elaboramos determinan nuestras acciones y sobre su validez descansa nuestra salud mental y nuestra felicidad.”

Bibliografía:

 i.      Camus (2006). El mito de Sísifo. Losada: Buenos Aires.
ii.      García Morente (1977) Lecciones preliminares de filosofía. Losada: Buenos Aires.
 iii.      Horstein (2003) Intersubjetividad y clínica. Paidos: Buenos Aires
 iv.      Freud S.(1983) Psicología de las masas y análisis del yo. Amorrortu: Buenos Aires.
 v.      Freud S. (1983) El malestar de la cultura. Amorrortu: Buenos Aires.
vi.      Fromm, E. (1963) Ética y psicoanálisis. Fondo de cultura Económica: México.
vii.      Morin, E. (1990) Introducción al pensamiento complejo. Ed. Gedisa.
viii.      Nietzsche F. (1983).Más allá del bien y del mal. Orbis: Buenos Aires.
 ix.      Nietzsche F. (2011) Ecce homo. Longseller: Buenos Aires.
x.      Wilber, K.(1985) La consciencia sin fronteras.Kairos:Barcelona



[1]Wilber, K. (1985) La conciencia sin fronteras. Kairos: Barcelona.
[2]Morin, E. (1990) Introducción al pensamiento complejo. Ed. Gedisa
[3]Horstein (2003) Intersubjetividad y clínica. Paidos: Buenos Aires.
[4]Chevalier (1995) Diccionario de Símbolos. Aike: Madrid.



Santiago Bello es estudiante de psicología (Universidad del Salvador), apasionado del arte y un novicio escritor. Este 2017 publicó su primera obra de ficción: "El Cemento que Respiro", editado por De Los Cuatro Vientos. Contacto: santinoib5@gmail.com 
Florencia Dollera, joven estudiante de psicología (Universidad del Salvador) que con una afinidad polifacética se involucra en distintas actividades tanto deportivas como artísticas. 
Contacto: florenciadollera@gmail.com

sábado, 6 de mayo de 2017

Alma, Espíritu, Voluntad, Arquetipo


Alma y Espíritu constituyen lo que Jung -entendiendo ambos términos de manera psicológica- denominaba Arquetipo y Platón -describiéndolos de manera filosófica- denominaba Idea (ἰδέα, εἶδος).

Desde el punto de vista filosófico, debemos decir además que Alma y Espíritu -y por lo tanto también el Arquetipo de Jung y la Idea de Platón- son lo que hace que el ente sea el ente, es decir, son el Ser -término caro a Heidegger-.

ARQUETIPO = ALMA + ESPÍRITU = SER

IDEA = ALMA + ESPÍRITU = SER

Sin embargo, en nuestro mundo moderno la Idea platónica ya no es reconocida como una realidad efectiva, de la misma manera que Alma y Espíritu no son ya reconocidos como el motor del ente, sino que en su lugar

"el ser del ente aparece para la metafísica moderna como voluntad. (...) Nietzsche (...) define el ser originario del ente como voluntad de poder."
(Martin Heidegger, ¿Qué es pensar?)

Por esta razón Alma y Espíritu, en sus definiciones tradicionales, son términos que han desaparecido de nuestro mundo moderno -al menos en la medida en que es moderno-, porque nuestro mundo moderno entiende el ser del ente no ya como Alma y/o Espíritu sino como voluntad, que entendida en su acepción débil y más común es una voluntad anclada en el yo, en la consciencia. En su acepción fuerte, sin embargo, esta voluntad es todavía el equivalente al Alma y el Espíritu, es todavía el ser del ente, y es esta acepción fuerte de la palabra voluntad la que encontramos por ejemplo en Schopenhauer y en la voluntad de poder de Nietzsche (si leemos a fondo su obra), pero no es esta acepción fuerte la que ha prevalecido en nuestro mundo moderno, un mundo en el que la consciencia ha asumido -de forma injustificada y metafísica- el papel de creadora del mundo (junto con el azar). La época moderna es la época del predominio del yo y de la consciencia ¿pero cuándo ha predominado el yo y la consciencia sobre el no-yo y lo inconsciente? El concepto junguiano de arquetipo, no obstante alumbrado en nuestro mundo moderno, nos habla precisamente de la prevalencia de lo inconsciente sobre la consciencia, y es el único lugar posible para encontrar el Alma y el Espíritu dentro de nuestro mundo moderno.


Pero el asunto es más complicado todavía. Si en este plano filosófico-psicológico (junguiano) del Alma y del Espíritu queremos mantener la distinción psicológica ánima-ánimus, entonces nos veremos obligados a decir que Alma (ánima) es imagen, y que Espíritu (ánimus) es pensamiento. Ha de señalarse también que Jung utiliza la palabra "idea" no como idea platónica sino como el sentido de la imagen, "sentido que ha sido separado, abstraído, del concretismo de la imagen" (C. G. Jung, Tipos psicológicos, OC vol. 6), y eso es justamente lo que Giegerich denomina "pensamiento", el Espíritu. Por una parte tenemos la imagen o forma representativa, que pertenece al Alma, y por otra parte tenemos el pensamiento y su lógica, que pertenecen al Espíritu. Así que reconocemos ya las siguientes equivalencias y oposiciones:

ALMA ----- ÁNIMA ----- IMAGEN ----- (REPRESENTACIÓN)

ESPÍRITU ----- ÁNIMUS ----- IDEA JUNGUIANA ----- PENSAMIENTO ----- (LÓGICA)

La voluntad, tanto en su aspecto fuerte como en su aspecto débil, caen del lado del Espíritu, en la medida en que su definición implica la carencia de imagen. Si nos referimos a la voluntad en su acepción fuerte, por ejemplo como la define Schopenhauer, entonces reconoceremos que "aquello que Kant denomina en su filosofía la cosa en sí (...) no es sino la Voluntad. (...) Los grados determinados de objetivación de esa voluntad, que es la esencia en sí del mundo, son idénticos a lo que Platón llamaba Ideas eternas o formas invariables." (Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación). Sin embargo, en su acepción débil, aunque también es la voluntad la que crea a la Idea, esta Idea no es más que un producto de la imaginación (de la imaginatio non vera), un producto de la consciencia, lo que indica una clara inflación de la consciencia, y la cosa en sí ni siquiera es contemplada.

En su seminario Sobre el Zaratustra de Nietzsche, Jung nos da una clave más: la esencia del Espíritu es Dios, es decir, el Sí-Mismo, si queremos seguir hablando en términos psicológicos. Recordemos ahora que el sí-mismo es el arquetipo del sentido y completemos el esquema:

1. YO [ ----- CUERPO ----- CONSCIENCIA ----- VOLUNTAD DÉBIL ----- ESPÍRITU ( = INTELECTO)

2. ALMA [ ----- ÁNIMA ----- IMAGEN ----- (REPRESENTACIÓN)

3. ESPÍRITU [ ----- ÁNIMUS ----- IDEA JUNGUIANA ----- PENSAMIENTO ----- (LÓGICA) ----- VOLUNTAD FUERTE

4. DIOS [ ----- SÍ-MISMO ------ SENTIDO

El yo es la pertenencia al ámbito de la consciencia, y todo lo que se percibe desde el mundo de la consciencia -desde el cuerpo- es el ente.

Alma, Espíritu y Dios forman parte del ámbito inconsciente al ser humano y son el ser del ente, su causa.

La idea de Dios en nuestro esquema se refiere al nivel más esenciante del ser, el nivel más causal en el lenguaje de Ken Wilber, la fuente. Pero ha de advertirse que también puede emplearse la palabra Dios o dioses para las múltiples imágenes y/o pensamiento especulativo de los planos 2 y 3.

El significado no es otra cosa que la correspondencia sincronística que existe entre los cuatro planos.

Ahora, teniendo en cuenta todo esto y distinguiendo debidamente Espíritu de Alma, leamos el siguiente texto:

"a) El Dharma Kaya = el mundo de la verdad absoluta.
b) El Sambhoga Kaya = el mundo de los cuerpos sutiles.
c) El Nirmana Kaya = el mundo de las cosas creadas.

También se les podría llamara los tres: Sí-mismo, ánima y cuerpo."


(C. G. Jung, ETH Lectures, 2 Dec 1938)

Wolfgang Giegerich

El mundo del Espíritu -del Logos- es el equivalente al mundo de Dios (el Dharma Kaya) cuando nos referimos al Espíritu en el plano 4 de nuestro esquema. Cuando reducimos el Espiritu al intelecto, lo que es propio del plano 1, entonces estamos hablando del mundo del Espíritu como equivalente al mundo del yo, de la consciencia (el Nirmana Kaya, que en realidad es un nivel superior al meramente corporal y egoico). Si hablamos del Espíritu como el sentido de la imagen arquetípica, como su contraparte -la idea junguiana o el pensamiento de Giegerich-, entonces nos estamos refiriendo al mundo del Alma (el Sambhoga Kaya), en este plano se mueve Giegerich cuando habla del pensamiento y la lógica al referirse al alma, a pesar de que, como vemos, sería menos confuso si hablara de Espíritu en lugar de alma, con lo que entonces se situaría en el plano 3, que también corresponde al Sambhoga Kaya. Giegerich no reconoce absolutamente nada del plano 4, ni a Dios, ni al Sí-Mismo, ni al sentido, su pensamiento está preso de la filosofía hegeliana que tan poco útil es para comprender los planos superiores, es esta misma filosofía hegeliana la que ata a Giegerich al mundo de la modernidad, al mundo de la "razón" (la razón del sentido común de nuestra época en Occidente), un mundo hacia el cual Giegerich quiere retrotraer a toda la psicología junguiana, a pesar de que ésta no se ajusta a los esquemas convencionales del mundo moderno y de hecho permite ir mucho más allá.

Al igual que ocurre con el Espíritu, el Alma, en principio, también puede ser encontrada en los cuatro planos: como Alma equivalente a la consciencia (plano 1), Alma como Anima mundi (plano 2), Alma identificada con el Espíritu (plano 3) y Alma identificada con Dios (plano 4).

José Medina, "Arquetipo e idea"

sábado, 29 de abril de 2017

El Cristianismo según Nietzsche (fragmentos)

"Nietzsche", por  Enrique Carceller Alcón

El reino de los cielos es un estado del corazón ( -de los niños se dice “pues de ellos es el reino de los cielos”); no es nada que esté “sobre la tierra”.

El reino de Dios no “viene” de un modo cronológico-histórico, ni según el calendario, como una cosa que un día estuviere presente, pero la víspera no: es, por el contrario, una “modificación del sentido en el individuo, una cosa que adviene en todo tiempo y que en todo tiempo no está presente todavía…

Moraleja: el fundador del cristianismo ha tenido que expiar el haberse dirigido al estrato más bajo de la sociedad y de la inteligencia judías…

-éste lo entendió según el espíritu que comprendía…

-es una verdadera vergüenza haberse fabricado una historia de salvación, un dios personal, un redentor personal, una inmortalidad personal, y haber conservado toda la mezquindad de la “persona” y de la “historia” como residuos de una doctrina que discute la realidad de todo lo personal y de todo lo histórico…

La leyenda de la salvación en lugar del simbólico ahora y siempre, aquí y en todas partes, el milagro en lugar del simbolismo psicológico.


(F. Nietzsche, Fragmentos póstumos IV)

“La historia del cristianismo –a partir de la muerte en la cruz – es la historia del mal entendimiento, cada vez más grosero, de un símbolo originario”.

(F. Nietzsche, El Anticristo)

“Si entiendo algo de este gran simbolista, es que únicamente vio y reconoció realidades interiores: que entendió el resto (todo lo natural, lo histórico, lo político) únicamente como signo y ocasión de parábolas –no como realidad, no como “mundo verdadero”…

Igualmente el hijo del hombre no es una persona concreta de la historia sino un “hecho [Faktum] eterno”, un símbolo psicológico no encerrado en el tiempo…

Lo mismo vuelve a valer finalmente en el grado más elevado del Dios de este simbolista típico… del reino de Dios, del “reino de los cielos”…

el “padre” y el “hijo”: este último expresa el ingreso en ese estado de transfiguración global de todas las cosas, el primero es precisamente éste…

-y esta representación se ha malentendido.”


“La historia del cristianismo es la historia del tener que malentender progresivamente en forma cada vez más grosera un simbolismo sublime…”

(F. Nietzsche, Fragmentos póstumos IV)

sábado, 25 de marzo de 2017

Si Dios ha muerto...


Fiodor Dostoievski sentencia que si Dios ha muerto todo está permitido. Jacques Lacan, en cambio, considera que si Dios ha muerto nada está permitido. En su presentación, Slavoj Zizek señala con acierto que para el psicoanálisis una de las consecuencias de la muerte de Dios es -pese a las apariencias- la prohibición del placer. Ello se explica si tenemos en cuenta que el superyó de la época actual ordena gozar, sus imperativos atentan contra los placeres singulares no regidos por los mandatos que se imponen. El psicoanálisis se inscribe en el horizonte de la "muerte de Dios", podemos ubicar al superyó como instancia que se yergue allí donde -según palabras de Nietzsche- el mar se ha vaciado y la tierra se ha desatado de su sol. Ya Freud establecía una proporción inversa entre el padre y el superyó: cuanto menor la fortaleza del primero, mayor la severidad cruel del segundo. Lacan anticipa el signo de estos tiempos al hablar de un superyó que impone el goce, el sujeto ya no se siente culpable por el deseo inconsciente que ha debido reprimir -pero que conserva vigencia- si no por no gozar lo suficiente; la culpa por gozar -pese a la prohibición- ha trocado su lugar por la culpa por gozar demasiado poco. Sin embargo, no sólo hay renuncia en el primer caso, puesto que el imperativo de goce -afirma Zizek- conlleva la prohibición del placer, atento a que "todo placer determinado es ya una traición del incondicional, por lo tanto debería estar prohibido".

Fragmento de "Placer y bien: Platón, Aristóteles, Freud", de Silvio MarescaRoberto Magliano Silvia Ons



jueves, 2 de marzo de 2017

Introducción al psicoanálisis del mito (por Dr. Jorge Garzarelli, 2da parte)

"Enki", por Trance de Ánima

"Introducción al psicoanálisis del Mito", por Dr. Jorge Garzarelli (2da parte)


LA GRAN MUERTE Y EL RETORNO

Desde muy antiguo, pudo comprobarse, que se sentía la necesidad de renovar periódicamente al mundo, algunas veces estas renovaciones coincidían con las consagraciones del rey; otras veces consistía en la simbolización de una reiteración de la cosmogonía.

Ideas que en conjunto fueron estructurando a aquellas acariciadas por los estoicos y los neo-pitagóricos que dieron como origen al “eterno retorno”, que en la ciencia psicoanalítica podría ubicarse cercano a la “compulsa a la repetición”.

Retorna algo porque algo se habría perdido. He aquí la idea de fin de mundo que bajo las formas de terribles catástrofes atmosféricas pueblan las leyendas de todos los pueblos antiguos. Un ejemplo de esta idea de fin de mundo, aparece en la universal concepción del gran Diluvio, con el cual habrían desaparecido civilizaciones enteras, salvándose siempre alguien que nuevamente da origen a la humanidad. Siempre a un fin de mundo, le sigue una nueva era.

Esta idea del diluvio universal siempre se encuentra vinculada a pecados por orgullo, faltas en los rituales, cóleras divinas que dan por resultado la muerte de la humanidad. Además de la comprobación histórica del gran diluvio que parece haber azotado a la humanidad, esta presente la idea de “muerte por agua” con toda la simbología inconsciente que ésta representa. Si bien el dato ha sido extraído de un hecho de la realidad, la estructura del relato mítico, se ha tejido en base a las fantasías de sus relatores de origen y posteriores.

Esta idea de fin de mundo, es dable observarla en cuadros clínicos tales como (en forma leve) las neurosis obsesivas, o en psicopatologías mucho más graves. Un ejemplo lo encontramos en los períodos de desestructuración de la personalidad, en lo pre-psicótico.

Otros mitos primitivos no darían cuenta de una posterior recreación del mundo, tal el ejemplo de los “Kai” de Nueva Guinea, entre los que circula la leyenda de que después de creado el mundo y el hombre, Malefung (dios de origen), se retiró al horizonte y allí se durmió. Cada vez que en su sueño se da vuelta, la tierra tiembla. Pero un “día se levantará de su lecho y destruirá el cielo, que se estrellará contra la tierra y pondrá fin a toda vida”. (M. Eliade - 1982)

Otras ideas circulan en otros pueblos. Una muy singular es aquella referida al cansancio de la tierra, que cuenta especial reconocimiento entre las tribus guaraníes de nuestro país. En ella se relata un sueño de los shamanes, que habrían escuchado a la tierra suplicar al dios, que estaba agotada ya de haber devorado tantos cadáveres.

Creo que difícilmente encontraremos expresión más profunda y poética de este gran cansancio cósmico y de su deseo de reposo total, de muerte. He aquí una nítida referencia a la gran pulsión, pulsión de muerte. Es significativo que esta representación de cansancio (no de muerte por su irrepresentabilidad en el inconsciente, sino bajo formas subrogadas), aparezca en sueños de “shamanes”, con su regresión, desaparición temporal de lo consciente y el retiro del interés por la realidad externa. ¿Cuál sería el deseo inconsciente de los soñantes?

Interesante es recordar que la mayoría de los mitos americanos del fin del mundo, implican una teoría cíclica también encontrada entre las religiones orientales tales como la hindú, esta vez vinculada a una inflamación del horizonte y muerte por un gran incendio cósmico. Muerte de la cual todo recomenzará nuevamente. Toda aquella perfección de los comienzos, que también formaba parte del sistema de creencias de hebreos y babilónicos, se habría perdido por la influencia negativa del hombre.

En Grecia se han encontrado dos tradiciones míticas diferentes. Una teoría de los tiempos del mundo, una referida a la perfección de los comienzos y una otra cíclica, descripta por Hesíodo en Los Trabajos y los días. La primera era la Edad de Oro bajo el reinado de Cronos, en la que los hombres no envejecían nunca y poseían una existencia parecida a la de los dioses. La teoría cíclica postulada por Heráclito, es la que tendrá gran influencia sobre la doctrina estoica del eterno retorno.

EN LAS RELIGIONES

A diferencia de las teorías sobre el fin del mundo anteriormente mencionadas, el Judaísmo y el Cristianismo presentan una innovación fundamental, ya que el fin del mundo es para estas doctrinas, único. Lo mismo es para el origen del mundo. Después del fin del mundo, el cosmos será el mismo que al principio, pero purificado, regenerado y restaurado como en los tiempos primordiales. El tiempo es aquí, lineal e irreversible. Lo sagrado triunfará y habrá elegidos. Para el Judaísmo el fin del mundo será anunciado con la venida esperada del Mesías; para el Cristianismo, éste sobrevendrá con la segunda venida.

Muchas son las referencias proféticas que hablan al respecto de esta nueva instauración del Paraíso perdido (Isaías, XXI,6-XXX,19-XXXV,3-XXXV,10).También en la poderosamente poética referencia a esta nueva instauración de los tiempos que es el Apocalipsis de San Juan, se hace referencia (XXI,1/5) al fin del mundo; habrá antes de la segunda venida del Mesías, una época signada por el anti-Cristo; a partir del cual vendrá el verdadero Cristo y purificará por medio del fuego al mundo. Este concepto de la purificación del mundo por medio del fuego, ya lo encontramos en Heráclito, la que luego será retomada por los estoicos. Este fuego destructor lo encontramos también en la Segunda Epístola de San Pedro (III,6/14).

Esta época del anti-Cristo, anterior al “eschatón” (final), estará signada por una total subversión de los valores sociales, morales y religiosos, lo que dará como resultado un retorno al caos original.

"The second trumpet", por Howard David Johnson

Este deseo de conocer los orígenes y el final de la vida en nuestro planeta caracteriza también a algunos aspectos de la cultura occidental a partir del siglo XVIII, acentuándose en el siglo XIX, en los que se han multiplicado las investigaciones en torno a los orígenes del universo, de la vida, de las especies, del hombre, tanto así como el relativo a la sociedad, el lenguaje, las religiones.

Se observa en este deseo de conocer nuestros orígenes, un inevitable “regreso hacia atrás”, retorno hacia el pasado que ya poseían nuestros antecesores. Este retorno hacia atrás se ha podido observar en muchas culturas de origen extra-europeo, pudiendo encontrársele diferentes significados: “regresus ad uterum”, como rito de iniciación de adolescentes, ya por ingreso del iniciado a una choza (simbolizando el útero), ya por la devoración de algún monstruo, o bien por penetración en algún lugar consagrado, identificado con el útero de la gran madre tierra. Recordaremos aquí una de las posibles muertes de Edipo, aquella que es narrada como la apertura de una gran grieta de tierra que llevó a este otro héroe tan caro a la mitología como al psicoanálisis.

Estos ritos relativos a lo iniciático, está también referido a héroes, shamanes, hechiceros que aseguran haber regresado en carne y hueso a ese lugar sagrado y no en la forma simbólica que lo realizan para con los otros miembros de la colectividad.

Muchos son los mitos que destacan al héroe devorado por algún monstruo, éste generalmente marino (Jonás y su ballena) y su posterior salida victoriosa o bien el peligroso descenso a grutas y/o hendiduras en la tierra asociadas a la boca o al útero de la madre tierra. Temas éstos que fueron claramente interpretados por los seguidores del Psicoanálisis.

En el análisis que realiza Eliade de aquellos ritos de iniciación, hace una importante advertencia respecto de los mitos que los sustentan:

Por esta razón el inconciente presenta la estructura de una mitología privada. Se puede ir aún más lejos y afirmar no solo que el inconciente es mitológico, sino también que algunos de sus contenidos están cargados de valores cósmicos, dicho de otro modo: que reflejan las modalidades, los procesos y los destinos de la vida y de la materia viva. Se puede decir incluso que el único contacto real del hombre moderno con la sacralidad cósmica se efectúa por el inconciente, ya se trata de sus sueños y de su vida imaginativa, ya de las creaciones que surgen del inconciente, (poesía, juegos, etc. etc.)

Aseveración ésta que nos acerca desde diferentes perspectivas al pensamiento psicoanalítico general.

No solo los elementos de la naturaleza pueden cansarse tal como refieren ciertos mitos, sino hasta la misma divinidad puede llegar a estarlo. Leemos en la mitología babilónica que Marduk ordena a Ea que cree al hombre, el que tendrá por tarea servir a los dioses para que éstos puedan descansar. Como recompensa los dioses construirán la ciudad de Babilonia (palabra que literalmente significa “puertas del cielo”)

Muchas serán las religiones que “aparecerán” después de la “desaparición” de los dioses. El pensamiento de Buber y de Nietzsche habría tenido también su prehistoria en aquellos dioses ociosos o muertos; algunos de éstos matados por el hombre, vacío que es inmediatamente ocupado por otras figuras religiosas. Esta divinidad asesinada en aquellos tiempos, sobrevive en los ritos mediante los cuales se reactualiza, ya que esta divinidad asesinada no se olvida jamás.

He aquí una notable representación metafórica de la muerte de aquel padre ideal que anteriormente hemos mencionado.

Metáforas que cruzarán el horizonte y el mediterráneo del gran país del lenguaje, ya que en última instancia todo el mundo nos será revelado a través del mismo. De aquí la propuesta de entender al mito como un habla que “dice” de lo que no podemos constatar como origen, pero sí como re-actualización.

El hombre, en un mundo de tal naturaleza no se sentirá encasillado a un único modo de existir, sino abierto, comunicándose con aquél y consigo mismo, utilizando un lenguaje que por su simbolización permite la recreación de lo ya totalmente perdido.

De la búsqueda de ese objeto primordial tratarán todos los mitos. Objeto que funda el deseo; el que será satisfecho temporalmente siempre con substitutos que refieren al primero por causa de su falta en el cuerpo. Un cuerpo humano que puede simbolizar. De este modo en las culturas “primitivas” y aún en las muy complejas, el hombre intuirá que sus soplos son vientos, sus huesos, montañas, que su ombligo es el centro de su mundo... Cuerpo que aparece como el primer articulador simbólico.

Un cuerpo que habla a su manera.

Un mito que también habla a su manera.

TIEMPO Y ESPACIO

Así como los relatos míticos hacen referencia al tiempo, tiempo siempre del origen, también tendrán su lugar y del mismo modo que ese tiempo lo era en tanto cualitativamente diferente al habitual, el espacio del mito si manifestará en tanto hierofánico, sagrado, separado del mundo, de lo profano. Será definitivamente otro espacio.

Los objetos de este espacio, cualesquieran sean éstos, la piedra, el árbol, no serán adorados en cuanto tales, sino precisamente por ser “objetos hierofánicos”. No son piedras ni son árboles, sino que son aquello que se define como lo totalmente otro, lo “ganz andere” (efectivamente otro). Por este motivo, por esta simultaneidad de lo que es y no es al mismo tiempo, o mejor dicho, sin dejar de ser lo otro, es que se ha querido encontrar en las hierofanías algo paradójico.

Mircea Eliade

¿Acaso el inconsciente reconoce paradojas?

Esta piedra, este árbol, no dejan de ser lo que son, no se distinguen en nada de los otros de su misma especie y género excepto para aquel que ha pasado su vida en contacto profundo con estos objetos consagrados. De ahí que, sus acciones habituales, su sexualidad y su alimentación, no sean meros hechos fisiológicos, sino una forma simultánea de comunicación con los misterios de su mundo, que solamente él conoce.

Este espacio en el que vive el hombre “primitivo” no es un espacio homogéneo; presenta fracturas, escisiones, con lo que se logra inferir dos formas posibles de espacio; uno, el sacralizado, y el otro, una extensión de tierra sin forma definida que rodea al sacro; no obstante, los dos se complementan.

Este punto de fractura, de ruptura, operada entre ambos espacios, permitirá la constitución del mundo, ya que en dicha fractura se descubrirá un eje central, un punto fijo; un centro al que el hombre religioso se ha visto obligado a establecer, ya que para vivir en su mundo, previamente habrá que fundarlo.

Este centro, equivaldrá a una nueva fundación del mundo o bien a una nueva creación.

A diferencia del hombre religioso, el profano estará ajeno a esta partición del espacio. Para él todo será homogéneo; no obstante recurrir a otros ejes marcados por las instituciones a las que él se haya adherido, las que sin embargo se regirán subrepticiamente por fórmulas deformadas de las antiguas religiones que de este modo, subsisten en su interior.

Este punto fijo y central, que sacralizará el lugar alrededor del cual se haya instalado, permite inicialmente convertir el espacio caótico en un lugar cósmico, ordenado.

En nuestras propias ciudades, ese punto de pase de un espacio a otro aparece sensiblemente marcado en los atrios de los templos, vehículos simbólicos que han consagrado el acceso a lo divino. El templo mismo, todo, funciona como abertura hacia lo alto.

El sueño de Jacob en Jarán en el que consagra a la piedra y al lugar llamándolo “Bethel” (Casa de Dios), es un ejemplo de lugar hierofánico. (Cfr. Génesis 23, 12 y 19).

Todos estos lugares son periódicamente consagrados sobre todo cuando sobre ellos ha caído alguna suerte de profanación. Estos rituales, como los de origen de ese espacio, habrían sido una reproducción de la obra realizada “ab origine”, por los dioses.

Este eje, “axis mundi”, provoca el continuo rito de recreación, sirviendo de sostén a la “altura” donde moran las divinidades. Por eso cuando un hombre de la antigüedad revela estar en el centro del mundo, señala las significaciones de este espacio hacia arriba del que él en ese momento participa en forma total. Hacia abajo del “axis mundi” estarán los infiernos, el mundo de los que han muerto y en el medio del mismo, el suelo habitado por los hombres, la tierra.

¿Acaso habría mucha diferencia entre esta construcción espacial y la postulada por el Psicoanálisis como estructura psíquica?

Estos centros del mundo, se expresarán por medio de árboles, pilares, columnas, así también como montañas determinadas de las que múltiples culturas nos hablan, el Walhalla, el Olimpo, el Sinaí, el Ararat y otros de no menor importancia en la geografía del mundo.

Este centro de la tierra recibe además otro nombre: “ombligo de la tierra”, el lugar de donde y a partir del cual, el mundo fue creado.

Lugares en donde, además, se habrían escuchado las voces de los dioses por primera vez. Lugar de lo “Real”.

EL MITO EN LA HISTORIA

Como hemos señalado anteriormente, diferentes fueron las viscisitudes que a lo largo de la historia del conocimiento humano, siguió el mito.

Para Platón, en los relatos míticos se encontraría una verdad singular, válida, de la que no se puede dudar; relatos que desarrolaríanse entre un aquí y un más allá, entre la esfera de lo divino y la esfera de lo humano.

Del mito, se hablará siempre teniendo en cuenta la estructura simbólica que los mismos presenten, de tal modo que encontraremos en el relato de “El Banquete”, que Diótima hace respecto de Eros (nacido de ese abrazo entre Poros, el recurso y Penia, la pobreza), esa personificación de lo abstracto. Esta vez bajo la forma de la alegoría. La verdadera historia mítica, según el concepto de Platón, no hablará solamente de algo indudablemente real, aún cuando ésto se puede seguir mostrando inalcanzable para la aprehensión intelectual.

Cuando discurre Aristófanes, el primero en abrir la dimensión de lo mítico en “El Banquete”, ya que para poder decir lo que en el fondo significará Eros, será necesario saber de qué se trata al decir naturaleza humana, y sobre todo saber qué ocurre con todo lo pasional y los orígenes del hombre, su discurso evocará a lo mítico con esos seres perfectos y rotundos con formas de esfera que para la concepción antigua era la más perfecta de todas las formas conocidas; seres éstos que por orgullo habían sido castigados por los dioses, perdiendo su condición de perfectos. He aquí el hombre dividido y privado de sus formas originales, siendo así cortados en dos mitades “como se corta un huevo con una crin de caballo”.

Aristófanes continúa asegurando que la pérdida de esta forma original no sólo habría afectado a aquellos hombres culpables, sino también a todos los hombres. De tal modo que se trató de una culpa original y hereditaria. El que heredará este castigo es el hombre histórico.

De este modo, expresándose por boca de otros personajes, los de su propio relato, refleja su creencia y convencimiento que el Cosmos y todos los seres han surgido de una acción divina.

"El banquete de Platón" (detalle), por Anselmo Feuerbach (1871)

En la Antigüedad y en la Edad Media, se prestó una atención particular al contenido de los mitos quedando relegado el tema de su realidad y por consiguiente de lo verdadero de los mismos.

Será en el Renacimiento que se abrirá paso a tal problema. A poco, el mito que había caído en cierto descrédito, sobre todo con la persona de Voltaire y la Ilustración en el siglo XVIII, pasó a ser considerado como una verdad histórica desde el momento en que relataban un hecho de tal naturaleza.

Dos autores modernos, Vico y Schelling, volverán a asignar al mito su real importancia. El primero de ellos fundamentará epistemológicamente al mito como una verdad histórica, vinculándolo al modo de pensamiento poético. Será éste también un punto a desarrollar en el presente trabajo. Schelling por su parte estimará a la mitología como una forma de pensamiento en la que aparece revelado lo divino. El Absoluto. Actualmente, tal como veremos en desarrollos posteriores, será considerado el mito como un elemento de singular importancia que nos ilustra sobre la historia de la humanidad. Para Cassirer, el mito será un modo de ser o una forma de la conciencia. La conciencia mítica, la que siendo una forma de la conciencia humana, al estudiar aquella enlazada a los mitos, se esclarece la estructura de esta última.

Piepper nos cita que:

Todos los seres mortales, todo cuanto crece sobre la tierra, desde una semilla o raíz, incluso todas las cosas inanimadas, armoniosas o no armoniosas, que se forman sobre la tierra, todo ello ha surgido por la fuerza demiúrgica de Dios y ha brotado por arte divino” (Sofista, 265 c.2). Son sin excepción obras de producción divina (Op. cit. 266 c.5). Sabemos que nosotros mismos y los demás seres vivientes y todo cuanto ha sido hecho y está formado por fuego, agua y demás, somos productos de Dios (Op. cit. 266 c.4).

El Timeo relata que “existe un hacedor y padre de todo esto” (Timeo 28, c.3/4 - “fundador y ordenador” (Idem 29, c.1) “padre generador” (Idem 37, c.7).

Además el Cosmos, tiene necesariamente la naturaleza ontológica del “eikon” (de la imagen de algo) - (Timeo 29, b.1-2), de algo que permanece igual a sí mismo (Id. 28 a, 6-7) y que es eterno (Id. 29, a, 2-3)”

Este autor, es el que nos señala que el origen de los mitos es el alma. Mitos que son narrados en un lenguaje humano, pronunciado por el hombre para dar cuenta de todas las cosas relativas a lo divino. Encontrando en la Teodicea de Platón esta singular afirmación: “El alma se representa a un reino del más allá, con ordenaciones judiciales y con leyes eternas”, y sabiendo que el origen de cualquier mito aparece escondido bajo la figura del anonimato, si los antiguos hubieran sabido del inconciente, existe la posibilidad de que lo hubieran nombrado desde tal lugar. “En cualquier caso los antiguos, no son los creadores del mito. Ellos no aportan nada propio, sino que transmiten el mensaje recibido. Éste, a su vez es un “don de los dioses a los hombres” (theon eis anthropous dosis) - (Platón, Filebo 16 c,5-6)”

Para Piepper el mito será una “historia divina” (...) La divinidad sería el único objeto del mito, (...), siendo la palabra “mythos”, palabra, discurso, comunicación, proverbio, palabra pensada y no pronunciada en el sentido de plan o proyecto. En sentido más restringido, será historia, relato, saga, fábula (...)” (J. Piepper - 1978)

Como hemos señalado con anterioridad, el mito fue estudiado e interpretado desde diferentes perspectivas, así hace más de un siglo, Schiller sugería leer lo mítico en su sentido literal, sin tratar de sobreentender nada más. Gusdorf retomará este concepto como punto de partida para señalar al mito como una forma particular de “ser en el mundo”, característica del hombre “primitivo” para quien, según este autor, habría un solo tipo de realidad, la mítica, la que sería además de única, verdadera. Toda la realidad habría sido internalizada desde ese tipo de pensar, de sentir y de actuar. Al romperse la horizontalidad y la igualdad de la prenaturaleza humana, con el acto de nacimiento de éste, el mito se colocaría en el lugar de esa ruptura, con lo que indicaría una y otra vez su reintegración, asegurando de este modo, la continuidad de la vida y al mismo tiempo el conjuro de esa angustia fundamental que origina el destino mortal del hombre.

El mito para esta línea de pensamiento sería una forma de ser en el mundo que al mismo tiempo conduce a aprehender los seres y las cosas sin condicionamiento previo, sin categorizaciones anteriores.

EL MITO COMO ESTRUCTURA

Al entrar en el estudio que Levi-Strauss realiza de los mitos encontraremos las siguientes referencias:

“(...), algunos pretenden que cada sociedad exprese en sus mitos sentimientos fundamentales tales como el amor, el odio o la venganza, comunes a la humanidad entera. Para otro los mitos, constituyen tentativas de explicación de fenómenos difícilmente comprensibles (...), la mitología es a veces considerada un reflejo de la estructura social y de las relaciones sociales. Y si la observación contradice la hipótesis, se insinuará al punto que el objeto propio de los mitos, es el de ofrecer una derivación a sentimientos reales pero reprimidos”.

Interesante es esta reflexión en el pensamiento de Levi-Strauss, la que de hecho hace referencia al concepto de inconciente a partir de significantes tales como, sentimientos, derivación, “real” y represión, aún cuando este concepto varíe respecto del propuesto y desarrollado por Freud.

Prosigue Levi-Strauss diciendo: “Reconozcamos más bien que el estudio de los mitos nos conduce a comprobaciones contradictorias. En un mito todo puede suceder, parecería que la sucesión de los acontecimientos no está subordinada a ninguna regla lógica o de continuidad (...) Y sin embargo, estos mitos, en apariencia arbitrarios, se reproducen con los mismos caracteres y asumiendo con los mismos detalles en diversas regiones del mundo. De donde surge el problema: si el contenido del mito es enteramente contingente ¿cómo puede comprenderse que de un extremo a otro de la tierra los mitos se parezcan tanto?” . (L. Strauss - 1980)

Claude Levi Strauss

Obvio será que el tomar conciencia de esta antinomia fundamental que aparece insertada en la misma naturaleza mítica, contradicción que encontraremos aún hasta en los relatos míticos más elaborados, se nos hará claro que el mito esta inmerso en el lenguaje y que aún va mucho más allá de éste. Aquellos mitos que hablan de “antes de que el mundo fuera creado”, “in illo témpore”, “hace mucho tiempo”, etc. etc., de esos acontecimientos primordiales, aparecen contínuamente en nuestro habla habitual formando una estructura permanente que se refiere no sólo al pasado, sino también al presente y se dirigen hacia el futuro.

Al utilizar el lenguaje, el mito hace uso de él con un otro nivel de abstracción, más elevado que el común.

Para la línea de trabajo propuesta por el estructuralismo, los mitos tendrán sentido, dependiendo éste de la forma en que los elementos que la constituyen aparezcan combinados. El mito además utilizará nuestro lenguaje pero, abriéndolo hacia otra dimensión, la que por otra parte le es específica.

El mito, estará así entonces formado por “mitemas”, unidades constitutivas que de hecho implican la presencia de aquellas otras que intervienen en la estructura del habla. Estos mitemas también estarán interrelacionados adquiriendo una función significante. De este modo se pueden componer grupos de mitemas que aparecen con un cierto orden de repetición en todo relato mítico como aquel que hace Levi-Strauss en la familia de los Lábdacos:

1 - Cadmo busca a su hermana Europa, raptada por Zeus.

Edipo se casa con Yocasta, su madre.

Antígona entierra a Polínices, su hermano, violando la prohibición de su tío Creonte, entonces rey de Tebas.

2 - Los espartanos se exterminan mutuamente.

Edipo mata a su padre, Layo, rey de Tebas.

Etéocles mata a su hermano Polínices (y viceversa).

3 - Cadmo mata al dragón.

Edipo vence a la Esfinge. Esta se elimina.

4 - Labdaco, padre de Layo (¿cojo?)

Layo, padre de Edipo (¿torcido?)

Edipo, (¿pie hinchado?)

Independiente del análisis que pueda realizarse desde otros puntos de vista, se puede leer en el cuadro anterior, aquellos temas que en lo mítico se reitera constantemente: parricidio, fraticidio, incesto, monstruosidad. Es decir, Deseo, Ley y Muerte.

Por medio del análisis estructural de los mitos, se puede llegar a ordenar todas las variantes conocidas del mismo en una determinada cantidad de series, en las que mediante ciertas operaciones lógicas, puede llegar a darse cuenta de la estructura básica del pensamiento que organizó tal relato mitológico.

EL PSICOANALISIS

El intento de realizar una lectura del mito por intermedio del Psicoanálisis, fue posible gracias a que este método de investigación sostiene en su interior un constante principio de inquietud que le permite realizar sucesivas reformulaciones de todos aquellos temas que ya parecerían haber estado fuera de toda discusión posible.

Si entre otras tareas, el Psicoanálisis haría que lo inconciente se manifieste, hable, tratando de descentrar a ese texto cerrado (texto como tejido, urdimbre), que se defiende y sostiene sus contenidos en los modos que observamos en todos los análisis, siempre en una región de suspenso, ¿por qué no preguntarle a esta ciencia sobre aquello vinculado al origen de una producción humana tan significativa y profunda como el mito?

Porque la mayoría de los mitos, encierran temas tan fundamentales como el Deseo, la Ley y la Muerte que también aparecen en la trayectoria que el Psicoanálisis, como ciencia conjetural, descubre en sus investigaciones, ya efectuadas desde y en el hombre mismo como paciente, ya en sus desarrollos sobre las producciones de éste.

¿Acaso el Psicoanálisis no “fuerza” a una ley, la del lenguaje, ese lenguaje de un Otro (al decir lacaniano), para recobrar lo que esta ley mantiene entrerrejado? ¿Acaso el desciframiento de los sueños, no es también una desmitologización de esas leyendas magníficas o terribles en las que somos uno y todos esos personajes disfrazados del lo que nuestro deseo, impone?

¿Estos recorridos por el Deseo, la Ley (siempre del Padre), y la Muerte, acaso no nos permitirían acceder a ese otro saber que el acontecimiento mítico contiene celosamente y en los cuales, el hombre revela que son algo más que meras preocupaciones cotidianas?

El mito de algún modo, intentaría atrapar algo de un saber que siempre se le escapa, de ahí que la lectura psicoanalítica nos acercaría a ese efecto producido por la huella que permanece atrapada en todos los textos mitológicos. Huella en la que se descubre la imagen del hombre y su relación con esa otra imagen inefable que representan a la divinidad y su sociedad. Como incluiría el Psicoanálisis al hombre que conoce, sino haciéndose como “Al hombre con esta muerte que trabaja en su sufrimiento; este Deseo que ha perdido su objeto y este lenguaje por el cual y a través del cual se articula silenciosamente su Ley” (M. Foucault - 1984)

El acercamiento a las fuentes psicoanalíticas del mito nos permitirá además reconocer en él a las grandes pasiones del alma, las que incluídas en los relatos míticos, dirían en su particular estilo, de aquellas percepciones primeras de la humanidad, a las que se añadieron con posterioridad, tal como en los sueños, otras fantasías que de hecho los han enriquecido (aún a pesar de cierta deformación), pero que no han hecho desaparecer los mitemas originales.

Si éstos se nos presentan tan extraños, permaneciendo como un “ombligo del sueño”, tan cerrados para su adentro como lo fueron en un tiempo los jeroglíficos, es posible que sea por esa pertenencia que desde su origen marca el sello de lo “Real”. Sello que estaría impreso también en los relatos míticos a aquellos que se refiere en “Poeta y Fantasía” cuando señala que “(...) es muy probable que correspondan a residuos deformados de fantasías optativas de naciones enteras (...)” (S. Freud - 1948)

De este vínculo entre sueño, fantasía y mito volveremos ciertamente más adelante.

¿Acaso, no podrá ser el mito un relato que al mismo tiempo que condense “esencialidades”, al nombrarlas, nos indique el camino para acceder a un origen encerrado en la Palabra?

Jorge Garzarelli es doctor en Psicología por la Universidad del Salvador. Profesor Titular de la Cátedra de "Psicología de la Religión" en dicha casa de estudios. Desarrolla múltiples actividades académicas, además de ejercer como analista en la práctica privada. Su tesis doctoral, de la cual el texto reproducido forma parte, se titula: "El mito: acerca de su producción en el inconsciente" (1987). Es autor, además, de los libros "Psicosociología del Turismo" y "Psicología del Deporte".