sábado, 2 de julio de 2016

El juego simbólico y el hecho artístico (por Miguel Capó)

Nota del autor del blog: Me da mucha alegría presentar este escrito de un querido amigo y colega, con quien compartimos lindas charlas, de amistad sincera. Cada encuentro con Miguel, sin importar la frecuencia de nuestros intercambios, es rico y siempre planta semillas para nuevas ideas e inspiraciones. Miguel es licenciado en Psicología (USAL), psicoterapeuta con orientación cognitivo conductual, y músico. Los dejo con su escrito, pleno en reflexiones, las que enlazadas a experiencias vividas e intuiciones propias, van construyendo sentido a medida que se desenvuelven, como en el juego de los niños. Gracias, Miguel!



La palabra arte proviene de un antiguo vocablo de origen pre-helénico “artao”, que podría llegar a significar “aquello que debe ser juntado, unido” o bien “algo que une”. De este modo originalmente Arte sería todo aquello que tiende a unificar, a unir partes separadas. En este sentido la palabra Arte está profundamente ligada al “Símbolo”, ya que éste en su etimología también estaría vinculado a vincular, “ligar partes separadas”, pero con un amplio y profundo sentido, el sentido de Amistad.


Resulta ser que mi madre se puso a ordenar su baulera. Encontró una caja con algunos de mis viejos juguetes. Aquellos que usaba hace unos 25 o 30 años. Hoy a mis 37 años volví a tener contacto con ellos. Recibí la caja y la dejé en un estante. Hasta que la vieron mis hijas.

Me había dispuesto a tocar la guitarra un rato. Era una arreglo para una zamba del Cuchi Leguizamón que quería aprender. Una vez más, ante la insistencia de las tres pequeñas, no tuve más remedio que dejar la guitarra a un lado, abrir la caja y tomar contacto con todo ese pasado nostálgico. Un cúmulo de recuerdos, momentos, imágenes, sensaciones, colores mentales, pensamientos y emociones. Todo eso despertó la apertura de la caja. ¿Qué había en la caja? Más allá de un viejo tren a pilas y un tocadiscos que ya no funcionaba se encontraban mis viejos Legos. Si, esos juguetitos de encastre que me invitaron a un sinfín de aventuras. Era un Lego de los años 80. Una central espacial. Eran un montón de bloques y bloquecitos de distintos colores y formas que disgregados y desarmados no eran nada. Para la mirada electrónica, hiperconectada y "touch" de mis hijas eso no era otra cosa que un montón de pedacitos de plástico sin sentido.

- ¿Qué es esto papá?

- Son legos

- ¿Y cómo se juega?

- Hay que inventar y unirlos para hacer lo que inventamos, o unirlos y ver qué es lo que estamos inventando.

Así es, con los legos hay que unir e inventar. Usar las instrucciones y crear lo que el juego nos propone juntando sus piezas. O romper moldes. Crear sin instrucciones. Usar la mente y seguir las instrucciones de nuestra imaginación. Y después encastrar, armar, trabajar para que lo diseñado mentalmente aparezca. O al revés. Encastrar y ver que aparece. O las dos cosas a la vez. O todo a la vez.

Y después jugar. Crear mundos que después serán el escenario de la elaboración mental. Del trabajo de los niños. De canalizar situaciones y emociones pasadas o ensayar y experimentar roles, alternativas de conducta a situaciones futuras. Puro juego simbólico, puro juego de roles. Juego social. Trabajo social. Todo dándose en un mismo momento. 




Me junté con Juan Manuel luego de varios años de no vernos. Fuimos compañeros durante toda la carrera y entablamos una linda amistad durante esos años. Durante el reencuentro me contó de su blog sobre psicología del arte, religión y simbolismo y me propuso que escribiera algo ya que él recordaba mi gusto y dedicación por la música. Esto fue un jueves. La idea me quedó rondando en la cabeza ¿Qué podría aportar?

El sábado se dio la escena con los Legos. Mis hijas se pusieron a jugar. Primero yo quise seguir las instrucciones. En internet está todo, no fue difícil encontrarlas. Mis pretensiones no duraron mucho. Al cabo de un rato princesas y muñecas se integraban a la central espacial como si nada. Había algo nuevo. Mis instrucciones ya no tenían ningún sentido. Había algo ahí desplegado que ya no tenía nada que ver conmigo. Los Legos eran una excusa. Un soporte. Una estructura necesaria para el despliegue de la creatividad y del trabajo propio de los chicos: Jugar.

De repente me sentí ante un momento importante, trascendente. Ya había ocurrido otras veces pero yo, como siempre, no le había prestado la debida atención. No había “estado ahí” para observarlo. Me pareció que el tiempo se desvanecía para ellas. No existía nada más que el mundo que estaban creando y en el que de repente estaban inmersas. Juntas. Había unión entre ellas y cada una de ellas con sí misma. Ahí, en la fantástica aventura que estaban emprendiendo el hombre de la central espacial, blanca nieves y un souvenir de alguna cajita feliz se estaba desplegando lo más maravilloso del hombre: su capacidad creativa. Todas juntas, todo junto.

Entonces yo, que ya había estado leyendo Psymbállein, me pregunté: ¿Acaso no hay similitudes entre las instrucciones para armar la central espacial y un pentagrama que intenta transmitir una obra musical? ¿Acaso nos son las piezas que se nos proponen para la creación del juego un símil de la estructura tonal que soporta a nuestra música occidental? ¿Acaso no es esto arte?¿Acaso no se está dando en este momento de juego un estado de unión psicosocioemocional casi inabarcable? ¿Será acaso el juego simbólico de los niños el antecedente del hecho artístico? ¿O Será que pintar, escribir, hace música o cualquier tipo de arte nos permite volver a conectarnos con lo que tenemos de niños? ¿Será que el arte es un lugar donde encontramos esta unión con nosotros mismos, con nuestro pasado, presente y futuro?

¿O será todo a la vez?

Fui una reflexión que me movilizó. Fue un instante.

Todos fuimos artistas.

Todos somos artistas.

Lic. Miguel Oreste Capó

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