viernes, 16 de febrero de 2024

Serie Meditaciones #12. Figuras del tiempo. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #12

Quisiera detenerme en dos expresiones relacionadas con el tiempo. La primera es francesa, l'air du temps (EL AIRE DE LOS TIEMPOS), y la segunda alemana, zeitgeist (EL ESPÍRITU DEL TIEMPO). Ambas tienen connotaciones distintas.

"EL AIRE DE LOS TIEMPOS", sugiere una sensibilidad más ligera y efímera, capturando la esencia momentánea de la sociedad, típica de la posmodernidad. Es el aire que respiramos, lleno de matices y tendencias que dan forma a la atmósfera cultural y social de un momento específico. "EL AIRE DE LOS TIEMPOS" refleja la fluidez de la vida contemporánea, la sucesión rápida de modas, opiniones y eventos que vemos pasar. Es como capturar la fragancia de un instante, apenas un destello

Por otro lado, zeitgeist, EL ESPÍRITU DEL TIEMPO, nos sumerge en una contemplación más profunda y duradera. Esta expresión alemana sugiere una fuerza arraigada, una esencia que impregna la totalidad de una época. Es el alma colectiva que da forma a la filosofía, el arte, la política y las creencias de una determinada etapa. Acá se trascienden las modas pasajeras para revelar patrones más amplios y perdurables. No es solo el aire que sentimos en un momento dado, sino la huella indeleble que deja cada época en la historia, una marca que define su carácter y legado.

Para algunos, EL AIRE DE LOS TIEMPOS y EL ESPÍRITU DEL TIEMPO se entrelazan de manera complementaria. La ligereza del aire refleja y, a su vez, resalta la profundidad del espíritu. Mientras respiramos EL AIRE DE LOS TIEMPOS, capturamos no solo los matices efímeros, sino también la esencia duradera que se ha filtrado a través de los años.  Sin embargo, otros consideran que estas dos expresiones nos indican dos maneras muy distintas de percibir y relacionarnos con la realidad. La fragilidad y la solidez, el aire y la tierra, el cambio y la permanencia. 

Pero en este recorrido por figuras que encapsulan ciertas lecturas sobre el tiempo, asoma una tercera expresión, de origen bíblico: los "SIGNOS DE LOS TIEMPOS" (Mateo 24), la cual nos invita a reconocer los mensajes y lecciones que la historia, a cada paso, nos presenta. En estos signos, encontramos no solo la fugacidad y la profundidad, sino especialmente la revelación de un propósito mayor que conduce los destinos individuales y colectivos. Los "SIGNOS DE LOS TIEMPOS" son guías que nos impulsan a interpretar y comprender más allá de las apariencias, sumergiéndonos en un entendimiento más profundo de la realidad. Mientras que "EL AIRE DE LOS TIEMPOS" captura la inmediatez y la diversidad de los eventos cotidianos, y "EL ESPÍRITU DEL TIEMPO" busca el basamento más profundo de una etapa, los "SIGNOS DE LOS TIEMPOS" representan señales que son significativas en el marco de una historia más amplia, sagrada, marcando retos, interrogantes o llamados a la acción.

Estos signos se interpretan de manera diversa según las perspectivas culturales, filosóficas o religiosas que tengamos. De allí que puedan reconocerse indicadores tanto de transformaciones sociales, políticas o espirituales. Lo que resulta indudable es que la capacidad de reconocer los "SIGNOS DE LOS TIEMPOS" supone un discernimiento que va más allá de la superficialidad del AIRE DE LOS TIEMPOS y, que al mismo tiempo, apunta a una trascendencia no implícita necesariamente en el zeitgeist. En conjunto, estas expresiones reflejan la complejidad y la diversidad de cómo entendemos y nos relacionamos con el tiempo y con la historia.

En esta trinidad de perspectivas vemos la posibilidad de apreciar las capas multifacéticas del tiempo y de extraer sabiduría tanto de sus susurros fugaces como de sus ecos eternos. Así como también de sus desafíos presentes. 

JMOB.


viernes, 9 de febrero de 2024

Pequeño elogio a la tierra


La tierra, más que un simple suelo material, es el crisol donde se forja la identidad, una matriz de significados que se entrelazan con la historia y la cultura. En este arraigo, encontramos una clave de la comprensión del Justicialismo, una doctrina que, en su esencia, abraza la tierra como el fundamento de la comunidad. 

Para Heidegger, la tierra no es solo un espacio geográfico; es el espacio donde se despliega la existencia auténtica. Es el lugar donde las personas, al enraizarse, encuentran significado y pertenencia. Esta mirada, impregnada de poesía existencial, se conecta de manera intrigante con la esencia del Justicialismo, que también encuentra en la tierra el fundamento de la identidad nacional y social. En este cuadro, la tierra natal no es solo un escenario, sino un actor vital en la epopeya de la vida.

La tierra no es solo un lugar físico, sino un símbolo cargado de significados. Es el terruño que nutre las raíces de la comunidad, un testimonio de luchas compartidas y sueños colectivos. Es  la matriz de la autenticidad. Lugar donde las historias individuales se entrelazan para formar una narrativa colectiva. Escenario sagrado donde se despliega la danza de la vida, una danza que fusiona lo individual con lo comunitario, lo pasado con lo presente, lo trascendente con lo humano.

Bendita sea nuestra tierra.

JMOB.