sábado, 27 de agosto de 2016

Y el Arcano Imposible (por Ana Silvia Karacic)

"El misterio del lago", de Tom Shropshire


Y el Arcano imposible

El viento sopla donde quiere, y
Oyes su voz; mas no sabes de dónde 
viene ni adónde va. Así es todo el que
ha nacido del Espíritu” (Jn, 3, 8)

De los cientos de enigmas que te rodean, de los misterios y arcanos que te envuelven sin dejarte respirar, hay uno que te persigue desde la eternidad. Escrito está tu nombre en el libro de la vida y en el de la muerte al mismo tiempo. Lo supiste luego de muchos años de encierro y lectura inútil, de búsquedas infructuosas en anaqueles polvorientos y de insomnios aterradores.

Sencillo es ahora comprender la ambigüedad de tu existencia, tu estar y no estar, tu ser y no ser. El alma sabe esas cosas, el cuerpo las sufre sin comprender.

Y hurgaste en lugares prohibidos en pos de las líneas que te revelaran el misterio de tu vida y visiones. Recorriste ciudades en ese medioevo tardío que no entendieron tus razones ni tu ensueño. Ni los más doctos pudieron darte lo que buscabas. La respuesta está en el agua, dijo alguien.

Supiste que un Árbol crecía en medio de las estepas de Asia, y que sus hojas llevaban impreso el nombre de los Vivientes, y lo buscaste sin resultado para encontrar, en sus hojas, aquella que llevara tu nombre. Te hablaron del Gof y de los pájaros-alma que moran en él, y lo buscaste en tus visiones para saber, si alguna vez, el aleteo de un ave cesó para posarse en un niño con tu nombre. Nunca lo encontraste.

Un cabalista te habló del Ámbito de la Transformación en el reino inefable de lo Trascendente, te habló de Elías y de Enoch y de sus susurros sabios a la humanidad dormida. Aguzaste el oído, pero nada escuchaste.

Un monje que sería quemado en la hoguera, te habló de los infinitos mundos y de lo divino que moraba como carne en el universo todo. Intentaste seguirlo y viste sus libros quemarse junto con su cuerpo, y tus pasos te llevaron lejos.

En la disparidad del tiempo, y trascendiéndola, buscaste al Metatrón de John Dee, y viste su verde esmeralda aparecer frente a ti. Sentiste el miedo corroer tus huesos ante la ambigüedad del Ángel, quisiste iniciar ese camino también, pero la sed no saciabas.

Recorriste jardines laberínticos en la Italia renacentista, y contemplaste estatuas que parecían surgir como paridas de la tierra. Entendiste su significado, pero no fue suficiente.

Te hundiste en el simbolismo mandálico de las catedrales, y buscaste hasta el cansancio las antiguas creencias que dieron forma a la oscuridad de sus cúpulas, y a la luz refractada en sus vitrales. Los viejos misterios volvieron a aparecer, los textos ocultos, los secretos de siglos, los símbolos inalcanzables...

La búsqueda... para quien sabe verla, es en sí misma un arcano y un sino del que no se escapa. Uno que nunca podrá ser revelado porque su esencia es el secreto y el misterio, porque su meta no tiene fin y su principio no ha nacido.

Buscas, y no sabes lo que buscas, el arcano imposible, inalcanzable. Está en tu ser, es tu esencia y tu destino, pero escapa de ti la comprensión de su oculta presencia en la médula de tus huesos.

Y así seguirás, hasta que la hoja que lleva tu nombre caiga del Árbol en un atardecer cercano, y sea barrida, como tantas... por el viento de la estepa.

A.S.K.Enero 2008

Ana Silvia Karacic es orientalista, pintora y escritora. Especialista en mitología y religiones, ejerce como profesora titular, entre otras, de la Cátedra de Religiones Comparadas en la Universidad del Salvador. Ha publicado los libros: "El pueblo de la Bruma. El ciclo mitológico irlandés" y "Las religiones de Japón", ambos textos de tenor académico.

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