Nota del autor del Blog: compartimos la tercera y última parte del escrito del Dr. Néstor E. Costa a propósito de la visión junguiana de la religión.
Un acercamiento a la religiosidad de Oriente y su relación con la religiosidad en Occidente.
Hasta ahora, hemos desarrollado brevemente algunas de las ideas de Jung en lo que hace al punto de vista psicológico de la religiosidad en Occidente. Siguiendo esta línea metodológica, también haremos un acotado acercamiento pero en lo que hace a Oriente. La enorme formación de Jung le permitió comprender a través de años de estudios - mérito no menor - que las representaciones originarias son patrimonio común de las distintas religiones, tanto de Oriente como de Occidente, viniendo a constituir la una y la otra los contenidos arquetípicos del alma humana.
Pero cabe hacer una distinción fundamental. Así como para Occidente podemos hablar de una psicología de la religiosidad, es factible que traspolado este concepto a Oriente no sea de la misma aplicación. Por ejemplo: hoy día se suele utilizar casi como sinónimos “psique” y “mente”, lo cual visto desde un punto de vista epistemológico no es correcto. Ha sido una cuestión de un pasaje de la visión antigua a una moderna, que no necesariamente tiene que ser verdadera o mejor. Con seguridad el concepto de psique (alma) es mucho más rico que el de “mente”, que muchas veces se lo identifica con una topografía cerebral. Incluso para el pensamiento Oriental, la palabra “mente” encierra un significado metafísico, cosa que no sucede, obviamente, para Occidente.
Como lo señala Jung, en los últimos siglos la filosofía occidental primitiva, madre de la psicología, despojó a esta última de su unión con el todo, como supo tenerla durante milenios. El ser humano ha dejado de ser un microcosmos y una imagen del macrocosmos, con lo cual aquella vieja concepción del ánima mundi (alma del mundo) vino a desaparecer junto con la Edad Media. De acuerdo a lo dicho, la psicología trata todos los postulados como fenómenos mentales, los cuales en el caso de las psicologías profundas tendrían su origen en lo inconsciente. Sin embargo, la psicología no está en condiciones ni de aseverar ni de negar estas cuestiones, dado que no puede ni constatar ni demostrar aquello que no le compete.
A pesar de ello y de todas las críticas que pudieran hacerse a lo recién dicho, va a destacar que el hombre no ha abandonado la idea de la existencia de Dios, cuestión que ha creado un nuevo problema en Occidente, el que se puede resumir en el conflicto entre ciencia y religión. Lo que en realidad sucede es, señalará es que hay una mala comprensión de ambas cuestiones. La pregunta que entonces cabe y que se hace el investigador suizo, es qué sucede con este problema en Oriente.
De acuerdo a Jung, en Oriente, la mente es un principio cósmico y así como para Occidente la mente es la condición indispensable para el conocimiento, para Oriente donde no existe el conflicto entre ciencia y religión, ambos temas parecerían unirse, dando lugar a lo que podría llamarse un “conocimiento religioso”.
En su artículo: Comentario Psicológico al Libro Tibetano de la Gran Liberación, nos ha de decir que entre nosotros, el hombre es infinitamente pequeño y la Gracia de Dios lo significa absolutamente todo. En Oriente en cambio, el hombre es Dios, así como el artífice de su propia redención. “Los dioses del budismo tibetano son proyecciones creadas por la mente y forman parte de la superación ilusoria, pero, pese a ello, gozan de existencia. En cambio en lo que a nosotros concierne, una ilusión no es más que una ilusión y, por ende, nada en absoluto”. (Jung, O.C. V. 11, p.492).
El pensamiento Oriental y el Occidental, en lo que hace a la temática religiosa, difieren. Para los primeros, la realidad psíquica es la condición principal y única de la existencia. Si se observa esta fenomenología desde la tipología desarrollada por el propio Jung, se trataría de un punto de vista introvertido; que es el opuesto a la forma de pensar extravertida, que es más típica de Occidente. La posición extravertida, pondrá el acento en todo lo relacionado con el mundo exterior, el mundo de los objetos, por lo tanto, lo vinculado con la energía espiritual provendrá de un afuera, de Dios. Por el contrario, en la posición introvertida se privilegia el mundo interior, el mundo del espíritu, el mundo de las ideas. Leemos al autor acerca del Budismo Zen: “La psique es por ello lo más importante de todo; el aliento que todo lo penetra, el ser búddhico, la mente de Buddha, el Uno, el dharmakàya. De ella emanan todos los seres vivos, y en ella habrán de disolverse todas las formas que han llegado a manifestarse” (Jung, Opus cit., p. 495).
Siguiendo a Suzuki, Jung dirá que la razón del zen es el satori. Sin éste, el zen no es zen. Es lo que debería entenderse como “iluminación”. Sin embargo, este concepto no es entendido en toda su profundidad por los occidentales, a los que les resulta de gran dificultad, dado que sus implicancias teóricas son enormes. Vamos a mencionar algunas: se trata, como ya se dijo, de la superación del yo y penetrar en la “mente de Buddha”, con lo que se logra la sabiduría, que es la luz divina, el cielo interior, el núcleo del pensamiento y la consciencia, el asiento de la bondad, la justicia, la compasión y la medida de todas las cosas (Cf. Jung, Opus cit. V. 11, p. 555). Aclaremos, como lo hace Suzuki, que el zen no es ni una psicología ni una filosofía.
Si bien Jung pone el acento de sus apreciaciones sobre Occidente en el cristianismo, por su indudable peso y sus numerosas variantes, nos parece apropiado señalar que también en otras orientaciones religiosas, como podría ser el Judaísmo, la relación con lo trascendente goza de parecidas características. Es la de un Dios que se distingue por estar bajo ciertos términos que se podrían compendiar con los vocablos amor, temor, alabanzas, cánticos, rituales, castigos, culpa, etc. Reiterándonos un poco, el poder de las creencias en Occidente se halla afuera, en un Otro, que es a la vez la perfección y la exterioridad absolutas.
Pero qué sucede en la religión oriental ? Jung hace una interesante reflexión: ver si esas tendencias introvertidas que aparecen en la religiosidad oriental, se hallan también en la occidental. Incluso, alerta sobre todo a aquellos que son atraídos por dichas creencias, dado que para llegar a comprender mejor esa espiritualidad no hace falta “imitar” a Oriente, cuestión que no llevaría a nada. La clave entonces, estará en aceptar que el alma guarda suficientes riquezas para no tener que ser fecundada desde afuera. Sin embargo, hace la salvaguarda que la actitud que Occidente debe tener al incorporar el pensar y el sentir de Oriente, debe hacerse desde nuestra propia historia cristiana y aceptando honestamente que son valores distintos. Este reconocimiento es necesario, pero con la condición que deben ser comprendidos desde dentro, no desde fuera apelando simplemente a querer imitarlos. Esos valores también se encuentran en nosotros, en nuestro propio inconsciente.
Cabe señalar que hay otro distingo muy importante entre ambas actitudes. “Para nosotros una consciencia sin yo es inimaginable” (Jung, Opus cit., p. 497). Muy cierto, dado que el yo, para Occidente, es el sujeto de la consciencia. Todas la vinculaciones conscientes remiten a esa instancia psíquica. No ocurre lo mismo en Oriente, donde existe la convicción de que la consciencia puede adquirir un estado superior y hasta casi prescindir del yo. ”No puedo concebir un estado mental que sea consciente y que no se halle relacionado con un sujeto, es decir, con un yo” (Jung, Opus cit. p. 497). Es también y precisamente en este punto, donde el concepto de “mente” al que oportunamente hemos referido, es apreciado en forma diferente por ambos pensamientos.
Sabrá decirnos, por ejemplo, que el hatha yoga tiene como principal misión aniquilar al yo, con lo cual se lograría domeñar sus impulsos. La consecución del samâdhi, que es la búsqueda de un estado mental superior, tiende a hacer desaparecer a ese yo que vendría a ser una pura ilusión. Por lo tanto, lo consciente, en el sentido Occidental, es contemplado como algo inferior, como aquello que está preso en la avidyâ, o sea, en la ignorancia. De acuerdo a Jung, lo que nosotros denominamos “trasfondo oscuro del ser consciente” (o sea lo inconsciente) en Oriente sería el equivalente de una “consciencia superior”. Si recalamos nuevamente en el concepto de “inconsciente colectivo”, vendría a constituir el equivalente de la buddhi, o sea, la mente iluminada. Resulta interesante que los procesos inferiores, cuasi fisiológicos de la psique, Oriente los domine a través de la ascesis, es decir, del ejercicio y si bien no son negados, pueden ser mantenidos bajo control.
Para el autor suizo, ambos puntos de vista el Occidental y el Oriental, pese a ser contradictorios, se hallan psicológicamente justificados. También es cierto que pecan de unilaterales: el primero por negarse a ver la importancia del mundo interior, el segundo por no contemplar el mundo externo. En otras palabras, Occidente por haberse alejado hace muchos siglos de la idea de la Mente Una, Oriente, por subestimar el concepto de la consciencia. Señala Jung que la “objetividad”, la actitud rigurosa del científico, llevan a sacrificar la belleza y la universalidad de la existencia en aras de una meta más o menos ideal. Por su parte, Oriente, privilegia la sabiduría, la paz, el desprendimiento y la inmutabilidad de la psique inconsciente, intentando superar penas y alegrías que son las que generalmente jalonan nuestras vidas. De ahí que sostenga que lo conveniente sería hacer el esfuerzo necesario para comprender ambas posiciones.
Dentro de los trabajos relacionados con el estudio de las religiones de Oriente, caben señalar las siguientes obras: Comentario psicológico al Libro Tibetano de la Gran Liberación (1939/1955); Comentario Psicológico al Libro Tibetano de los Muertos (1939/1960); El Yoga y Occidente (1936); Prólogo al libro de D.T. Suzuki, La Gran Liberación. Introducción al budismo zen (1939/1958); Acerca de la Psicología de la Meditación Oriental (1943/1948); Prólogo al I Ching (1950).
A modo de finalización
Siempre se dijo y no equivocadamente, que la psicología junguiana era una cosmovisión que acercaba el pensamiento de Oriente y Occidente. Es muy cierto y es lo que hemos pretendido mostrar a lo largo de este escrito. Sin embargo, Jung siempre alertó que los espíritus que anidan en ambos pensamientos deben, por sobre todo, respetarse en sus singularidades y en las tradiciones que le son propias.
La obra de Jung en lo que hace al espíritu religioso y al estudio psicológico que dimana del mismo y con el firme objetivo de arrojar un poco de claridad sobre este eterno problema – que también involucra a muchos otros saberes humanos - ha sido uno de los ejes sobre los que basó sus investigaciones. De la importancia de las mismas, baste señalar que en el año 1937 la Universidad de Yale le encargó las Terry Lectures, cuya misión consistía en ver que podía decir la psicología sobre la religión. Precisamente y en su trabajo Psicología y Religión, ha de decirnos que nadie duda que la religión es una de las manifestaciones más tempranas y universales del alma humana y que “toda variante de la psicología que se ocupe de la estructura psicológica de la personalidad, tendrá forzosamente que atender, por lo menos, al hecho de que la religión no es sólo un fenómeno sociológico o histórico, sino también una cuestión personal de importancia para un gran número de seres humanos” (Jung, Opus cit., p.8).
Que nadie dude que el trabajo minucioso sobre los aspectos profundos del psiquismo tuvieran una mirada holística. En un ensayo de 1932, Picasso, sabrá decir: el viaje por la historia del alma de la humanidad tiene como fin restaurar al hombre como un todo. Y el tema relativo a la importancia de la introversión y la extraversión, que nos mostrara como visiones distintas del fenómeno religioso en lo que hace a Oriente y Occidente, también tiene una apoyatura temprana y psicológica en su vida y que se plasmará entre otros escritos; así en su artículo: “La contraposición entre Freud y Jung, texto de 1929, leemos: “En mi imagen del mundo hay un gran afuera y también un gran adentro y entre ambos polos está el individuo, vuelto hacia uno o hacia otro, y, según temperamento y predisposición, considerará como cierto bien uno, bien otro, para, según el caso, negar o sacrificar a uno a favor del otro” ( Jung, O.C. V. 4, p.314).
No es casual que hayamos traído a colación este escrito de Jung, muy rico a nuestro entender en expresiones relativas al alma y al espíritu y por supuesto a las diferencias que mantenía con el gran pensador vienés. Y si bien hubo cuestiones importantes en las que no acordaba con Freud, como fuera la distinta acentuación en lo que hace al orden de lo simbólico, no se sentía un adversario del mismo, sino por el contrario, entendía que ambas teorías eran opuestas, pero complementarias; si bien, ha de resaltar cierta incapacidad de Freud para entender el fenómeno de la vivencia religiosa. Es decir, Jung pone una vez más la vivencia como algo prioritario.
Nos parece sumamente esclarecedor, que el propio autor se esfuerce en resaltar el objeto de su estudio, sobre todo cuando el tema versa acerca de conceptos límites. En un pasaje de uno de sus textos afirma: “la religión es una especial actitud del espíritu humano, que se halla relacionada con una consideración y observancia solícita de ciertos factores dinámicos concebidos como potencias, llámense dioses, espíritus, ideales, demonios o cualquier otra designación con que el hombre ha bautizado a dichos factores, que dentro de su mundo la experiencia los ha presentado como lo suficientemente poderosos o útiles para tomarlos en respetuosa consideración, o lo suficientemente grandes, bellos y razonables para adorarlos piadosamente y amarlos” (Cf.Jung, O.C. V. 11 p. 11). Estas hermosas y sentidas palabras acerca del concepto de lo que es la religión, nos parece que tienen un sencillo y contundente corolario: “Sería una blasfemia afirmar que Dios puede manifestarse en todas partes, pero no precisamente en el alma humana” (Jung, R.S.P., p. 408).
Su relación con todas las religiones, como se desprende de sus escritos, fue positiva. Señalaba que en sus contenidos doctrinales reconocía aquellas imágenes que encontraba en los sueños y en las fantasías de sus pacientes, pero también en su moral, que vendrían a ser los intentos para encontrar la vía adecuada para lidiar con los poderes del alma.
Nota: En relación a las obras de Jung citadas en el cuerpo del texto, hemos consignado los años de inicio de las mismas y de las posteriores revisiones que realizara el propio autor.
Dr. Néstor Eduardo Costa, Agosto 2016
Bibliografía
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