"Ken Wilber", por Alex Grey (1998)
"LA FRONTERA DEL PSICOANALISIS", por Santiago Bello y Florencia Dollera
Introducción.
La problemática propuesta para este
trabajo aborda la yuxtaposición entre Religión y Psicoanálisis, es decir, qué
está en el medio de ambos. Y no se debe confundir, porque generalmente, cuando
uno usa tal relación sintáctica, la “y” reduce el significado, es decir,
generalmente la interpretación es partir ambos campos, “se tienen uno y lo
otro”, y no las dos cosas al mismo tiempo. Entonces, la pregunta inicial
correcta sería ¿Hay una frontera para el psicoanálisis y la religión? O, ¿Cuál
será la frontera del psicoanálisis? Hay una conexión marcada en el tema
propuesto, y Ken Wilber es un autor que contribuyó ampliamente a la temática.
En seguida la intuición señala que la filosofía caminará junto a nosotros para
dar luz, y se corre el peligro de esquivar el centro del debate inmiscuyéndonos
en una exploración sobre epistemología.
Desde
el Discurso del método de Descartes, se puede afirmar que una metodología
adecuada salva tales peligros, así sea la duda o la razón, aclarar qué
herramienta se utilizará en todo trabajo arroja una coherencia necesaria para
alcanzar una primera certeza sobre la cual construir, o toparse, con algunas
sentencias afortunadas. Entonces, la propuesta es pensar desde la hermenéutica
algunos lineamientos de la obra de Ken Wilber “La conciencia sin fronteras”[1]
donde la problemática de la religión y el psicoanálisis tiene gran pertinencia.
Aclarado
el tema y el método, falta encontrar nuestra primera certeza que contextualice
el debate en una honestidad de nuestro enfoque, tal auxilio es de Edgar Morin:
“(…) existen algunos núcleos de certeza, pero son muy reducidos. Navegamos en un océano de incertidumbres en el que hay algunos archipiélagos de certezas, no viceversa.”[2]
Sin
dudas hay gran variedad de clasificaciones. Aquella sentencia es un Perogrullo,
pero si de algún punto de partida se puede plantear la propuesta de este
trabajo, es a partir de señalar la existencia de infinidad de categorías que el
humano conquistó. Y esa condición, aseverar que “clasificar es conquistar” sí
ya ofrece cierto éxito; una atribución un poco más ambiciosa que la obviedad
inicial. Así es necesario un repaso: que un atributo determine la condición de
cierto objeto y lo separe del entorno, para
excluirlo del conjunto de otros objetos, a eso llamamos definir la pertenencia
a una categoría. Y si son más amplias podrán ser campos de estudio científicos,
podrán ser matemáticas, sociales,
naturales, jurídicas; podrán ser menos y hablar de civilizaciones antiguas,
Etnias, estados independientes contemporáneos;
colores, notas, olores; o la infinidad de sensaciones que nutren a los
ojos cuando una hoja cae de un árbol que son distintas a las sensaciones que abrigan
cuando el árbol luce firme.
Entonces, ¿qué impulso, qué deseo o
característica tienen en común la infinidad de categorías que el ser humano
conquistó? Acá ya empieza a delinearse el sentido de este trabajo, porque al
hablar de Religión y Psicoanálisis también, o mejor dicho, siempre se habla de
explorar sobre la relación del ser con la realidad: porque si de algo hablamos
cuando adjudicamos un nombre a cualquier objeto, es de que aquello tiene una
existencia, o mejor dicho, una coexistencia con la realidad, y está inmerso en
ella. La intención no es iniciar un
debate filosófico, pero se debe admitir que, como se advirtió, constantemente
merodearemos junto a tal dilema. Para salvaguardar el resto de este escrito, y
ayudar a la claridad, en el desarrollo nos abocaremos a citar fragmentos de la
obra propuesta y analizarla desde nuestro enfoque carácter hermenéutico. Pero
siempre notando que la intención del siguiente trabajo es meramente una
exploración de distintos enfoques que puedan ayudar a interpretar la
problemática que trabaja Wilber. Y en tal espíritu será la conclusión al
respecto.
Desarrollo.
Durante
su obra hay una marcada intención en Wilber: reintegrar dualidades. Su afán se basa en la cosmovisión holista,
una noción de totalidad, en la que se evidencia la relación de la parte y el
entorno como una coexistencia más sublime, o suprema, un todo integrado y
complejo, símil a las olas del mar, que
tras romper no hacen más que develar su naturaleza universal con el
agua. La primera labor entonces, es develar cuándo comienzan las fronteras, las
demarcaciones de la conciencia, así esquematiza:
“Cuando uno responde a la pregunta
¿quién soy?, sucede algo muy simple. (…) lo que en realidad está haciendo, a
sabiendas o no, es trazar una línea o límite mental que atraviesa en su
totalidad el campo de la experiencia, y a todo lo que queda dentro de ese
límite lo percibe como “yo mismo” o lo llama así, mientras que siente que todo
lo que está por fuera del límite queda excluido”
Hay un trabajo transversal de
diversas disciplinas, la primera pregunta existencial en seguida vira a una
situación fenomenológica, inmiscuyendo a la psicología en un área de
consciencia sobre la realidad física. Es decir, hay un notable éxito en el
párrafo, se aborda la pregunta ¿cuándo se origina el dilema del límite? pero
desde un lado en el que la incumbencia es tanto religiosa como psicológica;
hablar de origen es hablar del mito, pero antes de continuar con esta cuestión,
todavía se debe desarrollar a qué denomina conciencia Wilber y qué implican
estas fronteras:
“lo
más llamativo de esta línea de la conciencia es que puede desplazarse, y con
frecuencia se desplaza (…) La escisión mente-cuerpo y el consiguiente dualismo
es un punto de vista fundamental de la civilización occidental.”
También
aborda su discurso desde la psicología, pero ahora el autor confunde la
funcionalidad sintética del idioma con la cosmovisión occidental, es que, en
parte tiene razón, hay esferas de propensión y dominio basadas en esta
dicotomía, el debate mente-cuerpo se encuentra en el centro de la escena de la
psicología hace varias décadas, pero la generalización es reduccionista.
Nietzsche (1886), como filólogo clásico, ya nos había advertido del dualismo
sobre el que se construye el edificio del idealismo alemán y la justificación del
orden burgués, en su libro Más allá del bien y del mal, también dice sobre el
fanatismo moral y su adoctrinamiento que mina el libre pensamiento humano
durante la sucesión de épocas y épocas, sentenciando la proximidad entre
religión y psicología:
“Esto nos proporciona asimismo una indicación
para explicar la paradoja de por qué precisamente en el período más cristiano
de Europa, y, en general, sólo bajo la presión de juicios de valor cristianos,
el instinto sexual sea sublimado hasta convertirse en amor-pasión.”
Entonces,
se acepta la denuncia, pero ¿ayuda al constructo? Como se mencionó desde su
enfoque holista, Wilber insertará partes cada vez más amplias del sistema hasta
aproximarse, del modo más efectivo, a la totalidad: en toda parte del entorno,
hay totalidad y puede referírsele. Y continúa su desarrollo:
“Todas las corrientes intentan
efectuar cambios en la conciencia de una persona. Pero ahí se acaba la
similitud (…) El problema es muy real, tanto para el profano interesado como
para el terapeuta profesional. Tantísimas escuelas diferentes, todas en
conflicto y todas procurando entender a la misma persona. No representan
maneras contradictorias sino modos de enfoques complementarios sobre el
individuo. (…) Si ampliamos un poco más el psicoanálisis y la mayoría de las
formas de terapia convencional buscan remediar la radical escisión de la
psique, intenta ayudar al individuo que está viviendo como persona para que
vuelva a cartografiar su alma como ego. Luego están las terapias humanísticas (así
sea la Jungeana, las Existencialista e incluso las transpersonales) que
intentan reunir el psique y el soma, para revelar el organismo total.
Finalmente se encuentran las disciplinas como el budismo zen o el hinduismo
vedante, es cursar la escisión total entre organismo y medio, son procesos
supra individuales.”
Este
lineamiento, si se permite la analogía metapsicológica, equivale a plantear la
existencia de un aparato psíquico global, universal, en el que la totalidad
implica una instancia supra-conciente, es decir, si la punta del iceberg es la
conciencia, y el resto del cuerpo del témpano el inconciente, pues la totalidad
del agua más el bloque de hielo, juntos conforman el supra-conciente. Dicho de un modo más sintético, el yo
equivaldría a la noción plena de la realidad, y sería uno con la realidad.
Ahora bien, Horstein (2003) en pleno dilema da luz sobre esto:
“la problemática reside en
confundir objeto real con objeto fantaseado. Vivir hablando de uno mismo sin
aceptar lo distinto. No está en juego la propia estructura yoica sino la
alteridad. Por esto la problemática del narcisismo pide una pregunta: ¿Qué pasa
si salimos de una concepción solipsista y pensamos que el sujeto del
psicoanálisis no es el sujeto del inconsciente? Es un sujeto con varias
instancias: ello, superyó, yo y realidad. Un sujeto complejo. Se suele repetir
hasta el hartazgo que el objeto del psicoanálisis es el inconciente reprimido,
¿y qué dice Freud? “nuestra ciencia tiene por objeto el aparato mismo” [3]
Y
este aparato contiene las cuatro instancias mencionadas. Y así, insto a resaltar
la cuarta: la realidad. Recordar esta cuestión involucra que todo analista, o
mejor dicho, todo psicólogo debe siempre aunar al ser, al consultante, o
paciente, con su cotidianidad, y en aquello siempre refiere a no aislar al
aparato de su entorno, de la intersubjetividad, y la preponderancia del otro
colabora como figura también fundante de la estructura psíquica de cada
individuo, por eso la loable frase “Toda psicología es a la vez psicología
social” que Sigmund Freud utiliza para iniciar su discurso en Psicología de las masas y análisis del yo.
La
analogía planteada, debe aceptarse, es un poco ridícula, y escapa de la
intención de Wilber, quien su objetivo es otro. Pero colabora con un principio:
revindicar las atribuciones que el psicoanálisis se arroja sobre la realidad. No
hay hechos, sólo interpretaciones. Desde la coherencia y elaboración conceptual
bien delimitada, desde su experiencia y ejercicio clínico, sí puede el
psicoanálisis exceder la frontera que Wilber le adjudica. Pero, ¿cómo puede
hacerlo? El poder del símbolo es la respuesta inmediata. El motor con el que
bien aconseja Lacan conducirse sobre los órdenes de lo simbólico, lo imaginario
y lo real.
El símbolo se distingue
esencialmente del signo en que este es una convención arbitraria que deja el
significante y el significado (objeto o sujeto) ajenos uno a otro, es decir,
que el símbolo presupone homogeneidad del significante y del significado en el
sentido de un dinamismo organizador.
“Es
entonces bastante más que un simple signo: lleva más allá de la significación,
necesita de la interpretación y ésta de una cierta predisposición. Está cargado
de afectividad y dinamismo. (…) Juega con estructuras mentales. (…) moviliza la
totalidad del psiquismo.” (…) Para marcar asu doble aspecto representativo y eficaz,
lo calificaríamos de buena gana de “eidolon-motor” [4]
Con
el signo permanecemos sobre un camino continuo y firme: El símbolo supone una
ruptura del plano, una discontinuidad, un pasaje a otro orden.
Volviendo
a Wilber, debe aclararse cuál es la frontera real que le adjudica al
psicoanálisis el autor:
“según parece, nuestro problema, es que trazamos un mapa
convencional, completo y con fronteras, del territorio real de la naturaleza, que
no tiene fronteras, y después confundimos totalmente ambas cosas. Como han
señalado Krzybski y lo semánticos, nuestras palabras, símbolos, signos,
pensamientos e ideas son meros mapas de la realidad, no la realidad misma,
porque “el mapa no es el territorio”.
Similar
es, según García Morente, la crítica que hace Aristóteles sobre el sistema
Platónico “Este
error que Platón revela (…) Consiste en confundir las condiciones formales del
pensamiento con las condiciones reales del ser” En su afán por la multiplicidad
de ideas condena el posible ordenamiento de la realidad en un infinito absurdo,
olvidando, al final de todo, la esencia del ser.
Y desarrolla:
“Cuenta el génesis que una de las
primeras tareas confiadas por Dios a Adán fue dar nombres a las plantas y los
animales que existían en la naturaleza. (…) Dicho de otra manera, a Adán le
encargaron que separase la complejidad de las formas y procesos de la
naturaleza, y que les asignara nombres. Pero la verdadera tarea de Adán no
consistió tanto en inventar nombres para los animales y las plantas, por más
trabajoso que esto fuera. La parte más importante de su tarea era más bien el
proceso de selección como tal, pues tenía que aprender a trazar mentalmente una
demarcación entre los diversos animales. Fue el primer gran cartógrafo,
dibujaba fronteras.”
“Si poner nombres había parecido
magia, contar pareció divino porque así como los nombres podían representar
mágicamente cosas, los números podían trascenderlas. “Por la vía del número
abstracto, el hombre consiguió liberar su mente de las cosas concretas (…) de
esta manera con los números el hombre construyó un nuevo tipo de demarcación, más abstracta y generalizada:
una metademarcación.” Pero la carrera por la apropiación de mayor potencial
tecnológico, y así de poder tanto político como económico, no culmina ahí, sino
que las grandes mentes del acontecer humano fraguaron una nueva
metademarcación, “una meta-metademarcación” e inventaron el álgebra “x”, “y” y
“z”: una variable puede representar cualquier número.”
Cada
avance, cada conquista del pensamiento parece alejarnos de la unción con la
naturaleza, parece, como asevera Wilber, trazar nuevas fronteras. Con este
razonamiento encontramos la nueva doctrina, la ecuación: “Todo pensamiento es
reducción” Y acá empieza el embrollo, pues Wilber no será el único en
desenmascarar tal paradoja, también lo hace Kafka de quien Barthes dice
“Si Freud nos reveló los mapas de
la mente, Kafka nos enseñó que no sirven para nada”
E
incluso, lo hace Camus en el Mito de Sísifo, donde clama la importancia del
absurdo y la obsolescencia de la esperanza.
Ahora, cómo salir del embrollo, de nuevo, con el poder del símbolo. Con
el vínculo y el amor.
Entonces,
¿Cómo salir del laberinto?
No
importa el símbolo sino su acción como llave para la mente: el mito de Teseo y
el minotauro nos regala una imagen poética trascendente.
"Green Tea", por Leonor Carrington
Conclusión.
Recopilando
lo dicho sobre la experiencia necesaria para una buena clínica, y esbozar
constructos coherentes, es que planteamos que de existir un límite, una
frontera del psicoanálisis, la misma procederá de la ética, y en tal,
preferimos dejar para la conclusión las palabras de Erich Fromm sobre este
asunto en su libro “Etica y psicoanálisis”
“El inconsciente y el mito llegaron
a ser nuevas fuentes de revelación supuestamente superiores al pensamiento
racional, precisamente debido a su origen irracional. La fuerza de las religiones monoteístas de
occidente, tanto como la de las grandes religiones de la India y China, radica
en su preocupación por la verdad y en su pretensión de que su fe era la
verdadera fe. El fracaso del
racionalismo del siglo XVIII y XIX no se debió a su creencia en la razón sino a
la estrechez de sus conceptos. La psicología no puede divorciarse de la
filosofía y de la ética, ni de la sociología y la economía(…)
“Los juicios de valor que
elaboramos determinan nuestras acciones y sobre su validez descansa nuestra
salud mental y nuestra felicidad.”
Bibliografía:
i. Camus (2006). El mito de Sísifo. Losada: Buenos Aires.
i. Camus (2006). El mito de Sísifo. Losada: Buenos Aires.
ii.
García Morente (1977) Lecciones preliminares de filosofía. Losada:
Buenos Aires.
iii. Horstein (2003) Intersubjetividad y clínica. Paidos: Buenos Aires
iii. Horstein (2003) Intersubjetividad y clínica. Paidos: Buenos Aires
iv.
Freud S.(1983) Psicología de las masas y análisis del yo. Amorrortu: Buenos Aires.
v.
Freud S. (1983) El malestar de la cultura. Amorrortu: Buenos Aires.
vi. Fromm, E. (1963) Ética y psicoanálisis. Fondo de cultura Económica: México.
vi. Fromm, E. (1963) Ética y psicoanálisis. Fondo de cultura Económica: México.
vii.
Morin, E. (1990) Introducción al pensamiento complejo. Ed. Gedisa.
viii. Nietzsche F. (1983).Más allá del bien y del mal. Orbis: Buenos Aires.
ix. Nietzsche F. (2011) Ecce homo. Longseller: Buenos Aires.
x. Wilber, K.(1985) La consciencia sin fronteras.Kairos:Barcelona
viii. Nietzsche F. (1983).Más allá del bien y del mal. Orbis: Buenos Aires.
ix. Nietzsche F. (2011) Ecce homo. Longseller: Buenos Aires.
x. Wilber, K.(1985) La consciencia sin fronteras.Kairos:Barcelona
[1]Wilber,
K. (1985) La conciencia sin fronteras. Kairos:
Barcelona.
[2]Morin,
E. (1990) Introducción al pensamiento
complejo. Ed. Gedisa
[3]Horstein
(2003) Intersubjetividad y clínica.
Paidos: Buenos Aires.
[4]Chevalier
(1995) Diccionario de Símbolos. Aike: Madrid.
Santiago Bello es estudiante de psicología (Universidad del Salvador), apasionado del arte y un novicio escritor. Este 2017 publicó su primera obra de ficción: "El Cemento que Respiro", editado por De Los Cuatro Vientos. Contacto: santinoib5@gmail.com
Florencia Dollera, joven estudiante de psicología (Universidad del Salvador) que con una afinidad polifacética se involucra en distintas actividades tanto deportivas como artísticas.
Contacto: florenciadollera@gmail.com
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