"Enki", por Trance de Ánima
Desde muy antiguo, pudo comprobarse, que se sentía la necesidad de renovar periódicamente al mundo, algunas veces estas renovaciones coincidían con las consagraciones del rey; otras veces consistía en la simbolización de una reiteración de la cosmogonía.
Ideas que en conjunto fueron estructurando a aquellas acariciadas por los estoicos y los neo-pitagóricos que dieron como origen al “eterno retorno”, que en la ciencia psicoanalítica podría ubicarse cercano a la “compulsa a la repetición”.
Retorna algo porque algo se habría perdido. He aquí la idea de fin de mundo que bajo las formas de terribles catástrofes atmosféricas pueblan las leyendas de todos los pueblos antiguos. Un ejemplo de esta idea de fin de mundo, aparece en la universal concepción del gran Diluvio, con el cual habrían desaparecido civilizaciones enteras, salvándose siempre alguien que nuevamente da origen a la humanidad. Siempre a un fin de mundo, le sigue una nueva era.
Esta idea del diluvio universal siempre se encuentra vinculada a pecados por orgullo, faltas en los rituales, cóleras divinas que dan por resultado la muerte de la humanidad. Además de la comprobación histórica del gran diluvio que parece haber azotado a la humanidad, esta presente la idea de “muerte por agua” con toda la simbología inconsciente que ésta representa. Si bien el dato ha sido extraído de un hecho de la realidad, la estructura del relato mítico, se ha tejido en base a las fantasías de sus relatores de origen y posteriores.
Esta idea de fin de mundo, es dable observarla en cuadros clínicos tales como (en forma leve) las neurosis obsesivas, o en psicopatologías mucho más graves. Un ejemplo lo encontramos en los períodos de desestructuración de la personalidad, en lo pre-psicótico.
Otros mitos primitivos no darían cuenta de una posterior recreación del mundo, tal el ejemplo de los “Kai” de Nueva Guinea, entre los que circula la leyenda de que después de creado el mundo y el hombre, Malefung (dios de origen), se retiró al horizonte y allí se durmió. Cada vez que en su sueño se da vuelta, la tierra tiembla. Pero un “día se levantará de su lecho y destruirá el cielo, que se estrellará contra la tierra y pondrá fin a toda vida”. (M. Eliade - 1982)
Otras ideas circulan en otros pueblos. Una muy singular es aquella referida al cansancio de la tierra, que cuenta especial reconocimiento entre las tribus guaraníes de nuestro país. En ella se relata un sueño de los shamanes, que habrían escuchado a la tierra suplicar al dios, que estaba agotada ya de haber devorado tantos cadáveres.
Creo que difícilmente encontraremos expresión más profunda y poética de este gran cansancio cósmico y de su deseo de reposo total, de muerte. He aquí una nítida referencia a la gran pulsión, pulsión de muerte. Es significativo que esta representación de cansancio (no de muerte por su irrepresentabilidad en el inconsciente, sino bajo formas subrogadas), aparezca en sueños de “shamanes”, con su regresión, desaparición temporal de lo consciente y el retiro del interés por la realidad externa. ¿Cuál sería el deseo inconsciente de los soñantes?
Interesante es recordar que la mayoría de los mitos americanos del fin del mundo, implican una teoría cíclica también encontrada entre las religiones orientales tales como la hindú, esta vez vinculada a una inflamación del horizonte y muerte por un gran incendio cósmico. Muerte de la cual todo recomenzará nuevamente. Toda aquella perfección de los comienzos, que también formaba parte del sistema de creencias de hebreos y babilónicos, se habría perdido por la influencia negativa del hombre.
En Grecia se han encontrado dos tradiciones míticas diferentes. Una teoría de los tiempos del mundo, una referida a la perfección de los comienzos y una otra cíclica, descripta por Hesíodo en Los Trabajos y los días. La primera era la Edad de Oro bajo el reinado de Cronos, en la que los hombres no envejecían nunca y poseían una existencia parecida a la de los dioses. La teoría cíclica postulada por Heráclito, es la que tendrá gran influencia sobre la doctrina estoica del eterno retorno.
EN LAS RELIGIONES
A diferencia de las teorías sobre el fin del mundo anteriormente mencionadas, el Judaísmo y el Cristianismo presentan una innovación fundamental, ya que el fin del mundo es para estas doctrinas, único. Lo mismo es para el origen del mundo. Después del fin del mundo, el cosmos será el mismo que al principio, pero purificado, regenerado y restaurado como en los tiempos primordiales. El tiempo es aquí, lineal e irreversible. Lo sagrado triunfará y habrá elegidos. Para el Judaísmo el fin del mundo será anunciado con la venida esperada del Mesías; para el Cristianismo, éste sobrevendrá con la segunda venida.
Muchas son las referencias proféticas que hablan al respecto de esta nueva instauración del Paraíso perdido (Isaías, XXI,6-XXX,19-XXXV,3-XXXV,10).También en la poderosamente poética referencia a esta nueva instauración de los tiempos que es el Apocalipsis de San Juan, se hace referencia (XXI,1/5) al fin del mundo; habrá antes de la segunda venida del Mesías, una época signada por el anti-Cristo; a partir del cual vendrá el verdadero Cristo y purificará por medio del fuego al mundo. Este concepto de la purificación del mundo por medio del fuego, ya lo encontramos en Heráclito, la que luego será retomada por los estoicos. Este fuego destructor lo encontramos también en la Segunda Epístola de San Pedro (III,6/14).
Esta época del anti-Cristo, anterior al “eschatón” (final), estará signada por una total subversión de los valores sociales, morales y religiosos, lo que dará como resultado un retorno al caos original.
"The second trumpet", por Howard David Johnson
Se observa en este deseo de conocer nuestros orígenes, un inevitable “regreso hacia atrás”, retorno hacia el pasado que ya poseían nuestros antecesores. Este retorno hacia atrás se ha podido observar en muchas culturas de origen extra-europeo, pudiendo encontrársele diferentes significados: “regresus ad uterum”, como rito de iniciación de adolescentes, ya por ingreso del iniciado a una choza (simbolizando el útero), ya por la devoración de algún monstruo, o bien por penetración en algún lugar consagrado, identificado con el útero de la gran madre tierra. Recordaremos aquí una de las posibles muertes de Edipo, aquella que es narrada como la apertura de una gran grieta de tierra que llevó a este otro héroe tan caro a la mitología como al psicoanálisis.
Estos ritos relativos a lo iniciático, está también referido a héroes, shamanes, hechiceros que aseguran haber regresado en carne y hueso a ese lugar sagrado y no en la forma simbólica que lo realizan para con los otros miembros de la colectividad.
Muchos son los mitos que destacan al héroe devorado por algún monstruo, éste generalmente marino (Jonás y su ballena) y su posterior salida victoriosa o bien el peligroso descenso a grutas y/o hendiduras en la tierra asociadas a la boca o al útero de la madre tierra. Temas éstos que fueron claramente interpretados por los seguidores del Psicoanálisis.
En el análisis que realiza Eliade de aquellos ritos de iniciación, hace una importante advertencia respecto de los mitos que los sustentan:
“Por esta razón el inconciente presenta la estructura de una mitología privada. Se puede ir aún más lejos y afirmar no solo que el inconciente es mitológico, sino también que algunos de sus contenidos están cargados de valores cósmicos, dicho de otro modo: que reflejan las modalidades, los procesos y los destinos de la vida y de la materia viva. Se puede decir incluso que el único contacto real del hombre moderno con la sacralidad cósmica se efectúa por el inconciente, ya se trata de sus sueños y de su vida imaginativa, ya de las creaciones que surgen del inconciente, (poesía, juegos, etc. etc.)”
Aseveración ésta que nos acerca desde diferentes perspectivas al pensamiento psicoanalítico general.
No solo los elementos de la naturaleza pueden cansarse tal como refieren ciertos mitos, sino hasta la misma divinidad puede llegar a estarlo. Leemos en la mitología babilónica que Marduk ordena a Ea que cree al hombre, el que tendrá por tarea servir a los dioses para que éstos puedan descansar. Como recompensa los dioses construirán la ciudad de Babilonia (palabra que literalmente significa “puertas del cielo”)
Muchas serán las religiones que “aparecerán” después de la “desaparición” de los dioses. El pensamiento de Buber y de Nietzsche habría tenido también su prehistoria en aquellos dioses ociosos o muertos; algunos de éstos matados por el hombre, vacío que es inmediatamente ocupado por otras figuras religiosas. Esta divinidad asesinada en aquellos tiempos, sobrevive en los ritos mediante los cuales se reactualiza, ya que esta divinidad asesinada no se olvida jamás.
He aquí una notable representación metafórica de la muerte de aquel padre ideal que anteriormente hemos mencionado.
Metáforas que cruzarán el horizonte y el mediterráneo del gran país del lenguaje, ya que en última instancia todo el mundo nos será revelado a través del mismo. De aquí la propuesta de entender al mito como un habla que “dice” de lo que no podemos constatar como origen, pero sí como re-actualización.
El hombre, en un mundo de tal naturaleza no se sentirá encasillado a un único modo de existir, sino abierto, comunicándose con aquél y consigo mismo, utilizando un lenguaje que por su simbolización permite la recreación de lo ya totalmente perdido.
De la búsqueda de ese objeto primordial tratarán todos los mitos. Objeto que funda el deseo; el que será satisfecho temporalmente siempre con substitutos que refieren al primero por causa de su falta en el cuerpo. Un cuerpo humano que puede simbolizar. De este modo en las culturas “primitivas” y aún en las muy complejas, el hombre intuirá que sus soplos son vientos, sus huesos, montañas, que su ombligo es el centro de su mundo... Cuerpo que aparece como el primer articulador simbólico.
Un cuerpo que habla a su manera.
Un mito que también habla a su manera.
TIEMPO Y ESPACIO
Así como los relatos míticos hacen referencia al tiempo, tiempo siempre del origen, también tendrán su lugar y del mismo modo que ese tiempo lo era en tanto cualitativamente diferente al habitual, el espacio del mito si manifestará en tanto hierofánico, sagrado, separado del mundo, de lo profano. Será definitivamente otro espacio.
Los objetos de este espacio, cualesquieran sean éstos, la piedra, el árbol, no serán adorados en cuanto tales, sino precisamente por ser “objetos hierofánicos”. No son piedras ni son árboles, sino que son aquello que se define como lo totalmente otro, lo “ganz andere” (efectivamente otro). Por este motivo, por esta simultaneidad de lo que es y no es al mismo tiempo, o mejor dicho, sin dejar de ser lo otro, es que se ha querido encontrar en las hierofanías algo paradójico.
Mircea Eliade
Esta piedra, este árbol, no dejan de ser lo que son, no se distinguen en nada de los otros de su misma especie y género excepto para aquel que ha pasado su vida en contacto profundo con estos objetos consagrados. De ahí que, sus acciones habituales, su sexualidad y su alimentación, no sean meros hechos fisiológicos, sino una forma simultánea de comunicación con los misterios de su mundo, que solamente él conoce.
Este espacio en el que vive el hombre “primitivo” no es un espacio homogéneo; presenta fracturas, escisiones, con lo que se logra inferir dos formas posibles de espacio; uno, el sacralizado, y el otro, una extensión de tierra sin forma definida que rodea al sacro; no obstante, los dos se complementan.
Este punto de fractura, de ruptura, operada entre ambos espacios, permitirá la constitución del mundo, ya que en dicha fractura se descubrirá un eje central, un punto fijo; un centro al que el hombre religioso se ha visto obligado a establecer, ya que para vivir en su mundo, previamente habrá que fundarlo.
Este centro, equivaldrá a una nueva fundación del mundo o bien a una nueva creación.
A diferencia del hombre religioso, el profano estará ajeno a esta partición del espacio. Para él todo será homogéneo; no obstante recurrir a otros ejes marcados por las instituciones a las que él se haya adherido, las que sin embargo se regirán subrepticiamente por fórmulas deformadas de las antiguas religiones que de este modo, subsisten en su interior.
Este punto fijo y central, que sacralizará el lugar alrededor del cual se haya instalado, permite inicialmente convertir el espacio caótico en un lugar cósmico, ordenado.
En nuestras propias ciudades, ese punto de pase de un espacio a otro aparece sensiblemente marcado en los atrios de los templos, vehículos simbólicos que han consagrado el acceso a lo divino. El templo mismo, todo, funciona como abertura hacia lo alto.
El sueño de Jacob en Jarán en el que consagra a la piedra y al lugar llamándolo “Bethel” (Casa de Dios), es un ejemplo de lugar hierofánico. (Cfr. Génesis 23, 12 y 19).
Todos estos lugares son periódicamente consagrados sobre todo cuando sobre ellos ha caído alguna suerte de profanación. Estos rituales, como los de origen de ese espacio, habrían sido una reproducción de la obra realizada “ab origine”, por los dioses.
Este eje, “axis mundi”, provoca el continuo rito de recreación, sirviendo de sostén a la “altura” donde moran las divinidades. Por eso cuando un hombre de la antigüedad revela estar en el centro del mundo, señala las significaciones de este espacio hacia arriba del que él en ese momento participa en forma total. Hacia abajo del “axis mundi” estarán los infiernos, el mundo de los que han muerto y en el medio del mismo, el suelo habitado por los hombres, la tierra.
¿Acaso habría mucha diferencia entre esta construcción espacial y la postulada por el Psicoanálisis como estructura psíquica?
Estos centros del mundo, se expresarán por medio de árboles, pilares, columnas, así también como montañas determinadas de las que múltiples culturas nos hablan, el Walhalla, el Olimpo, el Sinaí, el Ararat y otros de no menor importancia en la geografía del mundo.
Este centro de la tierra recibe además otro nombre: “ombligo de la tierra”, el lugar de donde y a partir del cual, el mundo fue creado.
Lugares en donde, además, se habrían escuchado las voces de los dioses por primera vez. Lugar de lo “Real”.
EL MITO EN LA HISTORIA
Como hemos señalado anteriormente, diferentes fueron las viscisitudes que a lo largo de la historia del conocimiento humano, siguió el mito.
Para Platón, en los relatos míticos se encontraría una verdad singular, válida, de la que no se puede dudar; relatos que desarrolaríanse entre un aquí y un más allá, entre la esfera de lo divino y la esfera de lo humano.
Del mito, se hablará siempre teniendo en cuenta la estructura simbólica que los mismos presenten, de tal modo que encontraremos en el relato de “El Banquete”, que Diótima hace respecto de Eros (nacido de ese abrazo entre Poros, el recurso y Penia, la pobreza), esa personificación de lo abstracto. Esta vez bajo la forma de la alegoría. La verdadera historia mítica, según el concepto de Platón, no hablará solamente de algo indudablemente real, aún cuando ésto se puede seguir mostrando inalcanzable para la aprehensión intelectual.
Cuando discurre Aristófanes, el primero en abrir la dimensión de lo mítico en “El Banquete”, ya que para poder decir lo que en el fondo significará Eros, será necesario saber de qué se trata al decir naturaleza humana, y sobre todo saber qué ocurre con todo lo pasional y los orígenes del hombre, su discurso evocará a lo mítico con esos seres perfectos y rotundos con formas de esfera que para la concepción antigua era la más perfecta de todas las formas conocidas; seres éstos que por orgullo habían sido castigados por los dioses, perdiendo su condición de perfectos. He aquí el hombre dividido y privado de sus formas originales, siendo así cortados en dos mitades “como se corta un huevo con una crin de caballo”.
Aristófanes continúa asegurando que la pérdida de esta forma original no sólo habría afectado a aquellos hombres culpables, sino también a todos los hombres. De tal modo que se trató de una culpa original y hereditaria. El que heredará este castigo es el hombre histórico.
De este modo, expresándose por boca de otros personajes, los de su propio relato, refleja su creencia y convencimiento que el Cosmos y todos los seres han surgido de una acción divina.
"El banquete de Platón" (detalle), por Anselmo Feuerbach (1871)
Será en el Renacimiento que se abrirá paso a tal problema. A poco, el mito que había caído en cierto descrédito, sobre todo con la persona de Voltaire y la Ilustración en el siglo XVIII, pasó a ser considerado como una verdad histórica desde el momento en que relataban un hecho de tal naturaleza.
Dos autores modernos, Vico y Schelling, volverán a asignar al mito su real importancia. El primero de ellos fundamentará epistemológicamente al mito como una verdad histórica, vinculándolo al modo de pensamiento poético. Será éste también un punto a desarrollar en el presente trabajo. Schelling por su parte estimará a la mitología como una forma de pensamiento en la que aparece revelado lo divino. El Absoluto. Actualmente, tal como veremos en desarrollos posteriores, será considerado el mito como un elemento de singular importancia que nos ilustra sobre la historia de la humanidad. Para Cassirer, el mito será un modo de ser o una forma de la conciencia. La conciencia mítica, la que siendo una forma de la conciencia humana, al estudiar aquella enlazada a los mitos, se esclarece la estructura de esta última.
Piepper nos cita que:
“Todos los seres mortales, todo cuanto crece sobre la tierra, desde una semilla o raíz, incluso todas las cosas inanimadas, armoniosas o no armoniosas, que se forman sobre la tierra, todo ello ha surgido por la fuerza demiúrgica de Dios y ha brotado por arte divino” (Sofista, 265 c.2). Son sin excepción obras de producción divina (Op. cit. 266 c.5). Sabemos que nosotros mismos y los demás seres vivientes y todo cuanto ha sido hecho y está formado por fuego, agua y demás, somos productos de Dios (Op. cit. 266 c.4).
El Timeo relata que “existe un hacedor y padre de todo esto” (Timeo 28, c.3/4 - “fundador y ordenador” (Idem 29, c.1) “padre generador” (Idem 37, c.7).
Además el Cosmos, tiene necesariamente la naturaleza ontológica del “eikon” (de la imagen de algo) - (Timeo 29, b.1-2), de algo que permanece igual a sí mismo (Id. 28 a, 6-7) y que es eterno (Id. 29, a, 2-3)”
Este autor, es el que nos señala que el origen de los mitos es el alma. Mitos que son narrados en un lenguaje humano, pronunciado por el hombre para dar cuenta de todas las cosas relativas a lo divino. Encontrando en la Teodicea de Platón esta singular afirmación: “El alma se representa a un reino del más allá, con ordenaciones judiciales y con leyes eternas”, y sabiendo que el origen de cualquier mito aparece escondido bajo la figura del anonimato, si los antiguos hubieran sabido del inconciente, existe la posibilidad de que lo hubieran nombrado desde tal lugar. “En cualquier caso los antiguos, no son los creadores del mito. Ellos no aportan nada propio, sino que transmiten el mensaje recibido. Éste, a su vez es un “don de los dioses a los hombres” (theon eis anthropous dosis) - (Platón, Filebo 16 c,5-6)”
Para Piepper el mito será una “historia divina” (...) La divinidad sería el único objeto del mito, (...), siendo la palabra “mythos”, palabra, discurso, comunicación, proverbio, palabra pensada y no pronunciada en el sentido de plan o proyecto. En sentido más restringido, será historia, relato, saga, fábula (...)” (J. Piepper - 1978)
Como hemos señalado con anterioridad, el mito fue estudiado e interpretado desde diferentes perspectivas, así hace más de un siglo, Schiller sugería leer lo mítico en su sentido literal, sin tratar de sobreentender nada más. Gusdorf retomará este concepto como punto de partida para señalar al mito como una forma particular de “ser en el mundo”, característica del hombre “primitivo” para quien, según este autor, habría un solo tipo de realidad, la mítica, la que sería además de única, verdadera. Toda la realidad habría sido internalizada desde ese tipo de pensar, de sentir y de actuar. Al romperse la horizontalidad y la igualdad de la prenaturaleza humana, con el acto de nacimiento de éste, el mito se colocaría en el lugar de esa ruptura, con lo que indicaría una y otra vez su reintegración, asegurando de este modo, la continuidad de la vida y al mismo tiempo el conjuro de esa angustia fundamental que origina el destino mortal del hombre.
El mito para esta línea de pensamiento sería una forma de ser en el mundo que al mismo tiempo conduce a aprehender los seres y las cosas sin condicionamiento previo, sin categorizaciones anteriores.
EL MITO COMO ESTRUCTURA
Al entrar en el estudio que Levi-Strauss realiza de los mitos encontraremos las siguientes referencias:
“(...), algunos pretenden que cada sociedad exprese en sus mitos sentimientos fundamentales tales como el amor, el odio o la venganza, comunes a la humanidad entera. Para otro los mitos, constituyen tentativas de explicación de fenómenos difícilmente comprensibles (...), la mitología es a veces considerada un reflejo de la estructura social y de las relaciones sociales. Y si la observación contradice la hipótesis, se insinuará al punto que el objeto propio de los mitos, es el de ofrecer una derivación a sentimientos reales pero reprimidos”.
Interesante es esta reflexión en el pensamiento de Levi-Strauss, la que de hecho hace referencia al concepto de inconciente a partir de significantes tales como, sentimientos, derivación, “real” y represión, aún cuando este concepto varíe respecto del propuesto y desarrollado por Freud.
Prosigue Levi-Strauss diciendo: “Reconozcamos más bien que el estudio de los mitos nos conduce a comprobaciones contradictorias. En un mito todo puede suceder, parecería que la sucesión de los acontecimientos no está subordinada a ninguna regla lógica o de continuidad (...) Y sin embargo, estos mitos, en apariencia arbitrarios, se reproducen con los mismos caracteres y asumiendo con los mismos detalles en diversas regiones del mundo. De donde surge el problema: si el contenido del mito es enteramente contingente ¿cómo puede comprenderse que de un extremo a otro de la tierra los mitos se parezcan tanto?” . (L. Strauss - 1980)
Claude Levi Strauss
Al utilizar el lenguaje, el mito hace uso de él con un otro nivel de abstracción, más elevado que el común.
Para la línea de trabajo propuesta por el estructuralismo, los mitos tendrán sentido, dependiendo éste de la forma en que los elementos que la constituyen aparezcan combinados. El mito además utilizará nuestro lenguaje pero, abriéndolo hacia otra dimensión, la que por otra parte le es específica.
El mito, estará así entonces formado por “mitemas”, unidades constitutivas que de hecho implican la presencia de aquellas otras que intervienen en la estructura del habla. Estos mitemas también estarán interrelacionados adquiriendo una función significante. De este modo se pueden componer grupos de mitemas que aparecen con un cierto orden de repetición en todo relato mítico como aquel que hace Levi-Strauss en la familia de los Lábdacos:
1 - Cadmo busca a su hermana Europa, raptada por Zeus.
Edipo se casa con Yocasta, su madre.
Antígona entierra a Polínices, su hermano, violando la prohibición de su tío Creonte, entonces rey de Tebas.
2 - Los espartanos se exterminan mutuamente.
Edipo mata a su padre, Layo, rey de Tebas.
Etéocles mata a su hermano Polínices (y viceversa).
3 - Cadmo mata al dragón.
Edipo vence a la Esfinge. Esta se elimina.
4 - Labdaco, padre de Layo (¿cojo?)
Layo, padre de Edipo (¿torcido?)
Edipo, (¿pie hinchado?)
Independiente del análisis que pueda realizarse desde otros puntos de vista, se puede leer en el cuadro anterior, aquellos temas que en lo mítico se reitera constantemente: parricidio, fraticidio, incesto, monstruosidad. Es decir, Deseo, Ley y Muerte.
Por medio del análisis estructural de los mitos, se puede llegar a ordenar todas las variantes conocidas del mismo en una determinada cantidad de series, en las que mediante ciertas operaciones lógicas, puede llegar a darse cuenta de la estructura básica del pensamiento que organizó tal relato mitológico.
EL PSICOANALISIS
El intento de realizar una lectura del mito por intermedio del Psicoanálisis, fue posible gracias a que este método de investigación sostiene en su interior un constante principio de inquietud que le permite realizar sucesivas reformulaciones de todos aquellos temas que ya parecerían haber estado fuera de toda discusión posible.
Si entre otras tareas, el Psicoanálisis haría que lo inconciente se manifieste, hable, tratando de descentrar a ese texto cerrado (texto como tejido, urdimbre), que se defiende y sostiene sus contenidos en los modos que observamos en todos los análisis, siempre en una región de suspenso, ¿por qué no preguntarle a esta ciencia sobre aquello vinculado al origen de una producción humana tan significativa y profunda como el mito?
Porque la mayoría de los mitos, encierran temas tan fundamentales como el Deseo, la Ley y la Muerte que también aparecen en la trayectoria que el Psicoanálisis, como ciencia conjetural, descubre en sus investigaciones, ya efectuadas desde y en el hombre mismo como paciente, ya en sus desarrollos sobre las producciones de éste.
¿Acaso el Psicoanálisis no “fuerza” a una ley, la del lenguaje, ese lenguaje de un Otro (al decir lacaniano), para recobrar lo que esta ley mantiene entrerrejado? ¿Acaso el desciframiento de los sueños, no es también una desmitologización de esas leyendas magníficas o terribles en las que somos uno y todos esos personajes disfrazados del lo que nuestro deseo, impone?
¿Estos recorridos por el Deseo, la Ley (siempre del Padre), y la Muerte, acaso no nos permitirían acceder a ese otro saber que el acontecimiento mítico contiene celosamente y en los cuales, el hombre revela que son algo más que meras preocupaciones cotidianas?
El mito de algún modo, intentaría atrapar algo de un saber que siempre se le escapa, de ahí que la lectura psicoanalítica nos acercaría a ese efecto producido por la huella que permanece atrapada en todos los textos mitológicos. Huella en la que se descubre la imagen del hombre y su relación con esa otra imagen inefable que representan a la divinidad y su sociedad. Como incluiría el Psicoanálisis al hombre que conoce, sino haciéndose como “Al hombre con esta muerte que trabaja en su sufrimiento; este Deseo que ha perdido su objeto y este lenguaje por el cual y a través del cual se articula silenciosamente su Ley” (M. Foucault - 1984)
El acercamiento a las fuentes psicoanalíticas del mito nos permitirá además reconocer en él a las grandes pasiones del alma, las que incluídas en los relatos míticos, dirían en su particular estilo, de aquellas percepciones primeras de la humanidad, a las que se añadieron con posterioridad, tal como en los sueños, otras fantasías que de hecho los han enriquecido (aún a pesar de cierta deformación), pero que no han hecho desaparecer los mitemas originales.
Si éstos se nos presentan tan extraños, permaneciendo como un “ombligo del sueño”, tan cerrados para su adentro como lo fueron en un tiempo los jeroglíficos, es posible que sea por esa pertenencia que desde su origen marca el sello de lo “Real”. Sello que estaría impreso también en los relatos míticos a aquellos que se refiere en “Poeta y Fantasía” cuando señala que “(...) es muy probable que correspondan a residuos deformados de fantasías optativas de naciones enteras (...)” (S. Freud - 1948)
De este vínculo entre sueño, fantasía y mito volveremos ciertamente más adelante.
¿Acaso, no podrá ser el mito un relato que al mismo tiempo que condense “esencialidades”, al nombrarlas, nos indique el camino para acceder a un origen encerrado en la Palabra?
Jorge Garzarelli es doctor en Psicología por la Universidad del Salvador. Profesor Titular de la Cátedra de "Psicología de la Religión" en dicha casa de estudios. Desarrolla múltiples actividades académicas, además de ejercer como analista en la práctica privada. Su tesis doctoral, de la cual el texto reproducido forma parte, se titula: "El mito: acerca de su producción en el inconsciente" (1987). Es autor, además, de los libros "Psicosociología del Turismo" y "Psicología del Deporte".
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