"Nietzsche", por Enrique Carceller Alcón
El reino de Dios no “viene” de un modo cronológico-histórico, ni según el calendario, como una cosa que un día estuviere presente, pero la víspera no: es, por el contrario, una “modificación del sentido en el individuo, una cosa que adviene en todo tiempo y que en todo tiempo no está presente todavía…
Moraleja: el fundador del cristianismo ha tenido que expiar el haberse dirigido al estrato más bajo de la sociedad y de la inteligencia judías…
-éste lo entendió según el espíritu que comprendía…
-es una verdadera vergüenza haberse fabricado una historia de salvación, un dios personal, un redentor personal, una inmortalidad personal, y haber conservado toda la mezquindad de la “persona” y de la “historia” como residuos de una doctrina que discute la realidad de todo lo personal y de todo lo histórico…
La leyenda de la salvación en lugar del simbólico ahora y siempre, aquí y en todas partes, el milagro en lugar del simbolismo psicológico.
(F. Nietzsche, Fragmentos póstumos IV)
“La historia del cristianismo –a partir de la muerte en la cruz – es la historia del mal entendimiento, cada vez más grosero, de un símbolo originario”.
(F. Nietzsche, El Anticristo)
“Si entiendo algo de este gran simbolista, es que únicamente vio y reconoció realidades interiores: que entendió el resto (todo lo natural, lo histórico, lo político) únicamente como signo y ocasión de parábolas –no como realidad, no como “mundo verdadero”…
Igualmente el hijo del hombre no es una persona concreta de la historia sino un “hecho [Faktum] eterno”, un símbolo psicológico no encerrado en el tiempo…
Lo mismo vuelve a valer finalmente en el grado más elevado del Dios de este simbolista típico… del reino de Dios, del “reino de los cielos”…
el “padre” y el “hijo”: este último expresa el ingreso en ese estado de transfiguración global de todas las cosas, el primero es precisamente éste…
-y esta representación se ha malentendido.”
“La historia del cristianismo es la historia del tener que malentender progresivamente en forma cada vez más grosera un simbolismo sublime…”
(F. Nietzsche, Fragmentos póstumos IV)
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