martes, 29 de agosto de 2023

Serie Meditaciones #6. Sobre el principio ignaciano "Salvar la proposición del prójimo", presente en Ejercicios Espirituales . Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #6

En su introducción a los Ejercicios Espirituales (1548), Ignacio de Loyola sugiere la siguiente fórmula: "Siempre se ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla" (EE22).

En la brisa suave de la comprensión, esta frase ignaciana resplandece como una joya escondida entre las páginas de la vida. En un mundo en el que los juicios se levantan como murallas, esta enseñanza nos invita a caminar por senderos menos transitados, a construir puentes en lugar de levantar muros, y a explorar la vastedad de la humanidad en su diversidad de pensamientos y creencias. Nos invita a buscar el bien en los demás, incluso cuando no estamos de acuerdo con ellos.

El "presupuesto" ignaciano es resonante especialmente en un tiempo como el nuestro, marcado positivamente por el pluralismo, el ecumenismo, la diversidad, y el diálogo interreligioso; y negativamente por la fragmentación cultural, los fundamentalismos, la tiranía de los algoritmos, y la desconfianza en las instituciones.

En la danza de las palabras y las ideas, la sugerencia ignaciana resuena como una melodía de empatía. Nos recuerda que cada proposición que cruza nuestro camino es como una hoja en el viento, llevando consigo las experiencias y perspectivas de otro ser humano. Cuando salvamos la proposición del prójimo, no estamos diciendo que estamos de acuerdo con ellos. Simplemente estamos diciendo que estamos dispuestos a escucharlos. Estamos diciendo que estamos abiertos a entender su perspectiva. En lugar de condenar rápidamente, nos propone detenernos y atender al eco de su corazón, a buscar el resabio de verdad que se puede ocultar en cada rincón del diálogo.

La inclinación a salvar la proposición del prójimo es como un acto de generosidad intelectual, un regalo de apertura y aceptación. El diálogo y la comprensión son esenciales para la paz. Es un abrazo de la mente, un encuentro con la verdad más allá de nuestras propias limitaciones y certezas. En ese acto de inclinación, podemos encontrarnos en un terreno común, donde nuestras diferencias se atenúen y sólo quede la búsqueda compartida de conocimiento.

En una sociedad en conflicto permanente como en la que vivimos, donde estamos bombardeados con información que sesgadamente nos confirma que los demás están equivocados, que tenemos razones para odiarlos, despreciarlos y temerlos, este principio nos guía hacia un horizonte de entendimiento. Nos recuerda que, en lugar de juzgar y cancelar, podemos abrazar y aprender. En la inclinación a salvar las proposiciones de los demás, encontramos una invitación a cultivar un jardín de intercambio fructífero, donde las semillas de la comprensión tengan la chance de prosperar, más allá de nuestras convicciones firmes y nuestras miradas siempre parciales.

JMOB.

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