viernes, 28 de julio de 2017

El Héroe del Conocimiento (por Dr. Jorge Garzarelli)

"Prometeo trayendo el fuego", por Jan Cossiers

EL HEROE DEL CONOCIMIENTO, por el Dr. Jorge Garzarelli
(capítulo VII de la tesis doctoral del Dr. Garzarelli, cedida gentilmente para ser compartida en este blog)

En todos los mitos aparecen multiplicidad de dioses que sienten, piensan y actúan como los mortales. Esos mitos aparecen en la actualidad como transformaciones de hechos que, en otros tiempos habrían sido experiencias hierofánicas.

Este producto de lo más profundo del mundo antiguo, también nos enseña una posición humanística, explicada con palabras que aun no han sido del todo bien escuchadas e interpretadas. ¿Será ése el motivo por el cual esta palabra del mito insiste en ser dicha?.

Esta palabra es la que nos orienta hacia una realidad que alguna vez pudo ser histórica, llegándose a convertir en mito. Así aparece investida de una función significativa que escapando del control individual pasa a ser colectiva, emergiendo como un fenómeno secundario más elaborado y comprensible. Tal podrían ser los orígenes de algunos mitos. Pero esto se hunde en la obscuridad del pasado. Más que nada podríamos utilizar esta conceptualización para aquellos mitos en los cuales, es claramente determinable, objetivar su origen en hechos de la realidad y confirmados por la historia misma.

Desde la antigüedad, el hombre ha tenido inquietudes de naturaleza perentoria en el orden del querer saber de donde venimos y hacia donde vamos. Preguntas que, en muchas oportunidades hemos podido reconocer en los mitos, pretendiendo dar respuestas a estas cuestiones impenetrables, profundas y angustiantes que el ser humano se planteó. Aún hoy mismo, continua planteándoselas.

Ha ocurrido y ocurre que el hombre respecto de sus orígenes, vida en el más allá del mundo que lo rodea, y por esto se ha sentido al decir de Cencillo desfondado” (L. Cencillo-1958), rodeado de misterios, intuyendo trans-realidades que en nuestra época surgieron con una cierta organización, las que son sin duda motores para el desarrollo de las ciencias.

En los mitos podemos observar una fuente privilegiada de conocimientos. En ellos existen saberes esenciales que devendrían de reflexiones sobre el medio en que les tocó existir y la determinación fantástica del inconsciente.

El hombre utilizando el lenguaje, habría podido enfundar y trasladar el mito, probablemente no metodologizado tal como hoy lo tenemos presente ante nuestra forma de conocer.

El mito aparecería en un momento determinado como lenguaje con elementos expresivos, signos y fonemas usados para nuestra lógica en forma relativamente arbitraria, lo cual nos permite pensar de otro “habla”,de otro pensamiento ordenado según otras reglas y con normas con intenciones diferentes. Probablemente no tan diferentes a las que conforman la creación poética.

EL MITO - UNA CREACION

Este hombre, creador de mitos, seguramente no se habría atado de un modo fijo a su realidad y habría cambiado con el medio. De este cambio habrían surgido nuevas formas de pensar y de crear.

El mito, así posee una función peculiar y parece tener hoy en día, la idéntica urgencia que miles de años atrás. Respuestas urgentes a demandas de idéntica índole. Los mitos seculares que hoy se nos presentan, ya poéticos, sociales, espaciales, morales, mantienen una función que los distingue: hallar sentido a la vida, formando fondos básicos, esenciales, cuya importancia aumenta a medida que van perdiendo racionalidad científica.

Todo el mundo mítico, es un mundo de interrelación, coexistiendo mitos más ricos y otros más pobres. Estos últimos vendrían a llenar en forma positiva, el lugar que periódicamente habrían dejado vacío los otros. Todo indica que el hombre no puede vivir sin sentido y que en todo momento exige una cierta clase de ideas, creencias y representaciones desde las cuales pueda vivir y actuar.

El mito, viene a ser en cuanto concepto, una lectura de los aspectos más profundos de la vida. Lectura que debería interpretar los mismos con una lógica diferente a la convencional, una lógica no histórica, excepto en aquellos relatos en que si sea posible reconocer al hecho en así como perteneciente a la realidad misma. Esa otra lógica “imposible y arbitraria”, en mucho nos acercará a otras similares producciones del inconsciente.

Para ubicar con alguna certeza las circunstancias creadoras de un mito, se hace necesario tener en cuenta la presencia de un prototipo que aparezca como fundamental, puesto que ésta, como símbolo humano, pone evidentemente, en movimiento la mentalidad simbólica que duerme en cualquier individuo conminándolo a concretar en torno al discurso mítico, algo que haya sido depositado en su vida como cuerpo extraño y que pueda ser proyectado imaginativamente desde la narración de su origen, hacia un medio que lo pueda trascender.

Una proyección de los prototipos históricos humanos (héroe, amante, madre, sabio, etc.), son los más habituales productos de la actividad imaginativa inconsciente de todos los hombres.

El pensamiento simbólico, que ha dominado parcialmente el mundo de la antigüedad, se transforma en un discurso simbólico por excelencia. Mucho de la conciencia arcaica (inconsciente), es explicada por el mito.

El mito aparece como una de las más altas manifestaciones de esa capacidad que posee el hombre y a la que llamamos imaginación. Lleva de este modo el símbolo, una marca que lo enuncia como perteneciente en forma indubitable y en el grado más alto, al mundo del mito.

La misma polisignificancia del símbolo lo hace rico y poderoso. De ahí que ascienda a las alturas de lo místico y del arte, siendo probablemente el “discurso más propio del espíritu humano”. (Escritos de filosofía-Bs.As., 1978).

El símbolo como tal, habría permitido que el mito transcurra desde sus orígenes sin ninguna fisura, formando un bloque homogéneo y pleno de sentido. Habría habido una intensa fusión entre lo que es verdadero y lo que se presentaba antagónico. Viniendo desde la “obscuridad” del hombre, viniendo desde su inconsciente, no tiene contradicción entre lo que es y lo que no es.

Esta propiedad mítica, hará que durante largo tiempo se mantenga inalterado, puro, aceptado como verdadero. Tal la consistencia mítica, cerrada, autosuficiente, y que coloca a lo mitológico más allá de lo que podría ser considerado verdadero o falso.

Será en este espacio, donde símbolos, ideas, y palabras se hallan en completa armonía.

Más no era así, un lugar armónico, el mundo de los dioses y de los hombres. Como toda familia, tenía sus conflictos, ya entre los dioses, ya entre dioses y mortales o ya entre los mortales mismos.

PROMETEO - UN DIOS HUMANO

Un notable ejemplo es el que nos propone el mito de Prometeo, aparecido dos veces en la obra de Hesíodo. Una primera vez en la Teogonía y una segunda en Los Trabajos y los Días. Ambas referidas al robo del fuego por Prometeo, complementándose la una en la otra.

En la Teogonía, aparece por una parte, Prometeo y Zeus por otra, acompañándolos Atenea y Hefesto, quienes intervienen en las decisiones finales. En Los Trabajos, aparecerán Prometeo y Epimeteo, representando a los hombres y Zeus (asistido por Hefesto, las Cárites, Peithó (la persuasión), Afrodita, Athenea y Hermes), representando a los personajes divinos.

Todo el mito de Prometeo se referirá a un duelo de astucia entre el titán y el dios. Mientras que en la Teogonía el duelo se desarrolla entre dioses y hombres, aún unidos; en Los Trabajos, dioses y hombres se confrontan en dos campos diferentes.

Esta leyenda de Prometeo ocurre en el “tiempo en que litigaban en Mecona, los dioses y los mortales. En tal ocasión con corazón benévolo, Prometeo, dividió un gran buey y lo puso delante de todos. Quería engañar la mente de Zeus. En una parte bajo el cuero, puso las carnes y las entrañas recubiertas de abundante grasa, tapó todo después con el vientre del buey. En otra parte, disponiéndolos con arte engañosa, colocó los huesos desnudos del animal ocultándolos bajo la blanca grasa”. (Hesíodo-1979)

Luego le dice a Zeus, (quien previamente había descubierto el engaño), que elija su parte. Escogiendo la parte blanca, sintió un profundo rencor contra Prometeo y los mortales, que habían salido favorecidos por aquella astucia. Para castigarlos decidió no volverles a enviar el fuego. Prometeo robando semillas de fuego, las llevó a la tierra ocultas en un tallo de férula.

Existe otra tradición en la que se señala que el fuego fue sustraído de la fragua de Hefesto.


DEL CASTIGO

Zeus, en tanto, castiga a los hombres y a Prometeo.

Dos castigos singulares. Contra los primeros Zeus, ideó un ser modelado ex profeso, Pandora, mientras que a Prometeo lo encadenó con cables de acero en un monte del Cáucaso, enviando un águila que le devoraba continuamente el hígado a medida que éste se regeneraba. Como vemos, otra vez aparece en el mito el tema de la repetición y de la castración. Mitemas que consolidan, el primero al mito de Sísifo y el segundo a la secuencia mítica, Urano/Tierra/Cronos/Afrodita.

Prometeo encadenado, será el tema de una de las más de ochenta tragedias que escribiera Esquilo, la mayoría lamentablemente perdidas. Será éste el autor que perfeccionará el arte de representar en un escenario con caretas que expresaban los sentimientos humanos, alegrías, vicios, pasiones, ilusiones, etc. En esta obra el poeta volcará sublimes y nobles sentimientos que hacen resaltar la idea de lo moral en continua lucha, contra las fuerzas del egoísmo, en este caso del dios de dioses.

Prometeo, en esta obra, es encadenado por la fuerza representada por Vulcano (Hefesto), y el poder de Júpiter (Zeus). El motivo también siguiendo la tradición abierta por Hesíodo, será el robo del fuego (lo que estará simbolizando el Conocimiento).

¿No será acaso este encadenamiento a una roca al borde de un precipicio como el drama de la inteligencia (el Yo), que permanece condicionada, imposibilitada en forma relativa de manifestar su poder en plenitud?.

Existe una lectura que se refiere a, que Esquilo habría escrito en esta obra, siguiendo el argumento original del mito, una proyección de sí mismo en una actitud de rebeldía frente a la tiranía política que reinaba en su patria en aquellos momentos.

De este modo, podemos observar, como un mito de origen desconocido puede llegar a ser resignificado (en un proceso de elaboración más conciente, por lo que aparece como producción cultural específica), a los efectos de leer e interpretar la realidad actualizada siguiendo patrones prototípicos que los sostienen.

Prometeo aparece como un hombre iluminado por una chispa de su divinidad que intenta adelantarse a su época luchando por la libertad de los mortales. Lo consigue.

Extraña asociación de un dios, que toma partido por los mortales. Ya Tántalo, con otros motivos menos ideales, había realizado una acción relativamente similar, al acercar a sus amigos mortales, el néctar y la ambrosía de los dioses, siendo, a pesar del afecto divino, castigado por la eternidad a sufrir el deseo de tales exquisiteces. Nada menos que los elementos que le otorgaban la inmortalidad a los dioses.

FAMILIA DE DIOSES

Es oportuno aclarar que según la leyenda, Prometeo sería familiar (primo) de Zeus, ya que ambos fueron hijos de Titanes; Zeus de Cronos y Prometeo de Jápeto.

Respecto de la madre de Prometeo, existen dos tradiciones; una que lo hace hijo de Asia, a su vez hija de Océano y la otra que lo hace hijo de Climene. Esta diosa, engendrará de Jápeto, también a Atlas a Menetio y a Epimeteo de “espíritu extraviado, el cual, desde el principio, fue causa de males para los laboriosos hombres, al recibir, una virgen forzada por Zeus” (Hesíodo-1979). En otra tradición, esta diosa, Pandora, aparece formada por barro por el artista Hefesto, el mal habido esposo de Afrodita.

Esta alternativa, de tomar partido por los mortales, aparece simbolizada por la doble naturaleza de Prometeo. Es un semi-dios, hijo de un dios, Jápeto y de una mortal que a su vez comparte la divinidad. Otra tradición lo hace a Prometeo, hijo de Jápeto y Temis.

Este Prometeo, en su parte humana, anhela que la fuerza y el poder del espíritu sea patrimonio de todos. Será norma que cada uno alcance su propia iluminación, que desarrolle su propia inteligencia.

El conflicto se manifestará entre los poderes del conocimiento y los impulsos irracionales, aquellos que la razón se ocuparía en refrenar, de tal modo que haría que el hombre preste oído a las voces de lo emocional (en el relato simbolizadas en las Oceánidas, divinidades del mar).

Acercándonos psicoanalíticamente, podremos situar el conflicto a nivel del Ello y Superyó, en donde el Yo permitiría una relativa salida a nivel de su propio y obscuro masoquismo, tolerando el sacrificio de una parte de sí. Esta situación actuaría paradigmáticamente como ideal para los otros mortales.

No obstante podemos decir que un momento maníaco, insuflado de pensamientos omnipotentes, serviría de sustrato al siguiente paso, en el que Io, una virgen bicorne amada por Zeus, desea saber de qué se le inculpa a Prometeo. En el diálogo entre ambos, Io le relata a Prometeo sus propias desgracias, siendo consolada por éste prediciéndole que Zeus la amará y la volverá a su primitivo estado (ya que ésta había sido convertida en vaca, perseguida constantemente por un tábano), pronosticando la caída de Zeus. Ocaso de los dioses.

Io, en la mitología común, representa a la luna errante en su carrera por el cielo. Otra interpretación anterior, la simbolizaría como la mente dual, la vegetativa y la instintiva, siendo el tábano el digno representante del Deseo.

Zeus había jurado no liberar nunca a Prometeo; no obstante cuando Heracles (Hércules), pasa por el Cáucaso, mata de un flechazo al águila, salvando de este modo a Prometeo. Zeus queda satisfecho por la proeza de su hijo, pero para que su juramento no quedase en vano, ordena a Prometeo llevar un anillo con el acero de las cadenas y un trozo de la roca a la que había estado atado, de tal modo que el titán permaneciese fijado a su castigo. Pero, otro hecho venturoso libera a Prometeo de tal castigo. El centauro Quirón, herido por una de las flechas de Heracles, dolorido deseó morir; pero como era inmortal debía encontrar a alguien que aceptase su inmortalidad. Prometeo lo ayuda y pasa a ser inmortal. Zeus acepta la liberación e inmortalidad de Prometeo, quedándole agradecido por una revelación de un antiguo oráculo que le revelaba por medio de Prometeo que tendría un hijo con Tetis, que siendo más poderoso que él, lo destronaría. Prometeo, cabe recordar que poseía el don de la profecía.

EL DADOR DE CONCIENCIA

Existe una leyenda respecto en la que se muestra a Prometeo, originando la raza de los primeros hombres, por mandato de Zeus, quien no solo desconfiaba de Prometeo sino también de su obra. En la Teogonía no aparece este dato, siendo más bien Prometeo, considerado un bienestar de los mortales.

En este sentido Prometeo es presentado como un intercesor entre los dioses y los hombres, con lo cual en no poco se acerca al ejercicio de lo religioso, entendiéndose este término como “re-ligare” re-unir, aquellas partes que previamente habían sido separadas.

Un ejercicio que desde el punto de vista psicoanalítico tendría que ver con una de las funciones del yo, esa de mantener la homeostasis entre las dos instancias, Ello y Súper-yo dentro de la estructura psíquica, además del vínculo armoniosa con la realidad externa.

Cabe aclarar que “lo religioso no puede ser encontrado en los niveles inconcientes de la personalidad, sino que supone una intencionalidad conciente, o al menos pre-conciente, que alguna vez el sujeto hizo suya”. (Rodriguez Amenabar-1982)

En Prometeo se trataría de unir al dios Zeus, con los hombres, obras de Prometeo no bien consideradas por el dios, tal como una obra yoica no bien vista por los ojos severos del Super-Yo. Una obra del hijo descalificada por el padre. El padre Prometeo desea el bien para sus hijos siguiendo el orden que presenta el conocimiento.

DE LA ESTRUCTURA PSIQUICA

Al hablar de Yo, nos estamos refiriendo a aquella instancia, ya conceptualizada en la segunda tópica freudiana. Un Yo que media entre el Ello y la realidad externa, que asume demandas instintuales de aquél y que tratará por diferentes caminos de satisfacerlo. Es en este intento que al mismo tiempo establece una huella mnémica a recorrer en la emergencia de otra demanda instintual similar. De este modo se produciría un recuerdo que servirá al equilibrio de todo el sistema.

Este Yo, característico del primer período infantil, se lo podrá observar preocupado por su propia conservación defendiéndose contra las demandas excesivas de las partes antes mencionadas. Para todas estas operaciones se guiará por las formas que le propone el Principio del Placer modificado.

El tema del Yo es motivo constante de teorización por parte de Freud, a lo largo de su obra, es por esto que podemos leer en “El Malestar en la Cultura” que el “Yo se continúa hacia adentro, sin límites precisos, con una entidad psíquica inconciente que denominamos ello y a la cual viene a servir de fachada (...) es el enamoramienbto por el cual pasan todos los hombres” (Freud –1968)

Estado no de enamoramiento, pero si de amor, presenta Prometeo por los hombres,quien tratará de disfrazar, distraer, embaucar al dios para obtener mejores dones para con aquellos. Tal es parecido su trabajo a aquel del Yo, cuando trata de satisfacer la demanda instintual (el hambre de los hombres) ante la privación que deviene del Súper-yo (representado en el mito por Zeus).

De esta estructura yoica, que mencionamos anteriormente, se han desarrollado diferentes conceptualizaciones, pero ninguna deja de sostener, tal como originalmente la realizó el Psicoanálisis, que proviene de una diferenciación del obscuro Ello, siendo su parte más superficial y en obligado contacto con las dos realidades, la interna y la externa en un continuo ir y volver, topologizado por la cinta de Moebius. De tal modo que, aunque externalizado el Yo siempre va a exhibir el sello de origen que deviene de continuo de su “padre”, padre soma.

Entre las funciones que posee la instancia yoica, encontramos:

a) Ligazón de líbido libre a objetos del mundo externo,

b) Interponer una cierta actividad intelectiva para con las exigencias del Ello, realizando tanteos de acuerdo a experiencias anteriores rememoradas, por lo cual podrá el Yo diferir, realizar o suprimir la pulsión.

c) Funciones de autoconservación del individuo.

d) Ejercicio del “juicio de realidad”.

e) Establecer un frente de combate a dos niveles: externo-interno, tratando de mantener una homoestasis por medio de defensas no siempre muy efectivas cuando se trata de lo venido del medio interno (siendo ineficaz y totalmente imposible, la fuga frente a los propios instintos), debido a la identidad de origen con este “enemigo” y a aquella vida íntima, que en común han llevado.

Es interesante señalar como en el mito de Prometeo y en la misma persona del dios hombre, se puede encontrar alguna de las funciones que les asignamos al Yo.

De aquí que Prometeo ligue, a hombres y a dioses, o por lo menos lo intente, interponiendo algún tipo de actividad intelectiva para que aquellas exigencias de los hombres puedan ser cumplidas satisfaciendo su deseo de conocimiento. El mismo Prometeo realiza ciertos tanteos (que desagradan a Zeus, sintiéndose engañado por las acciones de aquel, que desembocan en los castigos mencionados, tal como actuaría punitivamente nuestro Súper-yo ante alguna actitud yoica con tal de satisfacer algún deseo instintual prohibido). Prometeo, obra con astucia, ejercitando algún tipo de juicio de realidad a los efectos de conservar su creación. Pero, el tipo de defensas utilizadas no parecen haber sido del todo eficaces; Zeus en su divinidad conocerá la divinidad y la misma mortalidad de Prometeo. No olvidemos que, el mismo Súper-yo ha nacido desde un hundimiento en el piso yoico por la imperiosa influencia de las autoridades paternas y sus subrogados. Algo común une a Zeus y a Prometeo y algo común une al Súper-yo y al Yo.


Retomando las funciones yoicas, observamos que el Yo puede llegar a perder fuerza en el vínculo con el vínculo con el medio externo, al tener que perentoriamente obedecer al Ello, con lo cual podrá llegar a fundar estados patológicos. No obstante, frente a los estímulos del medio ambiente y siempre recurriendo a su memoria, actuará por fuga frente a aquellos que sean demasiado intensos, enfrentando por adaptación a los de calidad moderada y modificando lo exterior a su convivencia por medio de actividades específicas. El aumento o incremento de las tensiones libidinales será sentido como displacer y viceversa. En este sentido más que las cantidades absolutas de esas tensiones, lo que va a intervenir van a ser algunas particularidades rítmicas de las mismas. Obviamente, el Yo, tratará de cualquier modo evitar situaciones displacenteras, siendo por lo tanto otro de sus fines. En esa evitación del displacer, el Yo, se guiará por la percepción de ciertos afectos señales tales como la angustia que indicará algún tipo de amenaza o de peligro para la estructura psíquica.

Como tal en el mito que leemos, el estado patológico que le podemos asignar a Prometeo, será esa insistencia (sabiendo de la omnipotencia de Zeus) en querer burlar al dios. Prometeo no puede fugar de él. Pero, tan fuerte parece haber sido, la necesidad de nuestro héroe en satisfacer las demandas de los mortales que aún así, y para evitar la situación de displacer que devendría de no poder conseguir finalmente el objeto “fuego”, (para quienes según la leyenda también podrían ser sus hijos) decide siguiendo su criterio de realidad indubitable, continuar su obra con el objeto de completarla. El autor del mito parecería habernos sugerido que el hombre es un ser incompleto de no poseer ese conocimiento que lo acercaría al punto de las verdades mismas, el punto de encuentro con los dioses y con su plena sabiduría.

Tal como el Yo, Prometeo tantea, prueba, siguiendo a Eros, renegándo de Thánatos el que se correspondería con la negación. Thánatos mismo llegaría a la instancia yoica, ya que el “no” no tiene representación en el inconsciente.

A tal punto que Prometeo pierde (y no teme perder, tal como el pequeño yo infantil sentiría el pánico ante el ser abandonado por sus padres), la protección de Zeus.

Prometeo en este momento ocuparía el lugar de los procesos defensivos, actuando como aquel en el que el Yo se disocia frente a su posible aniquilación. Un Prometeo seguirá el derrotero marcado como castigo por el dios y otro Prometeo quedará inmortalizado en el espíritu humano como su supremo bienhechor.

PROMETEO LIBRE

Prometeo aunque encadenado, es libre en su interior, por haber conseguido para sus otros-semejantes,el conocer que los llevará (aunque con sus propios esfuerzos), a sus propias libertades.

Una libertad que como tal se manifiestará en forma discontinua e incompleta, siendo necesario un constante esfuerzo propio para ser mantenida.

Otra forma de acercarnos a Prometeo estará vinculada a la disociación en ese dios inmortal que tanto se acerca al concepto psicoanalítico del Ello, ya que éste se comporta como un inmortal. Espacio-tiempo no será posible de ser reconocidos en esta instancia que está más allá del bien y del mal. Instancia en la que todo es como un caldero hirviendo en donde lo instintual, siguiendo el principio del placer-displacer, será todo posible, aún aquello que sea lo contradictorio en si-mismo. Una división tan taxativa sabemos que es imposible, por causa de la derivación del Yo a partir del Ello, pero es casualmente por tal derivación que Prometeo ocupa esta metáfora sin fronteras precisas. Metáfora que en este mito hará referencia a una tarea del Psicoanálisis, aquella que clásicamente apuntará a que “donde era Ello, Yo ha de advenir”.

El haber mencionado a Zeus, nos compromete a aclarar algunos conceptos que hacen relación con el Súper-yo que este mito como muchos otros nos propone.De aquí la moral mítica.

Esta instancia super-yoica, observará al Yo, le impartirá órdenes, lo corregirá, lo amenazará con castigos, tal como previamente lo hicieron los padres del niño, cuya plaza ha venido a ocupar internamente.

Las funciones judicativas de esta instancia, serán las que sentiremos como conciencia moral.

Llama la atención que este Súper-yo despliegue por momentos una severidad tanto cuanto mayor que la que los padres o subrogados hubiesen sentado precedentemente.

Tal como un dios omnipotente y omnisapiente, el Súper-yo llamará a rendir cuentas al Yo, no solo por sus acciones, sino también por sus pensamientos o intenciones, las que parece conocer con mucha exactitud.

Este Súper-yo va a heredar ciertas características del núcleo conflictivo central de toda existencia humana. El conflicto edípico.

Freud nos indica que, “indudablemente, alguna parte de las adquisiciones culturales, han dejado tras ellas un precipitado en el Ello y mucho de lo que aporte el Súper-yo, despertará un eco en él". (Freud – 1968).

EL PAPEL DEL MITO

En este aspecto es inevitable dejar de mencionar el papel que los mitos han tenido y tienen en la cultura de los pueblos, tanto en sus primitivas formas como en aquellas en las que no es posible reconocer una mayor diferenciación y elaboración, o bien en sus expresiones individuales como grupales.

De este modo ha sido posible reconocer algunos mitos en los que el aporte fundamental estará dado por los ejemplos de moralidad o algún tipo de característica del grupo que sostenga tal mito.

Es aquí, donde el Súper-yo aparece enfundado con un mundo simbólico que le es propio, ya por sus aspectos morales, ya por sus aspectos culturales. Mundo pletórico de símbolos fundamentales que son connaturales al psiquismo humano.

Este mundo simbólico del Súper-yo al que nos estamos refiriendo, será trasmitido de generación en generación. Será difícil reconocer lo que pertenece a la esfera individual de aquello que constituye un bien cultural común a la colectividad.

He aquí que aquel enlace entre Natura y Nurtura que desde hace mucho tiempo nos mantiene ocupados, hace vínculo, metonomizado una en la otra.

Estos símbolos tendrán un amplio espectro de manifestaciones que va desde las más íntimas y propias hasta las más espectaculares y sociales.El arte estará aquí para ofrecerse como paradigma de este arco iris simbólico.

Será en ese mundo simbólico donde el hombre dejará su impronta en forma de cultura.

Y será en nuestro mito de Prometeo en donde la marca de la diferencia entre lo divino y lo mortal, lo súper-yoico y lo yoico, aparece simbolizada, proponiéndonos un modelo, una cosmovisión de lo que supone el conocimiento y la libertad que de él deviene.

Temas que son una constante en la humanidad. Temas que también han tenido lugar en los tiempos del mito, por haber tenido la perentoriedad de lo instintual y su manifestaciones representables.

Ya en el deseo de saber, ya en la libertad, ya en la rebelación contra un orden antinatural (el de los dioses para con los hombres, sospechosos para el dios), etcétera, el hombre intentó dar respuestas, desplegando para esto toda su capacidad imaginativa. Esta se ve con claridad en los temas de los diferentes mitos que podemos seguir estudiando y en donde con toda seguridad puede descubrirse “aquellas verdades” que se seguían, con tanto ahínco de ser “sabidas”. Es que, a mi entender lo mismo que el hombre mítitco se preguntaba, estaba respondido en la misma formulación mítica.

Y en otra no menos importante pregunta se hizo el hombre de aquellos tiempos (y aún hoy nos seguimos formulando), Pregunta que daría origen al Psicoanálisis: ¿Qué desea la Mujer?

LA MUJER MITICA

De esta demanda también da cuenta el mito prometeico.

Tanto en la Teogonía como en Los Trabajos y los Días, Hesíodo relata el advenimiento de la mujer en el mundo de los mortales.

Fue por causa del engaño de Prometeo en el robo del fuego de los dioses, que Zeus ordena modelar en barro a Hefesto una forma semejante a una venerable virgen. Fue adornada con un brillante vestido y un cinturón por la diosa Atenea, quién también dispuso alrededor de su cabeza unas coronas de flores frescas que rodeaban a una corona de oro forjada también por Hefesto. En esta corona el cincelador, representó muchos símbolos trabajados artísticamente. Afrodita interviene derramando gracia sobre la cabeza de este nuevo ser humano y un “deseo penoso junto a preocupaciones que devoran los miembros”. (HESIODO -1979). A su vez Hermes, el mensajero de los dioses y matador de Argos, le otorga un espíritu cínico y un corazón inclinado al robo. Fue un heraldo de los dioses el que le otorgó la voz y llamó a esa mujer “Pandora”, “porque todos los dioses que habitan las moradas del Olimpo hicieron tan desdichado presente, el que fue luego de tristeza para los laboriosos humanos”. (HESIODO - 1979).

Este presente fue el que recibió Epimeteo, por intermedio de Hermes sin haber entendido lo señalado por su hermano Prometeo de que no aceptase nunca algún regalo de Zeus y que lo devolviera a fin de que nada malo sucediera a la raza de los mortales. En el momento en que lo recibió Epimeteo se da cuenta que el mal era ese.

Prosigue el autor diciendo que al principio el genero humano vivió sobre la tierra sin dolores, arduos trabajos y penosas enfermedades que dan muerte, pero la mujer habiendo quitado con sus manos la gran tapa del cántaro con la que venía provista, disperso esas miserias y comenzaron para los hombres los grandes sufrimientos. Sólo la esperanza quedó encerrada allí...

"Pandora", según Thomas Kennington (1908)

Este tema de la mujer seguirá siendo un enigma, tal como la considera el espíritu del mito. Un misterio del que solo se podrán hacer conjeturas.

Este mito de Prometeo que ofrece tanta variedad de interpretaciones, nos conduce primordialmente, desde el punto de vista psicoanalítico, a ser leído estructuralmente. Prometeo será el hombre cautivo entre leyes que no soporta, las de su época, las de su herencia. Encerrada de este modo su naturaleza, se verá obstaculizada e imposibilitada para manifestarse en plenitud. Un Yo que destruye mordazas y “dice”, (tal el Yo del mito, un Yo que habla), de su deseo de liberación.

El Prometeo inferior, el instintual, deberá quedar realtivamente “encadenado”, reprimido para que se de el desarrollo de su ser humano (sublimado), en el acceso a la cultura. No aquella que genera el horror, sino aquella que genera la Belleza y como tal el Bien y el acceso a la Verdad.

Pero tal como prosigue el mito, Prometeo no es castigado “in aeternum” por el dios de los dioses y de los humanos, sino que más bien éste, ve con agrado los trabajos de Heracles, entre los cuales mata al buitre que de continuo devoraba las entrañas siempre nacientes del encadenado. Tampoco rechazará la inmortalidad que recibirá Prometeo. Es como si él “autor del mito”, intuyera la posibilidad de un cambio substancial en la naturaleza del Súper-yo. Tal esta modificación en la figura del dios.

Prometeo aparece de este modo encadenado a aquello de la naturaleza humana que posee de común con la intuición directa del saber. Intuición que para nosotros, deviene del obscuro Averno que habita en nuestro interior, el inconsciente mismo.

Extraña advertencia la del poeta que dice:

Las cadenas que más nos encadenan son las que hemos roto”. (A. Porchia – 1978)

Jorge Garzarelli es doctor en Psicología por la Universidad del Salvador. Profesor Titular de la Cátedra de "Psicología de la Religión" en dicha casa de estudios. Desarrolla múltiples actividades académicas, además de ejercer como analista en la práctica privada. Su tesis doctoral, de la cual el texto reproducido forma parte, se titula: "El mito: acerca de su producción en el inconsciente" (1987). Es autor, además, de los libros "Psicosociología del Turismo" y "Psicología del Deporte".

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