viernes, 16 de diciembre de 2016

Medicina y metafísica de la Persona (por Nahuel Arroyo)

Nota del autor del blog: agradezco a Nahuel  permitirme compartir este trabajo de indagación reflexiva sobre algunos de los temas que lo convocan. Dada la extensión del mismo, será ofrecido a los lectores en dos partes, comenzando hoy por la primera de ellas.

"Being Human the Representative of Humanity", por Kristena West

"Medicina y metafísica de la Persona", por Nahuel Arroyo (primera parte)

El siguiente escrito tiene por objetivo realizar un recorrido por el tiempo y el espacio de la medicina y el sujeto humano como protagonista principal de su propio conocimiento. En su comienzo, antes de la aparición de los mitos y de la creencia, la medicina era solo la relación instintiva entre el sufrimiento y la posibilidad de aliviarlo. Desde sus comienzos hasta la actualidad, propondré un recorrido histórico de la medicina y la intervención teológica a lo largo del tiempo y como la misma fue cambiando su concepción. En este caso la intención es apuntar a la visión que aporta la teología a la vida médica, instrumentos de Dios para la salud del cuerpo, dignidad y trascendencia del hombre, analogía de la salud del cuerpo y de la salud del alma humana.

Podríamos comenzar definiendo al hombre como sustancia individual de naturaleza racional. Desde la visión de Aristóteles es un animal político. Para Scheller el espíritu es lo divino en la persona. Clásicamente se entiende que el hombre no es naturaleza y espíritu, es naturaleza espiritual. El alma como principio tiene dos funciones, animar el cuerpo y la apertura a lo trascendente. El mundo es un microcosmos en el que coexisten el mundo visible e invisible. En el interior del hombre emerge algo diferente de lo puramente sensitivo que lo determina y diferencia del resto los animales. Preguntarse por el origen, la naturaleza y el fin del dolor, tener capacidad de reflexión, tener plena conciencia de sí, capacidad de abstracción, tener libertad de acción. Un ser dotado de espíritu es capaz de una conducta, es motivado por la pura manera de ser de un complejo intuitivo, prescindiendo del estado fisiológico del organismo humano, prescindiendo de sus impulsos y de las partes externas sensibles del medio. Consiste en reprimir libremente un impulso, una modificación de la objetividad de una cosa. Es un abrirse al mundo de manera ilimitada El hombre ha sabido forjarse una imagen del mundo, en donde los objetos son independientes en absoluto de la organización psicofísica, de los sentidos. Este centro a partir del cual realiza al hombre los actos con que objetiva el mundo, su cuerpo y su psique, no puede ser parte de ese mundo. Solo puede residir en el fundamento supremo del ser mismo. El hombre es el ser superior a sí mismo y al mundo. El espíritu es el único incapaz de ser objeto, es actualidad pura, su ser se agota en la libre realización de sus actos. El centro del espíritu, la persona, no es, por lo tanto, ni ser substancial ni ser objetivo si no tan solo un plexo y orden de actos, determinado esencialmente y que se realiza continuamente a sí mismo en sí mismo. Tampoco las demás personas pueden ser objetos. El punto de partida por donde se podría comenzar a hablar de la corporeidad humana como cuerpo subjetivo es el reconocer al hombre como uno más entre los entes naturales por el modo de ser de su cuerpo y reconocerlo a la vez como consciente de esto mismo, por su dimensión racional y espiritual capaz de trascender lo material. Este es el primer punto que destaca Santo Tomás, el alma intelectual es la orilla, el horizonte mismo, entre lo corpóreo y lo incorpóreo en cuanto es sustancia incorpórea y no obstante forma de cuerpo. Entendido así, el cuerpo es el límite del alma que es forma de este. La intimidad de la subjetividad, la conciencia, no es fundada por su corporeidad pero si es condicionada por esta. En el cuerpo subjetivo es donde se funda el yo subjetivo. El cuerpo subjetivo es: constitutivo del yo y de su intimidad y a la vez apto para manifestarlo y apto para el ejercicio de la subjetividad en todas sus manifestaciones. La convivencia con el otro es siempre experiencia de convivir como logos y como cuerpo. El cuerpo es dialógico. Hay dos experiencias de la unidad de la subjetividad del cuerpo:

1. La convicción de la facticidad del cuerpo propio.

2. La experiencia de una libertad respecto del cuerpo, al no encontrarse dominado totalmente por las exigencias sensoriales de los dinamismos fisiológicos. Tomás también entiende que la subjetividad y el ser no se identifican, sino que teniendo acto de ser y esencia compuesta, porque la corporeidad solo es posible con una materia formada, dando así como resultado un sujeto de estructura finita, libre y con posibilidad de abrirse a lo trascendente. El acto de ser y la esencia son los constitutivos metafísicos de la persona, que hacen posible la subjetividad del hombre. ¿Y esta unión alma y cuerpo puede ser separada? La muerte es la experiencia límite más terrible de la que es conciente el hombre. El dejar de ser, el fin de la existencia y la separación de los dos principios de la naturaleza del hombre es un tema que atañe a muchos, y también a Tomas de Aquino. Este dice que naturalmente el hombre rehúye la muerte y se entristece por ella, no sólo en el ahora, cuando ya la siente y trata de escapar de ella, sino cuando piensa en ella. La muerte, el fin, es un hecho que acontece a todo viviente y que se produce en el individuo, en su cuerpo y en su alma. Y que el hombre se vea atosigado por las Parcas es por el hecho de que somos el único ser capaz de percatarse de esta realidad misteriosa e inexplicable. Tal vez parezca cruel el no poder escapar del saber que ese abrazo encarnado de nuestro cuerpo y nuestra alma va a ser separado.

Tomás de Aquino

Hasta principios del siglo IV, Persona significa máscara que el actor usaba en las representaciones teatrales para interpretar diversas partes. Viene del griego prósopon, se usaba para indicar las diversas identidades que pueden ser atribuidas a un ser humano en los diversos contextos y diversas situaciones. Se trata del significado opuesto, de individuo en su irreductible y única identidad. Por otro lado no es sinónimo de individuo, sino que entendemos persona como individuo humano. En la sistematización del dogma trinitario durante los siglo IV y V. La dificultad era la de lograr definir la individualidad de cada una de las tres personas Divinas, a pesar de la comunidad de naturaleza que los hacía a todos igualmente Dios. Los modalistas tomaron el sentido original de prósopon como máscara para interpretar la diferencia entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como tres modos diversos de revelarse del único Dios, en base a los diferentes roles que desarrollaron en la historia de la salvación. Persona asumió este nuevo sentido. Se debe a Agustín la traducción de hipóstasis en persona en su tratado Sobre la Trinidad, mantiene este sentido de sujeto individual irreductible ¿A qué se debe que la persona humana sea única y posea una irreductible dignidad? Esto es así por poseer un alma espiritual. Tener un alma como forma del cuerpo lo distingue de los otros entes físicos pero no es lo que lo constituye, si no que funda su ser en la unión sustancial e inseparable de alma y cuerpo. El alma es la parte que determina lo específico del hombre pero no es el hombre en sí. La espiritualidad del hombre no es el fundamento último del ser, sino que es una sustancia compuesta, por una parte material, que ejerce sus operaciones bajo su dominio. Lo que actúa por sí mismo tiene su acto de ser por sí mismo. Entonces el alma, que puede ejercer operaciones más allá del cuerpo tiene acto de ser. Y este mismo acto de ser es recibido por un acto separado y creador de Dios que lo hace ser una forma espiritual. Es la persona humana la que piensa, decide, delibera y actúa a través de las operaciones espirituales, y no el alma espiritual dentro del hombre la que actúa o piensa. El modo de existir de la persona es el más digno de todos porque ella es lo que existe por sí mismo

El valor irreductible de la persona. Entendemos que la persona es irreductible, lo que Santo Tomás de Aquino entendía como una única propiedad que caracteriza a la persona, respecto de cualquier otra sustancia existente en el universo, una propiedad que es inmediata consecuencia del ser por sí de la persona misma. Esta propiedad es definida como incomunicabilidad. No se puede dar lo que no se tiene. La persona siempre tiene algo para dar, comunicar, compartir ya que en el fondo del yo subjetivo es un sin fondo inagotable. Por eso nuestro ser es incomunicable e irreductible, porque es inabarcable. Las relaciones de los hombres, por lo ya dicho, son siempre finitas y por eso nunca inagotables.

Existen tres reduccionismos considerados contemporáneos :

Reduccionismo naturalista: Cada persona, cada individuo como compuesto de materia es parte de este universo físico y de los problemas de este. Pero también este hombre es una sustancia de naturaleza racional, que, en cuanto su totalidad, puede entrar en contacto con las realidades existentes. Por esta capacidad de trascender es una persona completa. Por su incomunicabilidad el hombre es una persona en su totalidad en sí que puede entrar en relación con todas las realidades existentes pero no depende de ellas.

Reduccionismo sociologista: El ser persona no es persona por ser parte de un grupo o una colectividad. El hombre en cuanto persona no se subordina a la comunidad. El fin de una verdadera sociedad será que el hombre se desarrolle libremente y se realice como persona. No somos personas por participación o pertenencia a un grupo étnico, religioso, político, social o cultural sino por nuestro mismo ser.

Reduccionismo psicologista: La persona es una totalidad que debe relacionarse con los otros porque sino sería un desastre. Las relaciones lo enriquecen psicológicamente y humanamente. 


Ahora bien, centrémonos en uno de los puntos y pilares del ser humano, su espiritualidad y subsistencia del alma. El alma humana no tiene que dejar el cuerpo (entendido como referente, no como instrumento) para llevar a cabo sus facultades espirituales y por ende es forma sustancial, forma del compuesto que es el hombre. El alma es sustancia en el tercer sentido para Santo Tomás, es decir, algo determinado, que no es ni accidente de la persona, forma material de esta, es sustancia pero de naturaleza incompleta. No existe en sí misma ya que siempre utiliza al cuerpo como referente (y no como órganos) para operar según sus facultades.

Existe en sí misma, es subsistente, como parte de la substancia primera de la persona humana a la cual le pertenece. El alma humana puede y tiene que dejar el cuerpo (entendido como órgano) para llevar a cabo sus facultades espirituales y por ende opera por sí misma. Es necesario saber que una operación del alma puede ser una pasión que necesita del cuerpo como un instrumento y como un referente. El alma puede ser entendida como forma subsistente o como forma sustancial, principio formal. La sustancia para Aristóteles tiene tres sentidos:

1.Un algo determinado que está completo en su naturaleza específica y que existe como singular. Sustancia primera. 

2.Un algo determinado que está completo en su naturaleza específica pero no existe como singular, sino que existe en los singulares como partes suyas, sustancia segunda.

3.Un algo determinado que no está completo en su naturaleza específica y que no existe como singular, sino que existe en los singulares como parte suya. Para Tomás el alma no es sustancia en el primer sentido, porque caería en el dualismo platónico y cartesiano. Tampoco la segunda porque caeríamos en un monismo. Es en el tercer sentido algo determinado que no siendo accidente sino sustancia, no es completa en su naturaleza específica, no subsiste en sí misma por siempre tiene como referencia al cuerpo. Es la parte más específica del hombre. En cuanto a la creación del alma humana, Dios crea a la misma del individuo singular y este es el fundamento de su espiritualidad. Si el alma es forma sustancial del hombre será la que organiza y actualiza su materia. ¿Cómo afecta esta concepción hoy en nuestra cultura contemporánea? Benedicto hace una síntesis muy clara: en la actualidad, la bioética es un campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la responsabilidad moral, y en el que está en juego la posibilidad de un desarrollo humano e integral. Éste es un ámbito muy delicado y decisivo, donde se plantea con toda su fuerza dramática la cuestión fundamental: si el hombre es un producto de sí mismo o si depende de Dios .No entraremos en detalle en la postura de Tomás, pero podemos decir que se vio avasallada por los grandes avances tecnológicos y científicos lo que dio lugar a nuevas preguntas sobre moral en campo de la bioética. Por la genética podemos saber que desde el primer comienzo en el embrión hay vida humana, por tanto tiene una forma sustancial humana que es espiritual y creada por Dios. La creación del alma es simultánea a la concepción. A pesar de esto, muchos pensadores tienden a negar la individualidad del embrión porque no posee una autonomía respecto al útero materno y una falta real de individualidad en el sentido cuantitativo. Muchos, por ende, llamarán al embrión de los primeros días pre-embrión, es decir como una especie de pre-persona y pre-humano, por lo cual sería lícito el aborto y la ingeniería genética. ¿Pero que persona, incluso en los primeros años de vida, puede declararse absolutamente autónoma? Y el hecho de que en un embrión pueda haber más de una persona no quita el hecho de que sean persona, más allá de que el embrión en sí no sea un solo individuo. En la creación de alma hay que tener en cuento que el Creador, Dios, es atemporal, y su relación con los seres no está atada a un devenir. No hay un antes y un después en el dar el ser a un ente, sino que desde toda la eternidad el ser y por tanto su alma, es participado del Ser con mayúscula. Hay un crear simultáneo. El alma es creación directa de Dios que luego se encontrara con el embrión, el cuerpo, creado por causas segundas. La forma sustancial espiritual del alma no es algo empíricamente verificable, pero no se puede identificar con el genoma humano que si verifica la presencia de la forma sustancial humana. Pero el principio espiritual humano nunca podrá ser captado por la ciencia. Repito la frase del Papa, porque me parece sublime: para ello se necesitan unos ojos nuevos y un corazón nuevo, que superen la visión materialista de los acontecimientos humanos y que vislumbren en el desarrollo, ese « algo más » que la técnica no puede ofrecer. El embrión humano es individuo por su espiritualidad y posee su autonomía lo que le corresponde el derecho a la vida. En mi opinión esta gran discusión sobre la bioética se da por una falta de concepto de creación y una carencia clara de noción de naturaleza. Creo que el gran problema de los científicos hoy es que tomen postura acerca de estos dos conceptos y así llegar a una conclusión. Partiendo de la base de que si el alma humana tiene el ser y el obrar por sí misma y no por su unión con el cuerpo, ella es capaz de subsistencia. 

"Alma llevada al cielo por dos ángeles", de William Adolphe Bouguereau

Hay una vida después de la muerte y la antropología metafísica puede proveer un fundamente de la inmortalidad del alma individual por medio de su concepción del alma como forma del cuerpo. Por ser esta forma sustancial es parte de la persona, de la unidad psicofísica y la separación del alma lleva consigo el sello individual de la personalidad de la cual pertenece. Habría una inmortalidad personal. Pero hasta aquí llega la antropología metafísica. Temas como el más allá, la resurrección, competen a la teología. La antropología puede partir del obrar humano que nos llevan y prueban operaciones espirituales. También ya dijimos que es forma del cuerpo. Y hasta aquí estamos en los confines de la antropología y los umbrales de la metafísica. Lo que ahora queda por pensar es ¿Cómo vive el alma sin el cuerpo? ¿Sigue siendo esa alma hombre, si entendíamos que el hombre era la unión de alma y cuerpo? Dice Tomás que el alma debe seguir obrando luego de la separación para poder justificar su ser post-muerte. El alma puede seguir ejercitando sus facultades racionales luego de separarse del cuerpo. No abstrae de los sentidos sino que es iluminado por el mismo Dios en el conocimiento. Pero hay que recordar que este es un estado provisorio, ya que sabemos, por fe, que el alma se volverá a unir a su cuerpo en la resurrección. El hombre es esencialmente un ser dialógico, que necesita comunicarse y ponerse en común con otros. Haciendo una profundo análisis sobre las manifestaciones del hombre, sus operaciones y potencias alcanzamos a comprender la insondable intimidad y Trascendencia del ser humano en las actividad de la psiquis, la apertura a lo real y a Dios. El yo-tú es posible por medio del amor, la amistad, etc., que fundamentan la verdad y el Bien siempre desde el diálogo y la libertad. El desarrollo requiere una integración de las disciplinas, es una cuestión tanto moral como concerniente a la metafísica. El hombre debe ser más, no simplemente poseer, producir y hacer (como  nos incentiva la sociedad de hoy en día). El verdadero desarrollo tiene como fin la realización del hombre en su totalidad, a nivel social e individual. Permite a la fe, a la teología, a la metafísica y a las ciencias encontrar su lugar dentro de una colaboración al servicio del hombre. Pablo VI vio con claridad que una de las causas del subdesarrollo es una falta de sabiduría, de reflexión, de pensamiento capaz de elaborar una síntesis orientadora, y que requiere « una clara visión de todos los aspectos económicos, sociales, culturales y espirituales ». La continua sectorización del saber cerrándose a la metafísica no solo produce un subdesarrollo del saber sino también un subdesarrollo humano que recorta la realidad y pierde la visión al intentar descubrir el verdadero bien del hombre. Sólo desde una metafísica integrada a lo real las ciencias encuentran su real fundamento.

Nahuel Arroyo es publicitario y estudiante de Psicología en la Universidad del Salvador (Buenos Aires, Argentina). 
También cultiva su interés por la escritura. 

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