viernes, 3 de abril de 2020

Reflexiones Junguianas (VI), por Néstor E. Costa



Seguramente, los seguidores de Jung reconocen en lo inconsciente colectivo la sede de todos los arquetipos, es decir, allí se encuentra la experiencia humana formada a través de siglos de evolución. No se trata, como lo dice el pensador suizo, de una expresión muerta, de un conjunto de ruinas prehistóricas, por el contrario, es un sistema vivo de reacción y disposición que incide sobre la vida individual; tampoco es un "a priori" histórico y gigantesco, sino que es la fuente de los instintos, en la medida que los arquetipos son las formas en que se manifiestan los instintos.
De esa fuente de la vida que son los instinto emana también todo lo creativo, de tal manera que lo inconsciente no es sólo condicionamiento histórico, sino que al mismo tiempo engendra los impulsos creativos.

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Un tema que siempre le apasionó a Jung y por supuesto lo alarmó (y tantos otros...) fue el aparecer de una "psicología sin alma", la que ubica sus comienzos a mediados del siglo XIX y que con su avance lento, pero sin retrocesos, nos hace olvidar las bases a las que tanto aludiera el maestro suizo.
En una conferencia que fuera casi visionaria, "El Problema Fundamental de la Psicología Actual", del año 1931 y pronunciada en la ciudad de Viena, ha de sostener primariamente que esta fenomenología de tratar de eliminar un concepto evanescente como el de "alma" provino del materialismo científico: "todo lo que no se podía ver con los ojos ni palpar con las manos se puso en duda o, lo que es peor, pasó a tener la mala reputación de ser sospechoso de metafísico, Únicamente se consideraba "científico" y por ello, admisible lo que podía ser reconocido como material o aquello que podía ser deducido de causas sensorialmente perceptibles".
Este cambio había comenzado a fraguarse hacía ya mucho tiempo "La época gótica, que aspiraba a las alturas, llegó a su fin con la catástrofe espiritual de la Reforma, por lo que trajo como consecuencia el cruce de la línea verticual del espíritu con la horizontal de la consciencia moderna". Nos señalará Jung, que a partir de esos momentos la consciencia ya no creció en altura, sino en anchura, desde una perspectiva tanto geográfica como cosmovisional.

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Esa idea de la espiritualidad que había campeado durante tantos siglos, cedía ahora el paso a la sustancialidad de lo físico, con lo que se logró que el espíritu fuera dependiente de la materia y de causas materiales.
Como lo señala Jung, a pesar de todo, hubo filósofos e investigadores que, desde una concepción más profunda, se opusieron a este cambio radical. Pero, su peso en cuanto al espíritu de la época poco influyó frente a esta tendencia generalizada. Nos dice el investigador suizo: "No se puede creer que tamañas dislocaciones de la cosmovisión partieran de reflexiones racionales, pues no existe absolutamente ninguna reflexión racional que pueda demostrar o negar ni el espíritu ni la materia".
Ambos conceptos, dice Jung, no son más que símbolos de factores desconocidos, tampoco y en este sentido, nada impide a la especulación intelectual contemplar la psique como un complicado fenómeno bioquímico, es decir, en última instancia como un juego de electrones, o por otra parte, considerar el interior del átomo como vida espiritual. Es interesante observar como la metafísica del espíritu había sido reemplazada en el siglo XIX por una metafísica de la materia. Sin embargo, desde un punto de vista psicológico supuso una revolución de la cosmovisión que hasta esa época había predominado.


Néstor E. Costa es el Presidente de la Asociación de Formación e Investigación en Psicología Analítica -AFIPA- Grupo de Desarrollo reconocido por la IAAP (International Association for Analytical Psychology), con sede en Buenos Aires, Argentina. Doctor en Psicología. Ex Vice Decano del Departamento de Psicología de la Universidad John F. Kennedy, fue uno de los fundadores de AFIPA en los primeros meses de 1996.

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