jueves, 20 de agosto de 2020

Hermann Graf Keyserling: progreso y Sentido

"El postulado de un progreso que ha de ser llevado a cabo se refiere, en primer lugar, al destino particular de una vida. Pero, despúes, a la realización del sentido más profundo que el ser de quien se trate pueda alcanzar. Pues así como con las mismas letras se han escrito la Divina Comedia y millones de páginas plagadas de necedades, los mismos hechos y gestos y las mismas vivencias pueden servir para expresar cualquier sentido. De aquí, en todos los grandes fundadores de religiones, aquella tendencia a expresar verdades eternas por medio de escenas de la vida cotidiana; sentían que precisamente la tensión entre el sentido propio de los sucesos ordinarios y el sentido que el mismo les servía para manifestar confería a este último un carácter más impresionante y más conmovedor.

Esta realización del sentido propio, lo más profundo posible, pero siempre personal, es la sola meta de toda vida intelectual. A esta realización es a lo que en el fondo se refiere toda esperanza de progreso, todo ideal de perfección deseable. Desde el momento en que toda la atención se fija en la cuestión del sentido, la vida cambia de aspecto y de carácter. Entonces, toda existencia, incluso la más humilde e incluso la menos feliz en apariencia, adquiere un valor intrínseco. Entonces, el éxito y el bienestar no parecen ya indispensables, por deseables que sean siempre. Y esto que aquí postulamos ha sido efectivamente puesto en práctica en todos los tiempos por todos los humanos profundos; sobre todo por todas las mujeres que se han abierto y entregado a su destino integral. Si así no fuese, ¿otros que no fueran aquellos escasos individuos que están excepcionalmente dotados y alcanzan grandes éxitos podrían acaso ver en la vida un bien? Si así no fuera, ¿no reinaría en la tierra la envidia con una fuerza millones de millones de veces más grande de la que hoy muestra? Es que, por instinto, todo ser normal comprende lo que es la vida y lo que le confiere su valor. Sólo las épocas superficiales, como lo es la nuestra - en las que la Humanidad ha perdido la conciencia de la realidad profunda y pone toda su esperanza en la realización de los ideales edificados por un espíritu falso -; sólo estás épocas afirman que la vida carece de valor fuera de la conquista de ciertos fines materiales definidos".

"La vida íntima (ensayos proximistas)", Espasa Calpe, Madrid, 1934, p.153-154

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