viernes, 2 de agosto de 2019

A propósito del Veganismo (II). Otra Mirada

Obra: Dina Appel

No somos carnívoros.
Analizando la estructura ósea del hombre, (omnívoro) de los animales herbívoros y los animales carnívoros, entendemos adecuadamente el tipo de alimentación que pertenece a cada uno de ellos. Los maxilares, sus formas, sus articulaciones y masticación demuestran que la mandíbula de los animales carnívoros está preparada para desgarrar y masticar la carne, mientras que la mandíbula del hombre no posee esta característica. 
De 32 piezas que tenemos los humanos en la boca, 20 son molares y premolares para moler el cereal, 8 incisivos para rasgar verduras y apenas 4 caninos que ni siquiera son puntiagudos. 
El estudio de la boca, del estómago y del hígado a la luz de la anatomía y la fisiología comprueban que la dentadura del hombre está preparada para el consumo de vegetales y cereales. Los mofletes, nos muestran claramente, como fuimos diseñados para masticar y nuestro sistema digestivo no está preparado para una normal digestión de la carne. 
Cuando comemos carne el organismo utiliza recursos valiosos propios para poder alcalinizar el cuerpo que entra en un rápido estado de acidez y toxicidad, utilizando, calcio, hierro, magnesio entre otros, minerales alcalinos, si esta acción se repite diariamente terminamos con las reservas alcalinas y el organismo entra en crisis. 
Los animales tienen una temperatura superior a los 36º. Cuando comemos carne esta grasa se enfría o coagula dando como resultado el colesterol y las correspondientes enfermedades cardiovasculares. Muchas de las heces que se pudren en los intestinos, dan lugar a heridas y acumulaciones propicias para crear el cáncer, entre otras enfermedades leves o degenerativas. 
Los animales carnívoros como el perro, por ejemplo, poseen un hígado mucho mayor, en relación a su cuerpo, que el hígado del ser humano. Otra adaptación necesaria para una alimentación cárnica, que el hombre no posee, es la extensión respectiva de los intestinos, los cuales, según Metchnikoff demostró, es corto en los carnívoros en relación a la longitud del cuerpo y mucho más largo en los animales que se alimentan de hierbas, e intestinos medianamente largos en los seres omnívoros, siendo este último caso el de los seres humanos. 
Los intestinos cortos de los carnívoros constituyen una protección parcial contra la absorción de toxinas de los residuos alimenticios putrefactos. 
En el caso de los omnívoros una longitud mayor de su intestino facilita una mejor absorción de nutrientes en los intestinos delgado y grueso. El ser humano omnívoro no tiene garras, transpira por millones de poros en la piel, suda mucho, los dientes frontales no tienen filo ni son puntiagudos, los morales son chatos para moler el alimento, las glándulas salivares, están bien desarrolladas para digerir las frutas y verduras, la saliva es abundante y alcalina y contiene ptialina para ayudar en la digestión de los cereales, que no se pudren en los intestinos, se fermentan. El ácido clorhídrico de su estómago es veinte veces menos concentrado que el de los carnívoros, mastica como parte de su proceso de digestión, su intestino largo, es diez veces más largo que la medida de su cuerpo. Su materia fecal es voluminosa, evacua entre 6 y 8 horas después de comer, el organismo humano no tiene tolerancia al ácido úrico y a la urea. 
El animal carnívoro tiene garras, no tiene poros en la piel, transpira por la lengua para refrescar la piel, no suda. Los dientes frontales son afilados y puntiagudos, para desgarrar la carne, no tiene molares lisos, la apertura de la boca es muy grande, tiene glándulas salivares pequeñas, suficientes para su tipo de alimentación, tiene saliva muy acida no posee ptialina, su estómago segrega ácido clorhídrico que es muy concentrado para digerir cartílagos, músculos, nervios, etc.

Lema, activista vegano

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