domingo, 14 de octubre de 2018

Pequeño elogio de los perdedores


  
Don Quijote y Bud Baxter, dos perdedores natos

Pequeño elogio de los perdedores
    por Juan Manuel Otero Barrigón

Antihéroes, losers, outsiders, marginados. Distintas categorías sirven para ilustrar a ciertos personajes que no tienen mucho que perder, a menudo privados de algunas cualidades, y que parecieran llevar, adonde vayan, una nube gris y lluviosa sobre su cabeza. Todo les sale mal, saltan de frustración en frustración,  se desentienden de la moda y lo establecido por la sociedad. Por estas y otras razones, no son bien vistos y suelen ser incluidos en la categoría de "raros", "extravagantes", "excéntricos" "lunáticos", cuando no llanamente, "perdedores".

En el cine y en la literatura siempre existieron: desde El Lazarillo de Tormes y Don Quijote de La Mancha como arquetipos literarios,  hasta personajes clásicos de películas como Bud Baxter (Jack Lemmon en "El apartamento", de Billy Wilder) o Charlot (Charlie Chaplin en "Luces de la Ciudad"). La televisión argentina convivió con uno de sus últimos y geniales representantes en la figura del actor en decadencia Juan Perugia (interpretado por Gastón Pauls, en el unitario "Todos contra Juan"). Y aunque, como podemos ver, estos personajes siempre dieron el presente, en la últimas décadas tienden a ser cada vez más referenciados por guionistas y escritores.

Posiblemente una de las razones de esto último radique en que allí juegue fuerte cierta estética en la figura del perdedor que denuncia los contravalores de la época. Frente a un mundo que entroniza el éxito (sobre todo el material) y la detentación de símbolos de poder como valores supremos de la vida, la voz del perdedor delata la superficialidad y la evanescencia de los andamios sobre los que está construido el edificio del mundo contemporáneo.  

No sólo eso, ya que si le hiciéramos caso al maestro Herman Hesse, las virtudes del perdedor irían, todavía, más allá. "Quien no encaja en el mundo, está cerca de encontrarse a sí mismo", reza en una de sus célebres poesías.

"Time of my Life", cantada por Juan Perugia (Gastón Pauls en "Todos contra Juan")

A menudo, el perdedor se presenta como antihéroe. Si lo ‘heroico’ forma parte de una narrativa en la que suele destacarse el arrojo y la valentía de grandes hechos significados como ‘hazañas’, lo antiheróico refleja la tenacidad de quien, consciente de su inevitable fracaso frente a una realidad que lo ignora, así y todo no cesa de insistir. Y sigue intentando.
Si lo heroico nunca fracasa, y ni la muerte consigue torcer su carrera; lo antiheróico permanece, suspendido en el tiempo, con la derrota como escenario de fondo. El héroe muere, generalmente, como conviene al mito y a la leyenda, es decir, en plena juventud; aceptando la muerte como inherente a un destino personal e ineludible que finalmente se constituye en su última y más grande victoria. El antihéroe perdedor sobrevive, muchas veces, a una vida a la que quisiera dejar de apostar, pero de la cual no se siente, ni siquiera, lo suficientemente digno para abandonarla. Así lo expresa Miles Raymond, el brillante personaje que Paul Giamatti interpreta en "Entre Copas" (2004): "Al mundo le importa una mierda lo que tenga para decir. No soy necesario. Soy insignificante. Soy tan insignificante que ni siquiera puedo matarme a mí mismo". 

Por supuesto que no todos los perdedores son iguales.  El antihéroe tan sólo representa una de esas posibilidades, con sus múltiples variantes. Y si los hay melancólicos y nihilistas como Miles o Rust Cohle (Matthew McCounaghey en "True Detective"), también existe otra clase que, como Juan Perugia y Don Quijote, se nos exhiben, pese a todo, convencidos de sus supuestos talentos y virtudes. Y esto, a pesar de las continuas y evidentes señales de una realidad que pareciera decirles, todo el tiempo, exactamente lo contrario. But still...

Pese a todo, el perdedor está revestido de una particular dignidad derivada, con frecuencia, de su carácter tenaz y de su inquebrantable entusiasmo, aún cuando en su discurso disociado, demuestre signos de lo opuesto. Frente a la doble condena por parte del destino y la sociedad, hay en los perdedores una tenue luz que brilla suavemente.  Levantarse de un golpe tras otro hasta que llegue el siguiente, y sin tirar la toalla, puede resultar una metáfora poderosa para muchos hombres y mujeres en el mundo actual. 

Altivos y orgullosos, en el juego que juegan sólo caben el triunfo o la derrota. En aquél, tienen desde siempre puesto el sueño eterno de la huida. En ésta, encuentran cada día los signos inequívocos de la melancolía y la verdad. Pero, ante todo, y más allá de azares e infortunios, por encima del deseo o la pasión, se saben ser lo suficientemente incrédulos y duros como para nunca retirarse del juego.

"No es una desgracia perder, si uno ha soñado con ganar", sugiere un viejo refrán taoísta. Así, impulsados por una irrefrenable pasión vital, los perdedores hacen un culto de ese apotegma,  encarnando en aquella idea según la cual, "el hombre es un dios en ruinas".

Y es que, como afirma Guy Tenesse, en el fondo, todos somos en algún modo perdedores. Sólo es cuestión de tiempo ver en qué momento nos enteramos.

"Brand New Angel", con la voz y guitarra de Jeff Bridges en "Crazy Heart"

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