sábado, 10 de junio de 2017

Tres grandes formas de irreligiosidad filosófica


Por Juan Manuel Otero Barrigón // Una brevísima reflexión. A lo largo de gran parte del siglo XX, la negación de toda legitimidad a la búsqueda intelectual religiosa se basó en tres puntos de vista: negar que existan problemas religiosos; afirmar que los denominados "problemas religiosos" tienen soluciones no religiosas; y defender que los problemas religiosos no tienen solución posible. La más radical de estas negaciones es la sostenida por el Neopositivismo lógico. Se fundamenta en las famosas proposiciones de Ludwig Wittgenstein: "La pregunta de una respuesta que no puede expresarse, tampoco puede expresarse". El interrogante desaparece, ya que si una pregunta se puede plantear, entonces también se puede responder. Así, la solución del problema anida en la desaparición del problema. Sobre dicho punto de vista es que se construyó la llamada "Teoría semántica", según la cual, las proposiciones metafísicas, éticas y religiosas son carentes de sentido intelectual. Los problemas son simplemente consecuencia de un empleo no científico, inadecuado, del lenguaje. La angustia no es una enfermedad del hombre, sino una enfermedad del idioma, contenida en él. El segundo punto de vista que ha negado la validez intelectual de la investigación religiosa es el materialismo dialéctico marxista. Para la filosofía marxista, la religión es un fenómeno secundario, no primario. Se trata de una superestructura de los problemas humanos básicos: la alienación económica y social del hombre. La religión, según Marx, es el resultado de dos tendencias sociales: la resignación de las clases oprimidas y la justificación trascendente de las clases opresoras. Frente a la miseria y la situación de mera supervivencia en la que se hallan sumergidos los desposeídos, estos buscan consuelo en una existencia feliz más allá de esta vida. Las clases opresoras, a su vez, ven en la religión la garantía del orden establecido, una droga tranquilizante del proletariado. No obstante, cuando la revolución altere finalmente el orden de cosas imperante, la religión morirá de muerte natural, sin ninguna razón de ser que la mantenga con vida. Finalmente, el tercer punto de vista que ha negado toda legitimidad a la búsqueda intelectual religiosa es el existencialismo en su versión más dura, la de Jean Paul Sartre. Para el filósofo francés, los "problemas religiosos" no solamente son problemas reales, sino que son también religiosos en el sentido más estricto del término, puesto que  define al hombre como el "ser que proyecta ser Dios". Sin embargo, como dicho proyecto es un absurdo dada la contradicción misma inherente a la idea de Dios, toda búsqueda religiosa carece de sentido, debiendo resignarnos a aceptar la definición que cierra la primera de sus grandes obras filosóficas: el hombre es una pasión inútil

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