lunes, 19 de mayo de 2025

Jung y la huella de lo divino. Una meditación cortísima.


Créditos Fotografía: Kairos Film Foundation


Una de las tesis más sugerentes de Bernardo Nante es que la obra de Jung puede leerse como una respuesta —no dogmática— a la llamada “muerte de Dios”. No para negar esa pérdida ni para restaurar creencias antiguas, sino para abrir una vía distinta: la del alma. Jung no propuso una nueva religión, como algunos acusaron; nos invitó a escuchar lo sagrado donde menos se espera: en los sueños, en los mitos, en los síntomas, en aquello que duele y también en lo que maravilla. Como si dijera: aunque Dios haya muerto en las iglesias, algo de lo divino sigue hablando en la psique. Y aprender a escucharlo, sin fórmulas, ya es un acto profundamente religioso.
Quizás por eso su obra sigue tocando una fibra tan actual: porque nos recuerda que el alma no muere con los dogmas, y que lo espiritual no se agota en lo confesional (aunque sin dudas lo incluya). En tiempos de vacío y desconcierto, Jung abre una tercera vía: no la del credo impuesto ni la del cinismo resignado, sino la de un peregrinaje interior, donde el misterio vuelve a tener lugar —aunque sea en voz baja— dentro del corazón humano.

JMOB. 



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