MEDITACIÓN #16
El "Infierno" de Dante en clave analítica: apuntes iniciales
(anticipo de nuestra próxima Mesa Redonda Mitológica del mes de Septiembre).
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El "Infierno" de Dante Alighieri, con su estructura precisa y sus círculos concéntricos, no es solamente una cartografía clásica del castigo eterno, sino también una metáfora profunda del viaje interior del alma. Un descenso a los reinos de la oscuridad que puede interpretarse como un encuentro inevitable con la Sombra, esa parte de nosotros mismos que contiene todo lo que rechazamos y negamos.
En Dante, como señala acertadamente el analista posjunguiano Wolfgang Giegerich («¿Cuáles son los factores que curan?», 2020), el Infierno representa un reino especial en el otro mundo. Pero para la psicología analítica, revela la esencia más profunda de la realidad terrenal, empírica.
Guiado por Virgilio, su psicopompo, Dante inicia un viaje para comprender y tratar con la Sombra, tanto en sí mismo como en su mundo. Cada círculo del infierno representa una capa del inconsciente donde residen las partes fragmentadas y reprimidas de la psique. Los pecadores que Dante se encuentra no son solamente personajes históricos o alegóricos, sino reflejos de sus propios temores y deseos que necesitan ser reconocidos y confrontados.
Hay que recordar que, en sentido junguiano, la Sombra no es inherentemente maligna; es una parte esencial de nuestra vida interior. Dante, al descender a las profundidades del Infierno, se embarca en un proceso en el cual cada situación y cada desafío le acercan un paso más a la integración de su ser completo. Enfrentar y comprender su sombra le permite emerger del Infierno transformado, listo para ascender a los reinos superiores del purgatorio y el paraíso.
Las emociones que predominan en el Infierno son la desesperanza, la ansiedad, el sufrimiento. Un espacio psíquico caótico, lleno de confusión, un encuentro con fuerzas primitivas. En este descenso, y al igual que sucede con Inanna en la mitología sumeria, Dante baja desnudo, sin "mascara" que lo proteja, para enfrentarse con la Sombra de manera descarnada.
El primer círculo, el Limbo, con sus almas nobles que viven en anhelo perpetuo, puede verse como la parte de la psique que se halla atrapada en el pasado, incapaz de avanzar por la falta de un sentido trascendente. En contraste, los círculos más bajos, donde los castigos se vuelven cada vez más brutales, sugieren la colisión con los aspectos más oscuros y destructivos del ser. Aquí, el alma se ve obligada a lidiar con sus propios demonios, los impulsos y deseos que, si se dejan sin reconocer, pueden llevar a la autodestrucción.
En la narrativa de Dante, la poesía es un medio a través del cual se expresa la lucha interior para llegar al paraíso, es decir, alcanzar la función trascendente, donde se integren los contenidos inconscientes y así poder lograr una nueva síntesis a nivel de la consciencia, corrigiendo su unilateralidad. Las imágenes vívidas y los tormentos del infierno reflejan el sufrimiento psicológico que acompaña a la confrontación con la Sombra. Sin embargo, a través de esta oscuridad y dolor, se refleja la posibilidad de redención y transformación. Así como Dante encuentra la salida del Infierno al confrontar sus miedos, nosotros también podemos encontrar luz en nuestras propias tinieblas.
En el corazón del Infierno, cuando Dante y Virgilio cruzan el río Estigia, se encuentran con Filippo Argenti, un noble florentino cuya furia descontrolada lo condena a una eterna lucha en el barro (V círculo, el de los iracundos). Esta escena, más allá de su literalidad, nos sumerge en el lodazal de nuestras propias emociones reprimidas, esas que, al no ser integradas, se convierten en una corriente caótica que nos arrastra hacia la autodestrucción. Argenti, devorado por su propia ira, es un reflejo de cómo nuestras pasiones más oscuras pueden consumirnos si no las confrontamos. En este pasaje, Dante nos muestra que el verdadero Infierno es el de una psique atrapada en su propio ciclo de negación y violencia, incapaz de encontrar la paz hasta que se enfrente a la luz de la consciencia.
Dante nos carea con la realidad de que el Infierno no es un lugar lejano, sino un estado del ser, una geografía interior donde las culpas no resueltas y las pasiones desmedidas construyen laberintos sin salida. Cada círculo del Infierno es una imagen arquetípica de las fuerzas que nos arrastran hacia abajo, hacia lo primitivo y lo destructivo. En este paisaje devastado, los personajes que Dante encuentra no son sólo almas condenadas, sino fragmentos de su propia psique, aspectos de la humanidad colectiva que perdieron su camino. En la travesía infernal, Dante nos enseña que el verdadero peligro no es el castigo eterno, sino el olvido de nuestro propósito original, y más profundo.
Un texto interesantísimo del estudioso de la obra dantesca Franco Nembrini, cuyo título en tres volúmenes es «Dante, poeta del deseo» (Ediciones Encuentro, 2015), nos propone leer este poema como una confidencia en la que Dante "no tiene una teoría que explicarnos; tiene un camino que proponernos, un drama, el mismo que él ha vivido en primera persona" (...) "El motivo para ponerse en camino es el deseo, el deseo profundo que empuja desde el fondo de su naturaleza. Así lo expone el propio Dante en su obra El Convite: «El sumo deseo de toda cosa, dado en primer lugar por la misma naturaleza, es el retorno a su principio»; y el principio de lo humano es el propio Dios que plasmó su imagen y lo creó a su semejanza".
Y concluímos con otra cita del mismo Nembrini, que es toda una invitación: "Dante narra el más allá porque le permite una comprensión mejor del más acá. Por tanto, relata una vida que es posible, una experiencia. Dante tiene la presunción, en el buen sentido del término, de mirar las cosas como las mira Dios, como las ve Aquel que las hace en cada instante. De allí viene la posibilidad de vivir el drama de la vida según la verdad, según la justicia, tratando las cosas por lo que realmente son".
JMOB.
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