En una ciudad de neones y pantallas, Tomás recorría las calles en su bicicleta, convencido de ser un caballero errante. Con casco en vez de yelmo y un palo de escoba como lanza, se enfrentaba a los automóviles como si fueran monstruos. Saludaba a peatones imaginarios y rescataba a transeúntes de peligros invisibles. Cada noche, al regresar a su pequeño monoambiente, se sentía un héroe victorioso, seguro de haber hecho del mundo un lugar mejor.
Una historia de Juan Manuel Otero Barrigón
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