lunes, 26 de agosto de 2024

Sobre Dios. Carta de C.G.Jung a The Listener (Enero de 1960)

La siguiente carta de Carl Gustav Jung, publicada en la revista semanal de la BBC The Listener (21 de enero de 1960), surgió como respuesta a la significativa repercusión que había tenido su entrevista televisiva en la BBC en octubre de 1959. En esa ocasión, el entrevistador John Freeman había preguntado a Jung sobre su creencia en Dios, y este respondió con una afirmación que resonó profundamente entre los oyentes: “No necesito creer, yo sé”. Su declaración provocó una avalancha de cartas dirigidas a Jung, quienes buscaban clarificación sobre su postura. La carta publicada en The Listener funcionó, por tanto, como una declaración madura y reflexiva donde Jung explora su relación con la idea de Dios desde una perspectiva psicológica, alejándose de las convenciones religiosas tradicionales y profundizando en la compleja interacción entre la psique humana y lo que denomina “Dios”.

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Fragmento de la entrevista a Carl Gustav Jung en la BBC, octubre de 1959 – Creer y saber

John Freeman: “¿Y usted creía en Dios?

Carl Gustav Jung: “Oh, sí.”

JF: “¿Y ahora cree en Dios?

CGJ: “¿Ahora? Difícil de responder. Yo sé. No necesito creer, sé. (…)"

JF: “¿Y cree que la muerte es el final?

CGJ: “Bueno, no puedo decirlo… Verás, la palabra creencia es algo difícil para mí. Yo no creo. Debo tener una razón para una cierta hipótesis. O bien sé algo, y entonces lo sé. No necesito creerlo. No me permito, por ejemplo, creer en algo solo por el hecho de creer en ello. No puedo creerlo. Pero cuando hay razones suficientes para formar una cierta hipótesis, acepto esas razones naturalmente, y diría: ‘Tenemos que considerar la posibilidad de esto o aquello’, ¿sabes?

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La siguiente carta aclaratoria de Jung fue publicada poco tiempo despúes de dicha entrevista, y constituye una suerte de declaración definitiva del Jung maduro sobre la cuestión de Dios.

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Carta de Carl Gustav Jung a The Listener, 21 de enero de 1960.

Traducción: Juan Manuel Otero Barrigón 
(una versión del original en inglés está disponible en https://uncertaintist.wordpress.com/wp-content/uploads/2012/04/jung-on-god.pdf)

« Muchas cartas que he recibido han enfatizado mi declaración sobre "saber" (de Dios) [en ‘Face to Face’, THE LISTENER, 29 de octubre]. Mi opinión sobre el "conocimiento de Dios" es una manera de pensar poco convencional, y entiendo perfectamente si se sugiere que no soy cristiano. Sin embargo, me considero cristiano, ya que estoy completamente basado en conceptos cristianos. Solo intento escapar de sus contradicciones internas al introducir una actitud más modesta, que toma en cuenta la inmensa oscuridad de la mente humana. La idea cristiana demuestra su vitalidad a través de una evolución continua, al igual que el budismo. Nuestro tiempo ciertamente demanda un nuevo pensamiento en este sentido, ya que no podemos continuar pensando de manera antigua o medieval cuando entramos en la esfera de la experiencia religiosa.

No dije en la transmisión: ‘Hay un Dios’, dije: ‘No necesito creer en Dios; sé’. Lo cual no significa: ‘Sé de un Dios en particular’ (Zeus, Yahvé, Alá, el Dios Trinitario, etc.), sino más bien: ‘Sé que evidentemente me enfrento a un factor desconocido en sí mismo, al que llamo "Dios" en consensu omnium ("quod semper, quod ubique, quod ab omnibus creditur")’. Lo recuerdo, lo evoco, siempre que uso Su nombre vencido por la ira o el miedo, cada vez que digo involuntariamente: ‘Oh Dios’.

Eso sucede cuando encuentro a alguien o algo más fuerte que yo. Es un nombre adecuado para todas las emociones abrumadoras en mi propio sistema psíquico que someten mi voluntad consciente y usurpan el control sobre mí. Este es el nombre con el que designo todas las cosas que cruzan violentamente y sin miramientos mi camino voluntario, todas las cosas que trastornan mis puntos de vista, planes e intenciones subjetivas y cambian el curso de mi vida para bien o para mal. De acuerdo con la tradición, llamo a esta fuerza del destino en este aspecto positivo así como negativo, y en la medida en que su origen está más allá de mi control, 'dios', un 'dios personal', ya que mi destino significa mucho para mí mismo, particularmente cuando se me presenta en forma de conciencia como una vox Dei, con la cual incluso puedo conversar y argumentar. (Lo hacemos y, al mismo tiempo, sabemos que lo hacemos. Uno es sujeto tanto como objeto.)

Sin embargo, consideraría una inmoralidad intelectual creer en la idea de que mi visión de un dios es el Ser universal y metafísico de las confesiones o 'filosofías'. No cometo la impertinencia de una hipóstasis, ni de una calificación arrogante como: 'Dios solo puede ser bueno'. Sólo mi experiencia puede ser buena o mala, pero sé que la voluntad superior se basa en una fundación que trasciende la imaginación humana. Dado que sé de mi colisión con una voluntad superior en mi propio sistema psíquico, sé de Dios, y si me atreviera a la hipóstasis ilegítima de mi imagen, diría, de un Dios más allá del bien y del mal, que habita tanto en mí como en cualquier otro lugar: Deus est circulus cuius centrum est ubique, cuis circumferentia vero nusquam.

Atentamente,

CARL GUSTAV JUNG »


NOTAS

Párrafo 2: (in) consensu omnium (‘quod semper, quod ubique, quod ab omnibus creditur’), con el acuerdo de todos (‘lo que ha sido creído siempre, en todas partes y por todos’). La fórmula entre paréntesis es lo que San Vicente de Lerins, en El Commonitorio, propuso como un suplemento a la Escritura como criterio para distinguir las doctrinas verdaderas de la herejía.

Párrafo 3: vox Dei, voz de Dios.

Párrafo 4: Deus est circulus cuius centrum est ubique, cuis circumferentia vero nusquam, "Dios es un círculo cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia no está en ningún lugar", una paráfrasis de la declaración de San Buenaventura en su obra Itinerarium Mentis in Deum (El camino de la mente hacia Dios).



sábado, 24 de agosto de 2024

Serie Meditaciones #16. El "Infierno" de Dante en clave analítica: apuntes iniciales. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACIÓN #16

El "Infierno" de Dante en clave analítica: apuntes iniciales
(anticipo de nuestra próxima Mesa Redonda Mitológica del mes de Septiembre).

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El "Infierno" de Dante Alighieri, con su estructura precisa y sus círculos concéntricos, no es solamente una cartografía clásica del castigo eterno, sino también una metáfora profunda del viaje interior del alma. Un descenso a los reinos de la oscuridad que puede interpretarse como un encuentro inevitable con la Sombra, esa parte de nosotros mismos que contiene todo lo que rechazamos y negamos.

En Dante, como señala acertadamente el analista posjunguiano Wolfgang Giegerich¿Cuáles son los factores que curan?», 2020), el Infierno representa un reino especial en el otro mundo. Pero para la psicología analítica, revela la esencia más profunda de la realidad terrenal, empírica. 

Guiado por Virgilio, su psicopompo, Dante inicia un viaje para comprender y tratar con la Sombra, tanto en sí mismo como en su mundo. Cada círculo del infierno representa una capa del inconsciente donde residen las partes fragmentadas y reprimidas de la psique. Los pecadores que Dante se encuentra no son solamente personajes históricos o alegóricos, sino reflejos de sus propios temores y deseos que necesitan ser reconocidos y confrontados.

Hay que recordar que, en sentido junguiano, la Sombra no es inherentemente maligna; es una parte esencial de nuestra vida interior. Dante, al descender a las profundidades del Infierno, se embarca en un proceso en el cual cada situación y cada desafío le acercan un paso más a la integración de su ser completo. Enfrentar y comprender su sombra le permite emerger del Infierno transformado, listo para ascender a los reinos superiores del purgatorio y el paraíso.

Las emociones que predominan en el Infierno son la desesperanza, la ansiedad, el sufrimiento. Un espacio psíquico caótico, lleno de confusión, un encuentro con fuerzas primitivas. En este descenso, y al igual que sucede con Inanna en la mitología sumeria, Dante baja desnudo, sin "mascara" que lo proteja, para enfrentarse con la Sombra de manera descarnada.

El primer círculo, el Limbo, con sus almas nobles que viven en anhelo perpetuo, puede verse como la parte de la psique que se halla atrapada en el pasado, incapaz de avanzar por la falta de un sentido trascendente. En contraste, los círculos más bajos, donde los castigos se vuelven cada vez más brutales, sugieren la colisión con los aspectos más oscuros y destructivos del ser. Aquí, el alma se ve obligada a lidiar con sus propios demonios, los impulsos y deseos que, si se dejan sin reconocer, pueden llevar a la autodestrucción.

En la narrativa de Dante, la poesía es un medio a través del cual se expresa la lucha interior para llegar al paraíso, es decir, alcanzar la función trascendente, donde se integren los contenidos inconscientes y así poder lograr una nueva síntesis a nivel de la consciencia, corrigiendo su unilateralidad. Las imágenes vívidas y los tormentos del infierno reflejan el sufrimiento psicológico que acompaña a la confrontación con la Sombra. Sin embargo, a través de esta oscuridad y dolor, se refleja la posibilidad de redención y transformación. Así como Dante encuentra la salida del Infierno al confrontar sus miedos, nosotros también podemos encontrar luz en nuestras propias tinieblas.

En el corazón del Infierno, cuando Dante y Virgilio cruzan el río Estigia, se encuentran con Filippo Argenti, un noble florentino cuya furia descontrolada lo condena a una eterna lucha en el barro (V círculo, el de los iracundos). Esta escena, más allá de su literalidad, nos sumerge en el lodazal de nuestras propias emociones reprimidas, esas que, al no ser integradas, se convierten en una corriente caótica que nos arrastra hacia la autodestrucción. Argenti, devorado por su propia ira, es un reflejo de cómo nuestras pasiones más oscuras pueden consumirnos si no las confrontamos. En este pasaje, Dante nos muestra que el verdadero Infierno es el de una psique atrapada en su propio ciclo de negación y violencia, incapaz de encontrar la paz hasta que se enfrente a la luz de la consciencia.

Dante nos carea con la realidad de que el Infierno no es un lugar lejano, sino un estado del ser, una geografía interior donde las culpas no resueltas y las pasiones desmedidas construyen laberintos sin salida. Cada círculo del Infierno es una imagen arquetípica de las fuerzas que nos arrastran hacia abajo, hacia lo primitivo y lo destructivo. En este paisaje devastado, los personajes que Dante encuentra no son sólo almas condenadas, sino fragmentos de su propia psique, aspectos de la humanidad colectiva que perdieron su camino. En la travesía infernal, Dante nos enseña que el verdadero peligro no es el castigo eterno, sino el olvido de nuestro propósito original, y más profundo.

Un texto interesantísimo del estudioso de la obra dantesca Franco Nembrini, cuyo título en tres volúmenes es «Dante, poeta del deseo» (Ediciones Encuentro, 2015), nos propone leer este poema como una confidencia en la que Dante "no tiene una teoría que explicarnos; tiene un camino que proponernos, un drama, el mismo que él ha vivido en primera persona" (...) "El motivo para ponerse en camino es el deseo, el deseo profundo que empuja desde el fondo de su naturaleza. Así lo expone el propio Dante en su obra El Convite: «El sumo deseo de toda cosa, dado en primer lugar por la misma naturaleza, es el retorno a su principio»; y el principio de lo humano es el propio Dios que plasmó su imagen y lo creó a su semejanza".

Y concluímos con otra cita del mismo Nembrini, que es toda una invitación: "Dante narra el más allá porque le permite una comprensión mejor del más acá. Por tanto, relata una vida que es posible, una experiencia. Dante tiene la presunción, en el buen sentido del término, de mirar las cosas como las mira Dios, como las ve Aquel que las hace en cada instante. De allí viene la posibilidad de vivir el drama de la vida según la verdad, según la justicia, tratando las cosas por lo que realmente son".

JMOB.


domingo, 18 de agosto de 2024

Microcuento II. Don Tomás de la Ciudad

 En una ciudad de neones y pantallas, Tomás recorría las calles en su bicicleta, convencido de ser un caballero errante. Con casco en vez de yelmo y un palo de escoba como lanza, se enfrentaba a los automóviles como si fueran monstruos. Saludaba a peatones imaginarios y rescataba a transeúntes de peligros invisibles. Cada noche, al regresar a su pequeño monoambiente, se sentía un héroe victorioso, seguro de haber hecho del mundo un lugar mejor.

Una historia de Juan Manuel Otero Barrigón

viernes, 9 de agosto de 2024

Serie Meditaciones #15. La época del "neurotodo". Por Juan Manuel Otero Barrigón

  MEDITACION #15

Vivimos la era del "neurotodo", donde la psicología pareciera sucumbir al reduccionismo científico, y donde algunos encuentran en el cerebro la única explicación válida para la naturaleza humana. Este paradigma neurocentrista despoja a la psique de su profundidad, devaluando las dimensiones simbólicas y espirituales que definen la experiencia humana; las cuales abarcan, pero a su vez trascienden, lo puramente biológico. Al reducir la psique a un conjunto de procesos neuronales, se pierde la riqueza del alma, transformando la psicología en una rama más de la biología.

Las neurociencias aportan avances interesantísimos en la comprensión de nuestra base material, por ende su contribución es innegable. Sin embargo, cuando caemos en la tentación de querer explicar todo a través de la actividad cerebral, terminamos ignorando el significado personal y la búsqueda de propósito que trascienden lo puramente físico. La exaltación de lo neurobiológico refleja una tendencia cultural hacia la cuantificación y objetivación de la realidad, donde sólo lo que es medible pareciera tener valor. La psicología necesita honrar sus orígenes, y recuperar su capacidad para explorar el misterio y el simbolismo, elementos que no pueden ser abordados desde una perspectiva meramente neurocientífica.

En tiempos en los que la obsesión por lo neuro convierte a la ciencia en un nuevo dogma, la complejidad humana es distorsionada en favor de explicaciones simplistas y reduccionistas. Este cientificismo extremo termina siendo, al final del camino, deshumanizante, ya que nos priva de la posibilidad de ver más allá de las sinapsis y los neurotransmisores. En su afán por materializarlo todo, la época del "neurotodo" corre el riesgo de aplastar la dimensión trascendente de la vida, dejando un vacío donde antes habitaba el alma.

Devenido el cerebro en un nuevo ídolo moderno, cada pensamiento, emoción y sueño es despojado de su misterio, reducido a chispas eléctricas que recorren circuitos de carne. Pero en esta idolatría del cerebro, olvidamos que la psique no es apenas un engranaje biológico, sino un vasto océano de significados, mitos y arquetipos. Al rendir culto a lo neuro, exiliamos a los dioses y desterramos el alma, convirtiendo el rico teatro de la psique en un laboratorio desolado sin poesía.

JMOB.

jueves, 1 de agosto de 2024

Reflexiones Junguianas (XI), por Néstor E. Costa

 


Como sabemos, los dioses, desde la perspectiva de Jung, son "arquetipos"si bien con las singularidades típicas de la cultura en las que surgen. Muchos creen que por ello han desaparecido y que su actuación en el mundo ha quedado relegada a ese pasado mítico y que hoy no son más que leyendas superadas. Sin embargo, cuando se advierte que tienen un estrecho parentesco  con las conductas humanas, es decir, cuando se las relaciona simbólicamente con ellas, la cosa cambia considerablemente. Siguiendo al investigador suizo en estos aspectos podríamos decir que los dioses, al igual que los arquetipos, no envejecen. Sólo pensar que en casi todos los panteones míticos hay un dios de la guerra, nos exime de mayores comentarios. "Los arquetipos son como los lechos de los ríos abandonados que después de un tiempo indeterminado largo el agua vuelve a rellenar". Por lo que, "cuanto más prolongadamente hayan mantenido ese curso tanto más probable es que, antes o después, vuelvan a él."

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A veces sucede que alguien pregunta si hacer consciente lo inconsciente cambia el contenido de lo inconsciente. Jung,  en este sentido es claro: "Cuando en el individuo cambia considerablemente el estado de consciencia, también cambian los contenidos de lo inconsciente constelados por él"; así como: cuanto más se aleja la situación de la consciencia de cierto punto de equilibrio, más peligrosos se vuelven los contenidos inconscientes que aspiran al equilibrio.

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Es importante destacar en lo que hace a la teoría de Jung, la insistencia de su autor en que cada individuo tiene una particular "Weltanschauung" (cosmovisión) la que generalmente versa sobre el hombre y el mundo por lo que se comprenderá que la misma es, fundamentalmente, un problema histórico. Esta cuestión alude sin embagues a la "relación compensatoria" existente entre la consciencia y lo inconsciente, dado que este último intenta completar a la parte consciente de la psique añadiendo aquello que "falta" para completarla y evitar un posible desequilibrio de ésta, por lo que la tarea principal del psicólogo suizo fue la de investigar las formas de expresión de lo inconsciente, es decir, "aprender su lenguaje simbólico" y como los mismos brotan de zonas arcaicas de la psique entendió como necesario "meterse" con materiales históricos.
Este material al que simplemente vamos a nombrar y como seguramente muchos ya sospechan, nos remite a los mitos, cuentos, creencias, etc. y que suelen manifestarse, a nivel personal, en los sueños, visiones, fantasías y hasta  en los delirios de los enfermos mentales; lo extraordinario es que muchas de las figuras que componen esta fenomenología suelen repetirse, formando "motivos" aunque con ropajes diferentes dada la cultura y la época en que surgen. Por lo que la investigación se centrará en el estudio de los mismos.
Como dice Jung: "En todo el ámbito psíquico hay "motivos", es decir, figuras típicas que se remontan muy atrás en la historia e incluso en la prehistoria, por lo que podemos llamarlas "arquetipos". En otras palabras, formarían parte de la estructura de lo inconsciente humano para el investigador, "pues no puedo explicarme de otra manera su presencia universal e idéntica a sí misma, ya sea el redentor, un pez, una liebre, un cordero, una serpiente o una persona".



Néstor E. Costa es el Presidente de la Asociación de Formación e Investigación en Psicología Analítica -AFIPA- Grupo de Desarrollo reconocido por la IAAP (International Association for Analytical Psychology), con sede en Buenos Aires, Argentina. Doctor en Psicología. Ex Vice Decano del Departamento de Psicología de la Universidad John F. Kennedy, fue uno de los fundadores de AFIPA en los primeros meses de 1996.