"Aprojimarse" es una palabra que respira, que late con la calidez de quien comprendió la fe como un abrazo que se expande. En tiempos donde tantos caminos nos aíslan, donde a menudo el otro parece distante y ajeno, el padre Eduardo Graham nos regaló esta expresión como un llamado a acercarnos no solo en la forma, sino también en el corazón. Aprojimarse no es solo estar cerca; es hacer del otro alguien propio, un compañero de viaje cuya vida nos toca y nos compromete. Lejos de cualquier gesto superficial, es una manera de vivir que va tejiendo lazos en un mundo que tantas veces parece cerca de desintegrarse.
Aprojimarse es también un acto de valentía: significa abrirse, reconocerse en la fragilidad de quien camina junto a nosotros, sin máscaras. En esa cercanía sin reservas, el alma se transforma, porque dejamos de ver al prójimo como un desconocido y empezamos a reconocer en él algo de nosotros mismos. Construir Comunidad, como el padre Graham supo enseñarnos, no es otra cosa que estar dispuestos a hacernos uno con los otros en la unidad y en la diferencia.
Que su testimonio siga inspirándonos a aprojimarnos, a vivir el Evangelio desde esa cercanía entrañable, donde el amor no es un concepto, sino un acto concreto de presencia, de entrega. La verdadera Comunidad, que estuvo siempre presente en el corazón de su prédica, sólo se construye cuando aprendemos a arrimarnos, no sólo al que nos es cercano, sino especialmente al que creemos lejos.
JMOB.