Toda gran tradición espiritual lleva incorporada una ascesis, un conjunto de prácticas y disciplinas que impulsan al caminante hacia su desarrollo integral como Persona. Por otro lado, y en tanto somos seres sociales, esto significa que los progresos reales en el sendero interior se cristalizan en las relaciones que establecemos con los demás, y con el mundo. Las relaciones son el espejo: permiten que nos observemos en ellas. A medida que la ascesis se va profundizando nuestras relaciones cambian a la par. El amor, la alegría, la paz y la generosidad van siendo así la nota básica, ya no el desprecio ni la violencia, en todas sus variadas formas. Por eso es que el riesgo de una “ascesis” desconectada de las relaciones con los demás, sea el de conducir al practicante a un ombliguismo estéril: en estos casos, las disciplinas pueden perder su potencial transmutativo y reducirse al nivel de “juguetes espirituales”.
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