martes, 24 de diciembre de 2024

Serie Meditaciones #19.Sobre el uso de la palabra ALMA en mis aforismos y meditaciones. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #19

En psicología profunda, cuando hablamos de alma no nos referimos a algo que se pueda definir con exactitud o poseer como un objeto. El alma es más bien una forma de acercarnos a la vida, una manera de mirar con profundidad, de notar los detalles que a veces pasan desapercibidos en lo cotidiano, en las contradicciones, en lo pequeño y lo grande.

Siguiendo ideas como las de James Hillman y Thomas Moore, el alma no está interesada en respuestas rápidas o definitivas. Más bien, se mueve en el terreno de las preguntas: esas preguntas que no siempre tienen solución inmediata, pero que abren caminos para explorar y entender nuestra experiencia. Es en los mitos, en las historias que contamos y escuchamos, en los momentos de asombro, y especialmente en el dolor, donde el alma se manifiesta.

En el ámbito clínico, cuidar el alma no significa resolver problemas como si fueran ecuaciones. Sino acompañar a la persona a encontrar sentido en lo que vive, a escuchar lo que sus emociones, incluso las más difíciles, están tratando de expresar. A veces, eso que duele o parece caótico contiene claves importantes sobre quiénes somos. Cuidar el alma es un trabajo de atención y presencia, más que de soluciones. Es aprender a vivir con lo que nos revela: nuestras alturas, nuestras profundidades, y todo lo que hay entre medio.


JMOB.

sábado, 21 de diciembre de 2024

Serie Meditaciones #18. El umbral del enojo. Por Juan Manuel Otero Barrigón

MEDITACION #18 

Viendo una charla sobre la polarización social como signo de esta época, me quedé pensando en una frase del jesuita Emmanuel Sicre: “El enojo como clave de interpretación de la realidad es una trampa”. Es cierto que el enojo nos sacude cuando algo se quiebra, cuando una verdad nos pincha de frente, cuando una realidad que sentimos injusta nos subleva; pero cuando lo tomamos como único principio interpretativo, nos termina encerrando en su propia lógica, donde cada detalle pasa a ser un enemigo o una amenaza. El enojo muchas veces se disfraza de justicia, de defensa de lo correcto, pero nos atrapa en un ciclo repetitivo, donde cada respuesta es más feroz, y menos profunda. ¿Qué pasa cuando, al final del camino, ya no sabemos cómo pensar sin ira? Jung, al reflexionar sobre las emociones, decía que "todos los fenómenos psicológicos llevan inherente algún sentido de finalidad, incluso los meramente reactivos" (1916). El mundo se parte, sí, pero ¿y si esa fragmentación, cargada de ira, no fuera también un umbral, una puerta entreabierta hacia algo más grande? Tal vez la verdadera confrontación no sea con el otro, sino con lo que nos queda cuando dejamos de pensar en términos de enemigos.

JMOB.


lunes, 2 de diciembre de 2024

Tres jesuitas en el cine: pinceladas reflexivas sobre "El Exorcista", "La Misión", y "Silencio". Por Juan Manuel Otero Barrigón

 TRES JESUITAS EN EL CINE: 

PINCELADAS REFLEXIVAS SOBRE “EL EXORCISTA”, “LA MISIÓN” y “SILENCIO”

Juan Manuel Otero Barrigón

Nota aclaratoria: En el siguiente trabajo se omiten los detalles argumentales de las mencionadas películas, excepto en los casos puntuales en que resultan indispensables para ilustrar o fundamentar alguna reflexión.


***

Nos vamos a detener en un tríptico cinematográfico que explora con hondura distintas facetas de la espiritualidad jesuita: El Exorcista, La Misión, y Silencio. Cada una de estas películas ofrece una visión única sobre los dilemas, creencias y matices de esta tradición espiritual. Desde el compromiso por la justicia social hasta el oscuro enfrentamiento con el mal y la intimidad del silencio divino, estas obras guían al espectador por los senderos de una espiritualidad profunda.

La mirada de William Friedkin, Roland Joffé y Martin Scorsese nos permite reconocer desafíos éticos y resonancias existenciales en la interacción entre lo divino y lo humano. La narrativa fílmica se convierte en terreno fértil para explorar esta geografía espiritual: imágenes, sonidos y actuaciones memorables crean una sinfonía que revela la fuerza de la fe en sus manifestaciones diversas.

Este pequeño análisis busca desentrañar parte de la riqueza de estos relatos y cómo cada uno construye un mosaico interpretativo que aborda tanto lo ético y teológico como lo existencial. Desde las imponentes cataratas de Iguazú hasta las sombras de un cuarto poseído y los campos de arroz del Japón feudal, estas películas exploran una espiritualidad viva, encendida por Ignacio de Loyola hace más de quinientos años.

Procuro aquí no tanto desglosar el argumento de cada una de estas películas, sino más bien mostrar cómo el cine puede dar forma a las complejidades de la fe. A través de símbolos visuales y metáforas sonoras, intentaremos captar cierta esencia evocadora en estas obras, indagando en la poesía encerrada en algunos de sus personajes y en la profundidad de ciertos motivos o escenas.

EL EXORCISTA


La figura del Padre Damien Karras en "El Exorcista" expresa una amalgama compleja de elementos existenciales, psicológicos y teológicos. Como sacerdote y psiquiatra, Karras encarna una dualidad que refleja la tensión entre modernidad y tradición. Su condición de psiquiatra, heredera de preceptos racionalistas, actúa como el crisol donde se forja su conflicto con la fe y su lucha con la pérdida de certeza espiritual.

Karras es un hombre en plena lucha interna, marcado por el peso de la culpa y una fe tambaleante. Su especialidad psiquiátrica lo sitúa en el centro de la tensión entre la ciencia y lo sobrenatural, lo cual siembra una duda creciente en su propio dominio espiritual. La psiquiatría es para Karras un lente moderno que le hace ver los misterios de la mente humana como fenómenos complejos, pero la intervención demoníaca en el caso de Regan lo confronta con una realidad que trasciende lo meramente psicológico.

Teológicamente, Karras encarna el desafío de una fe puesta a prueba por los valores de la modernidad. La razón y la ciencia, representadas por su formación, actúan como un contrapeso constante que amenaza la firmeza de su creencia. Mientras enfrenta a un demonio tangible, Karras se encuentra sumido en su propio infierno de escepticismo y desilusión, donde la sombra de su incapacidad para sostener su fe se vuelve un peso que lo empuja  hacia una encrucijada fatal.

La vida de este sacerdote melancólico refleja un escenario de tensiones existenciales y espirituales: la pérdida de su madre, la soledad desgarradora y el choque entre su ciencia y su fe componen un retrato de identidad fracturada. Al enfrentarse al demonio que posee a Regan, su propio conflicto se proyecta en la lucha con el mal, convirtiendo su historia en una exploración de los límites de la fe en un mundo donde lo sagrado y lo secular colisionan.

Como contrapunto, el Padre Lankester Merrin representa una fe enraizada y una convicción teológica inamovibles. A diferencia de Karras, Merrin emerge como una encarnación viva de la tradición espiritual, enfrentando al mal con una certeza decidida. En su figura, se representa la autoridad de la Iglesia en su lucha contra el mal, y su experiencia en exorcismos se convierte en una sabiduría que no depende de argumentos intelectuales, sino de una experiencia directa con el mysterium iniquitatis. En un mundo cada vez más racionalista, Merrin es el símbolo de una fe que no cede ante las corrientes del pensamiento contemporáneo.

Merrin encarna una fe templada en los horrores de la vida, marcada por su experiencia en la Segunda Guerra Mundial. Esta dimensión histórica dota su figura de una profundidad que sugiere que su creencia no es un mero constructo teórico, sino una verdad afirmada en los momentos más oscuros de la historia humana. Psicológicamente, su convicción en el poder de la posesión demoníaca y su rol como exorcista revelan un espíritu sólido, opuesto al conflicto interno de Karras. La fe de Merrin, lejana a la duda, lo hace el antídoto espiritual frente a las fuerzas oscuras que amenazan con devorar la inocencia de Regan. Y es que Merrin representa aquella fe que probada por el dolor del mundo, se convierte en una llama que ni la mayor de las sombras puede extinguir.

En la dialéctica entre Karras y Merrin se revela un paisaje espiritual que abarca las distintas esferas de la vida. Karras encarna las tensiones modernas y las dudas de una fe en crisis, mientras que Merrin personifica la solidez de la tradición, que resiste y confronta las sombras sin vacilaciones. Ambos personajes, en su contraste, reflejan la lucha constante entre la luz y la oscuridad en el alma humana. 

LA MISIÓN

La figura del Padre Gabriel en La Misión nos revela la íntima complementariedad existente entre la devoción espiritual y la comprensión de las complejidades sociales y culturales de la época en la que vivimos. Como jesuita en las tierras de América del Sur en el siglo XVIII, Gabriel ejemplifica una espiritualidad ignaciana comprometida con la misión de evangelizar, pero también de proteger y dignificar a los pueblos indígenas.

Gabriel representa la esencia de la misión jesuita al encarnar un compromiso con la justicia social. Su fe se manifiesta en la defensa de la dignidad humana y en el respeto por la sacralidad de las culturas nativas. Su enfoque de la fe desafía interpretaciones rígidas, reconociendo la espiritualidad intrínseca en la vida de los aborígenes.

En el plano humano, Gabriel demuestra la capacidad de adaptación y empatía propia de la espiritualidad ignaciana. Su uso de la música como forma de acercarse a los pueblos nativos ilustra su aprecio por la diversidad cultural y su deseo de expresar la fe en un lenguaje comprensible para aquellos a quienes sirve. En medio de las tensiones coloniales y los conflictos políticos, Gabriel se muestra como una figura de paz y reconciliación, reflejando una humanidad que busca superar la violencia con la compasión.

La respuesta de Gabriel a la violencia, en particular su rechazo a las armas aún en defensa propia, introduce una dimensión ética que resuena con las enseñanzas cristianas de perdón y misericordia. Su resistencia pacífica frente a la injusticia expresa la capacidad ignaciana para abordar las adversidades con una firmeza que no traiciona la esencia del evangelio.

El Padre Gabriel es una figura que plasma la convergencia entre la teología ignaciana y un profundo humanismo. Su personaje ilustra cómo la fe puede ser activa y transformadora, una fuerza que cobra vida en la intersección de lo espiritual con los dilemas humanos y sociales.

SILENCIO


En Silencio, de Martin Scorsese, los personajes de los sacerdotes Sebastião Rodrigues y Cristóvão Ferreira sintetizan una encrucijada existencial, enfrentando los límites de la fe en el desafiante contexto del Japón feudal. La historia despliega los matices de la espiritualidad jesuita, llevándolos a confrontar la durísima realidad de la persecución religiosa.

La persona de Rodrigues revela una complejidad teológica fascinante. Su viaje a Japón comienza con la convicción en su misión evangelizadora, pero, ante la brutalidad de la persecución y el aparente silencio de Dios, su teología se tambalea en la cuerda floja entre la lealtad a la fe y la compasión humana. Este dilema teológico convierte su conflicto en una exploración profunda de la relación entre la fe y la acción ética, al debatirse entre resistir y ceder.

Por su parte, la trayectoria de Ferreira cuestiona los principios teológicos desde su propia apostasía. Su renuncia pública a la fe arroja una sombra sobre las convicciones de Rodrigues, quien debe enfrentar la posibilidad de que el acto de evangelizar pueda fracasar en un contexto tan implacable. La complejidad de Ferreira radica en su adaptación aparente al budismo japonés, un paso que desafía la universalidad de la fe cristiana y plantea interrogantes sobre la validez de los valores espirituales en un mundo que no los comparte.

Desde el lado humano, Rodrigues se muestra como un hombre profundamente vulnerable, atrapado en sus luchas internas y las decisiones desgarradoras que debe tomar. Su deseo de aliviar el sufrimiento de los fieles lo empuja hacia decisiones que sacuden los cimientos de su formación teológica. En este sentido, Rodrigues no solo es un defensor de su fe, sino también un ser humano que se debate entre sus creencias y la compasión.

Ferreira, en cambio, se presenta como alguien marcado por las cicatrices de su propia rendición. Su apostasía conlleva un peso existencial, dejando su espiritualidad fracturada y su humanidad teñida de arrepentimiento. La película sugiere que, en la colisión de lo humano y lo divino, ambos personajes encarnan la lucha por sostener la fe en un mundo que desafía cualquier certeza.

A través de Rodrigues y Ferreira, Silencio invita a reflexionar sobre los avatares de la fe en situaciones extremas, donde las decisiones espirituales y humanas se imbrican de manera contundente en un terreno ambiguo, disolviendo las divisiones simplistas entre lealtad y renuncia.

INTERLUDIO: NUDOS TEMÁTICOS

Las películas La Misión, El Exorcista, y Silencio forman un tríptico cinematográfico que, aunque diverso en contexto y tema, profundiza en la espiritualidad jesuita y explora la fe religiosa en escenarios históricos y existenciales variados. A través de los sacerdotes Gabriel, Karras, Rodrigues, y Ferreira, estas obras construyen una narrativa sobre las múltiples dimensiones de la vida espiritual, abordando dilemas éticos, teológicos y conflictos internos.

En La Misión, el Padre Gabriel representa una espiritualidad en confrontación con el choque cultural y las tensiones coloniales. Su compromiso de fe se manifiesta en el servicio y la defensa de la dignidad humana, con una lucha externa contra las injusticias coloniales y la protección de un espacio donde puedan coexistir la fe y la cultura indígena.

El Exorcista nos presenta a Karras y Merrin enfrentándose a un mal que desafía la razón. Karras, también psiquiatra, encarna la tensión entre la modernidad y la fe, mientras que Merrin representa la convicción teológica en la batalla contra lo demoníaco. Ambos, a su manera, deben enfrentarse a lo sobrenatural y proteger la integridad espiritual de una joven poseída.

Silencio sigue a Rodrigues y Ferreira en un Japón feudal donde la persecución religiosa desafía la fe en sus límites más extremos. Rodrigues, al principio con una convicción inquebrantable, se debate entre su fidelidad teológica y la compasión por el sufrimiento humano, mientras que Ferreira ha cedido a la apostasía, lo que introduce un dilema sobre la universalidad de la fe cristiana.

Estas historias coinciden en la confrontación con el sufrimiento humano, la adaptación a contextos diversos y la lucha contra el mal, aunque difieren en la naturaleza de sus conflictos. La Misión se enfoca en la tensión colonial y cultural; El Exorcista en el choque entre modernidad y tradición; y Silencio en la persecución y el silencio de Dios. Juntas, ofrecen una visión rica y compleja de la espiritualidad jesuita, revelando la profundidad de la experiencia religiosa en escenarios desafiantes y diversos.

KARRAS

La experiencia del Padre Karras en El Exorcista evoca elementos de la espiritualidad ignaciana, en especial el discernimiento, la libertad interior y la búsqueda de la mayor gloria de Dios.

El discernimiento, clave en las enseñanzas de Ignacio, orienta la lucha de Karras mientras intenta comprender y enfrentar la posesión demoníaca de Regan. Como sacerdote y psiquiatra, tiene que distinguir entre el sufrimiento psicológico y la realidad del mal espiritual, una tarea complicada por su propia crisis de fe. Su talante melancólico dificulta aún más su discernimiento interior, en una situación límite en la que la claridad y la percepción del Espíritu parecen estar siempre en disputa.

En su búsqueda de libertad interior, otro pilar ignaciano, Karras intenta liberarse de la incredulidad y las dudas que lo atan. La espiritualidad ignaciana insiste en el desapego necesario para actuar conforme a la voluntad divina, y Karras, a medida que lidia con su propia incredulidad y la naturaleza del mal, explora esta libertad interna, encontrando en su lucha un camino hacia la claridad en medio de la incertidumbre.

Aunque sumido en la oscuridad y el dolor, Karras persigue la mayor gloria de Dios. Su entrega y disposición a enfrentar el mal para proteger el alma de Regan revelan un profundo deseo de honrar a Dios a través del servicio. En su sacrificio, el personaje llega a encarnar el ideal ignaciano de buscar a Dios en todo, incluso en los momentos de mayor desolación, apuntando hacia una fe que brilla en la misma noche oscura que todo lo envuelve.


GABRIEL

En La Misión, el Padre Gabriel ejemplifica con fuerza los principios de la espiritualidad ignaciana, especialmente en su integración de la fe con la acción y en su compromiso con la justicia.

Desde su decisión de establecer las misiones hasta su confrontación con las potencias coloniales, Gabriel demuestra un discernimiento constante, guiado por su búsqueda de la voluntad de Dios en cada paso. Su proceso de toma de decisiones refleja la profunda conexión entre su fe y la defensa de los pueblos indígenas, enfrentando dilemas éticos en un contexto de opresión y violencia.

La búsqueda de la mayor gloria de Dios impulsa su renuncia a la violencia armada y su entrega a la providencia divina, aún en medio de la persecución. 

Siguiendo el principio ignaciano de "trabajar como si todo dependiera de uno y rezar como si todo dependiera de Dios", Gabriel actúa en defensa de los derechos de los indígenas, convirtiendo su fe en una acción concreta y comprometida. Más que predicar, busca encarnar su misión a través del servicio, integrando la justicia social en su vocación evangelizadora.

RODRIGUES

El Padre Rodrigues, en Silencio, asume la inculturación al adaptarse a la cultura japonesa y enfrentar las complejidades que esta plantea. Su capacidad para integrarse y encontrar a Dios en cada experiencia cotidiana refleja la flexibilidad espiritual promovida por Ignacio, buscando servir en cualquier contexto con apertura y respeto.

La confrontación con el sufrimiento humano se convierte en un eje central en su vida, alineándose con la tradición ignaciana de afrontar valientemente la realidad. En medio de la aparente ausencia de Dios y el dolor de los mártires, su dilema entre la fidelidad a su fe y la compasión hacia el sufrimiento de los demás muestra la profundidad de su lucha espiritual en un contexto moralmente complejo.

DILEMAS

MODERNIDAD VS TRADICIÓN

Karras, en El Exorcista, encarna el espíritu moderno que trasluce el debilitamiento de la fe: es un hombre de ciencia, sumergido en el mundo de la psiquiatría, que busca comprender los misterios de la mente desde el materialismo racionalista. Su escepticismo inicial hacia la posesión demoníaca es reflejo de la mentalidad moderna que trata de explicar fenómenos históricos y místicos a través de la lógica. Esta postura científica y escéptica es a la vez su escudo y su debilidad, ya que lo enfrenta con un mundo de enigmas que desafía su comprensión y cuestiona los límites de la modernidad.

El paradigma de Karras se revela vulnerable frente al sufrimiento y la desesperación. Su lucha interna, alimentada por su formación científica y su herencia espiritual, se intensifica con cada nueva manifestación sobrenatural en el caso de Regan. La ciencia, con su poder para analizar y comprender, se muestra insuficiente frente a una realidad innegable que rebasa los límites de lo racional. Así, la tradición reaparece en su vida, no como una reliquia del pasado, sino como una fuerza viva y altamente desafiante.

La tradición, encarnada en los rituales antiguos de la Iglesia, no supone meros actos de fe, sino herramientas que integran lo humano en lo divino. Su batalla contra el Mal se traduce en un rito de paso. Cuando invita al demonio a poseerlo, Karras realiza un acto de sacrificio que va más allá de su racionalidad científica y reafirma su compromiso espiritual.

La obra de Ángel Faretta ofrece una visión interesante para entender este conflicto. 

El eje vertical forma parte de la teoría estética del cine y del arte en general planteada por este autor. Al romper verticalmente con la horizontalidad del teatro, el cine se consolida como un arte aparte.
Un eje vertical puede ser presentado como una escalera, una diferencia de alturas, un movimiento de cámara ascendente o descendente, entre otras. Sin embargo, no toda escalera, por citar un ejemplo, es un eje vertical. Este elemento o cualquier otro, pasa a ser un eje vertical una vez que, al ser utilizado, modifica algo ya sea a nivel de la trama para el personaje o a nivel simbólico para la "segunda historia" de la película.

Desde la perspectiva farettiana, El Exorcista de William Friedkin utiliza el eje vertical para reflejar la relación entre lo humano y lo divino, entre lo tangible y lo espiritual. Esta verticalidad, más allá de ser mera representación de altura o profundidad, adquiere relevancia simbólica al transformar la trama, los personajes o dar cuenta del sentido latente de la historia.

En El Exorcista, la verticalidad se despliega en varios momentos, especialmente a través de las escaleras, que funcionan como portales entre distintos niveles de realidad. Las escaleras exteriores de la casa, que culminan en la escena final de Karras, materializan la caída desde la conciencia científica y racional hacia el abismo de lo inexplicable. Este acto, en el que Karras se arroja por las escaleras, establece una ruptura drástica en su vida y una entrega sacrificial. La verticalidad aquí no solo marca una transición física, sino también una espiritual, en la cual Karras traspasa los límites de su escepticismo moderno y se sumerge en lo sobrenatural, llegando así a un enfrentamiento directo con lo demoníaco.

Dentro de la casa, las escaleras que suben al cuarto de Regan son otro eje vertical que acentúa el enfrentamiento entre lo humano y lo divino. Cada vez que Karras o Merrin suben a esta habitación, ascienden hacia un espacio de confrontación con el mal absoluto. En términos farettianos, este recorrido hacia un lugar elevado, pero contaminado por una presencia demoníaca, refleja una paradoja espiritual: en lugar de un espacio sagrado, el cuarto de Regan se convierte en un lugar donde lo divino y lo diabólico colisionan. Aquí, el eje vertical simboliza no solo un acercamiento hacia lo trascendente, sino también el descenso de lo inhumano al ámbito humano, trastocando las nociones de pureza y profanación.

Las escaleras no son meras estructuras físicas, sino ejes simbólicos que articulan la transformación espiritual de Karras y su disposición a confrontar las fuerzas que trascienden la comprensión racional. En esta línea, el uso del eje vertical señala el sacrificio de Karras como una inmersión en la abyección, pero también como una asunción del poder espiritual sobre el mal que amenaza con destruir la inocencia humana, encarnada en Regan.


JUSTICIA VS INJUSTICIA


La lucha del Padre Gabriel y Rodrigo Mendoza en La Misión es un encuentro donde la belleza y la crueldad se entrelazan. En la selva y bajo las cataratas imponentes, ambos hombres enfrentan las fuerzas opresivas del colonialismo en una batalla que va más allá de lo físico.

El Padre Gabriel encarna una resistencia tranquila pero firme ante la ferocidad de los conquistadores. Su misión con los guaraníes no se limita a salvar vidas, sino que busca defender su derecho a existir en plenitud, sin la opresión colonial. 

Rodrigo Mendoza, en cambio, carga con el peso del pecado y el arrepentimiento. Su búsqueda de redención es un peregrinaje lleno de dolor y penitencia, un intento de encontrar perdón a través del sacrificio y la entrega. Antes traficante de esclavos, Mendoza se transforma en un defensor de los oprimidos, convirtiendo su culpa en un impulso redentor. Su recorrido hacia la justicia es una epopeya personal, donde el amor y el sacrificio le dan propósito en medio de su culpa.

El paisaje, con sus cascadas majestuosas y la selva densa, quizás pudiera reflejar exteriormente los conflictos internos de Gabriel y Mendoza. Las cataratas rugientes como impulso imparable de justicia, mientras la selva oculta las sombras de la opresión. En este escenario natural, casi sacro, la dualidad de lo divino y lo terrenal encuentra un eco poderoso. La naturaleza, con su belleza y brutalidad, parece participar en la narrativa como un testigo mudo, un reflejo de los dilemas y sacrificios de los personajes. Las aguas de las cataratas purifican y arrastran, mientras que la selva, con su vitalidad silenciosa, sugiere que incluso en los rincones más oscuros de la opresión, la vida persiste, buscando una luz que la guíe hacia la libertad.

En el clímax de la historia, ambos personajes comprenden que su lucha es afirmación del valor y la dignidad de cada vida. Cuando las fuerzas coloniales atacan la misión, Gabriel y Mendoza responden de maneras distintas, reflejando dos aspectos de la justicia. Gabriel, sosteniendo su cruz, lidera una resistencia no violenta, encarnando la justicia como amor y sacrificio. Mendoza, empuñando su espada, se convierte en un guerrero que enfrenta la tiranía con furia redentora.


FIDELIDAD A LA FE VS COMPASION POR LOS DEMAS


En el centro de Silencio, el Padre Sebastião Rodrigues se enfrenta a una encrucijada brutal: cada paso hacia la salvación espiritual parece condenar a quienes ama. Su fe, antes su fuerza y refugio, ahora se convierte en un peso insoportable al ver a sus hermanos cristianos torturados. La compasión por el sufrimiento humano, un torrente que corre profundo en él, le sugiere renunciar públicamente a su fe para salvar vidas, aunque esta elección hiere su alma.

El silencio de Dios, que en el cine de Bergman es una presencia constante, se torna aún más abrumador bajo la dirección de Scorsese. En la quietud, Rodrigues espera respuestas, pero solo encuentra vacío, una ausencia que amplifica su angustia. Sin embargo, en ese silencio también percibe una extraña respuesta: una invitación a encontrar lo divino en el acto de compasión misma. La paradoja de renunciar exteriormente pero sostener su fe en lo más íntimo se convierte en su único camino hacia una redención secreta, en una fe que se refugia en la profundidad de una entrega silenciosa.

El silencio, más que una ausencia, se transforma en un espacio donde lo humano y lo divino se entrelazan de manera invisible, como un lienzo en blanco que exige ser interpretado. En esa ausencia de palabras, Rodrigues descubre un lenguaje distinto, donde el acto de amar al prójimo, incluso a costa de sus propias certezas, se convierte en una plegaria viviente. El silencio, entonces, no es solo vacío, sino también eco, un abismo donde cada elección reverbera, donde la duda misma se convierte en un lugar de encuentro con lo trascendente. Es un silencio que ensordece y purifica, que oscurece el camino pero abre la posibilidad de una luz distinta, menos evidente, más honda.


LA MUERTE DEL PADRE KARRAS


La muerte del Padre Karras en la escena final de El Exorcista es un momento de intensidad y significado profundos. Agotado y debilitado, Karras encuentra la fuerza para desafiar al mal directamente. Su grito, "Tómame a mí", es un llamado desgarrador que expresa valentía y redención. Al invitar al demonio a poseerlo, Karras se convierte en un recipiente de oscuridad para salvar a Regan, asumiendo la carga del mal en un acto de autodonación. Este sacrificio le otorga un instante de claridad y de fe renovada en medio de su desesperación.

Su lucha final es también un símbolo de la condición humana: cada persona enfrenta sus propios demonios internos. Al lanzarse por la ventana, llevando al demonio consigo, Karras hace de su caída un acto heroico que libera a Regan y le concede, en última instancia, una redención personal. La escena, llena de belleza sombría, ilumina cómo la fe y el sacrificio pueden triunfar en los momentos de mayor oscuridad. Karras se convierte en un héroe trágico cuya muerte, lejos de ser en vano, abre un camino de redención y esperanza.


LA MUERTE DEL PADRE GABRIEL


La muerte del Padre Gabriel en La Misión deja una marca profunda en la narrativa y transmite una intensidad poética y espiritual. En su acto final de entrega, Gabriel camina con una cruz en la mano, rodeado de los guaraníes a quienes dedicó su vida, mientras las fuerzas coloniales se acercan como un implacable pelotón de fusilamiento. Su muerte se convierte en un testimonio de integridad, resistencia pacífica y una fe diamantina en la justicia divina.

La imagen de Gabriel avanzando sin armas, sosteniendo solo la cruz, expresa la pureza de su misión y el núcleo de su fe. Es un eco de la vida de Cristo: un mensaje de amor y no violencia que desafía la brutalidad con serenidad. En su último gesto, Gabriel hace una declaración de fe y convicción moral, demostrando que la verdadera fortaleza no radica en las armas, sino en la coherencia espiritual y el compromiso con los principios más elevados.

Rodeado de los indígenas que lo acompañan, la presencia de la comunidad junto a él expresa la unión frente a la opresión. Inspirados por su guía espiritual, los guaraníes comparten su destino, mostrando la verdadera comunidad fundada en la fe. La escena se transforma así en una reflexión sobre el poder de la solidaridad y la interconexión humana en la lucha por la justicia y la dignidad.

La muerte de Gabriel, a manos de las fuerzas coloniales, es brutal en contraste con la paz que él emana hasta el final. Más que una tragedia, su sacrificio denuncia la crueldad del colonialismo y lo convierte en un mártir. Su partida es una llamada a la reflexión sobre el poder, la resistencia y la verdadera fortaleza espiritual.

LA MUERTE DEL PADRE SEBASTIAO RODRIGUES

La muerte del Padre Sebastião Rodrigues en Silencio, junto con la escena de su incineración en la que se revela un crucifijo escondido en sus manos, carga un simbolismo profundo y una complejidad espiritual notables. 

A lo largo de la película, Rodrigues se ve atrapado entre su compromiso con Dios y el sufrimiento de los cristianos japoneses. Su apostasía forzada, significada en el acto de pisar la imagen de Cristo, parece ser un acto de renuncia, un sacrificio para salvar vidas. Sin embargo, el crucifijo oculto en sus manos revela una verdad más compleja: la fe que sobrevive sin decir palabra.

Este crucifijo en su palma es símbolo de una fe inextinguible, una llama que perdura a pesar de las apariencias. Es una metáfora de la resistencia interna, de una devoción que persiste en la adversidad, invisible pero no menos auténtica. La última escena, con el cuerpo llameante de Rodrigues, sugiere que la fe verdadera puede habitar en lo oculto, lejos de los ojos del mundo, pero con una fuerza inquebrantable.

El fuego, símbolo de purificación, implica que, a través de su sufrimiento y aparente renuncia, Rodrigues alcanza una forma de redención. Su fe, oculta pero intacta, convierte su sacrificio en un acto de trascendencia: el cuerpo mortal se consume, mientras la fe y el espíritu sobreviven. Rodrigues muestra que la fidelidad puede expresarse de modos inesperados y que la fe auténtica es indestructible, desafiando las pruebas más duras y superando cualquier definición tradicional.


PALABRAS FINALES

El final de las historias de Karras, Gabriel y Rodrigues ofrece un terreno fructífero para reflexionar desde la perspectiva de la espiritualidad jesuita, revelando los complejos desafíos espirituales y éticos a los que se enfrenta cada uno.

En El Exorcista, el sacrificio final del Padre Karras adquiere una dimensión profundamente redentora. Al aceptar que el demonio lo posea y sacrificarse para salvar a Regan, Karras encarna el desapego y la libertad interior, principios ignacianos fundamentales. Su entrega de la propia vida por la inocencia de otro es una expresión extrema de amor y servicio, en busca de la mayor gloria de Dios.

En La Misión, la muerte del Padre Gabriel a manos de las autoridades coloniales ilustra una respuesta de resistencia pacífica, donde la autodonación y el compromiso social se fusionan para defender la dignidad de los indígenas y encarnar así la justicia social y la lealtad a la misión, pilares de la tradición jesuita.

Finalmente, en Silencio, la decisión de Rodrigues de pisar la imagen de Cristo para salvar a los cristianos japoneses plantea una compleja tensión entre la fe y la compasión. Su apostasía aparente, motivada por el deseo de aliviar el sufrimiento ajeno, desafía las interpretaciones convencionales de la fidelidad religiosa. En este dilema, Rodrigues explora la adaptabilidad y la lucha interna ante el sufrimiento, mostrando la capacidad de la espiritualidad ignaciana para confrontar dilemas extremos y cuestionar las fronteras de la fe.

Estas tres historias convergen en un lugar donde la fe, el sacrificio y la humanidad se entrelazan en un mismo hilo de sombra y luz. Cada uno de estos personajes, a su manera, descubre que la verdadera profundidad de la fe no radica solo en afirmarla abiertamente, sino también en el doloroso acto de abrazar la duda, la compasión, e incluso la aparente contradicción. Sus sacrificios, aunque diferentes en forma, comparten un núcleo de entrega que desborda las categorías de lo humano, y que se ancla en una espiritualidad profundísima.

En el misterio de sus destinos finales, Karras, Gabriel y Rodrigues nos invitan a comprender que la fe puede perdurar en lo oculto, que el sacrificio no siempre requiere de gestos heroicos visibles y que el amor puede exigir un precio insondable. Sus actos y renuncias trazan una cartografía de la fe que se atreve a transitar zonas grises, donde la pureza de la intención desafía a la apariencia, y donde la redención florece, incluso en los momentos en que Dios parece no estar allí. 

Bibliografía:

-Faretta, Angel. El conepto de cine. ASL Ediciones, Buenos Aires, 2023


sábado, 9 de noviembre de 2024

Microcuento IV. La Principal y su Sombra

Laura navegaba distraída por las redes cuando se encontró con un perfil que llevaba su nombre. Las fotos eran impecables, los comentarios llenos de amor, y su vida ahí parecía sacada de una película. Intrigada, empezó a seguir a esa “otra Laura” y descubrió que la gente la adoraba. Mientras tanto, su vida real se venía abajo entre líos y soledad. Un día, quiso cambiar la contraseña, pero le apareció un mensaje: “Lo siento, pero ya no sos la Laura principal.”

Una historia de Juan Manuel Otero Barrigón

¿Podrían evitarse las guerras? Por Néstor E. Costa

 
"Descanso de Marte", Diego Velázquez, c. 1640


¿Podrían evitarse las guerras?

Por Néstor E. Costa*



Solía recordar frecuentemente el psicólogo y psiquiatra suizo Carl G. Jung, que no hay idea que no tenga su antecedente histórico y la que promueve este breve escrito es una de ellas. Precisamente, si hay algo que tenga antecedentes desde hace muchos milenios es la guerra. Ese compendio de actitudes de todo tipo, desde las más sublimes hasta las más aberrantes.

Partamos de la premisa que todo fenómeno complejo y la guerra lo es, no se debe a sólo una causa. Por definición es multicausal. Para muestra basta sólo un botón dice el refrán. Así que veamos ese botón: Hace un poco más de cien años comenzaba la Primera Guerra Mundial (1914-1918), de acuerdo a la mayoría de los historiadores, habría no menos de seis teorías distintas que explicarían a que se debió la misma: cuestiones económicas, territoriales, expansivas, políticas, etcétera. Pero ninguno de dichos analistas nos dice que el inicio, el desarrollo y el fin de la misma, como de otras tantísimas a través de los milenios, ha sido el ser humano, es decir, su psique.

Hay una película de origen estadounidense cuyo título en castellano es: “El hombre sin sombra”, como no la vi, simplemente me atrajo aquello del hombre “sin sombra”, así que realmente no sé si se refería a la sombra física o aquel arquetipo al que nos remite Jung y que es una parte tan importante del psiquismo. Tan importante es, que lo señala en más de una oportunidad: “no hay sujeto sin sombra”. Habida cuenta que la “sombra” serían todos aquellos aspectos negativos de la personalidad que habitan
nuestro inconsciente personal y que suelen estar cercanos a nuestra consciencia, incluso hasta podemos dar cuenta de ellos no más una situación de vida nos incomode, nos frustre, nos angustie o nos enoje.

¿Pero que será aquello de la sombra que pueda tornarla tan peligrosa? Primero: sus múltiples maneras de manifestarse, tanto hacia la propia persona como hacia las cosas o hacia otros.

Segundo: relacionado con lo primero, la carga de energía que llevaba la acción que provocó que se manifestara la “sombra”. Fuera ésta expresada con gritos, golpes, gestos o con un arma.

Tercero: el hecho que, si bien la sombra habita en general lo inconsciente personal, sus raíces se hallan en la parte más profunda y arcaica de lo inconsciente colectivo, lo que significa que existe la posibilidad que supere el simple marco de una reacción individual para expresarse en el orden de lo colectivo. Es en este punto donde entraría a evaluarse el porqué de una guerra, para lo cual tendremos que empezar por analizar al “yo”, ese débil sujeto de la consciencia que intenta guiarnos por la vida.

El “yo” para Jung es la máscara que nos vincula con el mundo, asiento de la consciencia, siendo la parte superior de un psiquismo compuesto por un “inconsciente personal”, el lugar de las represiones, de los olvidos, de las supresiones, pero cuya energía a veces no llega a impactar a la consciencia, otras veces sí , dando lugar a las neurosis, pero también de la existencia de un “inconsciente colectivo”, asiento de las formas de ser y de pensar de todos; este “inconsciente colectivo” no es pasible de concientización, pero sí de la forma de actuar que ha tenido la humanidad. Un espacio teórico que podría considerarse también como la forma ancestral que nos iguala a todos. Señalemos que a nivel individual puede
manifestarse en determinadas circunstancias y cuando lo hace, puede generar un trastorno mental grave, dado que el “yo” de ese sujeto ha sido “absorbido”, “anulado”, por lo colectivo. Ahí tenemos una psicosis. Pero cuando ese estrato arcaico se manifiesta colectivamente, por ejemplo, a nivel de una nación o de varias, tendremos una guerra o una guerra civil.

Ese “yo”, por otra parte, disminuirá su potencia equilibrante en la medida en que se encuentre en medio de una “masa” de gente, dado que la masa de gente- cada uno con su propio “inconsciente colectivo”- si bien genera una altísima energía, no pasa lo mismo con el “yo”, que consecuentemente disminuye su posibilidad de elección y de toma de decisiones, ejerciendo ese control que hasta ahora era del “yo”, la masa. Es decir, comienzan entre los sujetos las llamadas “identificaciones” o “participaciones místicas”, al decir de Levy Bruhl, sobre todo, cuando el sujeto, por más capaz o sensible que sea, participa del mismo pensar que la masa. Casos clásicos, en este sentido, son los actos políticos o los
cánticos de una barra en una cancha de fútbol. Ambas masas, pueden generar momentos agradables o altamente destructivos.

Vamos a ver algunas reflexiones del propio Jung en este sentido que son realmente lapidarias, pero a nuestro modo de ver, muy ciertas. Si bien no podemos dejar de tomar en cuenta que fueron dichas hacia finales de la década de 1930, con todo lo que ello implicó para la Europa de esa época.

No todo el mundo tiene virtudes, pero todo el mundo tiene bajos instintos animales, la sugestibilidad básica del hombre primitivo de las cavernas, las sospechas y los trazos viciosos del salvaje. El resultado es que una nación con varios millones de personas ni siquiera es humana. Es una lagartija, o un cocodrilo, o un lobo.” “¿No sabe que, si elige a cien personas entre las más inteligentes del mundo, y las agrupa, formarán una multitud estúpida? Diez mil de ellas juntas tendrían la inteligencia de un
reptil. En una muchedumbre, las cualidades comunes que todos poseen se multiplican, se apilan, y se convierten en características dominantes de toda la muchedumbre.” “La masa no alcanza el nivel de las inteligencias superiores que la componen.” “Lo inconsciente colectivo es un hecho real en los asuntos humanos. Todos participamos en él. En un sentido constituye la sabiduría humana acumulada que heredamos inconscientemente; en otro sentido amplía las emociones humanas comunes que todos compartimos” (Hull- McGuire, p.146 y ss.).

Pero veamos qué nos dicen otros autores al respecto.

En 1931, la Comisión Permanente para la Literatura y las Artes de la ya desaparecida Liga de las Naciones, antecedente de lo que años más tarde sería la actual Naciones Unidas, encargó a Albert Einstein que organizara un intercambio epistolar entre reconocidos intelectuales de esa época sobre temas escogidos y que fueran de interés para la mencionada Institución. Uno de los elegidos fue Sigmund Freud a quien le escribe en julio de 1932, aceptando éste de inmediato la invitación a participar.

En uno de los párrafos de la misiva de invitación, Einstein le pregunta al Dr. Freud: ¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra? Más adelante, el autor se pregunta, refiriéndose a quienes instrumentan el uso de las mismas: “¿Cómo es que estos procedimientos logran despertar en los hombres tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar su vida? Sólo hay una contestación posible: porque el hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción. En épocas normales existe en estado latente, y únicamente emerge en circunstancias inusuales”.

La respuesta de Freud no se hizo esperar. “Lo ha dicho Ud. casi todo en su carta…me limitaré a corroborar todo cuanto usted expresa, procurando exponerlo más ampliamente según mi mejor saber o conjeturar”.

Siguiendo a Freud, éste pensaba que los conflictos de intereses (analizando la historia de la humanidad) entre los hombres se zanjan, en principio, mediante la violencia, al igual que en todo el reino animal del cual el hombre no debiera excluirse. Si nos situamos en una pequeña horda primitiva, señala, era la fuerza muscular la que decidía una disputa. La fuerza muscular se vio pronto superada por la aparición de las armas, quien tiene las mejores armas o sabe usarlas mejor, es quien vencerá e
impondrá su voluntad. El fin último de esa lucha será matar a su rival, lo que, a modo de beneficio secundario, es también una advertencia para otros grupos.

El planteo freudiano en respuesta a las inquietudes de Einstein, lo lleva a aceptar la idea del físico, de que en el ser humano hay una pulsión a odiar y aniquilar y señala lo que se entiende por la idea pulsional en psicoanálisis.

Para el Psicoanálisis, el ser humano tiene lo que se denomina pulsiones, entendiendo con ello una carga energética y un factor de motilidad que tiende hacia un fin y existirían de dos tipos: las llamadas “eróticas” (reúnen y conservan) en el sentido de Platón, tal como lo presenta el filósofo a esta suerte de genio en “El Banquete” o también llamadas “sexuales” y otras pulsiones que quieren destruir y matar y que se reúnen bajo el título de pulsiones de “agresión” o de “destrucción”. Ambas pulsiones son indispensables para la vida, a punto tal que, ninguna puede actuar por separado, siempre se encuentra ligada con un cierto monto de energía con su opuesto. Un ejemplo de lo que nos plantea Freud es que la pulsión de autoconservación, que es para este autor de origen erótico, necesita disponer de la agresión, si quiere lograr su objetivo.

Pero hay algo más que interesante en su planteo, por ejemplo, en lo relativo al placer, que no sólo puede observarse en actos que estén de acuerdo con lo que se entiende vulgarmente por dicho término, sino que está también ligado al agredir, al destruir o en las innumerables crueldades que a través de la historia de la humanidad se han podido constatar y se siguen observando en la vida cotidiana, lo que confirma su existencia e intensidad, y por las cuales el ser humano también obtiene placer y disfruta. Casos como las parejas sado/masoquista son un claro ejemplo.

Es indudable que la pulsión de destrucción de acuerdo a Freud, trabaja “dentro” de todo ser vivo con lo que se produce una tendencia inconsciente en el sujeto de conducir la vida al estado de la materia
inanimada. Este planteo de Freud lo llevó a cambiar de nombre a dicha pulsión, sin abandonarlo del todo y denominarla “pulsión de muerte”. Por lo que, así como las “pulsiones eróticas” o “sexuales” representan la vida y sus afanes, así la “pulsión de muerte” deviene en “pulsión de destrucción
cuando es dirigida hacia afuera. “El ser vivo preserva su propia vida destruyendo la ajena“.

Conclusiones:

Tanto Freud como Jung y otros autores, proponen distintas formas para evitar la guerra, cualquier tipo de ella. Pero coinciden en que debe ser aumentando todo lo que tenga que ver con el amor y aceptar, para poder dominar, todo lo relacionado con la “sombra” o con la llamada “pulsión de
muerte”. Nadie puede dominar a sus pasiones si antes no las enfrentó, decía Jung con suma claridad. Pero lo dicho será con el tiempo, nada fácil por cierto, habida cuenta que el ser humano ha guerreado desde tiempos inmemoriales y que en pleno siglo XXI se desarrollan unas 30 tipos de guerras de baja intensidad, sin que la inmensa mayoría de los habitantes del planeta sepan algo sobre ellas. Todavía está muy vigente el viejo proverbio romano: Si vis pacem para bellum.


Bibliografía:

William McGuire y R.F.C. Hull. Encuentros con Jung. Editorial Trotta, Barcelona, 2000.



Néstor E. Costa es Analista Junguiano y Presidente de la Asociación de Formación e Investigación en Psicología Analítica -AFIPA- Grupo de Desarrollo reconocido por la IAAP (International Association for Analytical Psychology), con sede en Buenos Aires, Argentina. Doctor en Psicología. Ex Vice Decano del Departamento de Psicología de la Universidad John F. Kennedy, fue uno de los fundadores de AFIPA en los primeros meses de 1996. 


Cierre del IV Seminario "INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA Y PRÁCTICA DE LA PSICOLOGÍA ANALÍTICA - C.G.JUNG" . Universidad del Salvador (USAL)


El pasado Martes 29 de Octubre cerramos la 4ta edición del STO "Introducción a la Teoría y Práctica de la Psicología Analítica - C.G.Jung", con alumnos/as de 5to año de la Facultad de Psicología & Psicopedagogía de la Universidad del Salvador.

Otro ciclo sumergiéndonos en la psicología del sabio suizo, compartiendo un recorrido lleno de aquellas revelaciones psíquicas que han encendido en muchos la llama para seguir construyendo su legado.

¡Gracias a este grupo de futuros colegas que formaron parte!


lunes, 4 de noviembre de 2024

In Memoriam: Padre Eduardo Graham (1960-2024)

"Aprojimarse" es una palabra que respira, que late con la calidez de quien comprendió la fe como un abrazo que se expande. En tiempos donde tantos caminos nos aíslan, donde a menudo el otro parece distante y ajeno, el padre Eduardo Graham nos regaló esta expresión como un llamado a acercarnos no solo en la forma, sino también en el corazón. Aprojimarse no es solo estar cerca; es hacer del otro alguien propio, un compañero de viaje cuya vida nos toca y nos compromete. Lejos de cualquier gesto superficial, es una manera de vivir que va tejiendo lazos en un mundo que tantas veces parece cerca de desintegrarse.

Aprojimarse es también un acto de valentía: significa abrirse, reconocerse en la fragilidad de quien camina junto a nosotros, sin máscaras. En esa cercanía sin reservas, el alma se transforma, porque dejamos de ver al prójimo como un desconocido y empezamos a reconocer en él algo de nosotros mismos. Construir Comunidad, como el padre Graham supo enseñarnos, no es otra cosa que estar dispuestos a hacernos uno con los otros en la unidad y en la diferencia.

Que su testimonio siga inspirándonos a aprojimarnos, a vivir el Evangelio desde esa cercanía entrañable, donde el amor no es un concepto, sino un acto concreto de presencia, de entrega. La verdadera Comunidad, que estuvo siempre presente en el corazón de su prédica, sólo se construye cuando aprendemos a arrimarnos, no sólo al que nos es cercano, sino especialmente al que creemos lejos.

JMOB.

Querido Padre Graham, gracias por tu compromiso y entrega, que descanses en paz.


El Padre Eduardo Graham fue párroco de la Parroquia San Pedro Telmo (CABA), y profesor de Teología en la Facultad de Psicología y Psicopedagogía de la Universidad del Salvador. Cultivó la dirección teatral como una de sus grandes pasiones. Comprometido militante justicialista, participó como candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en las elecciones del año 2023, dentro del espacio "Principios y Valores" que conduce Guillermo Moreno a nivel nacional.

domingo, 15 de septiembre de 2024

Microcuento III. El Tiempo Suspendido

 En el otro lado, donde los caminos se bifurcan y el tiempo juega con los días, todo lo que alguna vez me inspiró sigue ocurriendo. Las viejas conversaciones nunca terminan, los libros se reescriben solos en las estanterías y los atardeceres mantienen su luz inalterada. Las decisiones que dudé, en ese lugar siempre aciertan, y las puertas que no abrí están entreabiertas, invitando. Es un mundo paralelo donde la nostalgia se convierte en presencia, y cada inspiración sigue viva, vibrando como si el tiempo fuera solo un espectador.

Una historia de Juan Manuel Otero Barrigón

domingo, 8 de septiembre de 2024

Serie Meditaciones #17. A lo que pide el alma. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #17

Ser freudiano, junguiano o adleriano no es solo un juego de etiquetas, sino un acto de sintonía con el alma que se presenta. Jung lo sabía: hay quienes necesitan la precisión del bisturí freudiano, que ayude a cortar con claridad los nudos del pasado. Otros requieren la brújula de Adler, que les señale el norte de su poder y propósito. Y están aquellos que pueden danzar en el misterio, a quienes Jung ofrece el espejo profundo del símbolo, el mapa de lo desconocido. Al final, ser terapeuta, como ser humano, es un arte de afinación sutil: escuchar más allá de las palabras y responder a lo que el alma necesita para encontrar su camino.

JMOB.

lunes, 26 de agosto de 2024

Sobre Dios. Carta de C.G.Jung a The Listener (Enero de 1960)

La siguiente carta de Carl Gustav Jung, publicada en la revista semanal de la BBC The Listener (21 de enero de 1960), surgió como respuesta a la significativa repercusión que había tenido su entrevista televisiva en la BBC en octubre de 1959. En esa ocasión, el entrevistador John Freeman había preguntado a Jung sobre su creencia en Dios, y este respondió con una afirmación que resonó profundamente entre los oyentes: “No necesito creer, yo sé”. Su declaración provocó una avalancha de cartas dirigidas a Jung, quienes buscaban clarificación sobre su postura. La carta publicada en The Listener funcionó, por tanto, como una declaración madura y reflexiva donde Jung explora su relación con la idea de Dios desde una perspectiva psicológica, alejándose de las convenciones religiosas tradicionales y profundizando en la compleja interacción entre la psique humana y lo que denomina “Dios”.

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Fragmento de la entrevista a Carl Gustav Jung en la BBC, octubre de 1959 – Creer y saber

John Freeman: “¿Y usted creía en Dios?

Carl Gustav Jung: “Oh, sí.”

JF: “¿Y ahora cree en Dios?

CGJ: “¿Ahora? Difícil de responder. Yo sé. No necesito creer, sé. (…)"

JF: “¿Y cree que la muerte es el final?

CGJ: “Bueno, no puedo decirlo… Verás, la palabra creencia es algo difícil para mí. Yo no creo. Debo tener una razón para una cierta hipótesis. O bien sé algo, y entonces lo sé. No necesito creerlo. No me permito, por ejemplo, creer en algo solo por el hecho de creer en ello. No puedo creerlo. Pero cuando hay razones suficientes para formar una cierta hipótesis, acepto esas razones naturalmente, y diría: ‘Tenemos que considerar la posibilidad de esto o aquello’, ¿sabes?

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La siguiente carta aclaratoria de Jung fue publicada poco tiempo despúes de dicha entrevista, y constituye una suerte de declaración definitiva del Jung maduro sobre la cuestión de Dios.

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Carta de Carl Gustav Jung a The Listener, 21 de enero de 1960.

Traducción: Juan Manuel Otero Barrigón 
(una versión del original en inglés está disponible en https://uncertaintist.wordpress.com/wp-content/uploads/2012/04/jung-on-god.pdf)

« Muchas cartas que he recibido han enfatizado mi declaración sobre "saber" (de Dios) [en ‘Face to Face’, THE LISTENER, 29 de octubre]. Mi opinión sobre el "conocimiento de Dios" es una manera de pensar poco convencional, y entiendo perfectamente si se sugiere que no soy cristiano. Sin embargo, me considero cristiano, ya que estoy completamente basado en conceptos cristianos. Solo intento escapar de sus contradicciones internas al introducir una actitud más modesta, que toma en cuenta la inmensa oscuridad de la mente humana. La idea cristiana demuestra su vitalidad a través de una evolución continua, al igual que el budismo. Nuestro tiempo ciertamente demanda un nuevo pensamiento en este sentido, ya que no podemos continuar pensando de manera antigua o medieval cuando entramos en la esfera de la experiencia religiosa.

No dije en la transmisión: ‘Hay un Dios’, dije: ‘No necesito creer en Dios; sé’. Lo cual no significa: ‘Sé de un Dios en particular’ (Zeus, Yahvé, Alá, el Dios Trinitario, etc.), sino más bien: ‘Sé que evidentemente me enfrento a un factor desconocido en sí mismo, al que llamo "Dios" en consensu omnium ("quod semper, quod ubique, quod ab omnibus creditur")’. Lo recuerdo, lo evoco, siempre que uso Su nombre vencido por la ira o el miedo, cada vez que digo involuntariamente: ‘Oh Dios’.

Eso sucede cuando encuentro a alguien o algo más fuerte que yo. Es un nombre adecuado para todas las emociones abrumadoras en mi propio sistema psíquico que someten mi voluntad consciente y usurpan el control sobre mí. Este es el nombre con el que designo todas las cosas que cruzan violentamente y sin miramientos mi camino voluntario, todas las cosas que trastornan mis puntos de vista, planes e intenciones subjetivas y cambian el curso de mi vida para bien o para mal. De acuerdo con la tradición, llamo a esta fuerza del destino en este aspecto positivo así como negativo, y en la medida en que su origen está más allá de mi control, 'dios', un 'dios personal', ya que mi destino significa mucho para mí mismo, particularmente cuando se me presenta en forma de conciencia como una vox Dei, con la cual incluso puedo conversar y argumentar. (Lo hacemos y, al mismo tiempo, sabemos que lo hacemos. Uno es sujeto tanto como objeto.)

Sin embargo, consideraría una inmoralidad intelectual creer en la idea de que mi visión de un dios es el Ser universal y metafísico de las confesiones o 'filosofías'. No cometo la impertinencia de una hipóstasis, ni de una calificación arrogante como: 'Dios solo puede ser bueno'. Sólo mi experiencia puede ser buena o mala, pero sé que la voluntad superior se basa en una fundación que trasciende la imaginación humana. Dado que sé de mi colisión con una voluntad superior en mi propio sistema psíquico, sé de Dios, y si me atreviera a la hipóstasis ilegítima de mi imagen, diría, de un Dios más allá del bien y del mal, que habita tanto en mí como en cualquier otro lugar: Deus est circulus cuius centrum est ubique, cuis circumferentia vero nusquam.

Atentamente,

CARL GUSTAV JUNG »


NOTAS

Párrafo 2: (in) consensu omnium (‘quod semper, quod ubique, quod ab omnibus creditur’), con el acuerdo de todos (‘lo que ha sido creído siempre, en todas partes y por todos’). La fórmula entre paréntesis es lo que San Vicente de Lerins, en El Commonitorio, propuso como un suplemento a la Escritura como criterio para distinguir las doctrinas verdaderas de la herejía.

Párrafo 3: vox Dei, voz de Dios.

Párrafo 4: Deus est circulus cuius centrum est ubique, cuis circumferentia vero nusquam, "Dios es un círculo cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia no está en ningún lugar", una paráfrasis de la declaración de San Buenaventura en su obra Itinerarium Mentis in Deum (El camino de la mente hacia Dios).



sábado, 24 de agosto de 2024

Serie Meditaciones #16. El "Infierno" de Dante en clave analítica: apuntes iniciales. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACIÓN #16

El "Infierno" de Dante en clave analítica: apuntes iniciales
(anticipo de nuestra próxima Mesa Redonda Mitológica del mes de Septiembre).

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El "Infierno" de Dante Alighieri, con su estructura precisa y sus círculos concéntricos, no es solamente una cartografía clásica del castigo eterno, sino también una metáfora profunda del viaje interior del alma. Un descenso a los reinos de la oscuridad que puede interpretarse como un encuentro inevitable con la Sombra, esa parte de nosotros mismos que contiene todo lo que rechazamos y negamos.

En Dante, como señala acertadamente el analista posjunguiano Wolfgang Giegerich¿Cuáles son los factores que curan?», 2020), el Infierno representa un reino especial en el otro mundo. Pero para la psicología analítica, revela la esencia más profunda de la realidad terrenal, empírica. 

Guiado por Virgilio, su psicopompo, Dante inicia un viaje para comprender y tratar con la Sombra, tanto en sí mismo como en su mundo. Cada círculo del infierno representa una capa del inconsciente donde residen las partes fragmentadas y reprimidas de la psique. Los pecadores que Dante se encuentra no son solamente personajes históricos o alegóricos, sino reflejos de sus propios temores y deseos que necesitan ser reconocidos y confrontados.

Hay que recordar que, en sentido junguiano, la Sombra no es inherentemente maligna; es una parte esencial de nuestra vida interior. Dante, al descender a las profundidades del Infierno, se embarca en un proceso en el cual cada situación y cada desafío le acercan un paso más a la integración de su ser completo. Enfrentar y comprender su sombra le permite emerger del Infierno transformado, listo para ascender a los reinos superiores del purgatorio y el paraíso.

Las emociones que predominan en el Infierno son la desesperanza, la ansiedad, el sufrimiento. Un espacio psíquico caótico, lleno de confusión, un encuentro con fuerzas primitivas. En este descenso, y al igual que sucede con Inanna en la mitología sumeria, Dante baja desnudo, sin "mascara" que lo proteja, para enfrentarse con la Sombra de manera descarnada.

El primer círculo, el Limbo, con sus almas nobles que viven en anhelo perpetuo, puede verse como la parte de la psique que se halla atrapada en el pasado, incapaz de avanzar por la falta de un sentido trascendente. En contraste, los círculos más bajos, donde los castigos se vuelven cada vez más brutales, sugieren la colisión con los aspectos más oscuros y destructivos del ser. Aquí, el alma se ve obligada a lidiar con sus propios demonios, los impulsos y deseos que, si se dejan sin reconocer, pueden llevar a la autodestrucción.

En la narrativa de Dante, la poesía es un medio a través del cual se expresa la lucha interior para llegar al paraíso, es decir, alcanzar la función trascendente, donde se integren los contenidos inconscientes y así poder lograr una nueva síntesis a nivel de la consciencia, corrigiendo su unilateralidad. Las imágenes vívidas y los tormentos del infierno reflejan el sufrimiento psicológico que acompaña a la confrontación con la Sombra. Sin embargo, a través de esta oscuridad y dolor, se refleja la posibilidad de redención y transformación. Así como Dante encuentra la salida del Infierno al confrontar sus miedos, nosotros también podemos encontrar luz en nuestras propias tinieblas.

En el corazón del Infierno, cuando Dante y Virgilio cruzan el río Estigia, se encuentran con Filippo Argenti, un noble florentino cuya furia descontrolada lo condena a una eterna lucha en el barro (V círculo, el de los iracundos). Esta escena, más allá de su literalidad, nos sumerge en el lodazal de nuestras propias emociones reprimidas, esas que, al no ser integradas, se convierten en una corriente caótica que nos arrastra hacia la autodestrucción. Argenti, devorado por su propia ira, es un reflejo de cómo nuestras pasiones más oscuras pueden consumirnos si no las confrontamos. En este pasaje, Dante nos muestra que el verdadero Infierno es el de una psique atrapada en su propio ciclo de negación y violencia, incapaz de encontrar la paz hasta que se enfrente a la luz de la consciencia.

Dante nos carea con la realidad de que el Infierno no es un lugar lejano, sino un estado del ser, una geografía interior donde las culpas no resueltas y las pasiones desmedidas construyen laberintos sin salida. Cada círculo del Infierno es una imagen arquetípica de las fuerzas que nos arrastran hacia abajo, hacia lo primitivo y lo destructivo. En este paisaje devastado, los personajes que Dante encuentra no son sólo almas condenadas, sino fragmentos de su propia psique, aspectos de la humanidad colectiva que perdieron su camino. En la travesía infernal, Dante nos enseña que el verdadero peligro no es el castigo eterno, sino el olvido de nuestro propósito original, y más profundo.

Un texto interesantísimo del estudioso de la obra dantesca Franco Nembrini, cuyo título en tres volúmenes es «Dante, poeta del deseo» (Ediciones Encuentro, 2015), nos propone leer este poema como una confidencia en la que Dante "no tiene una teoría que explicarnos; tiene un camino que proponernos, un drama, el mismo que él ha vivido en primera persona" (...) "El motivo para ponerse en camino es el deseo, el deseo profundo que empuja desde el fondo de su naturaleza. Así lo expone el propio Dante en su obra El Convite: «El sumo deseo de toda cosa, dado en primer lugar por la misma naturaleza, es el retorno a su principio»; y el principio de lo humano es el propio Dios que plasmó su imagen y lo creó a su semejanza".

Y concluímos con otra cita del mismo Nembrini, que es toda una invitación: "Dante narra el más allá porque le permite una comprensión mejor del más acá. Por tanto, relata una vida que es posible, una experiencia. Dante tiene la presunción, en el buen sentido del término, de mirar las cosas como las mira Dios, como las ve Aquel que las hace en cada instante. De allí viene la posibilidad de vivir el drama de la vida según la verdad, según la justicia, tratando las cosas por lo que realmente son".

JMOB.


domingo, 18 de agosto de 2024

Microcuento II. Don Tomás de la Ciudad

 En una ciudad de neones y pantallas, Tomás recorría las calles en su bicicleta, convencido de ser un caballero errante. Con casco en vez de yelmo y un palo de escoba como lanza, se enfrentaba a los automóviles como si fueran monstruos. Saludaba a peatones imaginarios y rescataba a transeúntes de peligros invisibles. Cada noche, al regresar a su pequeño monoambiente, se sentía un héroe victorioso, seguro de haber hecho del mundo un lugar mejor.

Una historia de Juan Manuel Otero Barrigón

viernes, 9 de agosto de 2024

Serie Meditaciones #15. La época del "neurotodo". Por Juan Manuel Otero Barrigón

  MEDITACION #15

Vivimos la era del "neurotodo", donde la psicología pareciera sucumbir al reduccionismo científico, y donde algunos encuentran en el cerebro la única explicación válida para la naturaleza humana. Este paradigma neurocentrista despoja a la psique de su profundidad, devaluando las dimensiones simbólicas y espirituales que definen la experiencia humana; las cuales abarcan, pero a su vez trascienden, lo puramente biológico. Al reducir la psique a un conjunto de procesos neuronales, se pierde la riqueza del alma, transformando la psicología en una rama más de la biología.

Las neurociencias aportan avances interesantísimos en la comprensión de nuestra base material, por ende su contribución es innegable. Sin embargo, cuando caemos en la tentación de querer explicar todo a través de la actividad cerebral, terminamos ignorando el significado personal y la búsqueda de propósito que trascienden lo puramente físico. La exaltación de lo neurobiológico refleja una tendencia cultural hacia la cuantificación y objetivación de la realidad, donde sólo lo que es medible pareciera tener valor. La psicología necesita honrar sus orígenes, y recuperar su capacidad para explorar el misterio y el simbolismo, elementos que no pueden ser abordados desde una perspectiva meramente neurocientífica.

En tiempos en los que la obsesión por lo neuro convierte a la ciencia en un nuevo dogma, la complejidad humana es distorsionada en favor de explicaciones simplistas y reduccionistas. Este cientificismo extremo termina siendo, al final del camino, deshumanizante, ya que nos priva de la posibilidad de ver más allá de las sinapsis y los neurotransmisores. En su afán por materializarlo todo, la época del "neurotodo" corre el riesgo de aplastar la dimensión trascendente de la vida, dejando un vacío donde antes habitaba el alma.

Devenido el cerebro en un nuevo ídolo moderno, cada pensamiento, emoción y sueño es despojado de su misterio, reducido a chispas eléctricas que recorren circuitos de carne. Pero en esta idolatría del cerebro, olvidamos que la psique no es apenas un engranaje biológico, sino un vasto océano de significados, mitos y arquetipos. Al rendir culto a lo neuro, exiliamos a los dioses y desterramos el alma, convirtiendo el rico teatro de la psique en un laboratorio desolado sin poesía.

JMOB.

jueves, 1 de agosto de 2024

Reflexiones Junguianas (XI), por Néstor E. Costa

 


Como sabemos, los dioses, desde la perspectiva de Jung, son "arquetipos"si bien con las singularidades típicas de la cultura en las que surgen. Muchos creen que por ello han desaparecido y que su actuación en el mundo ha quedado relegada a ese pasado mítico y que hoy no son más que leyendas superadas. Sin embargo, cuando se advierte que tienen un estrecho parentesco  con las conductas humanas, es decir, cuando se las relaciona simbólicamente con ellas, la cosa cambia considerablemente. Siguiendo al investigador suizo en estos aspectos podríamos decir que los dioses, al igual que los arquetipos, no envejecen. Sólo pensar que en casi todos los panteones míticos hay un dios de la guerra, nos exime de mayores comentarios. "Los arquetipos son como los lechos de los ríos abandonados que después de un tiempo indeterminado largo el agua vuelve a rellenar". Por lo que, "cuanto más prolongadamente hayan mantenido ese curso tanto más probable es que, antes o después, vuelvan a él."

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A veces sucede que alguien pregunta si hacer consciente lo inconsciente cambia el contenido de lo inconsciente. Jung,  en este sentido es claro: "Cuando en el individuo cambia considerablemente el estado de consciencia, también cambian los contenidos de lo inconsciente constelados por él"; así como: cuanto más se aleja la situación de la consciencia de cierto punto de equilibrio, más peligrosos se vuelven los contenidos inconscientes que aspiran al equilibrio.

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Es importante destacar en lo que hace a la teoría de Jung, la insistencia de su autor en que cada individuo tiene una particular "Weltanschauung" (cosmovisión) la que generalmente versa sobre el hombre y el mundo por lo que se comprenderá que la misma es, fundamentalmente, un problema histórico. Esta cuestión alude sin embagues a la "relación compensatoria" existente entre la consciencia y lo inconsciente, dado que este último intenta completar a la parte consciente de la psique añadiendo aquello que "falta" para completarla y evitar un posible desequilibrio de ésta, por lo que la tarea principal del psicólogo suizo fue la de investigar las formas de expresión de lo inconsciente, es decir, "aprender su lenguaje simbólico" y como los mismos brotan de zonas arcaicas de la psique entendió como necesario "meterse" con materiales históricos.
Este material al que simplemente vamos a nombrar y como seguramente muchos ya sospechan, nos remite a los mitos, cuentos, creencias, etc. y que suelen manifestarse, a nivel personal, en los sueños, visiones, fantasías y hasta  en los delirios de los enfermos mentales; lo extraordinario es que muchas de las figuras que componen esta fenomenología suelen repetirse, formando "motivos" aunque con ropajes diferentes dada la cultura y la época en que surgen. Por lo que la investigación se centrará en el estudio de los mismos.
Como dice Jung: "En todo el ámbito psíquico hay "motivos", es decir, figuras típicas que se remontan muy atrás en la historia e incluso en la prehistoria, por lo que podemos llamarlas "arquetipos". En otras palabras, formarían parte de la estructura de lo inconsciente humano para el investigador, "pues no puedo explicarme de otra manera su presencia universal e idéntica a sí misma, ya sea el redentor, un pez, una liebre, un cordero, una serpiente o una persona".



Néstor E. Costa es el Presidente de la Asociación de Formación e Investigación en Psicología Analítica -AFIPA- Grupo de Desarrollo reconocido por la IAAP (International Association for Analytical Psychology), con sede en Buenos Aires, Argentina. Doctor en Psicología. Ex Vice Decano del Departamento de Psicología de la Universidad John F. Kennedy, fue uno de los fundadores de AFIPA en los primeros meses de 1996.


jueves, 11 de julio de 2024

Microcuento. Sombras de papel

 En una habitación polvorienta, Martín trazaba líneas sobre "El espejo del Alma", su próxima novela. Cada noche, al cerrar los ojos, los personajes cobraban vida en sus sueños. Pero un día, al visitar la librería del barrio, encontró su obra perfectamente encuadernada en la estantería, firmada por otra persona. La misma trama, los mismos personajes, incluso el mismo título. Cada línea resonaba como un eco de su propia voz, pero ahora pertenecía a un alma desconocida que parecía conocer cada secreto de su corazón. Entre sus manos, Martín sostenía su sombra literaria, reflejo fiel pero ajeno, y sintió cómo su creatividad se desvanecía como un eco en la niebla.

Una historia de Juan Manuel Otero Barrigón.

sábado, 6 de julio de 2024

Serie Meditaciones #14. Jung, Emma y Toni: "La Base" y "La Fragancia". Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACION #14

La vida de Jung estuvo marcada por la presencia de dos mujeres fundamentales: Emma Rauschenbach, su esposa, y Toni Wolff, su colaboradora y amante. Yo las llamo aquí "La base" y "La fragancia". Me gustaría hacer un breve comentario sobre el  motivo de estas expresiones. Con ellas me interesa no solo capturar la dinámica entre estas dos relaciones, sino también la manera en que influyeron en la vida y obra de Jung desde perspectivas complementarias.

Emma, como "La base", representó para Jung la estabilidad, la seguridad y el ancla emocional en su vida. No sólo fue su esposa, sino también una compañera intelectual que le proporcionó un hogar y una familia, además de un apoyo confiable y constante. Su solidez y compromiso permitieron a Jung sumergirse profundamente en su trabajo y en la exploración de la psique sin perder el sentido de pertenencia y arraigo. Emma es la tierra firme, el punto de partida y retorno, la raíz que nutre y sustenta.

Su papel en la vida de Jung no fue solo doméstico; Emma también contribuyó intelectualmente a su trabajo, ofreciéndole una perspectiva crítica y equilibrada. Con su fortaleza y devoción, Emma encarnó la estabilidad necesaria para que Jung pudiera construir su obra monumental.

Pero además de esposa y madre de cinco hijos, fue también una estudiosa aguda por mérito propio; se destacan sus trabajos sobre las dinámicas arquetipales entre Ánima y Animus, y su obra (escrita en colaboración con M. L. Von Franz) sobre el mito del Grial.

Por otro lado, Toni, a la que yo llamo "La fragancia", representa lo etéreo, lo inspirador y lo transformador en la vida de Jung. Aportó una energía dinámica y una perspectiva novedosa que catalizó muchas de las ideas más revolucionarias del maestro suizo. Su presencia fue como un perfume sutil pero potente, que impregnó su trabajo y su vida con nuevas dimensiones de comprensión y creatividad.

Toni fue la musa, el viento soplando a través de la psique para despertar posibilidades nuevas. Su relación con Jung fue menos convencional y más compleja que la que él tenía con Emma, pero fue precisamente esta naturaleza volátil y apasionada lo que le proporcionó a Jung la inspiración para profundizar en aspectos más oscuros y misteriosos del alma humana. Toni, con su intuición y sensibilidad, complementó la base sólida proporcionada por Emma, ofreciendo el impulso y la chispa que llevaron a Jung a nuevas alturas emocionales e intelectuales.

Su trabajo sobre los tipos psicológicos femeninos, especialmente su teoría de los cuatro tipos de mujeres: la madre, la hetaira, la amazona y la médium, ofreció una estructura para comprender las diversas manifestaciones del ánima y la psique femenina en general. 

"La Base" y "La Fragancia" reflejan una integración de lo tangible y lo intangible, de lo estable y lo dinámico. Emma y Toni representaron dos aspectos cruciales de la existencia humana: la necesidad de arraigo y seguridad, y la necesidad de inspiración y transformación. Sin la estabilidad que Emma proporcionó, Jung quizás no habría tenido la seguridad emocional necesaria para explorar los aspectos más profundos de la psique. Sin la inspiración que Toni ofreció, sus exploraciones podrían haber carecido de la originalidad y dinamismo que caracterizan su obra.

Más allá de cualquier valoración moral o de relaciones de género que otros hicieran sobre este triángulo amoroso, me parece interesante apuntar como esta combinación de estabilidad e inspiración es fundamental para cualquier proceso creativo y de crecimiento personal. En el caso que nos ocupa, Emma y Toni, en sus respectivos roles, permitieron a Jung no solo realizar su trabajo, sino también vivir una vida plena y compleja, rica en exploraciones y descubrimientos. Ambas mujeres fueron esenciales para la realización de la obra de Jung, reflejando también la integración de opuestos que es un tema central en su psicología.

JMOB.

lunes, 24 de junio de 2024

Cierre del III Seminario "INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA Y PRÁCTICA DE LA PSICOLOGÍA ANALÍTICA - C.G.JUNG" . Universidad del Salvador (USAL)

               

El pasado Jueves 13 de Junio cerramos la 3ra edición del STO "Introducción a la Teoría y Práctica de la Psicología Analítica - C.G.Jung", con alumnos/as de 5to año de la Facultad de Psicología & Psicopedagogía de la Universidad del Salvador.

Un nuevo trimestre compartiendo las indagaciones del maestro suizo por las profundidades del Alma, un viaje lleno de aventuras psíquicas que a muchos nos ha inspirado a continuar su obra.

¡Gracias a este grupo de futuros colegas que formaron parte!



sábado, 22 de junio de 2024

In Memoriam: David Rosen (1945-2024)

 

Nos enteramos gracias a Laura London, creadora del ciclo de entrevistas "Speaking of Jung: Interviews with Jungian Analysts", que hace algunas semanas falleció el psiquiatra y analista junguiano David Rosen, autor de una biografía espiritual muy poderosa sobre Jung, titulada "El Tao de Jung" (1996, Ed. Paidós). Rosen fue un gran estudioso de la depresión, y uno de los promotores del diálogo entre la psicología analítica y la sabiduría oriental. Enterado de la noticia, volví a ojear las primeras páginas de su hermoso libro, donde se lee la siguiente anécdota: "Visité a Marie-Louise von Franz y C. A. Meier, dos estimados analistas junguianos y colegas de Jung desde hace mucho tiempo. En cierto modo, se podría decir que conocen a Jung y su psicología mejor que la mayoría de los junguianos vivos. Les pregunté a cada uno de ellos si pensaban que Jung era taoísta".  (...) "Marie-Louise von Franz dijo: 'Sí, Jung favorecía el taoísmo y vivía la filosofía taoísta'. C.A. Meier estuvo de acuerdo: 'Sí, era taoísta, y hoy la gente no se da cuenta de que su psicología de los opuestos es prácticamente la misma que la del taoísmo...". (...) "La gente quiere convertir a [Jung] en algo que no era. Estaba atado a la Naturaleza y sus contradicciones. Sin embargo, era devotamente espiritual y claramente más taoísta que cualquier otra cosa."

Gracias por tu siembra, David. Buen viaje.