Imagen y Mundo Intermedio
Por Juan Manuel Otero Barrigón
"Mi alma, ¿dónde estás? ¿No me escuchas? Te hablo, te estoy llamando. ¿Estás ahí? He regresado, estoy aquí de vuelta. He sacudido el polvo de todas las tierras de mis pies y he llegado a ti. Estoy contigo. Después de muchos años vagando, he regresado a ti. ¿Debería contarte todo lo que he visto, experimentado y bebido? ¿O quieres escuchar sobre todo el ruido de la vida y el mundo? Una cosa debes saber: lo más importante que aprendí es que debes vivir esta vida".
C.G.Jung, “El Libro Rojo”
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Entre los u´wa, un pueblo amerindio que habita la región de lo que hoy es Colombia, se cuenta el siguiente mito de origen:
"Al principio, el universo estaba conformado por dos esferas: un mundo de arriba –de luz cálida y seca–, y un mundo de abajo –de oscuridad húmeda y vacío–. Vino después el movimiento y los mundos de abajo y de arriba se mezclaron, y como resultado de esta mezcla surgió el mundo intermedio. El mundo de arriba es Blanco, el mundo de abajo es Rojo, de la mezcla se formaron el mundo Azul y Amarillo. Los mundos de arriba y de abajo son indestructibles, pero, por el contrario, el mundo intermedio sólo puede existir si se mantienen esos dos mundos originales.
Los hombres habitan en el mundo intermedio, y allí la vida fue creada a partir de materiales que pertenecen a los dioses de los mundos de arriba y de abajo. Estos materiales están almacenados en distintas esferas, y son por lo general, lagos de colores. Todo lo que existe en el mundo, pasó a través de estas esferas durante el momento de su creación y en ese paso tomó sus propiedades. El mundo de arriba, Blanco, es el lugar donde habita el agua pura y en el mundo terrenal se representa con las montañas cubiertas de nieve. Al interior del mundo Amarillo, se encuentran las propiedades de las enfermedades y de las plantas medicinales. El Rojo es el mundo de la fertilidad y de la sangre menstrual. El barro, que es la materia de la que están hechos todos estos elementos, lo guardan los dioses en las distintas esferas. Los dioses shamánicos viajeros robaron, por medio de engaños, el barro que se encontraba en estas esferas y lo llevaron al mundo intermedio, el mundo de los hombres. Por lo tanto, todos los seres y las cosas del mundo intermedio terrenal poseen todo lo esencial para la vida, de las mismas fuentes y por procedimientos similares. Todos los seres están compuestos por una misma materia. Así, no existen diferencias entre los seres vivos que habitan en el mundo intermedio. Toda la naturaleza, todos los seres del mundo intermedio, incluyendo al hombre, reciben estos regalos de los dioses. Rukwa, el Sol, estuvo pensando. Debía mandar el calor del sol y el agua de los lagos del mundo de arriba, al mundo intermedio, para que allí las semillas crecieran. Lo que descubrió Rukwa era que, a pesar de que todo había sido creado, el mundo todavía no había sido puesto en movimiento. Con el propósito de lograrlo, mezcló el calor del sol con el agua de los lagos y puso entonces en movimiento el proceso de la vida y de la muerte, en el mundo intermedio". (1)
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En el tránsito que discurre entre lo visible y lo invisible, nos encontramos con un tramo habitado por la imagen que es fuente expresiva de símbolos, mitos y arquetipos. Tales imágenes se nutren de las percepciones sensoriales que son propias de nuestra vida de vigilia, como así también de aquellas raíces más profundas que hunden en nuestra interioridad.
Por vía de la imaginación, hacemos presente en nuestra mente un elemento del mundo exterior convertido en imagen interna. Su capacidad es la de representar la ausencia. Mediante la operación imaginativa tomamos distancia de las situaciones inmediatas pudiendo atribuirles un significado. Esto supone, más allá de la recreación interior del objeto exterior, una activación de energía psíquica instintivo-emocional, gracias a la cual logra modelarse el vínculo entre lo tangible y lo intangible.
La imaginación es fuente casi inagotable de imágenes. La imagen, al disociarse del tiempo, se asienta en el espacio, desplegando de esta manera su universo rico en posibilidades.
Las imágenes comunican sin juicios de valor, apelando a distintos niveles de comprensión, de manera sintética y potente; emergen del presente y se adaptan a la situación particular del receptor, en función de su edad, su origen cultural, su nivel intelectual, etc.
Las imágenes son el soporte privilegiado de los símbolos, y por tanto, capaces de despertar profundas resonancias psíquicas, afectivas, corporales y espirituales, a quienes por ellos se dejan tocar.
Este potencial plurivalente de las imágenes permite que la experiencia simbólica sea (re) constructiva. Según las circunstancias, una misma imagen puede constelar distintos matices, implicaciones, significados.
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La apertura a lo imaginario, como conjunto de imágenes y de relaciones de imágenes que expresan el capital simbólico del ser humano (G.Durand), significa la entrada al campo donde los arquetipos del inconsciente colectivo llegan a expresarse a través de la psique individual y de sus procesos más profundos.
Dicho espacio resalta la esencialidad que guarda la Realidad Psíquica como un ámbito igual de válido a la realidad exterior u objetiva con la que estamos familiarizados. Según Jung: “La “Realidad Psíquica” es un concepto controvertido, como “psique” o “mente”. Por los últimos términos algunos entienden la conciencia y sus contenidos, otros permiten la existencia de representaciones “oscuras” o “subconscientes”. Algunos incluyen a los instintos en el dominio psíquico, otros lo excluyen. La gran mayoría considera que la psique es un resultado de procesos bioquímicos en las células cerebrales. Unos cuantos conjeturan que es la psique lo que hace funcionar las células corticales. Algunos identifican “vida” con psique. Pero sólo una minoría insignificante considera al fenómeno psíquico como una categoría de existencia per se y saca las conclusiones necesarias”.(2)
Los arquetipos no son productos del cerebro ni derivados de su actividad. Se trata de realidades de orden superior, principios rectores que organizan la psique profunda, y que se manifiestan de variadas formas de acuerdo a la cultura, tradición o sistema.
Si la imaginación reproduce y recrea la realidad a partir de imágenes, el imaginario constituye la matriz profunda de la imaginación simbólica, que posibilita por medio de su exploración la entrada a nuevas dimensiones del ser.
En palabras de Gilbert Durand: “El hombre transforma el mundo en imágenes. Todo fenómeno humano se presenta necesariamente como un mensaje simbólico. El imaginario es, pues, el indicador de la ciencia del hombre. En el animal, las imágenes primitivas definen y permiten el equilibrio de la especie. Sin embargo en el hombre esto se hace más complejo y se expresa de forma que los arquetipos humanos son receptáculos de imágenes posibles. Se nos presentan como moldes dispuestos a recibir imágenes más o menos especificadas según las culturas, los momentos históricos, etc”. (3)
El imaginario, nos dice entonces Durand, tiene un carácter instaurativo del comportamiento del ser humano, de allí que este sea definido esencialmente como homo simbolicum.
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Si por imagen no debe entenderse solamente lo visual, sino toda representación sensorial, podemos entonces sugerir que el mundo imaginario no consume en su totalidad el campo de la imagen.
Existe otro ámbito, proveniente de los estratos trascendentes, donde la imagen llega como receptáctulo de una plenitud. Ese mundo intermedio es conocido como lo imaginal.
En palabras de Jean Y ves Leloup: “Entre los dos (el mundo empírico y el mundo del entendimiento abstracto), existe un mundo intermediario, mundo de la imagen o de la representación, un mundo ontológicamente distinto al mundo de los sentidos y al mundo del intelecto, un mundo que requiere una facultad de percepción que le es propio...”. (4)
Según Javier Melloni, la cualidad de lo imaginal reside en ser portador de Presencia y de Presencias. Su lugar es psico-cósmico.
Lo imaginal es un fenómeno transicional, tal como lo es también la imaginación. Pero mientras esta última en su sentido habitual es consciente, y en tanto la fantasía es preconsciente, lo imaginal se nutre de la vida supraconsciente. De acuerdo con Henry Corbin, uno de los grandes teóricos de este reino, el mundo imaginal tiene existencia independiente de quien lo percibe y constituye uno de los tres planos de la realidad, junto con el mundo sensible por debajo y el inteligible o espiritual por arriba. Como región intermedia, apuntala la continuidad y la escala hacia niveles ontológicamente superiores. Melloni lo explicita del siguiente modo: “Es el lugar de los acontecimientos del alma y de los relatos visionarios, allá donde lo invisible se hace visible y lo inaudible, audible”.(5)
Corbin sugería que lo imaginal: “(…) posee extensión y dimensión, figuras y colores: pero no se los puede percibir por medio de los sentidos a la manera de las propiedades de los cuerpos físicos. No, estas dimensiones, figuras y colores son objeto de la imaginación perceptiva o de los “sentidos psicoespirituales”. (6)
El mundo imaginal, en tanto “materialidad inmaterial”, es el escenario o teatro donde uno ingresa como espectador o participante de aquello que es puesto en escena. Es un mundo con sus propios personajes, tiempos y tramas particulares.
La inmersión en el mundo imaginal no está exenta de riesgos, ya que así como su exploración puede resultar sumamente enriquecedora y nutritiva en clave álmica, también su carácter real y patente puede inducir a perder de vista la realidad consensual cotidiana en personalidades con un yo demasiado frágil.
De allí la importancia de acceder a estos reinos de manera protegida y segura. Para tal fin, se suelen utilizar distintas herramientas y técnicas, una de las cuales, la imaginación activa, cuenta con el soporte del encuadre analítico.
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El mito de los u´wa narra de manera pintoresca el nacimiento del género humano a partir de la mezcla de otros dos mundos, el de arriba y el de abajo. En el relato priman los colores y las imágenes sugestivas, dando cuenta de un mundo intermedio distinto conceptualmente a aquel postulado por Corbin, pero imbuido de aquel, y desde el cual dicho mundus imaginalis puede ser intuido.
Los seres humanos habitamos un mundo, que entre el Blanco y el Rojo originarios, es resultado de una alquimia, que como en otras mitologías, necesita de la ayuda de los dioses para llegar a producirse.
Así, desde un mundo intermedio es que logramos atisbar al otro, intermedio también, quizás porque los seres humanos somos capaces de participar transitivamente de ambos.
Dos mundos intermedios que no deben confundirse ya que remiten a planos distintos, más allá de que la denominación propuesta por el mito y por nuestros citados autores sea la misma. Lo cual también da cuenta de la potencialidad humana de sumergirnos en tales estratos.
Desde lo personal y consciente hacia lo suprapersonal y supraconsciente, nos desplazamos hacia posibilidades más íntimas desde las cuales la Realidad se revela en mayor plenitud. Ello requiere cierta ascesis de la mirada, y de nuestro ser todo, para mejor disponerlo a la recepción de aquellos tesoros sutiles que brotan desde lo alto/profundo.
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La imaginación activa es una poderosa técnica de trabajo interior que implica el diálogo con diferentes partes que viven en el inconsciente, en un intento por descubrir lo esencialmente humano. Se diferencia de la fantasía ordinaria y pasiva, guardando semejanza con el sueño, excepto que en la práctica de la imaginación activa se permanece consciente y despierto durante el proceso. Esto le confiere en gran medida su particularidad. Las imágenes emergen del inconsciente y trasvasan hacia la imaginación tal como llegarían en un sueño si se estuviese dormido.
Para el antropólogo Fernando Schwarz, el mundo intermedio, lugar de la geografía sagrada, es al macrocosmos lo que la imaginación activa es al microcosmos. Esto significa que la geografía sagrada se nos hace accesible a través de la práctica de la imaginación activa.
Así es que a través de alguna forma de expresión creativa, que puede ser el dibujo, la pintura, la danza, la escritura, la música o la cerámica, por citar algunos ejemplos, se establece una vía de comunicación entre la consciencia y el inconsciente. En todo caso, la posibilidad de contacto con regiones metafísicas, trascendentes a la vida psíquica, no resulta negada, si bien desde la clínica junguiana suele optarse por traducir dichos materiales a valores psíquicos. Aunque los productos finales generados por la imaginación activa no sean siempre interpretados, lo fundamental es lo que ocurre entre el “imaginante” y su obra, siendo que dicha técnica puede facilitar verdaderas transformaciones de la consciencia.
Jung explicó lo esencial de este proceso en una carta: “El punto es que comienzas con cualquier imagen, por ejemplo, sólo con esa masa amarilla en tu sueño. Contemplala y observa cuidadosamente como la imagen empieza a desarrollarse o cambiar. No intentes convertirlo en algo, simplemente observa cuáles son sus cambios espontáneos. Cualquier imagen mental que contemple de esta manera tarde o temprano cambiará a través de una asociación espontánea que causa una ligera alteración de la imagen. Debes evitar cuidadosamente los saltos de un tema a otro. Mantente firme en la imagen que has elegido y espera hasta que cambie por sí sola. Ten en cuenta todos estos cambios y entra tu mismo en la imagen, y si se trata de una figura que habla, entonces dile lo que tienes que decirle a esa figura y escucha lo que él o ella tiene que decir. Por lo tanto, no solo puedes analizar tu inconsciente, sino que también le das a tu inconsciente la oportunidad de analizarte a ti mismo, y así creas gradualmente la unidad de consciente e inconsciente sin la cual no hay individuación en absoluto”.(7)
Los acontecimientos en la práctica de la imaginación activa tienen lugar en el nivel imaginativo, que no es ni consciente ni inconsciente sino un lugar de encuentro, un territorio común donde ambos coinciden en igualdad de condiciones. De esta manera se abre paso a la función trascendente, que se erige como síntesis de los dos opuestos permitiendo mayores niveles de integración.
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Bibliografía:
(1) Recuperado de: https://www.luzangelalizarazo.com/mundointermedio.html
(2) C.G. Jung. “Psychology Commentary” en W.Y. Evan Wentz (comp.), The Tibetan Book of Great Liberation (Londres: Oxford University Press, 1977). Citado por Kakar (1993).
(3) Durand, Gilbert. (1984) La foi du cordonnier, Denoel.
(4) Leloup, Jean-Yves (2000, 1997). L’Evangile de Marie. Ed. Albin Michel. París, Francia.
(5) Melloni, Javier. Perspectivas del Absoluto. Ed. Herder, Barcelona, 2018.
(6) Corbin, H. Mundus Imaginalis, or the Imaginal and the Imaginary. Ipswitch, Golgonooza Press (1976, 1972). Citado por Ring, p. 224.
(7) Carta de C.G.Jung a Mr.O, 2 de Mayo de 1947.
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