domingo, 1 de marzo de 2020

Sobre la tradición


Podemos reconocer dos grandes modos de vincularnos a la tradición. Elijo denominarlos, “tradición abierta” y “tradición cerrada”. En el primer caso, la tradición es aquello que formula determinadas premisas, valores y categorías de pensamiento, que necesitan ser permanentemente actualizadas, revisitadas y reinterpretadas. En su segunda forma, se trata de categorías congeladas de una vez y para siempre, lo que autoriza a cierta clase o grupo social a ejercer el dominio en tanto garantía de su custodia. Cómo interpretamos la tradición supone una postura subjetiva, un modo de vida. Implica interrogarnos sobre la manera en que nos relacionamos con el pasado de la cultura, y cómo actuamos dentro de sus márgenes. Una de las posturas más radicales, y de enorme actualidad, es deshacerse de las tradiciones, descartarlas por obsoletas. Mientras que en su extremo opuesto, estamos asediando las penumbras del fanatismo. Sin embargo, son dos posturas contrarias sólo en apariencia: el fanatismo no puede, ni quiere, cambiar nada, aferrándose a un pasado puro y pretendidamente mejor. Mientras que la renegación y el rechazo, al no hacerse cargo de lo recibido, tampoco es capaz de introducir cambios. Gran parte de nuestro despliegue creativo, y del atribulado mundo en que vivimos, depende de cómo se mire a la tradición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario