viernes, 23 de mayo de 2025

El Alma de la Paz. Por Juan Manuel Otero Barrigón

El Alma de la Paz.

Juan Manuel Otero Barrigón (*)

En un mundo tan cansado de conflictos...

(¿estamos cansados de conflictos?)

...hablar de la paz puede parecer ingenuo.

O incluso provocar rechazo,

si se la confunde con sumisión,

o con quedarse al margen.

Como dijo el Papa Francisco:

“A veces, nada parece provocar más escándalo que la paz.”

Porque la paz verdadera no es una escapatoria.

Ni una estrategia para quedar bien.

Es una forma radical de habitar el mundo.

Un modo de amar sin querer controlar.

De resistir... sin destruir.

***

Desde la mirada de Jung,

la paz —cuando no es solo consigna o consuelo superficial—

es algo mucho más hondo.

Es una realidad arquetípica:

no solo un acto ético,

sino una imagen viva del alma.

Una experiencia que aparece

cuando el yo deja de pelear por ser el centro...

y algo más profundo toma el timón.

La paz es posible cuando logramos descentrarnos.

El arquetipo de la paz no niega los conflictos.

Permite mirarlos desde otro lugar.

No se identifica con la heroína o el héroe que levanta la espada,

sino con quien se anima a convertirla... en arado.

***

Martin Luther King Jr. enseñaba

que la no violencia, estrategia para alcanzar la paz,

 no es quedarse quieto frente el mal.

Todo lo contrario:

es una resistencia activa, lúcida,

arraigada en la dignidad de todo ser humano.

No busca humillar,

sino tocar el corazón.

No lucha contra personas,

sino contra las fuerzas que enferman el alma:

la injusticia, el odio, la exclusión.

Esta paz no impone.

Revela.

No busca ganar.

Desarma la lógica del “yo gano y vos perdés”.

Su fuerza es subversiva:

desactiva el instinto de revancha

y lo convierte en presencia.

Es alquimia del alma:

convierte el plomo de la reacción automática

en el oro de la respuesta consciente.

Así lo enseñaron Buda, Jesús, Gandhi, Luther King,

Así lo enseñaron la Madre Teresa, el Papa Francisco...

Y así también lo enseñan, en silencio,

los gestos pequeños de quienes, día a día,

eligen no devolver golpe por golpe.

***

No hay paz verdadera si no asumimos primero nuestra guerra interior.

No podemos construir hacia afuera

lo que negamos por dentro.

La sombra —eso que no queremos ver de nosotros mismos—

no desaparece con solo tener buenas intenciones.

La paz nos pide mirar de frente

incluso nuestras formas más íntimas de violencia.

Mirarlas con simpatía, como decía James Hillman.

No para justificarlas,

sino para comprender de dónde vienen.

Para escuchar su dolor.

Porque la paz no es lo mismo que la calma constante.

No es la represión del conflicto.

***

Si la convertimos en ideal vacío,

desconectado de la experiencia viva,

entonces se infla de buenas intenciones...

y luego vuelve... como síntoma.

Lo que no se reconoce —el enojo, el miedo, la ira, la envidia—

no se disuelve.

Se manifiesta de forma distorsionada.

O se esconde.

O se proyecta.

Idealizar la paz podría sonar así:

No debería haber conflictos”... (aunque los haya).

Tengo que ser calmo, puro, impasible”... (aunque esté herido por dentro).

Los ideales inflados que se alejan demasiado del alma

pierden vitalidad psíquica.

Y se convierten en algo mortífero.

Ya que cuando no se arraigan en la experiencia concreta,

el alma se seca.

Y lo que parecía paz...

se vuelve algo muerto.

Porque el alma no soporta

los vacíos disfrazados de serenidad.

Entonces, eso que se reprimió… vuelve.

Como angustia sin motivo aparente.

Como falsa espiritualidad que teme el conflicto.

Como violencia proyectada:

“yo soy pacífico, los violentos son ustedes”.

Pero la paz no es un edén sin conflictos.

Es una creación frágil, viva, siempre trabajosa.

***

Hoy, en el mundo, hay al menos cincuenta y siete guerras activas.

Algunas estallan con estruendo.

Otras se disfrazan de “operaciones de paz”.

En este contexto,

quienes buscan la reconciliación

son muchas veces señalados como débiles.

O incluso como traidores.

Pero —como dice el Papa Francisco—

no podemos rendirnos ante la retórica ni ante la psicosis de la guerra.

Porque sí:

buscar la paz conlleva riesgos.

Pero el camino de las armas… siempre trae riesgos mayores.

La verdadera fuerza

no se basa en levantar muros ni en tener armas.

La verdadera fuerza

es poder sembrar paz…

incluso en tierra árida.

Es animarse al diálogo donde reina la desconfianza.

Es tratar al otro con la misma compasión

con la que quisiéramos ser tratados.

A veces me gusta imaginar la paz

como una figura andrógina, descalza,

caminando entre ruinas… sin levantar polvo.

O como un ciervo blanco,

que atraviesa el campo de batalla… sin ser tocado.

Su sola presencia cambia el plano.

No impone: transforma.

Desde un gesto silencioso, amoroso, descentrado.

Porque la transformación no nace de tener el control,

sino de estar dispuestos a soltar el centro.

Y entonces…

¿qué tan dispuestos estamos a descentrarnos?

***

Las religiones —cuando conectan con su fuente más profunda—

han sido guardianas de esta dimensión.

Bienaventurados los que trabajan por la paz”, dice el Evangelio,

“porque serán llamados hijos de Dios.”

Y también nos habla el Salmo 23:

El Señor es mi pastor, nada me falta.

Me conduce hacia aguas tranquilas,

repara mis fuerzas.

Me guía por senderos de justicia…

por amor de su nombre.”

Paz y justicia son hermanas.

No pueden separarse.

La paz que calla ante la injusticia… no es paz.

Es resignación.

O complicidad.

Y la justicia que nace del odio…

tarde o temprano se vuelve venganza.

***

Marshall Rosenberg decía

que el desafío es ser paz,

en un mundo que casi siempre está en guerra.

Una tarea inmensa.

Pero también cotidiana, imperfecta, y por eso mismo posible.

Y así deja pequeñas recomendaciones —que no son tan pequeñas—:

vivir con alegría,

respetarnos y hacernos respetar,

no actuar desde la furia,

abrir el corazón a la reconciliación,

hacer las paces.

Con uno mismo.

Con el otro.

Con lo que está roto.

***

No negamos los conflictos.

No confundimos al agresor con el agredido.

Y tampoco somos neutrales.

Tomamos partido.

Tomamos partido por la paz.

Y sabemos que una paz real, duradera,

no se construye con amenazas ni con miedo.

No nace de la disuasión, ni del castigo.

Sino de economías que no maten.

De comunidades que no excluyan.

De corazones que no se cierren.

Porque —como dice la sabiduría antigua—

“lo que uno siembra… eso cosechará.”

***

Tal vez estemos, como humanidad,

frente a una gran encrucijada.

Después de siglos dominados por el cálculo,

la competencia,

la lógica del “yo primero”,

es tiempo de dar un paso nuevo.

Un paso hacia una humanidad distinta:

solidaria, compasiva, interdependiente.

La encíclica Fratelli tutti nos recuerda

que el futuro no pertenece a los ladrones de esperanza,

sino a los pueblos que saben vivir como hermanos.

El futuro no se sostiene sobre la imposición,

sino sobre una autoridad

que se pone al servicio del bien común.

Después de la libertad y la igualdad,

que marcaron las aspiraciones de los siglos XIX y XX,

la fraternidad es el gran desafío del siglo XXI.

No como ideal abstracto.

Sino como forma concreta de vivir.

De convivir.

De cuidar lo común.

El futuro no puede ser solo del homo sapiens.

Hace falta dar un salto.

Un salto que nos acerque al homo frater.

Ya no basta con saber.

Ni con sobrevivir.

Necesitamos el arte del cuidado mutuo.

De la ternura sin ingenuidad.

De la fortaleza que no destruya.

La paz, entonces, no es un punto de llegada.

Es una forma de caminar.

Cultivada paso a paso,

al otro lado del conflicto.

Con ternura activa.

Con persistencia amorosa.

Con la firme decisión de quienes creen

que otra humanidad no solo es necesaria…

sino posible.

***

Hoy, mientras caminamos el Jubileo de la Esperanza,

el llamado a la paz vuelve a sonar.

Con urgencia.

Con fuerza antigua y nueva.

No como nostalgia de un mundo sin disputas.

Sino como tarea sagrada que nos compromete…

aquí y ahora.

Porque la esperanza, como la paz,

no es pasividad.

Es un acto creador.

Nos llama a levantar lo que cayó,

a encender lo que se apagó,

a cuidar lo que aún late.

Ojalá este Jubileo no sea solo un paréntesis piadoso.

Sino el pulso real de una humanidad que,

aun entre ruinas,

se atreva a creer,

a sanar,

a empezar de nuevo.

Y ojalá todos, alguna vez, podamos decir:

“Tu paz es mi mejor regalo…

y solo te pido que sea duradero”.

 

Mayo, 2025


(*) El trabajo fue presentado en la Mesa Redonda "Formación de líderes comunitarios por la Paz", celebrada el Viernes 23 de Mayo en la Facultad de Psicología y Psicopedagogía de la Universidad del Salvador. El evento contó con la participación de distintos expositores.




lunes, 19 de mayo de 2025

Jung y la huella de lo divino. Una meditación cortísima.


Créditos Fotografía: Kairos Film Foundation


Una de las tesis más sugerentes de Bernardo Nante es que la obra de Jung puede leerse como una respuesta —no dogmática— a la llamada “muerte de Dios”. No para negar esa pérdida ni para restaurar creencias antiguas, sino para abrir una vía distinta: la del alma. Jung no propuso una nueva religión, como algunos acusaron; nos invitó a escuchar lo sagrado donde menos se espera: en los sueños, en los mitos, en los síntomas, en aquello que duele y también en lo que maravilla. Como si dijera: aunque Dios haya muerto en las iglesias, algo de lo divino sigue hablando en la psique. Y aprender a escucharlo, sin fórmulas, ya es un acto profundamente religioso.
Quizás por eso su obra sigue tocando una fibra tan actual: porque nos recuerda que el alma no muere con los dogmas, y que lo espiritual no se agota en lo confesional (aunque sin dudas lo incluya). En tiempos de vacío y desconcierto, Jung abre una tercera vía: no la del credo impuesto ni la del cinismo resignado, sino la de un peregrinaje interior, donde el misterio vuelve a tener lugar —aunque sea en voz baja— dentro del corazón humano.

JMOB. 



lunes, 12 de mayo de 2025

Jornada. Grupo Eón - "El futuro interior: extendiendo puentes hacia el encuentro entre las inteligencias humana y artificial. Reflexiones desde la psicología junguiana".

 



JORNADA. "El futuro interior: extendiendo puentes hacia el encuentro entre las inteligencias humana y artificial. Reflexiones desde la psicología junguiana".

🗓️ Fecha: Sábado 31 de Mayo de 2025.
🕰️ Horario: 10 a 13hs (GMT-3) Buenos Aires, Argentina
💻 Modalidad virtual sincrónica – por Plataforma Zoom
🎓 Actividad LIBRE Y GRATUITA – con inscripción previa

Organiza
🌀 Grupo EON – Espacio de confluencia junguiana

Exponen y presentan:

🧠 Presentadora: Lic Rita Saltalamacchia. Psicóloga clínica. Docente universitaria (Universidad Nacional de San Luis). Miembro de Abraxas & AFIPA

🧠 Expositor: Dr. Néstor E. Costa. Doctor en Psicología. Analista de orientación junguiana. Presidente de AFIPA (Asociación de Formación e Investigación en Psicología Analítica). Autor de libros sobre la obra de C.G.Jung . Ponencia: "Una extraña relación...¿o no tanto?"

🧠 Expositora: Antr. Doris Castellanos. Antropóloga de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia. Creadora de StoryTailors. Investigadora de patrones arquetipales. Ponencia: "El príncipe que buscaba la inmortalidad, la historia de una inteligencia muy lejos de la tierra".

🧠 Expositora: Clr. Johanna Raña. Consultora Psicológica. Supervisora técnico profesional. Docente en Cátedras de Prácticas profesionalizantes. Miembro de AFIPA. Ponencia: "Ensayo sobre la Inteligencia Artificial y la idea de Unus Mundus".

🧠 Expositora: Lic. Virginia Modarelli. Licenciada en Psicología. Licenciada en Letras (Universidad de Buenos Aires). Docente universitaria. Psicóloga clínica y supervisora particular. Ponencia: "Hacia una actualización de la ontogenia: el cuestionamiento de las inteligencias artificiales a la naturaleza humana".

🧠 Expositor: Lic. Juan Manuel Otero Barrigón. Psicólogo Clínico y de la Religión. Docente Cátedras: "Psicología de la Religión" - "Teoría y Práctica de la Psicología Analítica - C.G.Jung" (Universidad del Salvador). Ponencia: "El Reloj del Apocalipsis. Una metáfora contemporánea".

👥 Destinatarios: abierto a todo público.

FORMULARIO DE INSCRIPCIÓN





sábado, 10 de mayo de 2025

Serie Meditaciones #20. La psicología junguiana y ¿qué llamamos “empírico”?. Por Juan Manuel Otero Barrigón

 MEDITACIÓN #20

La expresión “evidencia empírica”, que es parte del vocabulario habitual de los científicos positivistas y de algunas corrientes cognitivo-conductuales, suena precisa, pero en realidad traiciona su propio sentido cuando se la reduce al dato medido, cuantificado o replicado en laboratorio.
Empírico viene del griego empeiría (ἐμπειρία), que se forma a partir de en- (“dentro”) y peira (“prueba”, “intento”). Literalmente, significa “haber probado por uno mismo”.
Y eso, para quienes trabajamos desde una psicología de la profundidad, supone esencialmente experiencia vivida: lo sentido, lo soñado, lo intuido, lo que conmueve desde dentro.
Llamar “empírica” a lo que, en todo caso, es evidencia experimental, es un ardid orientado a colonizar el lenguaje de la experiencia con los criterios del control externo.
Es olvidar que lo empírico es también lo simbólico, lo que ocurre en el mundo interior, donde lo sensible y lo imaginado se entrelazan con lo real, en la intimidad del sufrimiento y el misterio.
Lo que necesita ser escuchado, más que medido.
Y es reducir la psique a protocolo.
Hay cosas que no se pueden medir, pero sí comprender.
Y hay verdades que no se prueban: se viven.
Y su prueba es la transformación interior que suscitan.

JMOB.

sábado, 26 de abril de 2025

Mesa Redonda: Formación de líderes comunitarios por la Paz

Desde la Cátedra de Psicología de la Religión (USAL) y el Proyecto de Educación para la Paz (coordinado por el Dr. Jorge Garzarelli), los invitamos a participar de la Mesa Redonda que vamos a celebrar el viernes 23 de Mayo a las 18.30hs, en el Auditorio de la Facultad de Psicología & Psicopedagogía de la Universidad del Salvador (Marcelo T. de Alvear 1327, CABA). La entrada es libre y gratuita.